Hijo de un guarnicionero, el humor parece que fue una constante en su familia, bastante numerosa, y el humus en que creció y que reforzó con una temprana inclinación y afición a la lectura y con su autodidacta aprendizaje de la guitarra. En su primera juventud, trabajó como “hortera”, dependiente textil, en Valdepeñas. Y pronto tomó el tren de Madrid, donde acabó triunfando.
No, desde luego, como lo que había soñado, como escritor o poeta modernista de primera fila, ni siquiera como poeta de la bohemia o de la golfemia. Triunfó como showman, como estrella del teatro popular de bulevar. Tanto en Madrid como en los teatros de media España, a través de sus tournées por el circuito de las ferias veraniegas.
Creador de un humorismo basado en los juegos de palabra, retruécanos y calambures (Quevedo, y en general, la poesía satírica del Barroco, fue uno de sus referentes), supo componer y trasladar al público unos chistes muy bestias y procaces que se aplaudían a rabiar. Citando a botepronto y casi de memoria, he aquí un par de muestras de su peculiar humor:
-Habiendo regañado con uno de sus hermanos, que le dijo que estaba muerto para él, este llamó a la puerta del piso de Luis Esteso en Madrid. Esteso lo ve por la mirilla y pregunta: “¿Quién es?”. A lo que el hermano responde: “Tu hermano Fulano”. Y Luis Esteso: “Pues no le abro porque mi hermano está muerto para mí y yo no recibo a difuntos”.
-El Fulgencio tiene a su chico colocado en Madrid. Le pregunta uno del pueblo que qué tal le va a su hijo. “Uy, estupendamente”, responde Fulgencio, “ya tiene coche”. “¿Es que es rico?”. “No, explica el hombre, es cochero”.
El personaje del paleto se consolida en el teatro popular del siglo XX a partir de Luis Esteso. Y toda la nutrida estirpe del humor manchego (José Luis Coll, los Chanantes, etc.) también tiene en él su más augusto y temprano referente. De hecho, él fue quien puso en España los cimientos del monólogo como género específico dentro de las variedades.
No sólo las clases populares admiraron y disfrutaron con los monólogos, chistes y canciones cómicas del sanclementino. Los dos Ramones (Valle Inclán y Gómez de la Serna) comandaban cada verano una expedición de celebridades literarias madrileñas a la Bombilla para presenciar su gran éxito, El crimen de Cuenca. Ramón Gómez de la Serna lo invitó a su celebrada tertulia del café Pombo.
Sobre el monólogo titulado El crimen de Cuenca, hay que explicar que fue tan celebrado como denostado en su provincia natal, donde se consideraba (hasta los años 70) como algo insultante, despectivo y que estorbaba el posible progreso de la misma la identificación de los conquenses como “nacidos o nacidas en la provincia del crimen”. Pero Luis Esteso no fue el “inventor” de tal crimen. A finales del siglo XIX, en un pueblo de La Alcarria conquense tuvo lugar un asesinato múltiple, en que toda una familia fue masacrada, incluidos los menores, a manos de otro clan. Este infausto suceso, y el juicio y ejecuciones que lo sucedieron, tuvo una enorme repercusión mediática, siendo difundido por los otros reporteros de la época, los ciegos romanceros. Esteso vería a alguno en su pueblo en la adolescencia y tomó algunos detalles y el título para su monólogo, que subraya aspectos eróticos y procaces, sicalípticos, como se decía por entonces. Su éxito fue arrollador.
El humorista sanclementino solía recoger sus chistes y monólogos en colecciones impresas, que se vendían al final de sus funciones. Al parecer, con gran éxito. También apadrinó una sorprendente colección de clásicos. Y fue pionero en la grabación discográfica. El único arte escénico que no tocó fue el cinematógrafo, quizá por su temprana muerte en la década de los 20. Físicamente, tenía un cierto parecido con el gran genio del humor mudo norteamericano, Buster Keaton. Y las grandes tendencias de vanguardia nacionales e internacionales (el esperpento, el surrealismo) presentan notables afinidades con el espíritu de su obra.
Luis Esteso fue un personaje célebre en los cafés y en la farándula de Madrid. Su casa de la calle de la Encomienda, próxima a la plaza de Cascorro, acogía visitas a todas horas (particularmente, las de comer) de aquellos héroes desharrapados, menesterosos y geniales de la bohemia española del primer tercio del siglo XX. Su esposa, también actriz cómica, lo acompañaba en sus giras veraniegas. Y Luis Esteso dijo que era tal su cariño y nostalgia de Madrid que, cuando viajaba, se llevaba consigo a la actriz cómica, apodada “La Cibeles”.
De su copiosa obra impresa, podemos destacar:
- 1901. El palacio de las musas, poesía.
- 1906. Reír que alegra, poesía
- 1910. Animaladas carcajeantes, monólogo.
- 1910. El asesinato de la cupletista “Ombliguete”, novela.
- 1911. Chistes de Esteso y López de Haro, humor.
- 1913. Viaje cómico por España / Cartas amorosas.
- 1915. De Jacinto Benavente a Luis Esteso, ensayo.
- 1917. Nuevo viaje al Parnaso, ensayo.
- 1917. El nieto de Don Quijote, prosa.
- 1917. Diálogos y entremeses en prosa y verso.
- 1917. Diego de Torres Villarroel,
- 1917. Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por Madrid, edición.
- 1917. Baltasar Gracíán,
- 1917. El héroe, edición.
- 1920. Monólogos excitantes.
- 1920. El crimen de Cuenca.
- 1920. Todos los monólogos de Esteso.
- 1920. El crimen de Cuenca y otras cosas. Monólogo a modo de pliego de cordel.
- 1924. Viajes por España. Viaje de placer.
- 1924. Libros que enloquecieron a Don Quijote.