Hoy por hoy Maruja Zorita es una institución en una provincia donde es patente el reconocimiento por su larga labor al frente del Observatorio Meteorológico, pero, como todo proceso, el suyo tuvo unos comienzos en los que fue necesario demostrar su capacidad y valía para el trabajo.
Ahora, ganado holgadamente el pulso, Maruja atrae la atención de esta página abriendo un abanico en el que irán apareciendo otras mujeres con diferentes mensajes que ofrecer.
Maruja Zorita guarda celosamente el Lazo de Dama de la Orden del Mérito Civil que le fuera concedido por el Rey el 24 de junio de 1987. La iniciativa de esta solicitud, que partió de la Diputación de Ciudad Real, contó con la adhesión de organismos y personalidades tanto de la provincia como del resto de España y supuso el reconocimiento a una vida dedicada al trabajo. Pero con ser importante, no es este su único galardón. Estanterías y paredes de su casa recogen placas y distinciones ofrecidas desde las más diferentes instancias. Desde el Voto de Gracia que le concedió el ministro de Educación y Ciencia por su labor en el Instituto Femenino, hasta el homenaje tributado por el Partido Comunista en reconocimiento a su carácter de mujer trabajadora, o la H de hidalgo concedida por la Asociación de la Prensa provincial por su ayuda al cumplimiento de las tareas informativas, pasando por un Diploma Honorífico del Ministerio del Aire (del que dependía anteriormente el Observatorio) o la placa del Claustro de Profesores del Instituto, con motivo del cambio de ubicación del Observatorio, todos son galardones coincidentes en resaltar una labor importante a la que en ocasiones había que dedicar las 24 horas del día.
Cuando Maruja habla familiarmente del Instituto se refiere al actual Centro de Enseñanza Media «Santa María de Alarcos» (antiguo convento de mercedarios) también conocido como el Femenino, donde, además de llegar al mundo -su padre, Bernardino Zorita, era subalterno mayor del Centro y ayudante del catedrático encargado del Observatorio Meteorológico- se han sucedido momentos importantes de su vida. En él estudió el bachillerato y en él, a la edad de 9 años, comenzó su trabajo formal en el Observatorio que desde 1860 tuvo su ubicación en dicho centro y allí permaneció largos años hasta que, en 1970, pasó a su actual sede junto al recinto de la Escuela Normal del Magisterio.
Mujer del tiempo de la provincia, refranera famosa y activa donde las haya, Maruja insiste en definirse como «española nacida en un lugar de La Mancha que se llama Ciudad Real». De casta paterna le viene su afición por la meteorología y también por los refranes -de los que gustan tanto su padre como su hermana Isabel- que ella ha ido completando con la lectura del Quijote, de oídas e incluso sacándolos de cosecha propia. «Mujer refranera, mujer puñetera», reza la placa de uno de sus homenajes. Y Maruja ríe haciendo buen alarde de que salerosa y refranera sí lo es: «Abril encapulIa las flores y mayo se lleva los honores». «Sol madrugador y cura callejero, ni sol madrugará ni cura será bueno».
Maruja Zorita Hernández podía haber llegado al mundo en la Italia del Renacimiento sin desentonar del polifacetismo de la época. Nacida en 1922, en años en que escaseaba la incorporación femenina al trabajo y sólo algunas profesiones «quedaban bien» para la mujer, cursó estudios de Perito Mercantil y de Magisterio, estos últimos, que llegó a ejercer, para dar gusto a su padre. Pero su inclinación primera se orientó hacia la medicina lo que le llevó a realizar prácticas en el Hospital Provincial y en Maternidad. De su curiosidad no han escapado la Astrología, la Historia Natural y la Mineralogía, de cuyas dos últimas facetas dan fe sendas colecciones pacientemente logradas, una de insectos, disecados por ella misma que se perdió, y otra de minerales, que donó al Instituto.
Su gran relación con Ángel Andrade, a la sazón catedrático de dibujo en el Instituto femenino, la inició en el mundo de la pintura, inclinación ésta de la que conserva algunos cuadros y que sigue manteniendo. Recuerda que precisamente fue Andrade quien comenzó a llamarla Maruja al entender que su nombre completo, María Margarita, era demasiado largo. De su afición por la música marca preferencias hacia la clásica, la canción española y el folklore pero la canción con menos chin-pun también le gusta. El libre acceso a las bibliotecas del Instituto y de la Escuela de Magisterio le han permitido adentrarse ampliamente en el mundo del libro del que también su casa guarda un considerable bagaje. No obstante, llegado el caso, salvaría el Quijote sin dudarlo. Diferentes medios de comunicación, como el diario LANZA o las publicaciones de la Escuela Normal, del colegio El Doncel, o la revista de la Asociación Meteorológica Española, dan cuenta de sus colaboraciones tanto de carácter científico como literario.
El catedrático de Física y Química, Carlos López Bustos, último jefe del Observatorio de Ciudad Real antes de que el centro pasara a depender directamente del Instituto Nacional de Meteorología fue la persona que mayormente influyó en su definitiva inclinación por el estudio de los fenómenos atmosféricos a cuyos efectos Zorita Hernández se traslada a Madrid e ingresa en el Instituto Nacional de Meteorología y posteriormente en el cuerpo especial de observadores meteorológicos. Destinada al observatorio de Ciudad Real en el que ha ocupado durante más de veinte años el cargo de directora, aquí ha permanecido sin que la jubilación, en septiembre de 1987, haya conseguido separarla de un trabajo al que sigue acudiendo a diario para «echar una manita». Considerando que de bien nacidos es ser agradecidos, insiste en que su extensa actividad no hubiera sido posible sin la ayuda de ese gran equipo integrado por Alicia, Ángela y Pascual, compañeros entrañables cuyos méritos son puestos de relieve una y otra vez a lo largo de la charla.
Recuerda Maruja entre sus muchas anécdotas aquella que ocurrió una fría noche de Año Nuevo en que, pertrechada de pasamontañas, abrigo negro y un farol en la mano, subió a la azotea del Instituto para observar en el pluviómetro el agua recogida durante la noche. Un grupo de jóvenes festejaban la fecha en el jardín y al verla aparecer entre unas sábanas tendidas en la azotea huyeron al grito de «fantasmas en el Instituto» sin que las voces de Maruja y las bebidas y cajas de rosquillos que dejaron sin empezar consiguieran hacerles volver. Aquella noche también hubo celebración para el «fantasma» y los restantes miembros del equipo del Observatorio que dieron buena cuenta del «obsequio» de los jóvenes.
Ríe con ganas Maruja, una vida íntegramente dedicada al trabajo que sin embargo cuenta con un amplísimo mundo de relaciones. Nombres y más nombres se agolpan en su recuerdo. Discípulos y maestros tienen cabida por igual. Maruja Zorita, una institución en Ciudad Real que tan pronto elabora serios partes meteorológicos, como se saca refranes de la manga o canta a «los mayos» de su tierra:
Mayo, mayo, mayo,
bienvenido seas
por esos caminos
por esas veredas.
No sé cómo no florece
la escoba con que tú barres
siendo tú tan rebonita
hija de tan buenos padres.
Esta biografía está publicada en La Semana, suplemento del diario Lanza de Ciudad Real, el 7 de mayo de 1989.