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Manuel de las Casas Gómez
Talavera de la Reina (Toledo).
1940 -
Madrid.
2014.
Arquitecto.

Titulado por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1964 y doctorado por la misma en1966, donde también ha desarrollado su actividad docente en el departamento de Proyectos donde ha llegado a ser Catedrático. Discípulo colaborador de: Sáez de Oiza, De la Sota y Fernández Alba. Además, fue nombrado en 1979 arquitecto inspector jefe del Servicio de Restauración de Monumentos del Ministerio de Cultura. En 1983 ejerce como subdirector general de proyectos y obras primero, y luego director general, en la Dirección General de Arquitectura y Edificación del ministerio de Obras Públicas; y director de la Bienal de Arquitectura.

Desde 2009 fue director de la Escuela de Arquitectura de Toledo. Parte de su obra se produce en colaboración con Javier Seguí y Santiago López, más tarde con su hermano Ignacio y con Jaime Lorenzo; más tarde será su hija la arquitecta asociada en la denominación X53.

Entre sus obras más destacadas, se pueden señalar: la Iglesia y centro parroquial Santa Irene en Madrid; la Consejería de Agricultura de la JCCM, en Toledo; los trabajos de restauración de la catedral de Toledo(1982);  el Pabellón de Castilla-La Mancha en la Expo ’92 de Sevilla; la sede de la Real Fundación Toledo; 198 viviendas sociales en Alcobendas; el Auditorio de Congresos y Exposiciones de Pontevedra; Centro universitario de Ciencias de la Salud, en  A Coruña; Centro cultural (Villaviciosa de Odón); el Instituto hispano-luso Rei Alfonso Enriques  de Zamora y la Casa Sánchez-Medina en Toledo, (2004).

Ha sido premiado en I Bienal de Arquitectura Española (Ministerio de Obras Públicas, 1991) y en II Bienal de Arquitectura Española (MOPU, 1993). Medalla de Oro de las Bellas Artes (Ministerio de Cultura, 1995); Medalla de Oro de la Ciudad de Toledo (Ayuntamiento de Toledo, 1998); Premio Nacional de Arquitectura de España, (1999) y Premio Antológico de Arquitectura Contemporánea, a la mejor vivienda privada de Castilla-La Mancha, en 2006.

Quizás, por ello, la visión de la arquitectura de Manuel de las Casas, premio de Arquitectura española 1999, se avenga bien a esa divisoria entre hombres y lugares, no como una contraposición sino como un complemento necesario. Explicitando en ello un recorrido y una conquista singular que traslada las indagaciones desde la universalidad de lo humano hasta la singularidad del locus. Como ya fuera, tempranamente, entrevista por Moreno Mansilla y Tuñón en su trabajo de 1991 ‘Devanando la modernidad’. Tal cualidad desde un originario espíritu fiel a la Modernidad no eludía “ni la complejidad, ni la dificultad de ser sensible tanto al lugar como a los hombres que lo habitan y lo construyen”. Tal tránsito del Hombre al Lugar puede rastrearse desde las soluciones a los problemas de viviendas colectivas de los años sesenta y setenta (Cabeza del Moro, Orcasur o Palomeras), hasta el desembarco en ese otro territorio en el que la presión del medio exige otras posiciones formales y otros recursos compositivos. Estos serían los casos de las obras de finales de los ochenta y de los noventa, en las que los argumentos universales de lo humano se pueblan de otras matizaciones diferentes que demanda el lugar. La Consejería de Agricultura de la JCCM en Toledo, el Pabellón de Castilla-La Mancha en la Expo de Sevilla, el Auditorio de Pontevedra o -la premiada- Facultad de Ciencias de la Salud de A Coruña, componen parte de ese rastro visible entre dos polos del mismo elemento que llamamos Arquitectura.

De Manuel de las Casas pude escribir en el texto MC maestro tutelar: El papel relevante que ha desempeñado como arquitecto, ya está recogido en múltiples revistas; pero me quiero detener en el carácter que ha desempeñado entre nosotros, los arquitectos que hemos vivido y trabajado en la comunidad de procedencia de Manuel de las Casas. Autor de una obra conocida y solvente, en su Talavera natal, sería tal vez su actuación en la Exposición Universal de Sevilla, en 1992, la palanca que le catapultaría a un grado superior de conocimiento; como pude anotar en el número 14 de la revista ‘Añil’ dedicado en 1998 a la Arquitectura de Castilla-La Mancha.

“Desde el principio de este número especial de ‘Añil’, dedicado a la Arquitectura Contemporánea de Castilla La-Mancha, habíamos pensado en dedicar de forma ineludible, un espacio singular a la obra, también singular, de Manuel de las Casas en la EXPO de 1992 en Sevilla. Y se había, incluso, esbozado el posible título del trabajillo: ‘El pabellón de Castilla-La Mancha en la EXPO’92 como metáfora posible’«.

Tratando de evidenciar con esa posibilidad metafórica, no los señuelos sentimentales y patrióticos de hace seisaños, vertidos por tanto corifeo de ocasión y tanto oportunista de tomo y lomo; sino las cualidades implícitas en dicha obra, que a nuestro juicio eran dos. La primera hacía mención al carácter posible, aún, de cierta arquitectura inteligente. Y la segunda planteaba el carácter creativo de todo exilio. No es que Sevilla sea –ofuera– un exilio, sino que reflejaba virtualmente, que la mejor arquitectura contemporánea de Castilla-La Mancha se producía en la dulzura del sur sevillano, se había producido fuera del ámbito espacial de la Región. Esta idea, es similar a la de los que sostienen que la mejor poesía española del siglo XX, se ha producido en Estados Unidos y particularmente en New York.

Al año siguiente, 2005, en el número 177 de la revista ‘Arquitectos’ dedicado a la ‘Guía de Arquitectura de Castilla-La Mancha (1975-2004)’ desplegué un texto denominado “Castilla-La Mancha: menos de un cuarto de siglo”, donde retomaba la divisoria expuesta por Giorgio Grassi entre los ‘Maestros tutelares y los Maestros difíciles’. ‘Maestros tutelares’, decía Grassi, son aquellos creadores de la misma disciplina que nos acompañan al caminar junto a nosotros, yendo los primeros, yendo por delante; ‘Maestros difíciles’, son, proseguía el arquitecto italiano, aquellos creadores de otras disciplinas, que prolongan en nosotros más sus preguntas que sus respuestas. ‘Maestros tutelares’, contaba entonces, eran los hermanos De las Casas (Manuel e Ignacio) en Toledo, Miguel Fisac en Ciudad Real, Antonio Escario en Albacete, Zobel-Rueda-Torner en Cuenca, o Juárez y Vasallo en Guadalajara. De igual forma, que ‘Maestros difíciles’, para nosotros, eran Gabriel García Maroto, Alberto Sánchez, Benjamín Palencia, Gregorio y Miguel Prieto, Ángel Crespo o Fernández Molina (todos ellos y en este Diccionario).

Algún tiempo más tarde y tras encuentros en Toledo y en Ciudad Real entre 2004 y 2006, coincidimos en la publicación del Foro Civitas Novas de 2007, “Castilla-La Mancha. Arquitectura. Territorio. Identidad”. Donde Manolo escribía en “Una mirada hacia adentro”, sobre la necesidad de desvelar el ‘genio del lugar’ como deber ineludible de la arquitectura. En esa búsqueda del ‘genio del lugar’ yo ensayé el texto “Castilla-La Mancha: piedra, barro, cristal, acero”, donde nuevamente hablaba de los ‘Maestros tutelares’, señalando sobre todo a Manuel de las Casas.

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