Luis Gregorio López de Castrillo Lozano González-Castrillo y Lozano-Nieto nació en Almagro el 12 de marzo de 1759 (1). Fue bautizado en la parroquia de San Bartolomé el Antiguo el 16 del citado mes y año (2). Sus padres estuvieron durante bastantes años en Almagro, a donde habían llegado procedentes del pueblo leonés de Villamanán. Sus progenitores fueron Blas Antonio López del Castrillo y Rosa Lozano Nieto. Su padre que casi le sobrevivió era contador de las fábricas de Pozuelo (seguramente de cal y yeso) (3).
Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, como colegial mayor de San Ildefonso, desde 1777 (4), aunque había iniciado su carrera un año antes, y concluyó sus estudios en 1780 (5), para pasar luego como capellán al Real Monasterio de Nuestra Señora de la Visitación de Madrid, actual iglesia de las Salesas Reales, para en el verano de 1787 presentarse a la oposición para ocupar la cátedra de Disciplina Eclesiástica establecida en la iglesia de San Isidro de Madrid, defendiendo el tema «Instrumentos de música usados en los templos para el culto divino» (6). El segundo ejercicio versó sobre «La comunión bajo una y otra especie en la Iglesia Griega». Suponemos que aprobó y en 1790 fue nombrado maestro de cuatro canonjías (rentas o prebendas que se dan a un canonje) de la precitada iglesia (7). En estas fechas logró ingresar también como miembro honorario en la Real Academia de la Historia (8).
No sabemos cómo evolucionó políticamente, pero fue nombrado obispo auxiliar de Toledo el 13 de abril de 1815 año en el que el 4 de septiembre también se le designó obispo de la diócesis de Lorima (9), a propuesta del arzobispo de Toledo, Luis María de Borbón (10).
El prelado toledano le nombró, en 1816, presidente de los examinadores sinodiales de la diócesis (11). En agosto de este año, Luis Gregorio López del Castrillo participó en la consagración de don Andrés García Palomares como obispo de Albarracín, en colaboración con el obispo de Segovia, de Ceuta y de Jaén. Asistieron al acto como padrino el duque de Híjar y el marqués Salvatierra (12).
El 29 de diciembre de 1816, el obispo de Lorima, el almagreño López del Castrillo, fue el autor de la confirmación del que sería cardenal ciudadrealeño, Antolín Monescillo Viso y al año siguiente fue el responsable de la ceremonia de ordenación del obispo titular de Dausara, Vicente Román Linares, en el monasterio de la Visitación de Madrid, ayudado por los prelados Juan de Arciniega y Javier Mier y Campillo, el primero de Adra y el segundo de Almería.
En 1819, de nuevo participa en la consagración del obispo Echánove, junto al obispo de Teruel, Felipe Montoya Díez y el de Gerona, Antonio Allúe; la ordenación se realizó en el colegio de los capuchinos de San Antonio de Prado, Madrid (13).
López del Castrillo fue nombrado obispo auxiliar de Madrid, seguramente coincidiendo con los cambios políticos de 1820.
Era de los pocos prelados que estaba vinculado al liberalismo español, especialmente tenía relación con el cardenal Luis María de Borbón y Villabriga. Por ello, tras la revolución impulsada por Riego en 1820, el prelado almagreño se presentó como diputado por la provincia de La Mancha, por el distrito de Almagro. Le acompañaron electoralmente Ramón Giraldo, fiscal de la audiencia de Castilla la Nueva y natural de Yepes, y Diego Medrano, teniente coronel, de Ciudad Real. El suplente era Bernabé del Águila, hacendado de Villarrubia de los Ojos. Los electores eran: Juan Antonio Santamaría, presbítero y abogado de Valdepeñas; Ramón Pretel Cózar, abogado y hacendado de Alcaraz; Francisco Medrano, coronel retirado y alcalde constitucional de Ciudad Real; Lucas de Mena, coronel retirado de granaderos, de Mota del Cuervo; Diego Muñoz, alcalde constitucional de Ciudad Real; Rafael Casimiro Lodares, de Hinojosos de la Orden y Sandalio Moreno, abogado de Herencia (14).
López del Castrillo salió elegido por la circunscripción de La Mancha el 1 de julio de 1820 y se mantuvo en el Congreso hasta el 14 de febrero de 1822, en una época turbulenta y agitada de la vida política española (15). En esta legislatura casi una cuarta parte de los diputados (34) eran eclesiásticos. El obispo almagreño, entonces auxiliar de Toledo, formaba junto con el cardenal Borbón, el de Sigüenza, Fraile, y el de Mallorca, González Vallejo, la minoría constitucional de las Cortes de 1820. López del Castrillo fue uno de los más destacados, por lo que se le encomendó, junto con García Paje, Martínez Marina, Victorica, Cuesta, Gareli, Toreno, Martínez de la Rosa y Sancho, la redacción de un proyecto de ley sobre los regulares, la cual se aprobará suprimiéndose y desamortizándose los conventos y colegios de las cuatro órdenes militares, San Juan de Dios, benedictinos, cistercienses, jerónimos, cartujos y basilios, no sin una importante polémica (16). Castrillo propuso, cosa que se recogería en la ley, la pervivencia de algunos monasterios para que sirvieran de asilos a aquellos religiosos que no quisieran abandonar la vida monacal. Su liberalismo político y su cargo de obispo era una combinación que chirriaba en la época, por ello el escritor Carlos Le Brun decía satíricamente del almagreño: «Obispo auxiliar de Madrid, diputado de las cortes de la época del 20. Liberal, aunque obispo, y liberal de buena fe, fenómeno entre los obispos, filósofo cristiano, y su corazón, como su entendimiento. Parecía que no pensaba en arzobispados ni capelos, según con la naturalidad con que hablaba. Su voto sobre la secularización de las monjas lo honrará siempre: la superstición y los hábitos lo hicieron casi singular en el congreso: la razón y la religión misma la presentaron, como el voto del cristianismo y el de la naturaleza (…)» (17).
La descripción, seguramente realizada por el crítico diputado Gregorio González Azaola, de los diputados de las Cortes, nos muestra así a Castrillo: «Nació para obispo, o como quien dice pastor de almas, pastor espiritual. Es la honra de las Cortes por su candor natural, por la benignidad de su corazón, y por su fervorosa caridad. Es tal su propensión a hacer bien, a favorecer a todo el mundo, y a dar cuanto tiene, que casi ha contraído hábito de levantarse siempre para aprobar, y así aun antes de que pregunten se levanta, y no acierta y no sabe estarse sentado cuando hay que hacer algo bueno. Es alto, carilargo, de amable gesto, y sin la más remota idea de vanidad, ambición, presunción, ni pretensión alguna de las de este mundo, que nos sale a la cara de todos los demás» (18).
López del Castrillo había sido un gran defensor de los pobres y enfermos, por lo que solía acudir a los hospitales, donde daba la confesión a abatidos y moribundos. Era una buena persona y de carácter dulce, a decir de Félix Torres Amat.
En 1823, tras la vuelta al Antiguo Régimen, López del Castrillo, como otros muchos prelados y eclesiásticos, sufrió la persecución por haber sido liberal, para posteriormente ser desterrado y aislado en la ciudad de Talavera de la Reina. El confinamiento en los primeros meses fue seguido por la pérdida de toda remuneración, pero el cardenal primado le ayudó señalándole una pensión, como ocurrió a otros obispos. También le socorrió en su destierro Félix Amat, cuyo sobrino explicó con posterioridad en un libro, la paciencia con que llevó el prelado almagreño su nueva situación. Inicialmente fue cesado como obispo de Lorima, pero conservó su nombramiento como auxiliar de Toledo (19). Durante su relegación y aislamiento se le ofreció rehabilitación a cambio de su retracción pública del liberalismo y la Constitución, y el prelado contestó: «Yo dije al Rey cuando me envió a llamar, cerca de la media noche, para preguntarme si podía jurar la Constitución, que en ella no hallaba nada contra la fe; pero si era o no era buena en política no podía responder, pues era yo un ignorante en tales materias. No tengo otra cosa de que pueda acusarme, y ¿cómo he de retractar de esto, ni decir ahora que la Constitución es contra la religión y las buenas costumbres? Lo que podré decir es que ahora no debe obedecerse, y sí solamente las leyes y decretos de nuestro soberano Fernando VII, que Dios guarde» (20).
Falleció en Salamanca el 30 de septiembre de 1825 (21), procedente de los baños de Ledesma, donde había ido a restablecerse de su precaria salud.
López del Castrillo entregó sus escritos y biblioteca a su amigo Félix Amat, quien también había perdido su cargo como obispo de Osma, por haber sido acusado de afrancesado. Todos sus bienes los donó a los pobres y a una prima que le había servido desde que fue nombrado capellán mayor de las Salesas Reales.
En un escrito enviado por la Academia de la Historia a la opinión pública se decía lo siguiente del prelado almagreño: «Este excelente humanista, consumado teólogo, sumamente instruido en las demás ciencias eclesiásticas, muy aficionado a las nobles artes, y bastante versado en la historia, en las lenguas sabias y otras ramas de erudición. Se hacía recomendable por su gran caridad para con los pobres y necesitados, por su infatigable actividad en consolar y confesar a los enfermos (…) El Rey Nuestro Señor, la Iglesia y el Estado han perdido un dechado de sacerdotes y un modelo de obispos, y esta Academia uno de sus individuos más asistentes; por lo que la ha sido muy sensible su muerte» (22).
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1 Guía del estado eclesiástico seglar y regular de España, 1823, p. 24.
2 A. Calvo Gómez, «Semblanzas de estos insignes varones almagreños. Ilmo. Sr. Don Luis Gregorio López Castrillo», Guía de Feria de Almagro, 2009, p. 47.
3 Sus abuelos por línea paterna eran Blas López y María González del Castrillo y los maternos, Diego Juan Lozano e Isidra López Huesca. AHN. Universidades, L.1140, Libro de oposiciones a becas mayores 1777-1786, pp. 12 y 13. F. Torres Amat, Apéndice a la vida del Ilmo. Sr. D. Félix Amat, arzobispo de Palmira, Madrid, Imprenta de Fuentenebro, 1838, p. 445.
4 El examen para lograr la beca mayor en el citado colegio lo realizó el 29 de mayo de 1777, y de los ejercicios que le propusieron realizó los siguientes: Adamus fuit condusis in gratia sanctificante y Anima rationalis non educitur sed creatur. Tuvo veinticuatro horas para prepararlos y defenderlos, al tiempo que otros opositores los defendieron en contra (Pedro Mohino, Manuel Plácido Hernanz Saiz). AHN. Universidades, L.1140, Libro de oposiciones a becas mayores 1777–1786, p. 34.
5 AHN. Universidad de Alcalá de Henares, 1777–1780.
6 Diario de Madrid (julio, agosto, septiembre), 1787, pp. 600–627.
7 Mercurio de España, 1790, p. 68.
8 I. Hervás y Buendía, op. cit., p. 113.
9 Lorima o Loryma fue una antigua ciudad y sede episcopal en la provincia romana de Caria, Asia Menor, cerca de la isla de Rodas. Se conocen algunos nombres de obispos de la citada diócesis de los siglos VII, VIII y IX y particularmente desde el siglo XVIII. Normalmente, la Santa Sede nombra a un obispo titular de una diócesis extinta, al tiempo que se le designa auxiliar de una existente.
10 A. Cardona, La Salud Pública en España durante el Trienio Liberal (1820-1830), Madrid, C.S.I.C., 2005, p. 421. C.R. Font, España Sagrada. Theatro geográphico de la iglesia de España. Origen, divisiones, y términos de todas sus provincias. Antigüedad, traslaciones y estado antiguo y presente de sus sillas, en todos los dominios de España y Portugal, Madrid, 1879, p. 183.
11 Guía del estado eclesiástico seglar y regular, de España en particular, y de toda la Iglesia Católica en general, para el año de 1816, Madrid, Imprenta de la Compañía, 1816, p. 41.
12 Gaceta de Madrid, 10 agosto 1816, p. 864.
13 V. Cárcel Ortí, «Cartas del arzobispo Echánove de Tarragona», Analecta sacra tarraconensia, volumen 47, Barcelona, 1974, p. 130.
14 El Universal Observador Español, 26 mayo 1820. Archivo del Congreso de los Diputados (ACD). Expediente de Luis Gregorio López del Castrillo. 1820.
15 ACD. Índice histórico de diputados.
16 M. Revuelta González, Política religiosa de los liberales en el siglo XIX, Madrid, C.S.I.C., 1971, pp. 139–179. V.M. Arbeloa, Clericalismo y anticlericalismo en España (1767–1930). Una introducción, Madrid, Ediciones Encuentro, 2009, p. 101.
17 C. Le Brun, Retratos políticos de la Revolución de España, Filadelfia, 1826, p. 136.
18 Condiciones y semblanzas de los diputados a Cortes para la legislatura de 1820 a 1821, Madrid, Imprenta de Juan Ramos, 1821, p.53.
19 F. Torres Amat, op. cit., p. 444.
20 F. Torres Amat, op. cit., p. 444.
21 V. Cárcel Ortí, Historia de la Iglesia en la España Contemporánea, Madrid, Ediciones Palabra, 2002, p. 34.
22 F. Torres Amat, op. cit., p. 444.