Nació el 2 de diciembre de 1826 en una familia de antiguos y prestigiosos hacendados de Santa Cruz de Mudela (CR), al término de la planicie de La Man cha, en el camino de Andalucía. De trato ameno y grato, era de estatura más bien baja y proporcionado, delgado, de rostro moreno, facciones muy regulares y de vivo mirar, recordaría en 1915 su discí pulo Blas Lázaro.
Cursó las primeras letras en su villa natal y la segunda enseñanza en el co legio de los Padres Escolapios de Getafe, destacando por su aplicación y conduc ta. Formó parte de la primera promoción de la Escuela de Ingenieros de Montes, de la que sería más tarde catedrático de Botánica y director del Centro. Al concluir la carrera, fue seleccionado para ampliar estudios en Sajonia, en la Academia Fo restal de Tharandt , en las cercanías de Dresde, y en Schandau , donde analizó sobre el terreno las operaciones de explo tación y cuidado de bosques. Su estancia en Alemania se prolongó de 1853 a 1856.
Ocho años más tarde fue comisionado por la reina Isabel II para viajar a Austria y Rusia, durante el verano de 1864, y exa minar los establecimientos y enseñanzas de la ciencia de los montes en aquellos países; así como el aprovechamiento de los terrenos esteparios. A su vuelta a Ma drid redactó un informe con destino al Ministerio de Fomento, en el que hacía una llamada a las autoridades para que mejorasen la conservación de nuestros bosques, a tenor de su importancia física y económica. Al tiempo, llamaba la aten ción sobre la variedad y riqueza de nues tros paisajes, de sus olores y colores, una delicia para naturalistas y curiosos.
Como docente añadió las cátedras de Selvicultura y Zoología a la de Botánica. Entonces reveló sus amplios conoci mientos teóricos, destacó por la claridad de exposición y método y se distinguió por la importancia dada a las clases prácticas. Solía llevar a los alumnos a la sierra de Guadarrama, mostrándoles los secretos de las dehesas de melojo y rodales, de brezos y enebros, pinos y robles. Les transmitía su pasión por la naturaleza, por la belleza que despren día la tranquila soledad de los bosques. Alternó está actividad con la de Inspector General de Montes.
En su condición de observador sagaz y botánico distinguido estudió los efectos del cobre de las minas de Río Tinto en las tierras del entorno, en la vegetación forestal. Recorrió la sierra de Bullones analizando el estado de los alcornocales y las posibilidades de aprovechamiento del corcho. También investigó la distribu ción de las masas de pinos en la sierra de Guadarrama y reconoció el hayedo de Riofrío y el pinsapar de Ronda. Se intere só por la reproducción de los vegetales y la fecundación de las fanerógamas, tra bajo que expuso en el discurso leído el día de su recepción en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el 17 de junio de 1877. Sería admitido en la Sociedad Española de Historia Natural cinco años más tarde.
Pero su obra señera es la Flora forestal española, el resultado de casi un cuarto de siglo de trabajo, de la colaboración de sus discípulos, de Pedro de Ávila, Odón de Buen y Sebastián Vidal, que le obligó a penosos viajes de exploración por las tierras más apartadas de España, desde las cumbres de los Pirineos a las playas de Andalucía. Centró su atención en la búsqueda de árboles, arbustos y matas que se criaban silvestres o asil vestrados, en su cotejo, descripción e ilustración gráfica. Además de la consul ta y ordenación de la bibliografía conoci da hasta la fecha.
Una labor que empezó con la creación de una comisión al efecto, por Orden del 5 de noviembre de 1866, y el nombramiento de Laguna como director poco des pués. Fue el cargo que más satisfacción le produjo. Los investigadores anunciaron en dos resúmenes los itinerarios elegidos para su trabajo y los primeros resulta dos. El resultado final sería publicado en cuatro volúmenes -1883 y 1890- que recogían 533 especies de plantas leño sas, de las que 80 fueron ilustradas por Justo Salinas; láminas que se agruparon en un Atlas. Un trabajo extraordinario que puso las bases para el estudio científico de esta parcela del saber en España, a la manera de otros países europeos.
Su bien encaminado trabajo, edu cación exquisita y llaneza de carácter, le hicieron merecedor de numerosas distinciones, entre las que sobresalen la Gran Cruz de Isabel la católica y la Encomienda de Carlos III. Además de la invitación a colaborar en las revistas más sobresalientes de la época. La lectura de los clásicos y el cultivo de la poesía le proporcionaron un ropaje literario que facilitaba a los lectores la comprensión de las, en ocasiones, áridas exposicio nes. Además utilizó la tribuna del Ateneo madrileño, con vigor juvenil y sencillez en la forma, para divulgar las características de la flora española y su vinculación con la de los países vecinos.
Se jubiló en 1889 para ocuparse por entero de sus estudios favoritos, am pliar su selecta biblioteca y enriquecer el herbario que donaría a la Escuela de Montes. Dos años más tarde el Cuerpo de Ingenieros le tributó un merecido ho menaje. Le obsequió con un busto y un volumen que reunía buena parte de sus trabajos. Era un ejercicio de admiración al “antiguo compañero de unos, profesor de otros, jefe de todos y amigo querido y consejero respetado”.
Centrado en sus investigaciones no llegó a constituir familia depositando su afecto en su hermano Cirilo, que vivía en Santa Cruz de Mudela. José Secall añade que: “allí iba todos los años a celebrar la Pascua de Navidad, y allí le ha sorprendido la muerte, con la triste circunstancia de que tres cuartos de hora después de haber cerrado los ojos a la vida, fallecía inesperadamente su hermano”. Era el 3 de enero de 1902.
Los dos hermanos, unidos en vida por un entrañable cariño, fueron enterrados juntos en la población que les había visto nacer. El ilustre botánico dejó para la posteridad la aureola de la nobleza de su conducta, el prestigio de sus obras y una estela luminosa en la historia forestal de España.
Bibliografía
- M. Laguna Villanueva, Excursión fores tal por los imperios de Austria y Rusia verificada de R. O. en el verano de 1864 , Madrid, 1866.
- Discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Natu rales en su recepción pública , Madrid, 1877.
- Memoria y reconocimiento de la Sierra de Guadarrama bajo el punto de vista de repoblación de sus montes , Madrid, 1881.
- Flora forestal española: que compren de la descripción de los árboles, arbus tos y matas que se crían silvestres o asilvestrados en España, con breves notas y observaciones sobre el cultivo y aprovechamiento de las más impor tantes , 4 v., Madrid, 1883-1890.
- Montes y plantas: colección de memo rias, discursos y artículos hechos, con autorización del autor, por el Cuerpo de Ingenieros de Montes , Madrid, 1891.
- H. Secall , “Necrología. D. Máximo La guna Villanueva”, en Revista de Mon tes , 600 (1902), pp. 29-35.
- P. de Ávila y Zumarán , Discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en su re cepción pública , Madrid, 1915.
- J. L. González Escrig, Máximo Laguna Villanueva (1826-1902): un manchego autor de la “Flora forestal española” , Ciudad Real, 1997.
- M. Cortés Arrese, El riesgo de acertar , Murcia, 2013.