Nació el 28 de junio de 1910 en La Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Sus padres fueron Domingo Manzanares Parra y Carmen López Madrid. La familia Manzanares-López se nos muestra desde nuestra actual perspectiva como muy característica de la sociedad española de las primeras décadas del pasado siglo. Una familia numerosa que llegó a alumbrar catorce hijos y que buscó cubrir sus necesidades en diferentes formas y lugares de la península. Después de un corto periodo de tiempo la familia se trasladó a Granada, en donde Manuela llevó a cabo su formación de primera y segunda enseñanza. También fue en la Universidad granadina donde cursó Filosofía y Letras. Destacamos la significativa influencia de D. Emilio García Gómez quien la inició en los estudios árabes, y fue de definitiva influencia sobre su interés en aquella especialidad.
Cuando la familia, por circunstancias del devenir económico, trasladó su residencia a Málaga, dispuso que Manuela ingresara en un convento granadino que la acogió como residente, para poder finalizar sus estudios en aquella ciudad, para que el cambio de residencia familiar no perjudicara sus estudios. Así se quedó establecido, hasta que a causa de los acontecimientos políticos, la familia decidió enviarla a Madrid a terminar sus estudios. Allí culminó su Licenciatura, obteniendo su título por la Universidad Central. También fue en esa Universidad en la que realizó los cursos para el Doctorado que le daban acceso a la Tesis Doctoral, cuya redacción quedó inconclusa por causa de la Guerra Civil. En ese periodo le fue concedida una beca de la Escuela de Estudios Árabes, ubicada en la calle de San Bernardo y de cuya institución fue una de las primeras becarias. Aquel centro posteriormente fue designado como Instituto Hispano Árabe de Cultura.
Como consecuencia de su buen rendimiento académico obtuvo una beca que en 1933 la llevó a participar en el ya famoso Crucero Universitario que se celebró por el Mediterráneo. A su vuelta, se encontró al frente de su familia, de la que era la primogénita y que con nueve hermanos tenía una situación económica muy precaria. Obtuvo una beca también en el Centro de Estudios Históricos y en el fichero de la JAE figura como “personal de la JAE”, aunque no se han encontrado otras referencias. Le fue ofrecido el trabajo de auxiliar de biblioteca en la Nacional de Madrid, a fin de que pudiera solucionar aquel importante problema. Después obtuvo una plaza de Profesora de Lengua y Literatura en el Instituto de Mora de Toledo. En Madrid se relacionó con un grupo de intelectuales especialmente del entorno de la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes y el Instituto Escuela.
En 1935 se casó con José Francisco Cirre Jiménez, por entonces catedrático de Literatura en un Instituto madrileño, administrador de la revista Cruz y Raya que editaba José Bergamín y secretario de la revista Tierra Firme. Al producirse el levantamiento del 18 de julio, hacía menos de un año que se habían casado. Entonces, el matrimonio Cirre-Manzanares pensó que se trataba de un golpe de Estado militar que sería superado sin importantes consecuencias. Sobre aquella circunstancia, transcurrido el tiempo, cuando ya en la última década del siglo XX conocimos a Manuela Manzanares, ella reflexionaba sobre aquella perspectiva. Aunque, formaban parte y se desenvolvían entre lo que hoy podemos calificar de la más selecta intelectualidad de aquel momento y participaban asiduamente en las tertulias y los grupos de cultura de Madrid; tanto su marido como ella eran en aquellos momentos “políticamente inocentes”, decía Manuela Manzanares.
La posición del matrimonio Cirre-Manzanares ante el golpe de Estado era clara. Viajaron a París con una documentación que les identifica como “intelectuales antifascistas”; pero Francisco Cirre, no podía ir al frente, porque era terriblemente miope. Entonces, por intervención de su amigo Paco García Lorca, Francisco Cirre ocupó un puesto en la Embajada de Bélgica, y en Bruselas pasaron los años de la guerra. Allí Manuela continuó sus estudios árabes con el profesor Armand Abel y representó a España en el XX Congreso de Orientalistas que se celebró en Bruselas, en donde expuso su trabajo sobre «Nur-ud-Din al-Damyati y los ejercicios espirituales sufíes de época tardía». A continuación deciden marchar a Colombia.
Labor profesional y cultural durante su exilio en Colombia
Desde su llegada se ubicaron en Bogotá. Manuela Manzanares empezó trabajando, en febrero de 1940 en el Colegio Atenas-Politécnico Nacional, como profesora de castellano, con una remuneración inverosímilmente baja. «Daba clases en academias y cobraba 90 céntimos de peso por clase. Al año ya estaba trabajando en la Biblioteca Nacional«.
En junio de 1940, al entrar un nuevo director en la Biblioteca Nacional de Colombia, Enrique Uribe Whait, fue nombrada ayudante de canjes, puesto que desempeñó hasta su marcha de Colombia. Para esbozar la potencialidad de la contribución que en muchos otros aspectos cualitativos, como por ejemplo el nivel y contenidos de su impartición de clases, son imposibles de documentar, ofrecemos algún dato cuantitativo que pueda ser significativo del valor de su contribución. Cuando Manuela Manzanares se marchó de Colombia había catalogado más de la mitad de los libros raros que tenía en sus fondos la Biblioteca Nacional, más de dos mil ejemplares.
Manuela Manzanares trabajó también para el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, hoy centro de reconocido prestigio internacional que fue creado en aquellos años por el trabajo llevado a cabo por el también exiliado español Pedro Urbano González de la Calle y el colombiano Félix Restrepo. Aquella obra supuso la recuperación de las cartas de Rufino Cuervo que se publicó en cinco tomos. Su estancia en Colombia fue también muy activa a nivel de publicaciones. Colaboró desde su misma llegada con la Revista de Indias, con trabajos de variados contenidos como: “Las Mil y una noches en la cultura occidental” (nº 10, octubre 1939); “Magia y religión en Las Mil y una noches” (nº 15, marzo 1940); “D. Rufino Cuervo y sus amigos” (nº 71-72, diciembre 1944); “Mujeres, por Angel Osorio y Gallardo” (nº 73, enero 1945); u “Obra Poética de Quevedo” (nº 81 septiembre 1945). También aportó su colaboración a muchas otras publicaciones colombianas.
Sus trabajos suponían siempre una contribución del más escogido nivel cultural valorada por aquella intelectualidad colombiana que en aquellos años les había acogido y que supusieron el entorno de sus amistades más frecuentes. Así en el diario El Tiempo, propiedad de Eduardo Santos, entonces presidente del país, se publicaron varios trabajos suyos como: “Cervantes y el honor” (21 abril 1940); “D. Ezequiel Uricoechea, el primer americano que enseñó árabe en Europa” (9 marzo 1941); “Vitalidad de lo romántico” (15 septiembre 1943).
Otras revistas culturales contaron también con aportaciones suyas como la Revista de la Universidad de Antioquia, en la que encontramos “Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda”, publicado en el número 114 (1953), en Medellín, o la Revista PAN con “Un soneto inédito de Federico García Lorca”, publicado en Bogotá en diciembre de 1939.
En 1942 la American Library Asoc. determinó ayudar a la reorganización de la Biblioteca Nacional de Bogotá. Para ello enviaron a un grupo de bibliotecarios, que previamente ofrecieron un curso para preparar a los empleados que iban a participar en la reorganización. Ofrecieron tres becas para viajar a los Estados Unidos a estudiar Biblioteconomía en la Universidad de Boston. Manuela Manzanares obtuvo el número uno.
Durante su estancia en Bogotá asistió a clases de sánscrito impartidas por el profesor exiliado español Pedro Urbano González de la Calle. Se trataba de la primera vez que aquella lengua era enseñada en tierras colombianas, oportunidad única que Manuela Manzanares decidió aprovechar, y que se ofrecía en aquellos momentos a los estudiosos que lo deseaban a partir de aquel especialista internacional que era D. Urbano.
Su marcha de Colombia
Al final del verano de 1946 la Universidad de Wayne State en Michigan ofreció a Francisco Cirre un puesto de Assistant Profesor, cuyo sueldo superaba con mucho al doble de los ingresos que los dos juntos obtenían mensualmente en Bogotá. Además aquello suponía mucho más reconocimiento de la labor y el nivel que podían ofrecer a los ámbitos académicos y de investigación y un horizonte de mayores oportunidades. Por otra parte, Manuela Manzanares nos hizo también referencia, entre las causas que les llevaron a aceptar aquel ofrecimiento, la circunstancia de que su esposo no estaba tan satisfecho con su trabajo como lo estaba ella, por lo que accedieron, y se trasladaron a Estados Unidos.
En Colombia también les ofrecieron incorporarse a la Universidad de Medellín, que se estaba organizando en aquellas fechas. Ella como profesora de sánscrito, desarrollando los conocimientos que de la mano de D. Urbano había obtenido en el Instituto Caro y Cuervo, y su marido como profesor de Literatura. Pero evaluando las circunstancias prefirieron la oferta de los Estados Unidos.
Después de unos años de enseñar como “Part time” en la Universidad y reflexionando con respecto a que su exilio se prolongaba sin remedio, impidiéndole concluir su doctorado en Madrid, decidió matricularse en la Universidad de Michigan para obtener el Doctorado, que en aquel caso realizó en Estudios Medievales, y que concluyó en 1958.
Posteriormente, desempeñó durante muchos años sus labores docentes en la Universidad del Estado de Wayne en el Departamento de Lenguas Románicas y Germánicas del College of Liberal Arts. En 1978 le fue concedido el premio “Excellence in Teaching” y hasta 1980 continuó su colaboración como profesora emérita. La Sociedad Española de Estudios Árabes la nombró socia de honor en 2003. Falleció el 29 de abril del 2004 en Southfield, Michigan.
Otras aportaciones sociales y culturales
En Bogotá Manuela Manzanares, de carácter abierto y alegre, formó parte de una colectividad de exilados españoles que allí se ubicaron, que hicieron evidencia de una gran inquietud cultural. Promovieron muy intensa y activamente gran número de actividades culturales, sociales, lúdicas y benéficas que se convirtieron en una constante oferta de cultura para el colectivo español y para la intelectualidad colombiana. El Ateneo Español de Bogotá y la Casa de España se convirtieron en unos importantes motores y ejes culturales de la capital colombiana en la década de los cuarenta. Las fuentes gráficas rescatadas de los archivos personales de muchos de los exiliados evidencian la presencia de los miembros más destacados de la cultura, la política y la intelectualidad colombianas que asistían a sus conferencias, cursos, obras de teatro, bailes regionales con fines benéficos, eventos y celebraciones de tradición españolas, como los Juegos Florales, conmemoraciones en torno a Quevedo, Cervantes, etcétera. Participó en muchos actos culturales y sociales que fueron promovidos por los exilados republicanos.
Para finalizar esta reseña, es preciso puntualizar la circunstancia que ha condicionado en forma definitiva el rescate y conocimiento del trabajo de Manuela Manzanares López, especialmente por el hábito colombiano relativo a los cambios de apellidos que en aquel país implica el matrimonio para las mujeres. Manuela Manzanares es citada siempre como Manuela Cirre, y sólo en algún caso muy excepcional Manuela Manzanares de Cirre, ello puede llevar a confusión en las citas bibliográficas. Ese aspecto fue resuelto por la oportunidad que para nuestro trabajo supuso la gran aportación de las fuentes orales, que en los años 80 y 90 supusieron los exiliados españoles de primera y segunda generación, que aún entonces residían en aquel país, cuando llevamos a cabo la base de datos y recogida de información y fuentes para nuestra tesis doctoral.
Además de las publicaciones citadas en su trabajo llevado a cabo en Colombia, podemos citarla como autora de los libros: Arabistas españoles del siglo XIX (Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1972), España y los españoles, del que es coautora con F. Cirre y que se editó en New York (1970).
Entre sus artículos y ensayos se pueden citar:
- “El arabismo romántico de Estébanez Calderón”, El Solitario, Nueva York, PMLA. LXXVII, sept., 1962, 414-418.
- “Dos manuscritos aljamiados”, Modern Phillogy, XLII, Nov. 1964.
- “Don Pascual de Gayangos (1809-1897) y los estudios árabes”, Al-Andalus, XXVIII, 1963, Madrid.
- “Las cien doncellas: trayectoria de una leyenda”, PMLA, LXXXI, Junio 1966.
- “El descubrimiento de la aljamía”, Anuario Español de Estudios Medievales, Barcelona, 1968.
- “Poesía religiosa morisca”, Bulletin Hispanique. LXXII, nº 3-4, 1970, Bordeaux (Francia).
- “Gloria y descrédito de D. José A. Conde” Anuario Español de Estudios Medievales, Barcelona, 1969..
- “El cielo y el infierno en la literatura aljamiado-morisca”, Hispanic Review, 41, Philadephia, 1973, 599-608.
- “El capítulo de las racontaciones del libro del Samarkandi”, en Actas del Coloquio Internacional sobre literatura aljamiada y morisca de Oviedo, Madrid, 1972, 237-258.