Luis Béjar nació, vivió y murió en Toledo, ciudad que marcó de forma indeleble su trayectoria profesional, política y literaria. En ella ejerció la docencia como profesor de Literatura en la Enseñanza Secundaria (se había licenciado en Filosofía y Letras), se comprometió en la lucha sindical, siendo uno de los impulsores de las Comisiones Obreras de la Enseñanza, y, sobre todo, fue en Toledo donde desarrolló una comprometida actividad política durante los últimos años de la dictadura, formando parte de la dirección del PCE local y regional, y en los primeros de la democracia como concejal de su ayuntamiento en las dos primeras legislaturas (en la segunda solo durante unos meses).
Toledo fue también marco e inspiración para algunas de sus novelas. Empezó escribiendo teatro y poesía, pero fue como novelista donde alcanzó cierto reconocimiento de los lectores y premiado en varios concursos literarios.
En todo momento compaginó la labor de profesor de instituto con estas otras actividades, hasta la jubilación. En Toledo se le recuerda, amén de por la faceta de novelista, como el activo agente dinamizador de la cultura que fue durante los primeros años de la democracia desde su puesto de concejal, dejando su impronta con iniciativas pioneras para su tiempo, que, si bien no llegaron a buen puerto, sí sirvieron de referencia para corporaciones posteriores.
Cuando en 1979 se celebraron en España las primeras elecciones municipales democráticas, en Toledo, el PCE, partido en cuya lista figuraba Béjar en quinto lugar, obtuvo exactamente cinco de los veinticinco concejales que formaban la Corporación. Las elecciones las ganó la UCD con once concejales, por lo que, sumando los apoyos de los concejales de Coalición Democrática y Fuerza Nueva, uno por cada partido, consiguió poner al frente de la alcaldía a su candidato, el economista toledano Juan Ignacio de Mesa. El nuevo alcalde, que demostró desde el inicio de su mandato un carácter dialogante e integrador, ofreció un inesperado pacto al PSOE (con siete concejales) y al PCE, consistente en cederles nueve de las dieciocho delegaciones además de dos presidencias de comisión, y así asegurarse una Corporación transversal, un pacto que ambos partidos aceptaron. Una de las presidencias de comisión era la de Cultura, que ocuparía Luís Béjar. Un puesto que le permitió una intensa actividad con numerosas propuestas, alguna de ellas novedosas; desde la restauración de viejos edificios como La Posada de la Hermandad para usos culturales, a evitar el cierre del emblemático Teatro de Rojas, clausurado por orden gubernativa por su mal estado, pasando por abrir los colegios públicos fuera de las horas lectivas para actividades culturales en los distintos barrios, o crear una Semana Cultural que pusiera a Toledo en el escenario de la creatividad artística nacional.
Emblemática fue la campaña que lideró para que se mantuviera abierto el Café Español, lugar de encuentro muy apreciado por los toledanos, situado en la misma Plaza de Zocodover, cuyo edificio había sido adquirido por la Caja Postal para instalar sus oficinas. El cierre de este café, donde se habían rodado algunas de las escenas de Tristana, la película dirigida por Luis Buñuel, supondría, según se decía en la moción presentada por Béjar y el socialista Martín Molina, “la muerte de la Plaza de Zocodover y progresivamente la de todo el Casco Histórico”. En aquella campaña de defensa del Café Español se consiguió recabar apoyos de personalidades e intelectuales destacados como el arquitecto Fernando Chueca, los filósofos Julián Marías y José Luis López Aranguren o el escritor Juan García Hortelano, aunque de nada sirvió. El Café Español cerró sus puertas para siempre el 24 de noviembre de 1981, la causa, en palabras de Béjar, no fue otra que “el poder avasallante del dinero de los bancos”.
Padeció otras derrotas ese mismo año. Fue cesado como presidente de la comisión de Cultura por el alcalde después de que el concejal de Cultura y Festejos, José Peinado, de UCD, presentara su dimisión. Los roces entre dicho concejal y Béjar habían sido numerosos. Unos lo achacaron a los celos de aquél ante las constantes propuestas, y su brillante defensa, por parte del presidente de la Comisión de Cultura; otros consideraban que Béjar se extralimitaba en sus funciones. La iniciativa para crear una Semana Cultural de Invierno anual, que nunca llegó a celebrarse, impulsada por Béjar, fue el detonante final, pues el concejal Peinado consideró que una vez más se inmiscuía en sus competencias, no se sintió suficientemente respaldado y dimitió. Ante esta situación, el alcalde se vio en la tesitura de cesar a Béjar como presidente de la Comisión de Cultura.
El 8 de mayor de 1983 se celebraron las segundas elecciones municipales del actual periodo democrático y la candidatura del PCE al Ayuntamiento de Toledo la encabezó Luis Béjar. El resultado fue decepcionante para los comunistas, pues de cinco concejales pasaron a solo tres. Coalición Democrática y el PSOE obtuvieron el mismo número de concejales, con una pequeña diferencia de votos a favor de los primeros, pero un pacto con el PCE llevaría a la alcaldía al candidato del PSOE, Joaquín Sánchez Garrido. Pocos meses después, Luis Béjar dimitiría como concejal alegando motivos profesionales.
En su faceta de escritor, fue autor de seis novelas (las tres primeras firmadas con su nombre compuesto, Luis Alfredo, no así las tres últimas). Se estrenó como novelista en 1976 con El coleccionista de agujeros, con la que obtendría cinco años después el Premio Eulalio Ferrer de Novela concedido por el Ateneo de Santander. Era una narración “con un cierto corte kafkiano y una problemática relacionada con la realidad social española de los últimos tiempos”, según se la definía en la noticia que publicó el diario El País sobre el premio. La editorial Grijalbo la reeditó de nuevo aprovechando la ocasión.
Antes, en 1978, su segunda novela, titulada Aquello es lo que llamábamos Berlín, había obtenido el premio Sésamo, fundado por el dueño de las Cuevas de Sésamo, en Madrid, el conquense Tomás Cruz. Durante los cuarenta años de existencia, a este premio se le vio como un trampolín para escritores jóvenes o noveles, y como antesala de premios mayores. Daniel Sueiro, Juan José Millás, Eduardo Mendicutti o Soledad Puértolas fueron algunos de los galardonados con él.
Hasta 1989 no publicará su siguiente novela, El manuscrito de París, Premio de Novela Castilla-La Mancha. En 1995, con El viejo sonido del arco iris consigue otro premio, el “Francisco Ayala” que concede el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes.
Habrá que esperar hasta 2010 para que vea la luz Un error de cálculo, de la que la crítica destacó su buen pulso narrativo, y recibió el reconocimiento de destacados escritores como Luis Mateo Díez o Manuel Longares. Entre esas dos novelas prologó La catedral, la novela de Blasco Ibáñez que publicó el editor toledano, y buen amigo de Béjar, Antonio Pareja.
Su muerte, en julio de 2011, impidió a Luis Béjar ver publicada la novela que ya tenía acabada, La razón de las piedras, que llegó a las librerías en septiembre de ese mismo año, una narración en la que vuelve a un Toledo “sumido en una decadencia interminable, pero en el que aún gravita de un modo casi insoportable el peso tanto de la historia como de la leyenda”.
Béjar pensaba que la literatura servía tanto para el recreo del intelecto como para la conservación del lenguaje: “La literatura es el arte que requiere más elaboración con una materia prima más difícil”, decía en 1984, en una entrevista que le hizo Amador Palacios para el suplemento cultural La mujer barbuda, editado por el diario La Voz del Tajo. En sus novelas siempre arriesgó, nunca se abandonó a un realismo ya superado, apostando por las nuevas formas de narrar la realidad: “la realidad que por ejemplo Galdós llevaba a su literatura –defendía– era una realidad en la que todo se explicaba, lo cual, a mi juicio, es una manera estrecha de ver la realidad, porque es indudable que en la realidad hay cosas sin explicación”, argumentaba en dicha entrevista, y ponía como ejemplo de los escritores que estaban cambiando el modo de mirar la realidad a Julio Cortázar.
La ambición de su narrativa fue reconocida por jurados y escritores de su generación, como hemos apuntado, pero no tuvo su justa correlación en número de lectores, seguramente por no ceder a esa literatura comercial que se impuso, según denunciaba, desde la industria editorial. En un artículo publicado en diciembre de 1989 en la revista quincenal Zocociover bajo el título “¿Escribir en provincias?”, Béjar se refería a ese fenómeno en el que veía indicios “más que de sobra como para pensar que, a falta de un nivel proporcionado de calidad comparable al de otras épocas, el tal fenómeno (el aumento en la publicación de novelas), no parece sino el resultado de un meticuloso plan de mercado. En este sentido, resulta obvio que el equilibrio entre literatura-literatura y literatura-comercio se ha inclinado escandalosamente hacia esta última”. Ante tal situación se lamentaba en tono amargo de la suerte de aquellos que como él sufrían el olvido: “estar fuera de los clanes o las cuadras y, por añadidura, empeñarse en vivir en Toledo, significa no existir. Y esta es la triste carga para un oficio que algunos persistimos en practicar a pesar del estado de la cuestión, y en muchas ocasiones, incluso a pesar de nosotros mismos”.
En la entrevista de Palacios, Béjar confesaba que en lo que más constante había sido era en la poesía, aunque no se atrevía a publicar. Como buen lector que era, decía, y “al estar enterado de cómo van las cosas en poesía, me hace que ese complejo de inferioridad cada vez sea mayor lo cual no quiere decir que no la escriba, pero la guardo en secreto, y seguramente nunca la sacaré a la luz”. Pero en 1998 se rompió tal resistencia. El editor Antonio Pareja, admirador de su obra, además de amigo, logró que cediera en publicar el poemario Donde viven las cosas
Luis Alfredo Béjar falleció en Toledo el 10 de julio de 2011, víctima de una leucemia. En enero de 2014 fue recordado en un homenaje organizado por un grupo de amigos que le habían acompañado en su trayectoria como político, sindicalista y escritor. Se recordó su compromiso con la cultura en Toledo, su lealtad a las ideas que siempre defendió y su legado literario. En el poemario Donde viven las cosas Béjar escribió:
Sé todo de la muerte
Y hasta sé que la muerte es esta anónima náusea
Pero en medio de esta muerte
atesoro la estela de un cometa irrepetible.
Fue aquel homenaje un reconocimiento póstumo de sus amigos al amigo que se fue, la “estela de un cometa irrepetible”, como decía en sus versos, que atesoran en su recuerdo.
Bibliografía:
- Alminar, Toledo, nº 7 (2012). Homenaje a D. Luis Alfrado Béjar Sacristán.