perez-mel
José Pérez Mel
Alfoz (Lugo).
1901 -
Lugo.
1975.
Médico.

José Pérez Mel fue un médico bacteriólogo que ocupó en la provincia de Albacete el cargo de inspector provincial de sanidad en los años treinta de la anterior centuria. Llevó a cabo una intensa labor de reformas sanitarias y de higiene, pioneras en la España rural y fue, además, promotor del plan de estudios de enfermería que los gobiernos republicanos intentaron implantar. 

Pérez Mel, de origen gallego, tras realizar estudios de posgrado en la reconocida Escuela Nacional de Sanidad siendo el número uno de su promoción, ejerció como inspector sanitario en Segovia hasta que fue trasladado a Albacete en 1931. En la provincia manchega se encontró con todo tipo de carencias en materia de salud, por lo que buscó cómo remediar tan penosa situación. Entró en contacto con la Fundación Rockefeller, institución que, en la provincia de Cáceres y de la mano del doctor Ruíz Morote, ya había realizado un proyecto sanitario rural con mucho éxito. La Fundación Rockefeller había nacido de la mano del millonario J. D. Rockefeller y de los beneficios de su empresa petrolera (Standard Oil Company). A pesar de sus presuntas implicaciones con el tráfico de armas y otros asuntos turbios, lo cierto es que la Fundación promovió acciones y reformas sanitarias por todo el mundo, incluidos los países europeos, en el período de entreguerras. A través de un programa de becas se formaron los primeros epidemiólogos, microbiólogos, estadísticos y salubristas (médicos, enfermeras), como el español Marcelino Pascua, el gran reformador de la sanidad en la etapa republicana.

J. L. Barona y J. Bernabeu-Mestre, en su magnífico libro La Salud y el Estado (El movimiento sanitario internacional y la administración española, 1851-1945), recogen cómo la sanidad española se fue modernizando y cómo fue implementando las reformas dictadas por el Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones. La organización en Ginebra de una Conferencia de Higiene Rural, presidida por el español Gustavo Pittaluga, pretendía establecer un modelo de asistencia sanitaria en las zonas rurales, que en España suponía el 80 % de la población. Los gobiernos de la II República, de la mano de Marcelino Pascua y de su equipo, formado con profesionales de la Fundación Rockefeller y de la Escuela Nacional de Sanidad, establecieron unas líneas de actuación de acuerdo con la llamada medicina social. La asistencia médica y la atención social se coordinarían en torno a tres niveles: centros primarios, secundarios y terciarios. Los institutos provinciales de higiene se encargarían de la coordinación y de la sanidad preventiva, así como de la asistencia, cuando fuese necesario.

En este contexto, el doctor Pérez Mel solicitó a la Fundación un proyecto para Albacete valorado en 15.000 dólares que pretendía mejorar las condiciones sociosanitarias en un territorio que, además de con el Instituto de Higiene, solo contaba con un dispensario antituberculoso, el pequeño laboratorio municipal de química y la institución privada de la gota de leche. Su idea era crear un centro sanitario provincial y una red de centros de atención primaria y secundaria situados en lugares estratégicos. Para ello, solo contaba con el centro de Hellín, creado en 1932 para atender a la población minera y escasamente dotado. En estos años se inauguró la sede del Instituto de Higiene del barrio Industria, donde Pérez Mel instaló su laboratorio de ideas que eran muy avanzadas para su época.

El estallido de la Guerra Civil le separó durante los años bélicos de su esposa, pues ella había marchado a Galicia de vacaciones y él se hospedaba en un hotel de Albacete junto con los brigadistas internacionales. Al finalizar la contienda, Pérez Mel fue depurado por su colaboración con las administraciones republicanas y a los pocos años fue readmitido en el cuerpo de inspección sanitaria, donde realizó un extraordinario trabajo médico en el mundo rural gallego.

Por otro lado, hay que destacar la gran labor de J. Pérez Mel como profesor y autor del proyecto sobre la creación de un plan de estudios para las nuevas escuelas de enfermería que los gobiernos de la Segunda República intentaron implantar, pero que la Guerra Civil impidió. Nuestro inspector-profesor propuso un plan de acceso a la carrera de enfermería con la titulación de bachillerato o de maestra nacional y de tres años de duración. Diseñó el plan de estudios, que constaba de un primer curso de contenidos preliminares (anatomía, química, farmacología, patología, higiene, ética e historia de la profesión), contenidos teóricos (patología médica, patología quirúrgica, otorrinolaringología, neurología, psiquiatría e higiene general) y actividad práctica, con tres meses de servicios en patología, cirugía y administración. En el segundo curso los contenidos teóricos versaban sobre obstetricia y ginecología, desarrollo del niño sano y pediatría, enfermedades infecciosas, bacteriología, dermatología y venerología, y oftalmología, más dos meses de prácticas en un servicio de obstetricia, dos en uno de pediatría, tres en el hospital de infecciosas, uno en un preventorio, y otro en un sanatorio antituberculoso. En el tercer curso las clases teóricas eran de medicina social, epidemiología, organización y legislación sanitarias, psicología y pedagogía, con una práctica en un centro de higiene, pasando por los distintos servicios de higiene social. 

En definitiva, José Pérez Mel fue, como otros tantos, un profesional de la salud injustamente olvidado a pesar de su gran trabajo en la prevención de las enfermedades infecciosas con propuestas muy adelantadas a su tiempo y que llegaron a implantarse en Albacete a través del Instituto Provincial de Higiene y de la Fundación Rockefeller. La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de valorar algunas de sus propuestas, como la importancia de los centros de atención primaria y secundaria. 

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