roca-de-togores
Mariano Roca de Togores y Carrasco
Albacete.
1812 -
Lequeitio (Vizcaya).
1889.
Aristócrata, Político, Periodista y Escritor.

Descendiente directo de la más alta nobleza española –su padre el conde de Pinohermoso; su madre, la condesa de Villaleal– Mariano Roca de Togores y Carrasco que llegó, entre otros títulos, a ser marqués de Molins, vizconde de Rocamora y Grande de España, nació en Albacete el 12 de agosto de 1812 cuando su padre, alcalde de la ciudad en aquel momento, atravesaba una época de reveses en su carrera política que acabaría con su destitución cuando se produjo la de todos los Ayuntamientos Constitucionales en 1814. 

Educado desde muy joven en Madrid, de la mano de prestigiosos maestros de la época (Lista, Hermosilla, Garriga) se lanzó muy pronto en su carrera pública y de hombre de letras y en las dos se distinguió por una nota común: La precocidad y el ir por delante, a la avanzadilla siempre de la innovación lo que le valió a veces la censura y la reprobación de su época. Nos centraremos, por separado, en cada una de estas dos facetas para verlas con más detalle. Su carrera pública, que inicia muy joven apenas con 20 años dentro del periodismo político, le llevaría en 1837 a las Cortes de la Nación con su acta de diputado hasta 1854. 

En 1840 fue elegido secretario del Congreso e individuo de la Comisión que redactó la Ley de Ayuntamientos. Otra fecha significativa en su carrera política fue el año 1844 en el que pronunció su discurso de acusación contra Salustiano Olózaga que le hizo merecer un puesto de honor entre los oradores políticos. Llegó a ocupar numerosas carteras ministeriales en los gobiernos de los moderados y, junto a esto, desarrolló una amplia vida diplomática (embajador en París en 1875 y en Roma, 1879).

Como ministro plenipotenciario en Londres representó a nuestro país en altas cuestiones de Estado ante otras naciones (representaba a S.M. en el arbitraje sometido a la sabiduría del papa León XII cuando surgió con Alemania el grave conflicto internacional acerca de las Islas Carolinas). 

En su faceta como literato, compagina su actividad de creador con su condición de mecenas y protector de las artes y las letras, animando tertulias que se hicieron famosas y le llevó a ser miembro de honor de numerosas Academias entre ellas la de la Lengua, de la que llegó a ser presidente. Le cabe la gloria de ser uno de los introductores del Romanticismo en España -movimiento que vivió en sus prolegómenos, desarrollo y decadencia-.Él mismo nos lo cuenta con entusiasmo: «leíamos a hurtadillas (…) los dramas de Víctor Hugo, y ¡qué bellos ensueños de libertad, qué reñidas polémicas de literatura agitaban allí nuestras cabezas y nuestros corazones (…)».

Se inició, como ya apuntábamos, en el periodismo: Entre 1830 y 1840 colabora en los siguientes periódicos de Madrid: La Abeja, La Ley, El Español, El Correo Literario y Mercantil, El Artista… En Valencia, creó el periódico político La Verdad del que era director y donde publicaba sus colaboraciones con el pseudónimo de «El licenciado Manchego». 

Participaba animadamente en las disquisiciones románticas de la época «si la varia verificación era conveniente al drama, si los principios literarios del llamado «Movimiento Romántico» podían, en el Teatro Moderno español, arroparse con caracteres nacionales… y otras variadas polémicas. Como creador, cultivó todos los géneros: poesía, narración, teatro, historia, biografías, crítica.

Se había propuesto introducir el romanticismo en la escena española con La Espada de un Caballero, un drama escrito tres años antes que La Conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y Mulas de Lana; cuatro antes que Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, cinco antes que El Trovador, ópera que luego no se estrenaría hasta 1846. En 1836 escribe La Peña de los Enamorados, en la que introduce ya notas plenamente románticas (la evasión en el espacio y el tiempo, el interés hacia la Edad Media…). Pero su obra fundamental, uno de los mejores dramas del romanticismo español es Doña María de Molina, publicada en julio de 1837 en el n° 84 de El Porvenir en la que deleita temas de inspiración tradicional, del romancero y de nuestras glorias pasadas. 

Habría que destacar también sus relatos de épica en prosa: pequeños dramas en los que conjuga la narración con el diálogo y la pintura de caracteres, de los que el más famoso es, sin duda, La Manchega.

Murió en Lequeitio, Vizcaya, en 1889

Foto: Nadar, Gallica

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