Se conoce como “Los Palillos” a los hermanos Rugero, Vicente y Francisco, naturales de Almagro. Aunque el apodo quedó vinculado fundamentalmente al hermano mayor, Vicente, quien nació en Almagro parece ser en el año 1787, ambos respondían a este mote. Parece que el origen del mismo deriva de la fábrica de palillos que la familia ostentaba en Almagro, aunque una anotación histórica del Ayuntamiento de la localidad datada en 1820 habla de Palillos como “un agrimensor hacendado con su fábrica de vinos y aguardientes, y que además trajinaba en ropas”.
Entre los años 1821 y 1822, los hermanos Rugero participan de distintas revueltas en Almagro contra el orden establecido del Trienio, y acaban encarcelados en la prisión de esa localidad. En febrero de 1823 pasan (al menos Vicente) a integrarse en el Ejército llegando a comandante del Tercer Regimiento de Caballería en septiembre de 1824. Con graves problemas de disciplina, los Palillos no vieron reconocida su graduación una vez se licenciaron, quedando el 16 de abril de 1826 con el grado de teniente. Fue entonces cuando regresaron a Almagro y comenzaron a llevar a cabo distintas tropelías atemorizando a gran parte de la población. En el Ejército habían aprendido estrategia militar, dominio de las armas y se habían convertido en unos magníficos jinetes de combate, algo que les habría de servir para sus hazañas posteriores.
Con la muerte de Fernando VII en 1833, en España se desata una guerra civil entre los que defienden la legitimidad en el trono de su hija menor Isabel, bajo la regencia de su madre María Cristina, y los que consideran que el legítimo heredero al trono es el hermano del rey fallecido, don Carlos. Comienza la que se conocería como la Primera Guerra Carlista. Y curiosamente fue en Toledo, concretamente en Talavera de la Reina, donde se produce la primera proclamación de don Carlos como legítimo rey de España, como Carlos V. Es en esta coyuntura cuando los Palillos se posicionan del lado del carlismo y encabezan un movimiento en La Mancha contra las tropas liberales que defendían la causa isabelina.
El carlismo fue defendido con fuerza en el norte de España (País Vasco y Navarra) así como en Cataluña y el Maestrazgo, mediante la formación de un ejército. Sin embargo, en La Mancha la estrategia carlista fue de la llevar a cabo una guerra de guerrillas. Los Palillos, sabedores de que no tenían efectivos suficientes para conformar un ejército carlista manchego, deciden llevar a cabo una estrategia en forma de “partidas”.
Las partidas eran grupos de guerrilleros operativos sin centro preciso. Se movían constantemente y realizaban acciones coordinadas para hostigar al ejército liberal de la zona. Los Palillos llevaron a cabo una tarea de reclutamiento que permitió dotar de voluntarios a las diferentes partidas carlistas que operaban en La Mancha. Se les exigía que fuesen hombres menores de treinta años, acostumbrados a la vida del campo, que supiesen cabalgar bien y de buena complexión. Eran los propios Palillos los que se encargaban de llevar a cabo las entrevistas para determinar la selección de los miembros que entraban en las partidas. A la vez, comenzaron una campaña de saqueos y extorsiones para dotar de financiación a las partidas manchegas carlistas que lideraban. Esta tarea de reclutamiento y financiación fue la que ocupó a los Palillos durante 1834 y gran parte de 1835. Además, llevaban a cabo sabotajes y asaltos, mediante escaramuzas y ataques relámpago sobre posiciones desprotegidas.
La partida de Palillos reaparece activamente el 28 de octubre de 1835, cuando cae derrotada en un enfrentamiento cerca de Tomelloso y el 4 de noviembre en Villanueva de la Fuente. El coronel Jorge Flinter fue el encargado liberal de hostigar a las partidas manchegas y particularmente a la de Palillos, a quien les impuso estas derrotas mencionadas. A estas derrotas se sumaron otras de los carlistas encabezados por Gómez Damas, prestigioso general enviado desde el Norte para asentar la guerra en La Mancha, sobre todo la dada en Villarrobledo (Albacete) el 20 de septiembre de 1836. Fue en este momento cuando Palillos se dio cuenta de que no iba a recibir la ayuda necesaria desde el Norte para hacerse con el poder en La Mancha, puesto que Gómez Damas llevó a sus tropas hacia Andalucía y el general Cabrera también se había retirado. Estaban solos.
A finales de 1836, los Palillos comenzaron una reorganización de las partidas desde Villarrubia de los Ojos, donde se habían establecido en los últimos meses. En febrero de 1837 trataron de tomar sin éxito la localidad de Granátula de Calatrava y, unos días después atacaron Bolaños. Es a partir de este momento cuando los Palillos comienzan a llevar a cabo una campaña de terror y crueldad que hará que su fama quede vinculada a su vez a la violencia desmedida.
En Bolaños ejecutaron a todos los hombres que se habían entregado con las manos en alto (25), y pocos días después incendiaron el pueblo de Brazatortas pasando por las armas a otra veintena de hombres ya vencidos. Dejaron otros treinta cadáveres pudriéndose al sol en Venta de Cárdenas en el mes de julio. Con la estrategia de tomar una ciudad de cierta importancia, el cinco de septiembre de 1837 su partida sitió la localidad amurallada de Puerto Lápice, la cual resistió el sitio obligando a Palillos a renunciar a su conquista.
La extrema crueldad llevada a cabo por Palillos hizo que los generales del Norte le quitasen del mando de las partidas carlistas de La Mancha el 3 de diciembre de 1837, obligando a su partida a integrarse en la división dirigida por Basilio García, con quien tuvo grandes desavenencias desde el principio. Dolido por su destitución, aumentó la crueldad de sus acciones, como la llevada a cabo el 25 de febrero de 1838 en Calzada de Calatrava, donde quemó la iglesia en la que medio pueblo se hallaba escondido. Fueron calcinados mujeres, niños y ancianos sin piedad alguna, lo que provocó un descontento entre los hombres que desde el inicio de la guerra habían sido fieles a Palillos.
Hasta ese momento, todos los apuntes históricos de los Palillos hacen referencia a Vicente, pero eso cambia cuando aparece el nombre de Francisco, su hermano, en el intento de tomar Ciudad Real capital, el 28 de mayo de 1838. La ciudad resistió el asedio de los Palillos y, cuando éstos se retiraron, las fuerzas liberales comenzaron su persecución. El error estratégico de abandonar la ciudad fue aprovechado entonces por los Palillos, quienes propinaron una dolorosa derrota a sus perseguidores, aniquilando a toda la columna y apoderándose de importantes piezas de artillería. El suceso de Ciudad Real puso en máxima alerta a los liberales, puesto que sintieron el miedo de perder una importante ciudad manchega a manos de los carlistas. Desde el gobierno de Madrid, los Palillos fueron declarados como enemigos prioritarios a eliminar. Para ello, se movilizó al ejército de reserva de Narváez a mediados de junio de 1838.
En agosto, un enfrentamiento con una partida carlista hizo que Narváez atrapase a Francisco Rugero, quien fue fusilado el 27 de agosto de 1838 a la edad de cincuenta años, en Almagro. Esto provocó el desánimo en las partidas manchegas, descabezadas de uno de sus líderes. Es en este momento de la historia cuando aparece la figura de Zacarías Rugero, en principio hijo de Vicente, y quien también formaba parte de las partidas carlistas manchegas, mientras, la crueldad de Vicente Rugero continuaba, aún más si cabe dolido por el asesinato de su hermano. Arrasó en el mes de diciembre los pueblos de Quijorna, Perales y El Viso de Illescas, en Toledo, mientras que no pudo tomar el último día de aquel año Madridejos, donde sí provocó un gran incendio y dejó tras de sí una importante cantidad de cadáveres.
El ocho de febrero de 1839 Zacarías Rugero cae en una emboscada perpetrada por Urrea Portillo cerca de El Hito, donde fallece el hijo de Palillos y veinticuatro hombres más que formaban la partida. La venganza de Palillos no se hizo esperar. El 25 de febrero al mando de 150 jinetes atacó el pueblo de Orgaz, donde llevó a cabo una masacre matando a medio centenar de civiles. Esta barbarie hizo que se intensificase la captura y muerte de Palillos por parte de las fuerzas liberales. En junio de ese año, se calcula que Palillos lideraba una fuerza de quinientos jinetes y trescientos infantes.
Para obligar a que Palillos se rindiese y como venganza por los sucesos de Orgaz, el 11 de octubre de 1839 las fuerzas liberales fusilaron a su madre, de más de ochenta años, en la plaza de Almagro, a la vista de todo el mundo. Con la guerra ya terminada en el Norte con el Acuerdo de Vergara (31 de agosto de 1839), el abandono de los carlistas manchegos fue progresivo, deshaciéndose las partidas carlistas de La Mancha poco a poco. Los mandos carlistas del Norte instaron a Palillos a abandonar la lucha y acogerse a los indultos ofrecidos en el Acuerdo de Vergara, pero éste lo rechazó entendiendo que la guerra había terminado sin conseguir nada de lo que aspiraban a lograr cuando se inició la contienda en 1833.
Con la guerra terminada, los hombres que formaron las partidas regresaron a sus casas acogiéndose al indulto ofrecido. Vicente Rugero, sin embargo, optó por el exilio, cruzando la frontera francesa unos días después. A finales de 1839, un comunicado llegado desde Lyon, informó de la muerte de Vicente Rugero en la localidad de Bourges.
Hoy en día el estandarte de la partida de Palillos se encuentra en el Museo de Inválidos de Atocha, Madrid. De seda carmesí, con una imagen de la virgen de los Dolores, lleva bordado el lema “A Don Carlos V, defensor de la religión y la legitimidad” así como las siglas ALVDLM (A los voluntarios de La Mancha).
En Orgaz, un monumento erigido en 1879 recuerda a las víctimas de la masacre que Palillos llevó a cabo en esa localidad.
Bibliografía
- Manuela Asensio Rubio: El Carlismo en Castilla-La Mancha 1833-1875; Almud eds. de CLM; 2011
- Alain Martín Molina: Sangre de guerrillero (novela); Almud eds. de CLM, 2016