Javier Malagón Barceló

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Javier Malagón Barceló
Toledo.
1911 -
.
1990.
Historiador del Derecho y Jurista.

Nació en Toledo el 24 de mayo de 1911, hijo del teniente coronel de infantería Ricardo Malagón, cuyo padre llegó a ser general de Ingenieros, y de Dolores Barceló. Realiza en su ciudad natal sus estudios primarios y secundarios, y los de maestro de primera enseñanza, que termina en 1929, para cursar estudios de Derecho en la Universidad de Madrid, lo que simultanea con dos años de Historia, licenciatura que también acabará obteniendo.

El 3 de febrero de 1934 solicita una beca a la JAE para realizar estudios de postgrado en la universidad alemana de Leipzig durante seis meses, de junio a noviembre de ese mismo año, con el profesor Leo Rosenberg, especializado en Derecho Procesal, alegando en su solicitud “la situación de abandono en que se encuentran los estudios procesales en nuestra patria”, y con el fin de aportar materiales de trabajo para su tesis doctoral, ya en marcha, dirigida por Francisco Beceña, de quien había dado a imprenta sus explicaciones de clase en 1932, y que fue fusilado el 7 de agosto de 1936 por milicianos republicanos en su refugio asturiano.

A pesar de los méritos sobresalientes aportados (becado durante toda la carrera, encargado de la sala de lectura de la biblioteca de la facultad, beca para la tesis en 1933, idiomas), la beca no le es concedida para Leipzig, sino para Bonn. El curso siguiente se le concede la beca para Tübingen, donde estudia con los profesores Schmid y Schonfeld. El 30 de enero de 1936 insiste en la petición de Leipzig junto a continuar en Tübingen, donde en esos momentos vive, ya para dos semestres. Ha desempeñado la labor de profesor auxiliar en la universidad madrileña, ha publicado varios artículos, y tiene casi acabada su tesis, que finalmente será presentada este año con el título de “Teoría general de los recursos procesales”, pero de la que solo se edita una parte como Teoría general del Derecho Procesal en las leyes de Indias, a causa de la guerra.

Es la guerra la misma causa de que no pueda disfrutar esta última beca, a pesar de la carta de recomendación del catedrático berlinés James Goldschmidt, con el que había trabajado el curso anterior, y con el que ha entablado una relación de amistad, a tenor de las dedicatorias que el alemán le estampa en dos de sus publicaciones que se conservan en la biblioteca de Malagón, donada tan generosamente a la Biblioteca Pública de Toledo, hoy Regional, a lo largo de años, tarea finalizada por último testamentariamente por medio de su viuda, Helena Perenya.

Según el certificado del cónsul español en Tübingen, la beca que disfruta durante el curso 1935-1936 le ha sido concedida por la Facultad de Derecho. Francisco Ayala (Ayala: 1982-1983), que certifica los servicios prestados por Malagón en la Facultad de Derecho como Vicesecretario, justifica que los doctorandos optaran por esta otra beca porque la Junta pagaba a mes vencido, y sin embargo la Universidad entregaba todo el importe de antemano, que es el motivo por el que el mismo Ayala había optado por esta segunda pocos años antes, también en Alemania.

Los recuerdos de esta época se mantienen en la memoria de Malagón, y tras una visita a Alemania en 1968, formando parte de la Misión de Cooperación Técnica a Europa de la Organización de Estados Americanos, le escribe a Joâo Gonçalves, director de Cooperación Técnica de la OEA: “Mi impresión general de Alemania a la que no había visitado desde mi época de estudiante (Bonn que yo había idealizado en el recuerdo es totalmente otra ciudad a la que yo conocí) es que es de una gran rigidez”. Esta misión culmina una serie de tareas desempeñadas en América, algunas de las cuales intentan trasladar a los pujantes países latinos la filosofía de la Junta: para llegar a este punto deberemos resumir la trayectoria del triste exilio.

Durante la guerra es asignado al Cuerpo Jurídico Militar, con lo que sigue la tradición castrense familiar. La experiencia le dicta tres obras sobre la causa y la inutilidad de la guerra. Tras un periodo en un campo de refugiados en Francia, llega a la República Dominicana del dictador Trujillo, en cuya universidad imparte clases, junto a un pequeño núcleo de exiliados españoles, y ya casado con Helena Perenya. Años después, en 1959, sufren la desaparición del hermano de esta, Alfredo, probablemente a manos de los servicios secretos del dictador, lo mismo que les ocurrió al asesor vasco Jesús Galíndez y al historiador gallego José Almoina, amigo del matrimonio Malagón. Pero ellos ya se habían asentado en México en 1946, y allí Javier comienza una intensa labor docente y de investigación y dinamización historiográfica, compartiendo los tres últimos años de la vida de su maestro Rafael Altamira, al que dedicó varias publicaciones, y manteniendo contacto con los intelectuales españoles exiliados. Malagón se “naturalizó” mexicano, como el setenta por ciento de los exiliados, dato importante para entender sus tareas posteriores (para más datos sobre su vida en esta época, véase Blanco Castro: 1984 y Enguita: 1999).

En 1950 la Fundación Rockefeller le concede una beca para Latinoamérica, y en 1952 para Estados Unidos, lo que le lleva finalmente a establecerse en Washington en 1956, ciudad en la que fijó definitivamente su residencia, y posteriormente en la cercana Bethesda, y en la que murió la madrugada del 7 de julio de 1990.

En 1958 la Organización de Estados Americanos le nombra Secretario Técnico del Programa de Becas y Cátedras, dentro del Departamento de Cooperación Técnica, del que llega a ser subdirector entre 1966 y 1968. Desde este organismo instaura un programa de becas e intercambios que debe mucho a la Junta española, y que él defiende a capa y espada hasta 1970, en que es promocionado a director del Departamento de Asuntos Culturales de la OEA. 

En la primera memoria del programa, correspondiente al curso 1958-1959, define las características del proyecto: se conceden becas de postgrado para estudiantes de cualquiera de los 21 países de la OEA en otro país, para ampliación de estudios e investigación, por un periodo de cinco meses a dos años, prorrogables, que cubren pasajes, inscripción y matrícula en el centro elegido, material de estudio, alojamiento y alimentación. Los requisitos, también similares a los de la Junta, son la elaboración de un plan de estudios, el conocimiento de la lengua (en la mayoría de los casos, en principio, el país elegido fue Estados Unidos, aunque en 1962 se iguala con la suma del resto), y cuatro avalistas de prestigio. El presupuesto, y por lo tanto, la cantidad de becas, fue incrementándose año a año, según consta en las sucesivas memorias conservadas en el citado fondo legado a la Biblioteca de Toledo, y la selección requirió una estructura administrativa mayor, debido en gran parte al empeño de Malagón de cuidar su difusión por todos los medios de comunicación e impresos posibles. Se crea una Junta Consultiva que decide las concesiones, atendiendo a las preferencias recomendadas por cada país miembro; se aligeran trámites; se recomienda crear una asociación de exbecarios; se agrupan las especialidades en tres grandes grupos, con la finalidad siempre de contribuir al desarrollo económico y social del continente. En 1960 se añade un programa de intercambio de cátedras, al principio tímidamente, pero que se va multiplicando geométricamente año a año.

Ya en su segundo año, 1959-1960, algunos aspirantes intentan pedir becas extracontinentales, pero su concesión no será posible hasta 1962. Y esta ampliación de ámbito le crea a Javier un enfrentamiento con el citado Joâo Gonçalves, quien había encomendado provisionalmente estas nuevas becas a la secretaria técnica de Malagón, asumiéndolas el director en 1963 con el argumento de que debían de seguir una estructura administrativa y unas normas distintas. El enfado no perdura mucho tiempo, pues en una carta de Malagón a Gonçalves, fechada en Madrid el 14 de octubre de 1968, le cuenta: “Hice una escapada a Toledo, y le recordé, pensando en nuestra visita del año pasado”.

Esta labor en la OEA, siempre compatibilizada con su tarea docente, con sus publicaciones, que le van conduciendo desde el estudio jurídico a lo que el mismo Malagón define (Malagón: 1976) como “historia menor”, y con otra labor directiva en el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, le va otorgando labores de mayor representatividad. En 1966 vuelve a pisar suelo español como miembro de la citada misión de cooperación técnica a Europa, tarea que repite los dos años siguientes, hasta que es nombrado Director del Departamento de Asuntos Culturales de la OEA, puesto desde el que sigue atento al programa de becas. Entre 1978 y 1986 es agregado cultural de la embajada española en Washington, y una vez jubilado, sus visitas a España son muy frecuentes. En Toledo, imparte cursos en la Fundación Ortega y Gasset, que coincidentemente acoge becarios estadounidenses, y sigue de cerca el legado de su biblioteca particular a la pública de Toledo (Méndez: 1998). Desgraciadamente, su muerte, le impide ver catalogado por completo este rico fondo, imprescindible para los estudios del derecho indiano, la historia de América, y la trayectoria de los exiliados españoles en América, muchos de los cuales le envían sus publicaciones con bellas dedicatorias.

Imagen: Caricatura realizada por Antonio Bernard González

 

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