ruiz-de-luna
Juan Ruiz de Luna Rojas
Noez (Toledo).
1863 -
Talavera de la Reina (Toledo).
1945.
Ceramista y Fotógrafo.

Juan Ruiz de Luna Rojas, hijo de Alfonso Ruiz Rojas y de Catalina de Luna García –casados ambos en segundas nupcias–, nació el 12 de julio de 1863 en Noez (Toledo), donde permaneció durante diecisiete años ayudando en una pequeña industria familiar. En 1880, abandonó Noez y se trasladó a Talavera de la Reina para colaborar en el negocio de sus hermanos, Jerónimo y Emilio Herráiz de Luna; con ellos aprendió el oficio de pintor decorador hasta que, en 1885, se produjo la muerte de Emilio y de Jerónimo a causa del cólera. Este cruel revés prácticamente le dejó en la ruina; sin embargo, y pese a encontrarse sin el apoyo de sus hermanos, Juan Ruiz de Luna supo mantenerse solo al frente del negocio y no dejaron de faltarle importantes encargos (decoración del Convento de Santo Domingo y del camarín de la Basílica del Prado, ambos en Talavera de la Reina, Toledo; del Palacio de las Cabezas del marqués de Comillas en Casatejada, Cáceres, etcétera).

Juan Ruiz de Luna daba ya claras muestras de su capacidad creadora, y, ante todo, de su inquietud ante cualquier clase de manifestación artística y de su necesidad por conocer y dominar las técnicas más variadas. Su curiosidad pronto le llevó a interesarse por la fotografía. Sin embargo, la necesidad de atender el trabajo de decoración en Talavera de la Reina le impedía trasladarse a Madrid para aprender los secretos de aquel invento. Esto, no obstante, no fue un impedimento para él, pues delegó en su amigo y socio Juan José Perales para que este aprendiese en la capital todo lo necesario sobre la técnica fotográfica, siendo quien le enseñaría lo aprendido a él a su vuelta a Talavera. Poco tardaría Ruiz de Luna en dominar la nueva técnica, abriendo incluso un estudio fotográfico, el primero en Talavera de la Reina, con el que alcanzó igual fama que como pintor decorador. Dicho estudio se situó en un primer momento en la Plaza de Aravaca; más tarde, en 1905, se trasladó a la calle Mesones, n.º 7 (antes Medellín) y, en 1912, a la entonces plaza de la Libertad (hoy del Pan, donde también estaría su fábrica de cerámica). Como fotógrafo, su producción se orientó al retrato, a las postales y las tarjetas de visita; además, se convirtió en habitual colaborador de revistas como Castilla, El Castellano Gráfico o Toledo. En 1926 cesó su labor como fotógrafo.

Ruiz de Luna incluso entró en contacto mediante la correspondencia comercial con los hermanos Lumière y se planteó la posibilidad real de que estos le suministrasen el material necesario para explotar el cinematógrafo en Cataluña. Sin embargo, nunca logró reunir los recursos económicos necesarios para emprender esta nueva aventura.

En cuanto a su vida personal, en 1887 Ruiz de Luna contrajo matrimonio en segundas nupcias con Francisca Arroyo Pinilla tras haber quedado viudo de Norberta Francisca Pérez Arroyo. De entre su numerosa descendencia (dos hijas con la primera mujer y diez hijos con la segunda) y nietos, debo destacar, por el papel que jugaron en el devenir de la cerámica talaverana, a sus hijos Juan Ruiz de Luna Arroyo (1899-1980), Rafael Ruiz de Luna Arroyo (1910-1991) y Antonio Ruiz de Luna Arroyo (1912- 1996) y a su nieto Juan Manuel Arroyo Ruiz de Luna (1911-1982). A estos debo unir el nombre de Francisco Arroyo Santamaría (1885-1952), yerno de Juan Ruiz de Luna Rojas tras casarse aquel con la hija mayor de este, Tomasa. 

Llegado el año de 1908, Juan Ruiz de Luna se encontró ante el gran reto que marcó el resto de su vida y de su carrera artística: poner en marcha una fábrica destinada a “hacer resurgir la Cerámica artística de Talavera tan famosa en los siglos XVI y XVII, época de su mayor florecimiento” (Memoria de la fábrica de febrero de 1913). El primer paso consistió en la creación de una sociedad –“Ruiz de Luna, Guijo y Cía.”– en la que, en un primer momento, iban a tomar parte el propio Juan Ruiz de Luna (con una acción de 4.000 pesetas y quedando a cargo de la dirección, gestión y administración de la fábrica), el ceramófilo Platón Páramo y Sánchez (con una acción del mismo valor y poniendo a disposición de la fábrica su colección de cerámica antigua para que sirviera como modelo), el pintor de cerámica cordobés Enrique Guijo (con otra acción de 4.000 pesetas como socio industrial y tomando el puesto de jefe de taller de decoración) y Juan Ramón Ginestal Maroto (con dos acciones de 4.000 pesetas cada una y otra tercera del mismo valor en concepto del edificio de la antigua fábrica de paños de la plaza del Pan que proporcionó para instalar los talleres). Sin embargo, la muerte de Ginestal obligó a replantear la sociedad; quedaron Ruiz de Luna y Páramo, la viuda de Ginestal no tomó parte en la sociedad, pero ofreció el edificio a cambio de un alquiler y se incorporaron Manuel Casas y Gallego y José Gallego y Benito. La sociedad definitiva quedó legalmente constituida el 9 de agosto de 1909 con estos cuatro miembros, a los que un año después se unió Juan Andrés de Covarrubias y Laguna, marqués de Villatoya (con una acción más). Guijo no tomó parte como socio capitalista. 

Los primeros años de la fábrica, fundada el 18 de junio de 1908, aunque el primer horno para venta no fue cocido hasta la simbólica fecha del 8 de septiembre del mismo año, fueron sin duda los más ilusionantes, pero también los más duros y arriesgados. El primer gran reto fue, sin duda, habilitar la propia fábrica, construyéndose en el tiempo récord de tres meses los talleres, hornos, charcas y demás dependencias auxiliares necesarias, así como formar al personal necesario. Surgió para ello en 1914 la Sociedad de Instrucción y Recreo El Bloque, una escuela de artes y oficios que fue presidida por Ruiz de Luna desde el año de su fundación hasta el de su cierre en 1939. A estas escuelas nocturnas, instaladas en el Palacio de los marqueses de Villatoya, los obreros acudían una hora después de finalizar su jornada en la fábrica para recibir clases de dibujo lineal y artístico y de decoración cerámica, impartidas por Francisco Arroyo y Juan Ruiz de Luna Arroyo, de modelado y de cultura general.

Superadas con notable éxito las dificultades iniciales, que pusieron en serio peligro la continuidad del proyecto, la cerámica producida por la fábrica Nuestra Señora del Prado triunfó y recuperó para Talavera de la Reina la fama que su alfarería más tradicional había perdido siglos atrás. La década de los veinte e inicios de la de los treinta supusieron la época dorada de los Ruiz de Luna. Las más monumentales producciones corresponden a estos años: la decoración del patio de la Casa de Cisneros en Madrid (1910), la fuente del estudio de Mariano Benlliure en Madrid (1912), la fachada del Teatro Victoria en Talavera de la Reina (Toledo, 1913), los zócalos del camarín y del zaguán de la Basílica de Nuestra Señora del Prado de la misma ciudad (1914), la fachada de la propia fábrica de cerámica Nuestra Señora del Prado (1914), el retablo de Santiago para la Exposición Nacional de Bellas Artes y Artes Decorativas de Madrid (1917), la fuente monumental del Paseo del Prado de Talavera de la Reina (1924), la gran fuente de Rosario de Santa Fe (Argentina, 1928), el banco representativo de Toledo y el retablo de Santa Leocadia para la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929), el retablo mayor, zócalos y púlpito de la Iglesia Parroquial de Castillo de Bayuela (Toledo, 1930-1934), los zócalos de vestíbulos, andenes y escaleras del Metro de Buenos Aires (Argentina, 1930-1934), la decoración del Cuartel de Artillería de Segovia (1939) y un largo etcétera.

En premio a sus obras llegaron los aclamados triunfos de las Exposiciones Nacionales de Artes Aplicadas y Decorativas de Madrid de 1911 (Mención Honorífica) y de 1920 (Diploma de Honor por el retablo de Santiago); en las Ferias Internacionales de Filadelfia (EE. UU.)  y de Milán (Italia) de 1927 (sendas Medallas de Oro); los éxitos en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla de mayo de 1929 (Gran Premio del Jurado y Medalla de Honor por el retablo de Santa Leocadia); en la Exposición de Santa María la Blanca de Toledo (1929); en el Salón de Arquitectura del Palacio del Buen Retiro; y en la Exposición Internacional de Monza (Italia) en 1930 (Medalla de Oro), entre otros.

De igual manera se produjeron los reconocimientos personales y las condecoraciones: la revista de arte Toledo, dirigida por Santiago Camarasa, le dedicó numerosos artículos a modo de homenaje; desde 1923 pasó a formar parte de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo como académico correspondiente; fue nombrado por Alfonso XIII Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII (1925); recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio y la Medalla al Mérito del Trabajo (1944); fue nombrado Hijo Predilecto de Noez e Hijo Adoptivo de Talavera, etcétera. 

Pasada la guerra, Juan Ruiz de Luna se planteó el merecido descanso. Así, el 5 de mayo de 1942 traspasó la fábrica a sus hijos, Juan, Rafael y Antonio, y se centró en dos nuevas ocupaciones: la catalogación de su museo de cerámica antigua y la finalización del estudio sobre la historia de la cerámica de Talavera de la Reina y de Puente del Arzobispo. Este proyecto iniciado por el padre agustino Diodoro Vaca había quedado inconcluso desde que este muriese en 1928.

En 1943, año en el que apareció publicada la Historia de la cerámica de Talavera de la Reina y algunos datos sobre la de Puente del Arzobispo, Ruiz de Luna contaba ya con ochenta años. Anciano, aún mantenía fuerzas suficientes para seguir visitando de manera diaria los talleres donde, años atrás, él, Guijo y Arroyo habían recuperado para la historia la tradición de la cerámica talaverana.

Dos años después, el martes 25 de septiembre de 1945, Juan Ruiz de Luna y Rojas falleció en Talavera de la Reina. 

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