Nació Juan Diges Antón en Guadalajara, el 27 de diciembre de 1855. Cuentan las crónicas de su tiempo que en el seno de una familia sin demasiados posibles, y a la que como el mismo Diges reconocería, acompañó la desdicha, pues murieron padres, hermanos, mujer e hijos, antes que él, por lo que a la vista de tantas desventuras como la vida le dio, anotó en su libro del viaje de la vida que: continuó mi interrumpida tarea de bibliotecario… después de las desgracias que Dios se ha servido probarme…
Veía la luz su escrito el 1º de marzo de 1890, cuando regresaba a su puesto en la Biblioteca del Ateneo Caracense, institución que había ayudado a fundar unos meses atrás, formando parte de su cuadro directivo, como uno de los muchos guadalajareños que por aquel tiempo creyeron en el Volapük, que trataba de ser la lengua universal y que por entonces se extendía con rapidez.
Don Juan Diges ocupó en aquella sociedad guadalajareña todos los cargos posibles, desde la vicepresidencia a la secretaría, casi siempre con la colaboración de alguno de sus hermanos, a los que también llevó por el mundo de la cultura de una Guadalajara que despertaba a la historia y el progreso.
Al Volapük, y al Ateneo Caracense llegó desde el cuerpo de Obras Públicas provinciales, pues aunque estudió para Maestro, nunca ejerció, y a pesar de haber ingresado en la Comandancia de Ingenieros Militares, donde se dio a conocer en la delineación y en el dibujo, fue en las Obras Públicas provinciales donde desarrolló su vida, cuando el Cuerpo de Camineros, Sobrestantes y de Ingenieros se extendía por la provincia comenzando a abrirse carreteras y construirse puentes.
En aquel oficio, como Sobrestante de Obras Públicas, se jubiló en 1923. En Obras Públicas ingresó el 22 de enero de 1881, como delineante auxiliar, por el tiempo que las necesidades lo exijan. Que fueron prácticamente cuarenta y dos años.
La Revista del Ateneo Caracense, que comenzó a publicarse en la ciudad en 1880, fue una de las primeras que vieron estamparse en sus páginas la firme de don Juan Diges, y en la que aparecieron algunos de sus numerosos dibujos, planos o estampas sobre los monumentos de una ciudad que comenzaba a ver cómo se iban perdiendo.
Parece que fueron los últimos años del siglo XIX tiempos en los que una parte importante de la arquitectura provincial desapareció en beneficio, debieron de entender entonces algunas sabias cabezas, del progreso. Lo viejo era, sin más, viejo, y había que renovarlo. A pesar de que por entonces se encontraba vigilante de que aquellas obras no desapareciesen, una Comisión Provincial de Monumentos que en no pocos casos miró para otro lado.
También perteneció, don Juan Diges, a la Comisión Provincial de Monumentos, adentrado ya el siglo XX en el segundo decenio, cuando muchos de los edificios históricos de la ciudad y provincia se habían mandado al rincón del recuerdo y sus piedras se empleaban en nuevas edificaciones.
La cabecera de la Revista del Ateneo Caracense fue tan sencilla que no necesitó de muchos adornos para darse a conocer, en cambio, sí que diseñó el señor Diges, en 1896, la cabecera del entonces semanario por excelencia de la provincia, el famoso Flores y Abejas, del mismo modo que diseñó la cabecera y portada de sus libros, y, por supuesto, la revista que fundó junto a Manuel Sagredo, que llevó el título de Revista Popular que fue la primera que en Guadalajara introdujo ilustraciones, la mayoría del propio Diges Antón; e incluso participó don Juan en la revista Atienza Ilustrada y su secuela, Alcarria Ilustrada, dos de las numerosas en las que vieron la luz sus trabajos.
Entre sus dibujos de la ciudad, y de la provincia, sencillos y evocadores, quedaron para el futuro la Torre del Alamín, el Palacio del Infantado, el de los duques de Sevillano, el palacio municipal, el santuario de la Antigua, el Monasterio de Lupiana, iglesias, calles, personajes, etcétera.
La mayor parte de la obra escrita por don Juan Diges Antón se centró en la ciudad de Guadalajara, de la que bien se pudo decir que fue su cronista en los últimos años del siglo XIX y los comienzos del XX.
En aquellos dio a la imprenta, en solitario unas veces, o en unión de otro de los apasionados de esta tierra, Manuel Sagredo, las demás, obras como la más que famosa Biografía de hijos ilustres de la provincia de Guadalajara, que vio la luz en 1889; un año después mandaría también a la imprenta su Guía de Guadalajara, que fue la primera obra instructiva para conocimiento del visitante, y de propios, editada en la ciudad, dando a través de ella una sucinta explicación histórica de lo que el visitante podría encontrarse en su recorrido a través de una Guadalajara que trataba de modernizarse. Precursora, aquella guía, de una revisión a la que en 1914 puso el título de Guía del Turista en Guadalajara.
Aquellas desgracias pasadas en la vida familiar harían que don Juan recordase a sus lectores que, mientras escribía aquellas obras, alguien de su familia lo dejó para siempre. Dedicando al difunto el libro.
Aparte de sus guías también dejó algunas obras señaladas sobre historia local: El Periodismo en Guadalajara, o su más que conocida obra: El convento de Santa Clara; títulos que le valieron para ser nombrado delegado regio de Bellas Artes, así como para ingresar, como Académico correspondiente por Guadalajara, en la Real de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, y de la de San Fernando, de la capital del reino.
Quizá fue la serie de artículos que llevaron el sello de “Cosas de mi tierra”, lo que lo hizo popular en la ciudad. Bajo él, escribió de don Miguel Mayoral, del doctor Atienza Baltueña, del cardenal Cisneros, o de cualquiera de aquellos personajes históricos de una Guadalajara a los que trató de manera familiar, puesto que escribió sus biografías; describiendo concienzudamente los grandes y pequeños emblemas de la ciudad, desde la capilla de Luis de Lucena a la de los Urbina. Convirtiéndose en un firme defensor del patrimonio y la historia de Guadalajara. Quizá se deba a él la salvación de la capilla de Lucena o la torre del Alamín, que a punto estaban de perderse cuando puso su mano sobre la cuartilla para exigir de las autoridades que aquello no sucediese.
Sin duda, tuvo más amigos que enemigos, tantos que, cuando el 29 de diciembre de 1925 dejó este mundo, Guadalajara se prometió que no lo olvidaría y, desde luego, la ciudad lo continúa recordando.
Obras principales:
- Biografías de Hijos Ilustres de la Provincia (en unión de Miguel Sagredo), Guadalajara, 1889.
- Guía de Guadalajara (Guadalajara, 1890).
- Guía del Turista en Guadalajara (Guadalajara, 1914).
- El Periodismo en Guadalajara (Guadalajara, Guadalajara, 1905).
- El Convento de Santa Clara, en Guadalajara (Guadalajara,1917).
- También colaboró en el Memorial Histórico Arriacense (Guadalajara, 1915), con la memoria biográfica de Román Atienza Baltueña.
Bibliografía:
- Juan Pablo Calero Delso, “Juan Diges Antón”, Diccionario Biográfico de la Guadalajara contemporánea, 10-3-2024, http://bioguada.blogspot.com/, consulta el 24-6-2024.
- Tomás Gismera Velasco, “Juan Diges Antón, un cronista para Guadalajara”, Henares al Día.com (23-3-2023), https://henaresaldia.com/.
- “Galería arriacense. Los que laboran por Guadalajara” [Juan Diges Antón], La Palanca, Guadalajara (12-7-1922). BVPH.