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Galería

José Ramón Quesada Gascón
Almagro (Ciudad Real).
1845 -
La Matilla (Segovia).
1900.
Sacerdote y Obispo.

José Ramón Quesada Gascón nació el 21 de julio de 1845 en Almagro, tal como reza la placa conmemorativa que el Consistorio almagreño situó en su casa, en la calle que actualmente lleva su nombre, aunque según el obispado de Segovia, nació el 5 enero de 1846. Era hijo de Buenaventura Quesada Oviedo y Vicenta Gascón, ambos almagreños. La familia Quesada Gascón tuvo, por lo que hemos podido investigar, cuatro hijos más, María de los Llanos, Agustín, Buenaventura y María de las Nieves. José Ramón era el mayor de los cinco, le seguía su hermana Llanos (1850), Agustín, Buenaventura (1854) y María de las Nieves. María de los Llanos fue la primera en fallecer (31 de enero de 1886, con 36 años); Buenaventura sería el último de la saga en morir, el 7 de enero de 1906 (1).

Debió estudiar sus primeras letras en Almagro y en 1856 pasó al instituto de Ciudad Real donde cursó dos años de Humanidades como alumno oficial, para luego hacer otros dos más en la enseñanza privada. Desde niño ya mostró gran talento y precoces dotes para las cuestiones morales y religiosas. En 1860 fue a formarse al seminario de Toledo (hay que tener en cuenta que Ciudad Real no tendría seminario hasta la creación de la diócesis en 1876). En este cursó todas las asignaturas de Filosofía y los seis años de Teología. El 4 de junio de 1866 se le otorgó el título de bachillerato en Teología con la censura nomine discrepante y el 7 de julio del siguiente año se le concedió el título de licenciado en la misma especialidad con igual censura, por lo que se le recomendó por el tribunal examinador al arzobispo de Toledo para que se dedicase a la enseñanza, por su valía. Durante su etapa en el seminario toledano, sus compañeros y profesores le auguraban un futuro prometedor en la carrera eclesiástica. Rivas Moreno en su semblanza del obispo almagreño afirma: «En el Seminario de Toledo, los estudios de Quesada dejaron por su brillantez perdurable recuerdo, pues desde muy joven se reveló orador elocuente y persuasivo; y esto, unido a una aplicación extraordinaria y a una inteligencia clarísima, hicieron que los mismos compañeros le asegurasen para aquel joven grandes éxitos  en su carrera eclesiástica» (2).

Ramón Quesada prosiguió estudios en el seminario de Jaén entre 1868 y 1871, donde cursó el séptimo año de Teología y los correspondientes de Cánones. El 26 de febrero de 1871 terminó el bachillerato de Cánones en el seminario de Baeza con la misma nota que en Teología. En septiembre de 1868 fue nombrado catedrático de Teología e Historia Eclesiástica en el seminario de Jaén, desempeñando también en este las cátedras de Hermenéutica Sagrada y Teología.  Fue superior, secretario de estudios y rector del seminario durante varios años (Gaceta de Madrid, 17-5-1892, p. 546). Durante este periodo, también ostentó el cargo de examinador sinodial y censor de obras teológicas. En esta etapa coincidirá con su principal valedor, el obispo Antolín Monescillo, que ocupaba la diócesis de Jaén, quien además había sido profesor suyo en el seminario de Toledo (curso 1860–61).

Tras esta breve fase, animado por un fuerte espíritu misionero, se embarcó para América el 27 de octubre de 1874, previa licencia del prelado jienense, comenzando su predicación apostólica en Argentina, concretamente en la ciudad de Quilmes, ya que fue nombrado cura-párroco de esa ciudad (10 noviembre 1875). La citada población era una de las más importantes de Argentina, pues en 1880 aspiró a ser la capital de la provincia de Buenos Aires y en la actualidad tiene más de 200.000 habitantes.

La situación política y religiosa en Argentina durante los años que estuvo como misionero no fueron fáciles. Los ecos revolucionarios de América Latina repercutieron en Argentina; la persecución laicista provocó algunos atentados contra la Iglesia católica. Los liberales argentinos, caso de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia son ejemplo de esa política anticatólica. En 1825, llegó a Buenos Aires la primera misión papal, después de un largo período revolucionario, en la que viajaba el futuro Pío IX, la citada misión fue expulsada del país.

Tras la época de Juan Manuel de Rosas (1829–1852), que apoyó el catolicismo, la situación cambió radicalmente. Será en esta nueva etapa en la que llegue el párroco almagreño a Buenos Aires (1869). Se habían producido algunos asaltos a los conventos de jesuitas y se había tomado el palacio episcopal. Ramón Quesada, y a petición del arzobispo, sin miedo ocupó la cátedra de la catedral metropolitana de Buenos Aires y realizó un discurso de exaltación del nombramiento como papa de Pío IX. Tanto éxito tuvo su predicación que fue editada y distribuida por toda Argentina.

Durante los años que Quesada permaneció en Quilmes fue una persona querida y respetada. Participó activamente en todos los eventos culturales y festivos de esa ciudad. Así en 1875, con motivo de las fiestas patronales, el párroco almagreño dio un importante sermón que la prensa de la ciudad comentó con agrado: «El nuevo cura de Quilmes revela dotes sobresalientes tanto como orador cuanto como persona de ilustración a la vez que liberalidad». Al año siguiente, Quesada colaboró activamente en el programa de festejos de la ciudad, ofreciendo a las autoridades un entremés y posteriormente participando en la entrega de premios a los escolares (3).

En Argentina publicó un libro que tuvo una enorme aceptación, Flores del Cielo,  adoptado como texto escolar en Buenos Aires. El libro se editó en 1877 por la imprenta de J. Penser de Buenos Aires y consta de 189 páginas.

El arzobispo de Buenos Aires envió a Quesada de la parroquia de Quilmes a la de Pergamino (19 julio de 1878) y en 1884, regresó a España. Durante su ausencia de España su padre falleció (14 de abril de 1876).  

Ocho años permaneció en Argentina, pero regresó a la provincia de la que había salido siendo un joven sacerdote, para ocupar el puesto de arcipreste y ecónomo de la parroquia de Santa María de Daimiel en 1885. Durante esta etapa fue también confesor de las religiosas mínimas y carmelitas, y cura castrense. Su consagración al sacerdocio le valió el reconocimiento de los daimieleños, que le dedicaron una calle. 

Su amistad con el cardenal Monescillo Viso, natural de Corral de Calatrava, por tanto comprovinciano, fueron esenciales para el cura almagreño, ya que primero fue colaborador de este en Jaén, antes de embarcar para América, y luego en Valencia, donde le nombró canónigo (1887–1892), para que le ayudara en la gestión de aquel complicado arzobispado. En Valencia, el sacerdote Quesada fue designado también, vicario general, juez de obras pías y metropolitano del arzobispado, desde cuyos cargos realizó un trabajo ímprobo.

En 1889, fue comisionado para formar el proceso ordinario sobre la vida de María Micaela Desmasieres y López di Castillo, vizcondesa de Jorbalán, en la causa de beatificación y canonización de la misma. Este mismo año, el arzobispo de Valencia le nombró teólogo consultor para los trabajos del Concilio Provincial Valentino. En 1891 fue designado capellán honorario y predicador supernumerario del rey, además era examinador sinodal de las diócesis de Mallorca y Segorbe (Gaceta de Madrid, 17-5-1892, p. 546).

Tras el nombramiento de Monescillo para la sede de Toledo en 1892 (se le preconizó el 11 de julio de ese año y entró en Toledo dos días más tarde), el nuncio de la Santa Sede, monseñor Di Pietro, propuso a su Santidad desde Valencia (18 de enero de 1893) al sacerdote Quesada para obispo auxiliar de la diócesis de Toledo. Las razones de la elección de Quesada por Monescillo venían de la época de Jaén, donde Quesada había sido colaborador suyo, además del paisanaje. Su nombramiento se demoró en el tiempo por las acusaciones lanzadas contra el cura almagreño por algunos eclesiásticos y la oposición de algunos cardenales españoles, a los que no les parecía adecuado para el cargo, así como a la tardanza de los informes recabados en Argentina. León XIII, no obstante, influenciado por Monescillo, le nombró obispo auxiliar (4). Estando todavía en Valencia (19 noviembre 1887), Ramón Quesada fue propuesto para capellán mayor de mozárabes, tras la muerte de José Rodríguez Beltrán, predecesor en el cargo (Gaceta de Madrid, 17-5-1892), y provisor y vicario general, tal como recoge el Libre del orde cronològic y succesiu dels señors dignitats, canonges y beneficiats en esta Santa Esglèsia, fol. 21, del Archivo catedralicio y diocesano de Valencia, legajo 689; se le ratificó por el rey el 16 de mayo de 1892. El prelado almagreño aceptó el nuevo reto, con el octogenario Monescillo, que a decir de algunos periodistas de la época, no podía salir de su lecho, nada más que por breves momentos. 

El Ayuntamiento de Almagro colocó una placa conmemorativa en su casa natal en 1894, momento en que fue nombrado obispo auxiliar de Toledo. La citada lápida dice literalmente lo que sigue:

«Aquí nació el 21 de julio de 1845, el Ilustrísimo Sor. Doctor D. José Ramón Quesada y Gascón. Hijo de los señores D. Buenaventura y Dª Vicenta. Sacerdote ejemplarísimo, catedrático ilustre, docto teólogo y canonista. Orador, sagrado elocuente, provisor recto y laborioso, fue presentado para obispo auxiliar de la archidiócesis de Toledo en el año 1893, preconizado por su santidad León XIII en el consistorio público del 21 de mayo de 1894 y consagrado solemnemente el 25 de julio del mismo año.

Varón esclarecido que honra a su patria por sus preclaras virtudes y su sólida ciencia dedícale el Ayuntamiento de Almagro este respetuoso homenaje de cariño y admiración para perpetua memoria, en el año del Señor de 1894».

Durante el tiempo que fue obispo auxiliar de Toledo, Quesada coincidió con el ciudarrealeño Francisco Rivas Moreno, que era gobernador civil de esa provincia, quien cuenta que mantuvo con él una intensa amistad, e indica que fue el obispo almagreño quien le acostumbró a tomar varias infusiones de mate diarias, hábito que había adquirido en Argentina (5).

El obispo Quesada, en el cargo de provisor y vicario general de la diócesis primada, ayudó al anciano cardenal a realizar la reforma de los estudios del seminario de Toledo, así como los estatutos de los estudios de Teología, Derecho Canónico y Filosofía Escolástica. La reforma fue aprobada por la Santa Sede. La Comisión que realizó los estudios para adaptarlos a los nuevos planes exigidos por el Vaticano la presidió el obispo Quesada, acompañado del rector del seminario, el tesorero y el magistral, así como los párrocos de San Juan Bautista y Santa Leocadia. León XIII concedió al citado seminario la gracia de otorgar los grados mayores, sin necesidad de la dispensa pontificia (6).

A la edad de 49 años el cura almagreño fue nombrado obispo, y permaneció al lado del cardenal Monescillo, arzobispo primado de Toledo, hasta que este falleció, atendiéndole en su lecho de muerte, administrándole el viático y la extremaunción en 1897 (7). El cardenal Monescillo, que había realizado testamento ante el notario José Antonio Muñoz, dejaba a la libre elección de Quesada, todo lo referente a su entierro y funeral, hasta ese punto llegaba la amistad (La Unión Católica, 31 agosto 1897). El obispo almagreño comunicó también al presidente del Senado la muerte del prelado, ya que era también padre de la patria por derecho propio. 

A Quesada se le preconizó para la diócesis de Segovia en 1894, y se le consagró obispo el 25 julio de 1894 en Toledo, ordenándose obispo de la misma en 1898, tras abandonar la ciudad del Tajo con la muerte del cardenal Monescillo. No obstante, durante el otoño de 1897, la prensa especuló con el nombramiento de Quesada para la mitra de Urgel (El Imparcial, 30 octubre 1897; Lectura dominical, 7 noviembre 1897). La consagración del obispo Quesada se produjo en la catedral del Toledo en julio de 1894, festividad de Santiago, bajo la tutela del cardenal Monescillo y con la asistencia del nuncio monseñor Crettoni, el arzobispo de Burgos, el obispo de Sigüenza, el gobernador y el alcalde Toledo, autoridades eclesiásticas y civiles, y, por supuesto, los alcaldes de Almagro y Daimiel, lugares donde había sido declarado Hijo Predilecto y Adoptivo y Esclarecido. A dicha ceremonia no pudo asistir el anciano cardenal, que ya se encontraba postrado en cama buena parte del día. 

La Gaceta de Madrid recogía así el nombramiento de Ramón Quesada como obispo de Segovia: «S.M. la Reina (Q.D.G.), Regente del Reino, en nombre de su Augusto Hijo, por decreto fecha de ayer, se ha dignado nombrar para la Iglesia y Obispado de Segovia, que ha de resultar vacante por traslación de D. José Pozuelo y Herrero, á D. José Ramón Quesada y Gascón, Obispo titular de Domiciópolis. Y habiendo sido aceptado este nombramiento, se están practicando las informaciones necesarias para la presentación a la Santa Sede.Madrid, 26 de febrero de 1898». 

Don Bartolomé Rodríguez tomó posesión como arcipreste gobernador eclesiástico de la diócesis de Segovia, en nombre del obispo Quesada, el día 12 de junio de 1898; cinco días más tarde el almagreño hizo su entrada en la diócesis (La Época, 13-6-1898). Desde Madrid le acompañaron su pariente, el diputado Juan Francisco Gascón Fernández-Rubio, los senadores por la provincia, Oñate y marqués de Velilla de Ebro, y los diputados marqués de Cañada Honda, conde de la Corzana y Raimundo Ruiz. Salieron a cumplimentarlo al pueblo de El Espinar, el cabildo y el Ayuntamiento de la ciudad. Su entrada en Segovia la hizo en un carruaje que puso a su disposición el conde de Cheste. Al llegar a la ciudad repicaron las campanas de todas las iglesias y todo el recorrido estaba lleno de colgaduras y gente. A la entrada le recibieron el gobernador político y el militar, el alcalde, todos los miembros de la Diputación y comisiones oficiales. La comitiva se dirigió procesionalmente desde la catedral al atrio de la parroquia de San Miguel y allí el prelado besó la Santa Cruz y revistió los ornamentos. 

Seguidamente el obispo fue conducido, bajo palio, a la catedral, entrando en la misma por la puerta del Perdón. Posteriormente el prelado ratificó el juramento del cargo sobre los Evangelios y un crucifijo. Subsiguientemente se organizó el besamanos, tras el cual el metropolitano pronunció una plática llena de frases patrióticas y el acto terminó con la publicación de las indulgencias y la bendición del pueblo que llenaba la catedral (El Imparcial, 18-6-1898; La Correspondencia de España, 19-61898).

El prelado almagreño eligió como lema de su obispado la frase: Dignare me laudare te virgo sagrata (Dígnate Virgen Sagrada de que yo te alabe) y como escudo la imagen de la Virgen sobre la media luna.

Poco tiempo tuvo el obispo almagreño para ejercer su labor pastoral en la ciudad castellana. No obstante, vivió los acontecimientos de 1898 en esa ciudad, y lo que ello implicó. Tras el desastre cubano, algunos elementos carlistas hicieron un llamamiento a la guerra, que no tuvo eco alguno. La Iglesia en general y la Santa Sede en particular apoyaban el régimen canovista, y se apartaron de cualquier opción violenta.  El obispo Quesada envió al nuncio de la Santa Sede en España una carta donde decía literalmente: «Los eclesiásticos de mi diócesis, por la primera pastoral y por las manifestaciones que me han oído, saben mi criterio en orden a la unión de todos los hombres de buena voluntad para salvar a nuestra España y no precipitarse en los horrores de otra nueva guerra civil». Indudablemente, la influencia de Antolín Monescillo sobre Quesada queda fuera de toda duda. Monescillo era uno de los representantes más genuinos del pensamiento integrista católico español, y muy próximo a posturas carlistas. Quesada defendió parte de estos postulados, tanto es así que el semanario carlista de Ciudad Real, El Manchego, dedicaba un número entero (2 de agosto de 1894) a la consagración del almagreño. El periódico vasco El Fuerista, periódico integrista y católico a ultranza, recogía parte de la adhesión que había enviado el obispo Quesada a la protesta del cardenal Monescillo contra el texto sobre la libertad de cultos de 25 de septiembre de 1894 (9). El texto era un alegato en toda regla contra el liberalismo y de defensa de los valores tradicionales de España, entre ellos, el catolicismo.

El conflicto entre Monescillo y el periódico El Movimiento Católico, órgano de los congresos católicos de la Iglesia, venía de atrás, pero la polvareda se produjo cuando este dijo veladamente que Monescillo disentía del Papa en cuestiones religioso-políticas. El Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo publicó un número extraordinario, recogido por medios periodísticos próximos al carlismo (caso del periódico El Fuerista, de San Sebastián), con un edicto redactado por Ramón Quesada, condenando formalmente el periódico oficial de los congresos católicos, prohibiendo su circulación, bajo sanción, en el arzobispado de Toledo, y ordenando a los curas y religiosos que leyeran el edicto en el ofertorio de la misa. La polémica se saldó con la revocación de la condena, tras la presión del Papa y del secretario de Estado, a quienes se había quejado el director del diario católico.

Poco después, Monescillo volvía a estar en el centro de la polémica por unas declaraciones al rotativo El Liberal, donde se refería a los congresos católicos y la regente, María Cristina, que provocaron que el Papa amonestase, a través del secretario de Estado a Monescillo. El nuncio Crettoni debía explicar la posición del Vaticano, pero Monescillo estaba enfermo y llamó al obispo auxiliar, Ramón Quesada, a la nunciatura, donde le comunicó el contenido del despacho de Roma. Quesada apesadumbrado tomó nota de lo que se le decía y se lo transmitió a Monescillo. Este a las pocas horas de recibir la misiva de Quesada contestó a Roma disculpándose por los errores, pero sin variar excesivamente su actitud los años siguientes (10).  

Tras la muerte de Monescillo, Quesada defendió el régimen constitucional, más por necesidad que por convicción, ante la situación que vivía el país. Sus ideas, escritos y homilías fueron criticados por los sectores liberales, caso de la revista dirigida por Leopoldo Alas Clarín, Madrid Cómico, donde satirizaba y ridiculizaba el estilo de sus predicaciones (Madrid Cómico, 16-4-1898).

Durante su breve mandato en la diócesis de Segovia, puso en marcha la llamada Unión Iberoamericana, ya que estaba sensibilizado con el mundo latinoamericano desde su experiencia en Argentina. La organización había surgido el 25 de enero de 1885, con la finalidad de estrechar lazos entre España, Portugal y las naciones americanas. La organización fue declarada de utilidad pública en el contexto de la conmemoración del IV Centenario, y tuvo un destacado papel en el iberoamericanismo hasta la guerra de España. Pertenecieron a la organización hombres como Ramiro de Maeztu, José Echegaray o Eduardo Dato. La Unión Iberoamericana permitió la organización de congresos, como el celebrado en 1900, la publicación de revistas, la promoción de viajes, el apoyo a la edición de diccionarios de voces geográficas españolas o la creación de instituciones, como el Instituto Cultural Español en Buenos Aires (1910) (11). En el mes de julio de 1900, el obispo Quesada reunió a los miembros de la Unión en Segovia y formó las distintas comisiones (Ciencia-Economía, Jurisprudencia y Arbitraje, Letras y Artes y Relaciones Comerciales), instituyendo las llamadas juntas de partido, integradas por un cura párroco, el registrador de la propiedad, un maestro de escuela, el diputado del distrito, etc., con lo que se extendía la organización por la provincia (El Liberal, 23-7-1900). No tendría el obispo almagreño mucho tiempo más para desarrollar la Unión Iberoamericana, ya que ese mismo año moriría.

Durante su obispado además de fomentar la caridad en la diócesis segoviana reconstruyó de su propio peculio la iglesia del Corpus Christi, destruida por un incendio (Heraldo de Madrid, 14 septiembre 1900), por lo que falleció, a decir de la prensa, completamente pobre; así quiso peregrinar a Roma y no pudo hacerlo por no tener recursos para ello. El prelado había proyectado para el mes de octubre de 1900 un viaje al santuario de San Frutos, que no pudo cumplir. Quesada además creó en la provincia de Segovia el montepío sacerdotal (Diario de avisos de Segovia, 15-9-1900).

Solo dos años desempeñó el cargo de obispo de Segovia, ya que falleció el 13 de septiembre de 1900, víctima de unas fiebres gástricas (enfermedad contagiosa e infecciosa, parecida a las fiebres tifoideas, provocadas por la Salmonella paratyphi), complicadas con una insuficiencia cardíaca, cuando realizaba la visita pastoral, administrando el sacramento de la confirmación, en el partido de Sepúlveda, en el pequeño pueblo de La Matilla (en la actualidad posee 104 habitantes), a la edad de 54 años. El obispo estuvo postrado en cama durante ocho días.

La Vanguardia informaba de la muerte del prelado de la siguiente manera: «Se ha recibido noticias del fallecimiento del Prelado de esta diócesis don José Ramón Quesada, ocurrido ayer noche en el pueblo de La Matilla. El señor Obispo de Segovia ha sido víctima de una fiebre gástrica que padecía desde hacía cuatro días. El finado pasaba por un hombre de gran cultura y tenía gran talento. Al expirar le acompañaba el Abad de la Colegiata de San Ildefonso y otras personas. El Obispo confesó, conservando el conocimiento y la serenidad hasta los últimos momentos» (La Vanguardia, 15 septiembre 1900).

Le acompañaba en el momento de su muerte el arcipreste de Sepúlveda, el párroco de La Matilla, quien le confesó, el abad de la colegiata de San Ildefonso y un hermano, seguramente Buenaventura. Antes de morir, y presuponiendo la muerte cerca, ordenó que tras su fallecimiento enviasen un telegrama al secretario de Estado del Vaticano, otro a la reina y otro al ministro de Justicia.

El cadáver del obispo fue embalsamado y expuesto en la capilla del palacio episcopal, donde el público de Segovia le dio el último adiós (12). La infanta Isabel fue una de las personas que envió a la familia un sentido pésame por la muerte del prelado.

El sepelio del obispo Quesada se realizó con un intenso boato, y fue enterrado en la catedral de Segovia, cerca del coro, donde estuvieron trabajando diversos operarios toda la noche para cavar la tumba, que tenía metro y medio de profundidad. Toda la ciudad asistió a la ceremonia, cerrando los comercios en señal de duelo (Diario de avisos de Segovia, 16 septiembre 1900).

El Ayuntamiento de Almagro se reunió cuatro días más tarde de su muerte, bajo la presidencia de su alcalde Diego Camacho Roncero, y este comunicó al pleno que le había llegado la noticia del fallecimiento del prelado de Segovia, el almagreño, obispo Quesada, «preclaro e ilustre hijo de esta Ciudad, hombre de su patria y de este querido pueblo, que por sus virtudes y relevantes cualidades logró captarse universal aprecio y simpatías». Los concejales se mostraron de acuerdo con lo manifestado por el alcalde,  y decidieron expresar el sentimiento de la corporación municipal a su familia por la muerte del obispo. Para ello crearon una comisión, compuesta por los concejales Manuel de Bartolomé y Jesús Escobar, que pasó a cumplimentar a la familia del finado, dándoles el más sentido pésame en nombre del pueblo de Almagro y del Ayuntamiento; por último, acordaron levantar la sesión en señal de duelo por tan importante pérdida (13). 

Posteriormente, los comisionados informaron al pleno que habían dado al hermano del obispo fallecido, Buenaventura Quesada Gascón, el pésame, tan pronto como este había llegado a Almagro, en nombre de la municipalidad. El hermano del obispo agradeció el recuerdo dedicado a la memoria de su hermano y la distinción de que había sido objeto (14).

La muerte del obispo Quesada fue muy sentida en las diócesis por las que había pasado (Valencia y Toledo), así como en los pueblos donde había ejercido su ministerio; de Argentina, a decir de Antón de Villarreal, llegaron muestras de sentimiento y condolencias (Lanza, 13-9-1970 y 2-8-1975).

En la actualidad, existe en Segovia una avenida del Obispo Quesada, que recuerda el paso por esa diócesis del prelado almagreño. El escritor Mariano Sáez Romero dice del citado obispo: «D. José Ramón Quesada y Gascón, de buenas iniciativas, emprendedor, caritativo, que mejoró algunas iglesias y que rigió esta Diócesis desde 1898 hasta 1900 en que murió en La Matilla, en su visita pastoral» (15).

El Ayuntamiento de Almagro conserva del citado prelado un retrato ejecutado en 1904 por Donato Sánchez, un pintor de ámbito provincial (seguramente de Tomelloso), especializado en retratos oficiales, y que simultaneó la fotografía con la pintura (16).  Debió ser seguramente un encargo del Consistorio al citado artista, ya que Quesada había sido una personalidad en la vida de Almagro de finales del siglo XIX.

A la muerte del obispo Quesada su biblioteca personal y las vestiduras del prelado quedaron en usufructo en manos de un sobrino suyo, Buenaventura Quesada, que era sacerdote, pero tras su muerte, ocurrida en 1908, y por disposición del citado mitrado, la biblioteca se legó a la parroquia de San Bartolomé y las casullas a la de Madre de Dios (Diario de la Mancha, 24 julio 1908).  Poco tiempo después el Ayuntamiento le dio su nombre a la calle en la que había vivido.

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(1) Cementerio municipal de Almagro, primer patio, corredor izquierdo, nicho 57.
(2) F. Rivas Moreno, Los Grandes Hombres de mi Patria Chica, Madrid, imprenta del monasterio de El Escorial, 1925, p. 23.
(3) Ch. Agnelli, «Los festejos patronales antes de establecerse la fecha de la fundación de Quilmes», 2011, URL: http://elquilmero.blogspot.com.es/2011/12/los-festejos-patronales-antes-de.html [consultado 2 julio 2012].
(4) R. Mª Sanz de Diego, Medio siglo de relaciones Iglesia-Estado: El Cardenal Antolín Monescillo y Viso, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 1979, p. 90.
(5) F. Rivas Moreno, op. cit, p. 25.
(6) J. R. Díaz Sánchez-Cid, El Seminario Conciliar de San Ildefonso de Toledo (1889-1989), Toledo, Estudio Teológico de San Ildefonso. Seminario Conciliar de Toledo, 1991, pp. 47–48.
(7) B. Villazán Adánez, «Ensayo biográfico del cardenal Monescillo», Cuadernos de Estudios Manchegos, nº 12, Ciudad Real, 1962, p. 62.
(8) C. Robles Muñoz, 1898, diplomacia y opinión, 1991, Madrid, CSIC, p. 260.
(9) En una parte del texto decía Quesada: « (…) La fe católica se ha identificado con el carácter nacional. Hasta que los godos abjuraron del arrianismo fueron considerados como invasores; la irrupción sarracena vióse obligada a respetar la Religión católica; nuestros abuelos dieron sus hijos y sus tesoros a los primeros reyes de la casa de Austria y fueron los defensores de la Inquisición, solo porque aquellos y esta luchaban y perseguían la herejía; y sabido es que la guerra de Independencia fue verdaderamente religiosa, más contra el libre cultista y revolucionario que contra el usurpador francés. El diferente modo con que el pueblo español recibió en 1808 y 1823 a las tropas francesas, merece ser estudiado. (…)». El Fuerista, 29 diciembre 1894.
(10) R. Mª Sanz de Diego, op. cit., pp. 312–320.
(11) J. C. Pereira Castañares, «España e Iberoamérica: un siglo de relaciones (1836–1936)», Persee, volumen 28, Madrid, 1992 pp. 105–117.
(12) El embalsamamiento se produjo en el palacio episcopal de Segovia, en presencia del subdelegado del partido judicial, Manuel Alemán. El proceso fue realizado por los médicos, Ochoa, médico de cámara, y ayudado por los doctores, Segundo Gila, Ildefonso Moreno e Ildefonso Rebollo. El proceso que se siguió fue el siguiente: en primer lugar se lavó el cadáver; posteriormente se buscó la arteria femoral derecha, por donde se inyectó una fuerte dosis de cloruro de zinc. La cavidad torácica y abdominal se llenó también de la misma sustancia, más algodón fenicado y sustancias aromáticas. A la postre, taponaron todos los orificios naturales y procedieron a darle a todo el cadáver una capa de silicato de potasa, al objeto de conservar la piel en buen estado y encima le aplicaron vendas de gasa impregnadas de silicato de potasa. En el fondo del ataúd se colocó una capa de serrín saturado de ácido fénico, sulfato de zinc y esencias y, ulteriormente, se instaló el cadáver. Diario de avisos de Segovia, 15, 16 y 17 septiembre 1900; Heraldo de Madrid, 14 septiembre 1900; La Época, 15 septiembre 1900.
(13) AHMA. Libro de actas del Ayuntamiento de Almagro, 17 septiembre 1900.
(14) AHMA. Libro de actas del Ayuntamiento de Almagro, 3 octubre 1900. Buenaventura Quesada Gascón fue procurador de los tribunales en Almagro, junto con Julián Arredondo, Manuel Gil y Francisco Martín. Era el más veterano de todos. Además, Buenaventura se dedicó al mundo de los negocios, era cosechero de cereales y de aceite, además de agente de negocios. Falleció el 7 de enero de 1906, a la edad de 52 años. Anuario de comercio e industria, de la magistratura y la administración, 1905, p. 1.818.
(15) M. Sáez Romero, Las calles de Segovia, Valladolid, Ed. Maxtor, 2009, p. 123.
(16) P. López Mondéjar, «Fotografía en Castilla-La Mancha, 1830-1939», Añil, nº 28, Toledo, invierno 2004-05, pp. 3 a 5. M. Rosón Villena, «Madres enmarcadas: la mujer española en la fotografía decimonónica de familia», Cuartas Jornadas de Imagen, Cultura y Tecnología. Universidad Carlos III de Madrid, Madrid, 2006, pp. 293–305.

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