Eulalia Lapresta Rodríguez 
Rueda (Valladolid).
1887 -
Cuenca.
1991.
Pedagoga.

Puede decirse que Eulalia Lapresta ha sido el archivo viviente de la Residencia de Señoritas, aquella emblemática casa creada por la JAE en 1915. Nació en Rueda (Valladolid) el 10 de diciembre de 1887. Cuando tenía treinta años marchó Madrid a preparar unas oposiciones y, aunque no era joven “sus padres prefirieron dejarla en un lugar de garantías para una mujer sola en Madrid”. Y ese lugar, naturalmente, no podía ser otro que la Residencia dirigida por María de Maeztu. Con ella colaboró casi desde el primer día. Eulalia fue la mejor ayuda para la directora tanto en la intendencia y organización, como en las relaciones con el Instituto Internacional, con la JAE y con el Ministerio de Instrucción Pública. En los difíciles años de la Dictadura de 1923-1930 su papel fue crucial y, en 1931, fue testigo de excepción de las relaciones de la II República con la Residencia y, en general, con los centros de la JAE.   

El perfil de Eulalia Lapresta, según testimonios de antiguas residentes, era el de una perfecta señorita. He aquí algunos:Exigía mucho y nos enseñaba a ser personas cabales y  finas” (…) “Nos llevaba por la debida senda, tarea no fácil, por cierto” (…) “Era bondadosa, suave y paciente. Tenía sentido del humor y en consecuencia buena sonrisa. Pero sabía ponerse seria llegada la ocasión. Su paciencia inteligente hacía comprender  que ni voces ni  nervios ni malos humores eran reacciones admitidas en la casa” (…) “mujer elegante, bien vestida, alta, un tipo verdaderamente leonés, solía ir de negro en invierno, con un abrigo de astracán. En verano vestía de color gris o lila, colores que armonizaban bien con su pelo blanco, muy bien peinado y ondulado siempre” (…) “cuando murió mi querida madre todo fueron atenciones. Se turnaban para acompañarme, tanto la Srta. Maeztu como Eulalia Lapresta… me ayudaron muchísimo a sobrellevar mi pena… era una mujer muy exigente y excesivamente moralizadora”.

Su presencia en excursiones, biblioteca, comedor, secretaría, atención de alumnas y padres… fue tal que, en una nota escrita a mano por María de Maeztu en un celebre libro azul,  borrador del futuro reglamento de la Residencia, dejo escrito: “es ella la que debe llenar el cuaderno de altas y bajas, el cuaderno de la labor cultural y todos los datos que hay que presentar al Comité”. Y en la Memoria del curso 1922-23, se puede leer: “El éxito obtenido en este sector tan importante de la vida de la Biblioteca, la asiduidad y el recogimiento con el que las alumnas asisten a la Biblioteca se debe en gran parte, además de al ambiente general de la casa, al talento de su Bibliotecaria Srta. Eulalia Lapresta”.  

Su buen hacer parece que era el éxito de las excursiones que las residentes hacían con frecuencia a las cercanías de Madrid (El Escorial, Toledo o Ávila), la de Andalucía en 1924, los intercambios establecidos en 1932 con la Residencia Internacional de Señoritas Estudiantes de Barcelona, el viaje a Marruecos de 1933 y el que realizaron a París, en la primavera de 1934, por espacio de nueve días: “Los preparativos, consejos útiles y el informe final de la Srta. Secretaria de la Residencia  fueron garantía de puntualidad y compostura de las señoritas aunque, a decir verdad, se quejó a veces  del comportamiento de las muchachas, de su poco elegante gusto  por las compras y de  su bullicio”.  

No es extraño que, en el primer reportaje que un periódico madrileño hizo sobre la Residencia, el reportero destacara: la Directora despachando con su Secretaria; magnifica galería gráfica de alumnas en la Biblioteca, a la hora del té, asomadas a las ventanas, en la puerta, en el laboratorio de Química para afirmar que esa Residencia no era Ni casino de intelectuales ni plantel de sufragistas. Sencillamente, una casa de muchachas aplicadas al estudio y no en el tocador…” En el reportaje la Srta. Lapresta estaba presente “porque si visitaban la biblioteca allí estaba ella consiguiendo un silencio sepulcral; si eran las habitaciones, el orden, la limpieza y el austero  buen gusto era también gracias a ella”. 

La complicidad de María de Maeztu y Eulalia Lapresta continuó después de clausurada la Residencia. En una de las cartas que le escribe desde Río de Janeiro en 1937 le dice: “la he recordado muchísimo y anhelado más que nunca el que pronto volvamos a trabajar juntas. Si no es en la Residencia será en otra parte pero Dios hará que muy pronto volvamos a reunirnos en España y trabajemos allí en nuevas empresas. Mi afecto hacia V. acrece con la distancia  y mi gratitud a su lealtad no se paga con nada porque es de esas deudas que toda una vida no basta a cancelar”.   

El amor a la Residencia no desapareció en Eulalia. Según algunos testigos, ella que estuvo  situada en una privilegiada postura en el Nuevo Régimen, auxilió a muchas residentes perseguidas por él y ayudó a recuperar importantes documentos de la Residencia. “El rumor, no confirmado, es que Eulalia Lapresta, vino de Burgos, en 1939, a proteger las posesiones que quedaban de la Residencia y salvó el archivo, escondiéndolo en un baúl”, dejo escrito Carmen Zulueta. 

Su adhesión al franquismo la llevó a ocupar la Secretaría del Colegio Mayor “Santa Teresa de Jesús” bajo el patrocinio de la Sección Femenina de Falange Española y de las JONS y parece que fue capaz de aunar el ideal de mujer del Nuevo Régimen con el liberal-burgués de su antigua Residencia.            

Al jubilarse se trasladó a Cuenca, donde murió en 1991. Su único tesoro fue la magnífica biblioteca compuesta de primeras ediciones y de libros dedicados por importantes personalidades relacionadas con la JAE. En Cuenca redactó también su testamento, el 2 de abril de 1988, dejando escrito: “mi modesta Biblioteca deseo que sea utilizada por el mayor número de personas”… y terminaba: “deseo ser incinerada”. 

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