En el seno de una familia de larga tradición panadera de Tomelloso (Ciudad Real), nació en 1949 Lorenzo Sánchez López. Era el mayor de cuatro hermanos y, como solía ser habitual en aquella época, empezó a trabajar desde muy joven en el negocio familiar, repartiendo pan de casa en casa con un carro y una mula. El día a día le hizo observar con detenimiento el territorio, sus gentes, y cómo éstas influían en el paisaje, y viceversa. De ahí nació su pasión por la geografía humana.
Cuando Lorenzo dijo en casa que no quería ser panadero, que lo que quería era investigar y divulgar todo aquello que descubriese, al principio no lo entendieron muy bien. Aun así, le apoyaron en su camino, enorgulleciéndose de cada pequeño logro que obtenía. De este modo, Lorenzo marchó a Ciudad Real, donde consiguió el título de Maestro de Primera Enseñanza en 1969. Pero quería más, y se trasladó a Madrid para trabajar como maestro en Vicálvaro mientras estudiaba para la licenciatura en Filosofía y Letras (sección Geografía e Historia), en la Universidad Autónoma de Madrid.
Lorenzo Sánchez López en la gestación de la Universidad de Castilla-La Mancha
En 1976, completada la licenciatura, pasó a formar parte del cuerpo de profesores de la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de E.G.B. en Ciudad Real, en la que desarrollaría toda su carrera profesional. Este edificio (posteriormente Escuela de Magisterio, y desde 2010 Facultad de Educación), había sido construido en 1970 y constituyó, junto con el Colegio Universitario de 1978 (hoy Escuela Superior de Informática) uno de los pilares en torno al cual se articuló el actual campus de Ciudad Real de la UCLM. Hoy en día se le reconoce su labor, llevando su nombre la biblioteca de este Centro. No obstante, en esta década de los setenta ambos edificios se encontraban adscritos a la Universidad Complutense de Madrid. Será a principios de los años ochenta cuando, dentro del proceso de constitución del Estado de las Autonomías, la Administración central del Estado empiece a transferir las competencias en materia de universidades a estas últimas. Nace así, en 1985, la Universidad de Castilla-La Mancha, de la que Lorenzo será su primer secretario general, hasta 1988, si bien previamente había ocupado cargos en lo que se denominaba comisión gestora. Esta labor de servicio fue reconocida en 1989, cuando el Rector, previo informe de la Junta de Gobierno, le concedió la Medalla de la Universidad de Castilla-La Mancha. Con posterioridad seguiría ocupando diversas funciones de representación y gestión en la Escuela de Magisterio, a la que siempre guardó un gran cariño y dedicación en la formación de los futuros maestros de la Región.
Una vida entregada a Tomelloso
Si su alma fue quizás la Escuela de Magisterio de Ciudad Real, su corazón estuvo siempre, sin duda, en su ciudad natal, Tomelloso. A ella dedicó su Memoria de Licenciatura, Estudio de la población de un municipio manchego: Tomelloso, con la cual añade a su título de licenciado en Filosofía y Letras de 1975 el de Graduado en Geografía, con una calificación de sobresaliente cum laude en 1978.
Dos décadas más tarde, en 1998, publicará la que es probablemente su obra más célebre, El bombo tomellosero: espacio y tiempo en el paisaje. Estas son típicas construcciones de arquitectura vernácula manchega, y en especial de este municipio, donde se encuentran profusamente representadas. Se realizan con piedra caliza sin argamasa, techadas con cúpula por aproximación de hiladas. A modo de quintería, el bombo sirve como refugio temporal a los agricultores, pudiendo evitarse desplazamientos diarios al núcleo urbano. Pero, sobre todo, para Lorenzo los bombos representan la adaptación a las particularidades del medio físico y los avatares históricos, forjando la idiosincrasia, pasada y presente, de los grupos humanos que habitan estas estas tierras. Así, el bombo tomellosero se erige como elemento depositario de una vasta herencia cultural, a través de la cual puede seguirse el proceso de construcción histórica del territorio por parte del ser humano. Son pues estos elementos patrimoniales indispensables en la comprensión del paisaje cultural manchego, contribuyendo la obra de Lorenzo a reafirmar este valor, y a que cientos de estas construcciones se salvasen de su destrucción.
Suele decirse que uno nunca es profeta en su tierra, aunque esto no puede aplicarse a Lorenzo Sánchez. El bombo tomellosero, donde él aportaba cuantiosa información histórica sobre el origen del pueblo y el carácter de sus gentes, tuvo un notable éxito en su ciudad natal, y pronto se agotaron las existencias. Ante la demanda popular, en 2017 fue elaborada una segunda edición (en Almud ediciones). Sin ser una tesis doctoral, esta obra contaba con el rigor y calidad académica propia de dichos trabajos, lo cual le permitió en 1999, tan solo un año más tarde, defender su verdadera tesis en la Universidad de Castilla-La Mancha, en la que obtuvo de nuevo la máxima calificación. Dirigida por Mª Elena González Cárdenas, en ella profundiza en la tradición de la geografía cultural en la que el territorio, en este caso su pueblo, es interpretado como un conjunto de capas espaciales y temporales que se superponen, un “palimpsesto”, como diría José Ortega Valcárcel, y que dan cuenta de un proceso continuo de construcción del mismo, el cual Lorenzo se ve enfrentado a deconstruir, para una mayor comprensión de aquello que se muestra ante sus ojos. Finalmente, en 2001 pudo acceder a una cátedra de Didáctica de las Ciencias Sociales en su Escuela universitaria de Magisterio.
Con todo, el profundo apego que Lorenzo sentía por su pueblo le hizo trascender lo académico y aterrizar en la actividad política. Entre 1987 y 1991 fue concejal del Ayuntamiento. Es conocida la anécdota por la cual, en un pleno del Ayuntamiento, y ante un desacuerdo con la actuación de su propio partido, se levantó de su silla y abandonó la cámara. Esto da cuenta de su gran integridad ética, que le impulsaba a reaccionar ante cualquier injusticia. En esta línea, a lo largo de la década de los dos mil fue impulsor y primer presidente de la Plataforma por la Comarca de Tomelloso. En ella defendió los intereses y desarrollo de su pueblo, denunciando el hecho de que este municipio, el tercero más poblado de la provincia y referente en el sector industrial, no contase con servicios esenciales como el ferrocarril o el hospital. Bajo el lema «IGUALDAD, DIGNIDAD, INTEGRACIÓN», logró reunir en la calle a 20.000 personas, en uno de los ejemplos más notables de movilización ciudadana que se recuerdan. En la actualidad, una calle con su nombre en Tomelloso lo recuerda como figura destacada de la localidad.
Didáctica de las Ciencias Sociales
Entre la extensa producción bibliográfica de Lorenzo encontramos trabajos geográficos de carácter general, como su contribución a la obra conjunta de Félix Pillet, Geografía de Castilla-La Mancha (2007), y en la que es encargado, junto con Francisco Manuel García Clemente, del capítulo referido a La población. No obstante, su principal línea investigadora es, además de la ya referida publicación y divulgación sobre Tomelloso, la Didáctica de las Ciencias Sociales, en del área homónima del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la UCLM, junto a sus compañeros y amigos Óscar Jerez y Paco Zamora.
Destacamos aquí dos títulos. En Educación geográfica a través de los paisajes de la provincia de Ciudad Real, que coordina junto Manuel Antonio Serrano de la Cruz Santos-Olmo (2007), Lorenzo reivindica el valor del paisaje como recurso educativo a la hora de generar un apego emocional al territorio. Dicha obra destaca además por la inclusión como recurso didáctico de un diaporama con imágenes de las distintas comarcas geográficas de la provincia. En segundo lugar, otra obra colectiva, que dirige junto a Mª Jesús Marrón Gaite en 2006: Cultura geográfica y educación ciudadana. En ella se actualizan diferentes postulados teóricos y metodológicos sobre la enseñanza de la geografía, recogiendo las aportaciones al III Congreso Ibérico de Didáctica de la Geografía, celebrado en Almagro ese año, y que tuvo Lorenzo el honor de coordinar. Y es que esta es otra nota distintiva de su carrera, en la que se afanó por estrechar los lazos con sus colegas fuera de España, en especial portugueses, siendo numerosas las salidas a congresos y visitas al país vecino con el objetivo de intercambiar experiencias docentes. En 2009, tras un año de su fallecimiento, sus colegas Emilia Sande Lemos y Sergio Claudino le rindieron un merecido homenaje en la Universidad de Lisboa.
Lorenzo afirmaba que lo que emociona no se razona, y así fue su vida, llena de pasión en todo aquello que emprendía, implicándose al máximo con cada proyecto, con cada libro, con cada congreso. Siempre dispuesto a compartir aquello en lo que estaba trabajando y donde, acompañado de un café cortado y un vaso de agua, podía pasar horas hablando de su pueblo. Es innegable que Lorenzo dejó una huella imborrable en todo aquel que le conoció, capaz como nadie de acercar lo global a lo local, de poner todo su saber al servicio de la ciudadanía, a entender y cuidar el territorio, a conocer la importancia de cada piedra.
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