Retrato al óleo de José María Martínez Val, por Antonio López Torres. Colección familiar.

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José María Martínez Val
Ágreda (Soria).
1916 -
Madrid,.
1999.
Catedrático y abogado..

José María fue el menor de siete hermanos. Debido a los cambios de destino de su padre, Baltasar, teniente de la Guardia Civil, no fue a la escuela hasta los seis años y medio. Su padre, recién retirado, y con la familia residiendo ya en Zaragoza, le llevó a don Orencio Pacareo, director del grupo escolar de la calle de Antonio Pérez. El maestro comprobó que el niño sabía leer y escribir sin problemas, y era capaz de multiplicar y dividir por una cifra.

Tras cuatro años en la escuela, y el preceptivo examen de ingreso, prosiguió sus estudios en el Instituto Goya y, más tarde, en la Escuela Normal para hacerse maestro. Ganada la oposición de Magisterio en 1932, su inquietud intelectual le llevó a intentar simultanear su trabajo como maestro con los estudios universitarios. Primero de Química, que no pudo llevar a cabo, por la carga económica que suponía tener que comprar los reactivos y otro material; luego de Filosofía y Letras, que tuvo que interrumpir por una fuerte crisis de tuberculosis y la Guerra Civil.

En sus años de adolescencia y juventud conoció el ambiente fuertemente politizado que coincidió con el final del reinado de Alfonso XIII y toda la Segunda República; en particular, el anarcosindicalismo, muy activo y violento, arraigado en la capital aragonesa, y también otras opciones políticas, como las JONS, que iniciaban su andadura y en las que militó desde muy joven.

Como secuela de la severa tuberculosis le quedó un pulmón hipo funcionante, lo que le impidió poder alistarse en la guerra. No obstante, realizó labores de orden público en Aragón y, más tarde, en Cataluña.

Terminada la Guerra Civil, y completados los estudios de Filosofía y Letras, rama de Geografía e Historia, ya en Madrid, preparó las oposiciones de catedrático de Instituto. Precisamente, cuando terminaba su preparación y realizaba los correspondientes ejercicios, conoció a Margarita Peñalosa, que empezaba a preparar las mismas y las obtendría un año más tarde que él. Se casaron en julio de 1945. De este matrimonio nacieron cinco hijos: María Pilar, Esperanza, José María, Rodrigo y Juan Jesús.

Aunque ganó las oposiciones en abril de 1943, no llegó a incorporarse al instituto de Algeciras, que le correspondió, porque fue retenido en Madrid para colaborar en la puesta en marcha de las nuevas “Misiones Pedagógicas”, reinstauradas bajo los auspicios e impulso del ministro Ibáñez Martín y del padre José María Albareda, secretario general del CSIC. Aprovechó el pujante ambiente universitario en que vivía para elaborar su tesis doctoral, sobre “Los métodos de la geopolítica. Europa, nueva geopolítica y nuevo derecho”, que presentó a finales de 1943. Durante varios años recorrió, incansablemente, toda España con las nuevas “Misiones Pedagógicas”: en automóvil, por carreteras apenas asfaltadas; en tren, con varios descarrilamientos; incluso en un envejecido avión DC-3, para llegar hasta Palma de Mallorca; toda una aventura con los medios de transporte de la época.

En el otoño de 1943 llegó a Ciudad Real, como catedrático de Geografía e Historia del Instituto de Segunda Enseñanza Maestro Juan de Ávila y allí permanecería durante 25 años, desarrollando una fructífera labor para elevar el nivel cultural y social de la pequeña capital manchega, que parecía estancada y atrasada, como dormitando aún en las postrimerías del siglo XIX. Ese mismo año José Gutiérrez Ortega fundó el diario Lanza, para recuperar un atisbo de vida periodística, muy austera y escasa en tiempos previos a la Guerra Civil.

El recién llegado catedrático se encontró con un claustro formado por insignes profesores de cierta edad: Carlos Calatayud Gil, Emilio Bernabeu, Edgar Agostini; y otros más jóvenes que acababan de obtener sus plazas. Entre otros, Carlos López Bustos, Ramiro Aparicio y Nicolás Rodríguez Santana.

Durante los primeros años simultaneó sus clases y los viajes, cada vez menos frecuentes, de “Misiones Pedagógicas” con los estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid, que terminó en 1947. Se doctoró en Derecho en 1952, con una tesis titulada La eutelegenesia y su tratamiento penal.

Desde 1944 había sido nombrado director del Instituto, siendo su gestión en tal puesto la más larga del siglo de vida del centro. Su principal objetivo fue el de aumentar la matrícula de alumnos oficiales, logrando pasar de 210 en 1944 a 2.561 en 1962, año en que se creó el Instituto femenino, que arrancaría en octubre de 1963 con 771 alumnas. Dejó su puesto en Ciudad Real en junio de 1968 por haber sido nombrado gobernador civil de Lérida.

En 1946 creó el Instituto de Estudios Manchegos, adscrito al CSIC, pero cesó su colaboración itinerante con el Consejo. Aparte de los catedráticos Carlos Calatayud y Carlos López Bustos, sumó a este proyecto a Isabel Pérez Valera, directora de la Casa de Cultura, a Antonio Aguirre, ingeniero jefe de Obras Públicas, a los poetas Juan Alcaide, José Luis Barreda y Ángel Crespo, al escultor Jerónimo López Salazar, a los canónigos José Jiménez Manzanares e Ildefonso Romero, y a otras muchas personalidades. De esos años data también la estrechísima relación con Antonio López Torres, pintor de Tomelloso, profesor de la Escuela de Artes y Oficios, relación que se mantendría intensa y familiar hasta la defunción de este.

Catedrático y abogado, así le gustaba ser reconocido y con esa doble faceta se presentaba siempre y firmaba innumerable cantidad de colaboraciones periodísticas, no solo en Lanza, sino en periódicos nacionales, tales como ABC, Ya y otros.

Infatigable trabajador y viajero, recorrió la provincia de Ciudad Real de punta a punta, llegando a conocerla en detalle. En uno de sus viajes descubrió el Corral de Comedias de Almagro, cuya existencia confirmaría en un viaje posterior el marqués de Lozoya. Por su enciclopédico conocimiento de la provincia fue requerido para escribir el libro Ciudad Real. España en paz, editado por Publicaciones Españolas en 1964. En este libro se recogía el impresionante cambio de la provincia desde la terminación de la Guerra Civil, en los más variados aspectos: nivel económico, infraestructuras, vivienda, vida cultural… Esta doble faceta de investigador y viajero le permitió ser el primer investigador que recreó un campo de batalla medieval, concretamente el de la batalla de Alarcos, de 1195.

Solicitó al Ministerio, y lo obtuvo, permiso para instaurar en los años 50 estudios de bachillerato nocturno, para permitir a trabajadores acceder a este nivel. De los ocho institutos que lo implantaron en toda España, cinco fueron para Madrid y Barcelona; solo el de Ciudad Real correspondió a una capital pequeña. Además de esta innovadora implantación, el Instituto demostró el excelente nivel alcanzado con los resultados obtenidos en los premios nacionales de bachillerato: en unos pocos años, a comienzos de los años 60, los alumnos manchegos obtuvieron dos veces el primer puesto nacional, y dos veces el segundo puesto; completamente sorprendente dado el tamaño de la capital y el pobre ambiente cultural de apenas dos décadas antes. En los años 50 obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil de la Escuela de Comercio de Ciudad Real, de la que llegaría a ser director también poco más tarde.

La faceta forense, creciente año tras año, le deparó éxitos notables como abogado defensor, tanto de personas como de entidades locales. Fue muy llamativo el caso de los parricidas de Daimiel, en el que se pedían varias penas de muerte, que quedaron en penas de prisión y una absolución; dificultoso el de un campesino de Helechosa de los Montes, contra los ingenieros de montes de la Diputación pacense y la Abogacía del Estado; muy noticioso un accidente de tráfico con atropello mortal en que se vio envuelto uno de los ciclistas más conocidos de la España de los 60. Representando a municipios logró sentencias favorables para Los Pozuelos de Calatrava, Valdepeñas, o Villanueva de San Carlos, que le convirtieron e “Hijo adoptivo” del último citado, “Valdepeñero de honor”… En el caso de Villanueva de San Carlos, que había llegado hasta el Tribunal Supremo, y llevaba décadas estancado, sin resolverse, llegó a utilizar como antecedentes jurídicos (que fueron dados por buenos) hasta Las Partidas de Alfonso X el Sabio. Su labor como abogado le valió llegar a ser Decano del Colegio de Abogados de Ciudad Real.

En mayo de 1968 fue nombrado gobernador civil de Lérida, trasladándose a dicha ciudad a finales de junio y cesando toda actividad en Ciudad Real. El discurso de toma de posesión fue bilingüe, primero en español y después en catalán, lo que fue muy elogiado y aplaudido por los numerosos alcaldes y personalidades provinciales asistentes. Inmediatamente comenzó una incesante labor con dos ejes vertebradores: viajar a todos los municipios de la provincia, para conocer sus necesidades y problemas; y esbozar un plan general de impulso provincial basado en tres “p”: un nuevo puente sobre el Segre en la propia capital, un polo de desarrollo industrial (hay que recordar que era la época de los Planes de Desarrollo), y un plan de aprovechamiento integral del río Segre.

Aparte de lo anterior, participó en numerosos actos y promovió otros muchos para estimular la vida un tanto aletargada de la “terra ferma”. Unas palabras de bienvenida y homenaje en alemán, dirigidas al embajador y a muchos empresarios de citado país, con motivo de una feria agrícola internacional, sirvieron para que el gobierno alemán le invitara a una visita oficial por diversas ciudades en la primavera de 1969.

Meses más tarde, se desplazó desde Lérida a Barcelona para tomar posesión de su puesto como miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras de la ciudad condal, elección procedente de sus trabajos realizados en sus tiempos de abogado y catedrático de Derecho Mercantil en Ciudad Real.

Los excelentes resultados de su gestión como primera autoridad provincial le granjearon envidias y tensiones en ciertos ambientes, lo que acabaría provocando su cese en enero de 1970 y el regreso a su actividad profesoral y forense.

Tras un corto paréntesis de febrero a junio de 1970, de nuevo en el Instituto de Enseñanza Media Maestro Juan de Ávila de la ciudad manchega, se trasladó a Madrid, donde residió de manera permanente hasta su fallecimiento, en 1999.

En Madrid, por concurso de traslado, pasó a ejercer la cátedra de Geografía e Historia del Instituto de Moratalaz, más tarde denominado “Rey Pastor”, del que enseguida sería director; colaboró en la puesta en marcha de la Facultad de Ciencias de la Información, impartiendo la asignatura de Historia del Pensamiento Político, Económico y Social, durante varios años, hasta reincorporarse a su otra cátedra, la de Derecho Mercantil, en la Escuela Universitaria de Ciencias Empresariales de la Complutense de Madrid. Cumplió su doble labor docente hasta 1986, en que se jubiló de ambos centros.

Durante los años madrileños desplegó de nuevo una incansable labor como escritor y ensayista, publicando cientos de artículos en la prensa nacional, textos jurídicos en revistas españolas (Revista General de Derecho, Revista de Legislación y Jurisprudencia…) y numerosos libros, algunos de los cuales se recogen más abajo.

Los temas que trató, tanto en su etapa manchega como en la madrileña, eran tan diversos como: “El estudio de la educación en la Edad Media”, “La extinción jurídica de la Segunda República”, “La Orden de Calatrava”, “El movimiento europeísta”, “Cicerón jurista”, “La libertad de investigación en genética humana”, “Estudio geoeconómico del alto y medio Guadiana”, “La Constitución de los Estados Unidos de América”, “El paisaje geográfico en los historiadores de Indias”… Con razón escribió un investigador que para seguir la labor de Martínez Val se necesitaba elaborar un rico mapa conceptual.

En Madrid, no intervino como abogado ante los tribunales, pero fue requerido para preparar dictámenes y participó en arbitrajes de gran complejidad, como el que hubo que realizar con motivo de la desaparición del diario Madrid, situación muy relevante en los terrenos político y económico del momento.

Su pasión por la abogacía y sus cualidades forenses fueron apreciadas por el decano del Colegio de Abogados de Madrid, Antonio Pedrol Rius, que le nombró director del Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, que, en muy pocos años, pasó de ser una publicación sin renombre a ser reconocida como una más de las mejores revistas jurídicas de España. También, en colaboración con el decano Pedrol, participó en numerosas reuniones de la Unión Iberoamericana de Colegios y Agrupaciones de Abogados (UIBA), recibiendo en Panamá, en 1982, el encargo de elaborar un código de ética profesional, que fue presentado y discutido en la reunión de Quito en 1983, y confirmado en la de Mar del Plata, Argentina, en 1984.

Como premio a su incansable labor fue distinguido con Encomiendas, Cruces y Grandes Cuces de diversas órdenes: Alfonso X El sabio, Mérito Civil, San Raimundo de Peñafort, Agrícola y otras.

Tras fallecer su mujer, Margarita Peñalosa, en 1997, tuvo varios ictus que le dificultaron el habla, aunque lograba conversar con alguna dificultad. Incansable lector, fue perdiendo vista poco a poco y prefería que le leyeran, la prensa o algún libro. Se mantuvo bastante autónomo hasta el final, aunque apenas salía de casa. Falleció el 30 de agosto de 1999.

Obras principales:

  • Cervantes y su España. Evocación (en colaboración con Margarita Peñalosa), Instituto de Estudios Manchegos, 1947
  • Manual de Derecho y Economía Política, Alma Mater, 1950
  • El hombre y la Tierra. Geografía Humana. Geografía Descriptiva. Tomo 4 de la Enciclopedia Labor, 1960
  • Un epistolario inédito del reinado de Felipe IV. Instituto de Estudios Manchegos, 1960
  • ¿Por qué no fue posible la Segunda República?, Prensa Española, 1974
  • ¿Por qué no fue posible la Falange?, Dopesa, 1975
  • Historia del Pensamiento Político, Económico y Social, Bosch, 1975
  • Españoles ante el comunismo, Dopesa, 1976
  • Derecho Mercantil, Bosch, 1979
  • Monteros Ríos y su tiempo, Cedesa, 1980
  • Ética de la abogacía, 1987
  • El Derecho en las grandes religiones, Comares, 1995
  • Abogacía y abogados, Bosch, 1996.

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