Quien sería el noveno Obispo de Ciudad Real y Prior de las Ordenes Militares, Juan Hervás y Benet nació en Puzol (Valencia) el 30 de noviembre de 1905. Fue el mayor de los cuatro hijos del matrimonio formado por Juan Hervás Garnés, un obrero sin otro patrimonio que sus brazos y María Benet Benet. Comenzó sus estudios en el Seminario Metropolitano de Valencia como alumno becario del colegio Corpus Christi, fundado por el patriarca san Juan Ribera y allí los concluyó brillantemente.
Se ordenó sacerdote el 17 de junio de 1929 y se le encomendó como coadjutor la aldea de Jesús Pobre (Alicante). Posteriormente fue nombrado párroco de Ayódar (Castellón); luego cura-regente de Vinalesa (Valencia) y director del Reformatorio Regional de esa ciudad. En 1932 entró a formar parte, como miembro fundacional, de la Casa del Consiliario de Acción Católica, en Madrid. Vinculado a Ángel Herrera Oria, participó en numerosas campañas de promoción de este movimiento a lo largo de toda la geografía española y visitó varios países europeos para conocer más a fondo las iniciativas pastorales que llevaban a cabo con los seglares.
Durante los años de la guerra civil española, cursó estudios de Derecho en la Universidad Católica de Friburgo (Suiza), hasta doctorarse tanto en Derecho Civil como Canónico. Al regresar a España ocupó la cátedra de Teología Moral en el seminario de Valencia, fue consiliario diocesano de mujeres de Acción Católica y director del colegio mayor universitario san Juan de Ribera, en Burjasot.
Inmerso en estas actividades, sin haber cumplido los 39 años, fue consagrado obispo auxiliar de Valencia, el 23 de abril de 1944, destacándose en esos primeros años de actividad episcopal por su interés en edificar parroquias para atender los nuevos barrios que la inmigración iba formando en la capital levantina. De sus cualidades humanas, intelectuales y pastorales nos habla de hecho de que fue designado por los obispos españoles como presidente de la delegación española para participar en diferentes Congresos Internacionales: de Acción Social de La Habana (1945), de Estudiantes Católicos de Pax Romana, en Friburgo (1946) y de Intelectuales Católicos en Roma (1947).
El 30 de octubre de 1946 fue nombrado obispo coadjutor de Mallorca con derecho a sucesión. Esta sucesión se hizo efectiva el 22 de diciembre de 1947. En la isla llevó a cabo una intensa labor pastoral con numerosas realizaciones. A título informativo recordamos la construcción del nuevo Seminario, de la Casa Sacerdotal, de la Casa de la Familia como residencia de jóvenes empleadas y estudiantes, de la Casa de Ejercicios… Pero, tal vez, lo más significativo sea la creación de los Cursillos de Cristiandad como medio de formación de los seglares, en orden a su mayor participación en el apostolado de la Iglesia. Este movimiento, con el apoyo y el estímulo de don Juan, se extendería internacionalmente.
Obispado de Ciudad Real.
El 7 de marzo de 1955 fue nombrado Obispo Prior de Ciudad Real, tomando posesión de su nueva sede por medio del Deán de la catedral el 8 de mayo y el día quince del mismo mes y año entraría solemnemente en su nueva diócesis.
Dos son los ámbitos a destacar de su rica y extensa actividad durante su episcopado: los Cursillos de Cristiandad y las iniciativas para acometer la renovación eclesial según la doctrina emanada por el Concilio Vaticano II. La actividad desarrollada en torno a los Cursillos está ampliamente recogida por un estrecho colaborador suyo en esa obra, Carlos María San Martín, a quien sigo en este aspecto. El origen de este movimiento se sitúa en el seno del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Mallorca y su desarrollo no está exento de dificultades e incomprensiones. Tanto que, según San Martín, la «injusta salida» de don Juan de su sede mallorquina se debió a su implicación en este movimiento y los recelos que suscitaba en determinados ambientes eclesiásticos, por lo que suponía de novedad en la consideración de la actividad pastoral de los seglares en la Iglesia pre-conciliar. En algunas ocasiones se le acusará de destruir la rama de los jóvenes de Acción Católica, movimiento que prácticamente monopolizaba la integración del seglar en la actividad pastoral; en otras, de ser una actividad que producía división en las diócesis y en otras, en fin, porque la propia A. C. trataba de atribuirse su propiedad. Sin embargo, la identidad de esta obra estaba muy bien definida para don Juan: «Los Cursillos de Cristiandad son obra de la Iglesia, nacida en la Iglesia y para la Iglesia. Son obra pastoral diocesana, nacida del corazón de un obispo, ayudado por sus diocesanos, sacerdotes y seglares de A. C.», según Carlos María San Martín. Esta dimensión diocesana será nota fundamental en la identidad de este movimiento. Con su traslado a Ciudad Real, esta diócesis se convirtió en el foco más activo de su propagación
Apenas llegado a Ciudad Real comenzó a difundirlos en la diócesis. Para ello, envió a Mallorca a un sacerdote y seis seglares procedentes de la A. C. a hacer un Cursillo para empaparse de su espíritu y poder actuar como adelantados en el Obispado. Es lo que se consideró el “Cursillo 0” de Ciudad Real. Simultáneamente, el 30 de septiembre de 1956, concluía en la capital manchega una semana sacerdotal en la que fue presentada esta obra, a la que asistieron 129 sacerdotes y 35 seminaristas (El primer cursillo de la diócesis de Ciudad Real se celebró en Daimiel del 17 al 21 de diciembre de 1955). El aval definitivo vendría de la Conferencia de Metropolitanos españoles con la creación del Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad, el 12 de julio de 1962, cuyo primer presidente sería precisamente don Juan. Para entonces los Cursillos se habían extendido por varios países, sobre todo de América del Sur, pero también en EE UU y en Filipinas. La celebración del Concilio Vaticano II y la participación en él de don Juan fue una oportunidad para darlos a conocer como una realidad original, nueva y tradicional a un tiempo, que se estaba extendiendo por toda la Iglesia. Esta expansión le obligó a viajar a diferentes países, siempre a petición de la jerarquía del lugar: Filipinas (1965) para tomar parte en la Ultreya Nacional. Otras Ultreyas y encuentros internacionales de Dirigentes le llevarían a Roma (1966), Fátima, con motivo de año jubilar (mayo 1968), México (1970), a la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín, Colombia (1968), al Congreso Eucarístico Internacional y la Ultreya Nacional de Argentina (Salta 1974). En España asistiría a tres Ultreyas nacionales: Tarragona (6, julio, 1963); Santiago de Compostela (30, junio, 1965) y Zaragoza (19-20 mayo, 1973). Los Cursillos fueron, sin duda, la aportación más original de don Juan a la acción pastoral de la Iglesia.
Simultáneamente a esta actividad, don Juan llevaba a cabo otras iniciativas para hacer efectivo el aggiornamento de la iglesia diocesana a las directrices del Concilio Vaticano II. Él las conocía de primera mano por su participación en el desarrollo de este acontecimiento eclesial. No solo fue designado miembro de la Comisión Preparatoria, sino que, además durante su celebración fue elegido, por 1.470 votos de los padres conciliares, miembro de la Comisión de Sacramentos, el 21 de noviembre de 1963. Nos consta también el número de intervenciones que tuvo en el aula conciliar: 23 de septiembre de 1964, sobre el apostolado seglar; 25 de septiembre de 1965, sobre la libertad religiosa; 15 de octubre de 1965 sobre el misterio y vida de los sacramentos. También sería designado por Pablo VI en el postconcilio miembro del Consejo Pontificio para la aplicación de la reforma litúrgica. Tras la clausura del concilio, toda su actividad pastoral estuvo orientada a poner en práctica su doctrina, tanto en la mentalidad de los sacerdotes, principales agentes de su difusión, como en la acomodación de las estructuras necesarias, intentando ser un vínculo de unión entre las diversas tendencias que afloraban en la diócesis.
Para los meses de abril y mayo de 1966, programó para el clero cuatro semanas de estudio y recepción de los documentos conciliares. Siguió con sumo interés las sesiones preparatorias de la Asamblea Conjunta que se realizaron en la diócesis durante los años 1969-1970 y concluyeron en una gran Asamblea diocesana de sacerdotes los días 14-19 de junio de 1971. Una institución clave a lo largo de esos años fue el Consejo Presbiteral. Había sido erigido por un decreto suyo el 15 de abril de 1967 en aplicación de los criterios de corresponsabilidad pastoral y de representatividad presbiteral. Tras la elección de sus miembros, la reunión constitutiva se tuvo el 13 de noviembre del mismo año (Boletín Oficial del Obispado Priorato, Ciudad Real, diciembre, 1967, 446-460). Del mismo Consejo, salió una remodelación del organigrama administrativo pastoral de la diócesis, creando nuevas comisiones diocesanas: de Pastoral, de Enseñanza y Catequesis, de Fe y Costumbres, Medios de Comunicación Social, y de Predicación, Ejercicios y Cursillos. Las diferentes comisiones presentarían, en abril de 1969, respectivos y detallados informes acerca de la situación diocesana en los ámbitos a ellas encomendados.
A partir de entonces, se convirtió en el órgano receptor y promotor de las iniciativas presbiterales, así como en caja de resonancia de sus inquietudes pastorales. Con la progresiva implantación de los decretos conciliares, se desarrolló también un cuidadoso e intenso esfuerzo para proporcionar a los seglares una mayor formación teológica, espiritual y pastoral que les capacitase para ir asumiendo su función en la Iglesia. Integrada en la renovación que pedía el concilio se ha de mencionar la reorganización arciprestal de 1971, así como la creación de numerosas parroquias, la institución de los Vicarios Episcopales y del Secretariado de Apostolado Seglar, posteriormente elevado a Delegación Episcopal poniendo al frente de la misma a un seglar. Una obra de singular importancia para la catequización del mundo rural, debida a la generosidad de la daimieleña María Pinilla, y respaldada por don Juan, fue la Obra Apostólica Rural, fundada en 1959 con su Escuela de Catequistas y su Capilla Rodante. Con la misma finalidad catequética inauguró la Emisora Diocesana en 1962.
Siempre con el objetivo de acomodar la iglesia diocesana a las orientaciones conciliares, hay que mencionar la creación del Instituto de Cultura Religiosa (1957), la Escuela de Religiosas (1967), los cursos de Teología para Seglares (1974), la creación de la Casa de Apostolado Seglar, en la actual parroquia de san Pablo, bendecida por el nuncio Luigi Dadaglio en 1973. En una época donde la emigración sangraba los pueblos de la provincia, don Juan estableció la Delegación Diocesana de Emigraciones, poniendo a su frente al popular sacerdote José Ballesteros. Como signos de la vitalidad de la diócesis hay que decir que durante su episcopado fueron canonizados dos santos naturales de Almodóvar del Campo, san Juan de Ávila (1970) y san Juan Bautista de la Concepción (1975).
Signos materiales de la presencia de don Juan en la diócesis de Ciudad Real son el edificio del Seminario, que, aunque iniciado por su antecesor, Emeterio Echeverría, en su mayor parte fue edificado en el episcopado de don Juan e inaugurado en 1961; la restauración de la Catedral es otro de los signos que aún perviven, remodelando el presbiterio y la haciendo la nueva sillería del Coro, en 1960. En 1967 se reforzó la torre, en 1975 se inauguró la actual capilla penitencial y en el mismo año se renovó la cubierta del templo y se consiguió el título de Basílica. No resulta extraño que, en reconocimiento de esta intensa actividad pastoral, el Ayuntamiento de Ciudad Real le dedicara una calle, y que la Diputación Provincial lo declarase hijo adoptivo de la provincia en 1969 con motivo de sus bodas de plata episcopales.
Presentada su dimisión por motivos de salud, y tras haber convivido unos días con su sucesor, Rafael Torija de la Fuente, el 1 de diciembre de 1976 don Juan se retiró a la Casa de Ejercicios de la Barraca de Aguas Vivas, en Valencia, regentada por las Obreras de la Cruz. Allí permanecería hasta el 17 de diciembre de 1979 cuando se trasladó a la residencia del antiguo convento de san Agustín, en Felanitx (Mallorca), donde murió el 6 de junio de 1982. Sus restos mortales se trasladaron a Ciudad Real y está enterrados en la capilla de la Virgen de los Dolores de la catedral.
Bibliografía:
- De las obras que don Juan dejó escritas, destaco:
- Carismas y Cursillos de Cristiandad, Madrid, Euramérica, 1968.
- Interrogantes y problemas de Cursillos de Cristiandad, Madrid, Euramérica, 1963.
- Los Cursillos de Cristiandad, instrumento de renovación cristiana, Madrid, Euramérica, 1968.
- Huellas de un peregrino, Ciudad Real, Imp. Ciudad Real, 1982
- La libertad religiosa, Madrid, Espalsa, 1966.
- Manual de Dirigentes de Cursillos de Cristiandad, Madrid, Euramérica 1968.
Sobre don Juan:
- Bodas de plata episcopales de monseñor Juan Hervás Benet, Ciudad Real, Imp. Diputación Provincial, 1969.
- Carlos María San Martín, Monseñor Hervás, “El obispo de los Cursillos”, Estella (Navarra), Verbo Divino, 1989.
- Fernández de Simón Soriano, Juan Carlos, La pastoral litúrgica del obispo Juan Hervás Benet en Ciudad Real (1955-1976), tesina de Licenciatura dirigida por Aurelio García Macías, Universidad San Dámaso, Madrid 2017.