Álvarez Resano, Julia

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Lorenza Julia Álvarez Resano
Villafranca (Navarra).
1903 -
México D. F.
1948.
Maestra, política.

El 13 de julio de 1937 la socialista Julia Álvarez Resano fue nombrada gobernadora civil de Ciudad Real. La Gobernación civil era una pieza clave para la relación con el Estado y la gestión interna de la provincia y ella la asumió en un momento de gran dificultad. De los cuatro gobernadores que se sucedieron en el tiempo de guerra, fue la que más tiempo estaría ejerciendo esta función, hasta marzo de 1938. Sería la primera mujer española en tener tal responsabilidad.

Julia Álvarez -la Julia como fue llamada en su momento popularmente- había nacido en 1903 en Villafranca (Navarra). Su padre era el encargado de gestionar la presa de la Comunidad de Regantes de la zona. Con quince años comienza a estudiar Magisterio, que era una de las pocas opciones de estudios admitidos para las mujeres de la época y, tras terminar su instrucción, consigue el primer lugar en las oposiciones a maestra en 1923. Complementariamente comenzó a estudiar por libre la carrera de derecho en la Universidad de Zaragoza. Obtuvo el título oficialmente en 1933.

Mientras tanto Álvarez había empezado a ejercer la docencia en distintas localidades y especialmente en Villafranca, donde creó con otros compañeros del claustro un centro de estudios para preparar a estudiantes con pocos recursos para el bachillerato. Pronto empezó a destacar por su iniciativa y capacidad retórica.

Su vocación política surgió del conflicto entre sus creencias religiosas y la inflexibilidad e indiferencia del clero ante los problemas sociales. En los comienzos de la Segunda República la necesidad de luchar contra las desigualdades (incluida la de género que le tocaba directamente) la impulsan a afiliarse al Partido Republicano Radical-Socialista de su pueblo, del que acabaría siendo secretaria. Aunque no existía aún el voto femenino, era posible que una mujer se presentara a las elecciones y fuera votada por el resto de la ciudadanía. Y Julia se embarcó en esta tarea, abandonando poco a poco la docencia para escribir artículos sobre diferentes temas en el periódico ¡Trabajadores!, dar mítines en distintos lugares del país y empezar a asumir puestos de responsabilidad en el sindicato de maestros. En 1932 se convirtió en vicepresidenta de la Asamblea Provincial de Trabajadores de la Enseñanza de Navarra.

Su fama como oradora empezó a extenderse y fue reclamada en numerosos foros. Según Ángel Muñoz, que era un joven militante socialista de Castejón, “tenía un carácter enérgico, era una mujer muy dinámica, levantaba en el aire a la gente y sin papeles, siempre hablaba sin papeles. […] Decían por el pueblo: ¡Que viene la Julia! Y la gente acudía” (Pérez-Nievas, 2007: 60).

La aprobación del voto femenino incrementa la necesidad de acercarse a estas votantes primerizas para explicarles la relevancia de su nueva responsabilidad y Resano redobló sus esfuerzos con charlas sobre educación democrática.

Cuando se convocan las lecciones de noviembre de 1933, Julia Álvarez es propuesta como candidata socialista por varias provincias. Se acabaría presentando por Navarra y Guipúzcoa, pues era una práctica común en aquella época ostentar la representación de varias circunscripciones. En el caso de Ciudad Real, la candidata femenina sería Regina García García, del PSOE, que no obtendría representación.

Julia Álvarez consiguió el acta de diputada y se trasladó a Madrid, donde abrió un despacho como abogada y se afilió a la Federación Socialista Madrileña. Asumió también la asesoría jurídica de la Federación de Trabajadores de la Tierra, de la UGT, pero además intervino en numerosos casos como defensora de otros miembros del partido en varias causas y también de campesinos no federados, como en la revuelta que se produjo en su pueblo natal tras una huelga en diciembre de 1932 y que acabaría con un muerto. Su participación en el juicio obligó a sus familiares a trasladarse también a la capital tras el hostigamiento al que fueron sometidos.

Además de su labor como diputada y jurista, se presenta a unas oposiciones para continuar su carrera docente. En enero de 1934, se convirtió en directora del Grupo Escolar Rosario Acuña, en el madrileño barrio de Aluche.

Un año más tarde, en diciembre de 1935, se casó con el también abogado socialista Amancio Muñoz de Zafra. La vida del matrimonio se fue complicando debido a las transformaciones políticas que se sucedieron en los comienzos de 1936, que comenzó con la convocatoria de unas nuevas elecciones. Julia Álvarez sería la única candidata del PSOE por Madrid, en unas listas electorales que a nivel global habían visto reducida la presencia femenina al mínimo. Es en estos momentos cuando comienza su colaboración con Dolores Ibárruri para conseguir movilizar el voto de las mujeres. Tras las votaciones tanto Julia como su marido aceptaron su acta de diputados en uno de los pocos casos en la historia de España en que un matrimonio ha compartido presencia en el mismo hemiciclo durante una legislatura. Como siempre iban juntos, de modo jocoso, empezaron a llamarles los “Reyes Católicos”. Álvarez formó parte de numerosas comisiones del Congreso: como titular de Estatutos, Instrucción Pública y Agricultura; como suplente de Suplicatorios, Presupuestos, Actas y Calidades. Desde su puesto promovió la creación de escuelas y de bibliotecas municipales.

La conflictividad social y la sublevación militar que provocó el estallido de la Guerra Civil alteró de modo profundo el funcionamiento de las instituciones y supuso un punto de inflexión en la trayectoria profesional y personal de Julia. Su tío Juan Resano fue fusilado por sus ideas socialistas y por su relación de parentesco con la diputada. Las nuevas autoridades del magisterio navarro condenaron públicamente su labor ponzoñosa. Mientras Amancio Muñoz se incorporaba a filas, ella fue nombrada Inspectora Interina de Primera Enseñanza de Madrid entre septiembre de 1936 y julio de 1937 para ayudar a poner orden en el caos educativo de una ciudad, cuyos niños serían pronto evacuados para liberarlos de las bombas.

A medida que avanzaba la guerra, la actitud de Álvarez se fue radicalizando. Junto con Victoria Kent promovió, como parte del grupo de abogados antifascistas, la depuración de los jueces, magistrados y secretarios judiciales desafectos a la República. Pero sin lugar a dudas asumir el Gobierno Civil de Ciudad Real sería la más importante (y también la más complicada) de sus tareas.

En julio de 1937 Negrín nombró a ocho nuevos gobernadores en lugares clave para organizar la defensa de la República. Ciudad Libre era uno de ellos. No solo era una provincia receptora de refugiados y granero de España, sino que en su territorio la división entre los leales a la República era manifiesta, lo que complicaba la toma de decisiones consensuadas.

El 19 de julio Julia tomó posesión de sus funciones en Ciudad Real y centró su actuación en cuatro campos: el primero, la identificación de las personas que, desde el interior de las instituciones, estaban impidiendo la victoria republicana; el segundo, conseguir que los partidos de izquierda colaboraran entre sí a partir del reconocimiento de una autoridad unificada; el tercero, convencer a una población de retaguardia de la emergencia de la situación bélica en la que se encontraba el país; y el cuarto, y más relevante, asegurar el reparto distributivo de alimentos. El pan escaseaba en Ciudad Real y era necesario conocer cuánto trigo había almacenado. En este último caso, fue necesaria la intervención mediadora de la gobernadora para evitar el saqueo de los graneros.

Las medidas emprendidas no fueron populares. Había que controlar el número de armas de fuego que circulaban sin licencia y que eran utilizadas en los conflictos internos. Los objetos de hierro, latón o bronce debían ser requisados para fabricar nuevo armamento.

En medio de grandes tensiones Julia Álvarez se vio obligada a dimitir el 26 de marzo de 1938. Es muy posible que fuera elegida para este cargo por sus virtudes de mando, su capacidad de convencer mediante la palabra y su fidelidad al gobierno legítimo, pero no debemos olvidar que era una mujer en un mundo en que eran los hombres los que detentaban el poder, por lo que precisaba además una gran firmeza en sus actuaciones. Su autoridad fue difícilmente aceptada por sus compañeros socialistas, especialmente cuando, en los asuntos de su intendencia, la gobernadora prioriza el bien común a la lealtad partidista.

Tras su paso por Ciudad Real, Álvarez Resano se dedicó plenamente al Derecho, siendo también la primera mujer en ser nombrada magistrada en un tribunal: el recientemente creado Tribunal Central de Espionaje y Alta Traición. Estaba en este cargo cuando le avisaron de que su marido se encontraba muy grave en el frente de Gerona, donde acabó falleciendo.

Acabada la guerra, saldría de España en el último barco que zarpó hacia Francia y fue posteriormente a México, donde siguió ejerciendo su profesión de jurista. Murió a los 44 años el 19 de mayo de 1948.

Bibliografía:

  • Lizarraga Vizcarra, Isabel, Por lema, la revolución. Textos de Julia Álvarez Resano, Pamplona, Ediciones Eunate, 2021.
  • Lizarraga Vizcarra, Isabel, ¡Que venga “la Julia”! Julia Álvarez Resano, la navarra que enardeció multitudes, Pamplona, Ediciones Eunate, 2020.
  • Pérez-Nievas Borderas, Fermín, Julia Álvarez Resano. Memoria de una socialista navarra (1903-1948), Pamplona, Ed. Pamiela Argitaletxea, 2007.

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