La iglesia de San Cipriano conserva una de las torres mudéjares más antiguas de la ciudad de Toledo. Aunque su origen es medieval, el templo actual responde a la reforma que en siglo XVIII se realizó en el mismo, siguiendo las trazas marcadas por Juan Bautista Monegro. Allí, en su pila bautismal, el 15 de septiembre de 1924 recibió aguas sagradas la niña Leonor Machado Martínez, nacida doce días antes. Era hija de Francisco Machado Ruiz y Mercedes Martínez López. Sus padrinos fueron sus tíos Antonio Machado y Matea Monedero, esposa de José Machado.
Francisco era el menor de los hermanos Machado. Licenciado en Derecho, ingresó pronto en el Cuerpo de Prisiones, ampliando estudios en la Escuela de Criminología, una entidad creada al amparo de las corrientes regeneracionistas inspiradas por la Institución Libre de Enseñanza y las doctrinas penitenciarias de Concepción Arenal. Su carrera profesional le llevó por diferentes presidios y cárceles españolas. Estando destinado en El Puerto de Santa María, en 1915 contrajo matrimonio y dos años después nació la primera de sus hijas: Ana, que también fue apadrinada por su hermano Antonio. Al año siguiente, en abril de 1918 tomó posesión como subdirector de la Prisión Provincial de Toledo, ubicada en el antiguo convento de “los Gilitos”, actual sede de las Cortes de Castilla-La Mancha, a tiro de piedra de la iglesia de San Cipriano.
Ya en Toledo, el 16 de diciembre de 1918 nació su segunda hija, Mercedes, siendo su padrino José Machado. Casi seis años después, en septiembre de 1924, nació Leonor, la protagonista de esta entrada en nuestro Diccionario Biográfico.
Según contaba ella, el día en que nació tardó en respirar, así que pensaron que estaba muerta. La apartaron sobre un mueble de la casa para velarla y una tía suya quiso bautizarla “post mortem”. Al echarle el agua, la pequeña Leonor arrancó a llorar con fuerza.
Su infancia transcurrió feliz, viviendo en dependencias anejas a la propia Prisión Provincial y disfrutando de juegos en el cercano paseo del Tránsito, a donde su madre, profesora de piano, le llevaba en las tardes soleadas. Allí, en aquel recinto, Leonor se acostumbró a las visitas periódicas que sus tíos Manuel, Antonio o José realizaban a sus hermanos y sobrinas. En una de esas visitas, años antes de que ella naciese, en abril de 1919, el gran poeta sevillano escribió el prólogo a la segunda edición de su poemario Soledades, Galerías y otros poemas.
El padre de Leonor, Francisco, también cultivaba la poesía. En Toledo se prodigó en distintas publicaciones periódicas, como El Castellano, El Practicante Toledano o Toledo, Revista de Arte. En 1929 publicó el libro Leyendas Toledanas, en el que versificaba las más famosas tradiciones de la ciudad. Fue el único poemario que editó en su vida. En octubre de ese mismo año, los Machado, marcharon a Barcelona, donde Francisco había sido nombrado director adjunto de su Prisión Celular.
León, Alicante y Madrid fueron los siguientes destinos profesionales que tuvo Francisco Machado, lugares por donde fue transcurriendo la infancia de Leonor y sus hermanas. Al comenzar la Guerra Civil, él desempeñaba destino en la Prisión de Mujeres de Madrid. A finales de octubre de 1936, gran parte de los Machado –doña Ana, la madre del clan, Antonio, José, Joaquín y Francisco, junto a sus esposas e hijas- fueron evacuados a Valencia, estableciéndose en el bello pueblo de Rocafort, donde el gobierno de la República puso a su disposición un agradable chalet: “Villa Amparo”. Allí permanecieron hasta abril de 1938, en que fueron trasladados a Barcelona, siguiendo el rumbo de los altos cargos del Estado.
A pesar del entorno bélico en que transcurrían aquellos meses, para Leonor, sus hermanas y sus primas fueron tiempos felices, conviviendo con su tío Antonio, quien las guiaba en la lectura del Quijote y otras obras de nuestra literatura. Ella rememoró aquellas experiencias en su libro Recuerdos y vivencias con los poetas Manuel y Antonio Machado (2006).
“En Rocafort -decía en uno de sus pasajes- Antonio nos daba clases de francés, eran clase concienzudas pues no escatimaba su trabajo y procuraba hacerlas fáciles; no había más que escucharle con atención y repetir. ¡Qué gran paciencia la suya! No obstante, con nosotras era bastante exigente, a la menor equivocación se echaba las manos a la cabeza, pero siempre tenía una expresión amable para quitar el mal sabor de boca, aunque en el fondo de su benevolencia infundía un gran respeto. Cuando rectificabas el error decía satisfecho: ¡Perfecto!”
“Le preocupaba -añadía- mucho que se estropease alguna cosa de la casa. Cuando oía algún golpecito preguntaba enseguida”: “¿Qué pasa?”, le contestaban “nada, Antonio, nada” y se quedaba tranquilo pero no del todo. Nos decía, “si ocurre algo, me lo contáis y a reparar”.
Estando en Barcelona, la familia Machado vivió un duro trance que, sin duda, puede considerarse como un preámbulo de cuanto habría de sucederles en las últimas semanas de la Guerra Civil.
Carmen, María y Eulalia, hijas de José Machado y, por tanto, primas de Leonor, fueron evacuadas a Unión Soviética, junto a centenares de otros niños españoles. Con esa operación, el gobierno de la República pretendía alejarles de la situación bélica y sus penalidades. En un primer momento, Francisco y Mercedes se plantearon que sus hijas también fuesen incluidas en esa expedición, pero finalmente desecharon tal posibilidad, prefiriendo permanecer toda la familia unida y afrontar juntos el futuro que fuera.
Ese futuro, como a otros miembros de la familia Machado, le llevó a traspasar la frontera francesa, convirtiéndose en refugiada, como miles y miles de compatriotas. Como es sabido, en Colliure, el 22 de febrero de 1939, falleció el gran poeta Antonio Machado y tres días después, su madre Ana.
Leonor, que había pasado a Francia sin sus padres, permaneció un tiempo en esas tierras regresando sola a España. Mientras tanto, el uno de mayo de 1939, Francisco se había presentado voluntario a las nuevas autoridades del Servicio de Prisiones, afrontando el correspondiente proceso de depuración que concluyó en 1940 siendo destinado como director de la prisión de mujeres de Amorebieta (Vizcaya).
Otros dos hermanos Machado, José y Joaquín, se exiliaron a México y Chile, mientras Manuel permaneció durante toda la guerra en España, al haberle pillado la sublevación del 18 de julio en Burgos.
Al año siguiente, Leonor, ya en nuestro país, aprobó unos exámenes para ingresar en un banco, donde permaneció hasta 1949, cuando pidió la baja voluntaria para contraer matrimonio con Manuel Álvarez de Lama, con quien tuvo un hijo.
A punto de recuperarse la democracia, en 1976, ella enviudó. En esos años comenzó a ser reconocida en el ámbito cultural español como heredera y depositaria, junto a su hermana Mercedes y su prima Eulalia, del legado documental familiar. Parte del mismo fue adquirido y digitalizado por la Fundación Unicaja en 2003. También fue presidenta de la Fundación Antonio Machado y de la Red de Ciudades Machadianas, participando en numerosos homenajes y reconocimientos a sus tíos en diferentes lugares de España, gustando, en ellos, declamar algunas de sus obras. Recitaba muy bien.
En 2005, quien esta entrada firma publicó el libro El reloj de la cárcel. Poesías y leyendas toledanas de Francisco Machado. Con motivo de la preparación del mismo, tuve la suerte de conocer a Leonor y tratar con ella durante meses. El 19 de diciembre participó en la presentación del mismo, en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, acompañada de su familia y del hispanista Ian Gibson, que entonces trabajaba en la preparación de su magna biografía sobre Antonio Machado, Ligero de equipaje.
Unos meses después, invitada por la entonces consejera de Cultura de Castilla-La Mancha, Blanca Calvo, Leonor visitó Toledo para recorrer la sede las Cortes Regionales, antigua Prisión Provincial, donde nació. Fue una jornada muy agradable, aflorando en sus bellos ojos azules emociones e infantiles recuerdos, como volver a contemplar una elevada ventana donde su madre solía prender un trapo rojo, cuando había epidemias de sarampión, para protegerla a ella y sus hermanas.
Además de la obra antes citada, Leonor publicó en 2012 una recopilación de la poesía de su padre, recogida bajo el título de Obras escogidas.
Leonor Machado Martínez falleció el 19 de junio de 2017, en su domicilio del madrileño barrio de Chamberí, a consecuencia de una insuficiencia respiratoria que arrastraba desde tiempo atrás. Tenía tres nietos y siete biznietos.
Bibliografía:
- Leonor Machado Martínez, Recuerdos y vivencias con los poetas Manuel y Antonio Machado, Málaga, Servicio de publicaciones de la Fundación Unicaja, 2006.
- Leonor Machado Martínez, Francisco Machado. Obras escogidas, Madrid, Ediciones de la Torre, 2012.
- Enrique Sánchez Lubián, El reloj de la cárcel. Poesías y leyendas toledanas de Francisco Machado, Toledo, D. B. Ediciones, 2005.
- Enrique Sánchez Lubián, “Francisco, el tercer Machado”, revista Archivo Secreto, Toledo, nº 3 (2006).