navarro-basso
María Esperanza Navarro Bassó
Hellín (Albacete).
1928 -
Madrid.
1978.
Actriz.

María Esperanza Navarro Bassó, conocida artísticamente como María Esperanza Navarro, nació en Hellín (Albacete) el 26 de septiembre de 1928, y falleció en Madrid el 8 de mayo de 1978. Era hija de dos de los grandes actores españoles del siglo pasado, Nicolás Navarro y María Bassó que, con su compañía, Bassó-Navarro, fundada en 1925, recorrieron España, ganando un reconocimiento sobresaliente. 

De niña estudió en el Colegio de las Damas Irlandesas, centro madrileño aristocrático y elitista, completando su Bachillerato. Siempre demostró gran facilidad para los idiomas, destacándose también por su enorme afición a la lectura. Entre sus autores predilectos estaban Pío Baroja o Vicente Blasco Ibáñez, aunque el teatro español siempre formó parte de su librería de cabecera.

Los Bassó-Navarro se marcharon a Francia durante la Guerra Civil y regresaron a España en los albores de los años cuarenta. Apenas con 14 años, en 1940, María Esperanza debutó profesionalmente en el teatro con la comedia de Eduardo Marquina, El monje blanco, interpretando el papel de Mayolín.

Este debut con la compañía familiar fue una especie de catarsis, pues durante su época de estudiante, una mala experiencia en el escenario escolar le causó un trauma. Según confesó en una entrevista en noviembre de 1945, «durante la representación de una comedia, yo tenía que decir solamente dos palabras, pero fue tal mi azoramiento que, al salir a escena, quedé completamente muda», lo que acabó en una carcajada general de sus compañeras. «Desde aquel momento, no pensé en otra cosa que en desquitarme de la burla que, por la poca experiencia de mis años, me había hecho acreedora». Y así, en la primera oportunidad que tuvo, se subió a las tablas para presentarse con la obra de Marquina.

Los reconocimientos de la crítica teatral llegaron pronto, así como las elogiosas citas en la prensa de todo el país. Actuaciones en Salamanca, Ceuta, Zamora, Logroño, Burgos, Barcelona, Palma de Mallorca, Valladolid o Madrid marcaron el inicio de una brillante carrera en la que demostró su maestría tanto en personajes dramáticos como cómicos.

Rubia, de ojos azules y menuda, fue una artista total que desde joven se enfrentó al mundo con determinación, con un currículum marcado por hitos de la rica historia del teatro español. A los 16 años, se metió en la piel de doña Inés en Don Juan Tenorio, un reto que superó con sobresaliente. Una mujer de su tiempo a la que le gustaba la equitación, el tenis, la natación y que disfrutaba de una buena corrida de toros, aprovechando sus tours por las ferias y fiestas españolas. Entre sus diestros predilectos estaban Carlos Arruza, Manolete y Pepe Bienvenida.

El cine llamó pronto a su puerta. Fue en 1944, cuando tenía 18 años. Entonces, rodó a las órdenes de Alejandro Ulloa la comedia ¡Qué familia!, junto a Rosita Montaña y Juan Luis Hidalgo, y en la que interpretó a Matilde. Este papel en la producción de Falcó Films le abrió las puertas de Cifesa, que nada más verla le hizo un contrato y la puso tras las cámaras en Tuvo la culpa Adán, de Juan de Orduña, otra comedia con un reparto de campanillas encabezado por Rafael Durán y Luchy Soto y en la que ejerció de Leonor, con una gran repercusión mediática. A continuación, en la filmografía de la hellinera, a quien se relacionó con el actor Jorge Mistral, aparecen otros títulos como El destino se disculpa, La casa de las sonrisas, Pacto de silencio, Despertó su corazón, La honradez de su cerradura, Ronda española, Suspenso en comunismo, Venta de Vargas, Pasa la tuna, La bella Mimi, Canción de Cuna, Mi adorable esclava o Terapia al desnudo. Una carrera cinematográfica que intercaló con su constante presencia en la escena española, poniéndose al frente de su propia compañía, con obras como La Celestina, Las flores, El genio alegre, El alfiler en la boca, La malcasada, Madre Coraje y sus hijos o La molinera de Arcos, y haciendo las américas, con destacados triunfos en países como Brasil o Argentina. 

Casi 40 años de profesión sobre las tablas conformaron la trayectoria profesional de María Esperanza Navarro. Su última obra fue Los Frescos, con Zori y Santos El último proyecto en el que se embarcó fue Los frescos, la comedia de Pedro Muñoz Seca en la compañía de Zori y Santos, estrenada en el Fígaro madrileño el 10 de febrero de 1977. Además, también intervino en televisión en programas tan populares como Historias para no dormir o Estudio 1. 

El Hellín de la postguerra nunca olvidó su actuación en la puesta de largo del Teatro Español, porque en la inauguración de este coliseo cultural, el primer sábado de Feria, el 27 de septiembre de 1947, la actriz intervino en una gala especial, fuera de abono, con la puesta en escena de Un americano en Madrid, comedia con la que la hellinera giró cuando tenía 21 años, enrolada todavía en la compañía familiar, según recogió Antonio Callejas en su libro Evolución urbana de la ciudad de Hellín (1939-1979) Los años del esparto. 

Su relación con la provincia no sólo se limitaba a Hellín. El escritor José S. Serna aseguraba en el semanario Crónica que la actriz contaba con muchas amistades y simpatías. Y es que en repetidas ocasiones actuó en el Teatro-Circo e, incluso, en una oportunidad, junto con Ricardo Acero, grabó radioteatros en el cuadro de actores de Radio Juventud. 

Estas palabras de Serna formaban parte del obituario que le dedicó a la actriz, que falleció el 8 de mayo de 1978 a los 51 años de edad en Madrid víctima de una grave enfermedad. Fue una muerte prematura, inesperada para el gran público que generó un sinfín de reacciones y que hizo correr ríos de tinta en la prensa española, incluso, en torno a la noticia de su entierro en el cementerio de La Almudena. 

Su hermano Félix fue actor de cine, participando en una decena de películas, además de numerosas series y programas de televisión, y su otro hermano, José Luis, era escritor y ayudante de dirección.

Foto: María Esperanza Navarro. Cuentos de cine. Blog de José Fidel López.

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