1. “Firma de Mariano Vicente Blas Garoz y Peñalver, Diputado por La Mancha en la Constitución de Cádiz publicada el 19 de marzo de 1812”, en Ramón Sánchez González, “Mariano Vicente Blas Garoz y Peñalver (1758-1830)”, Revista de Estudios Monteños, Toledo, nº 139 (2012), p. 17.

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Mariano Vicente Blas Garoz y Peñalver " Blas Garoz"
Los Yébenes (Toledo).
1758 -
Los Yébenes (Toledo).
1830.
Diputado, militar y poeta.

Mariano Vicente Blas Garoz y Peñalver nació en Yébenes el 24 de septiembre de 1758. Sus padres, don Manuel Blas Garoz de Soto, natural de Yébenes y doña Joaquina Peñalver Pérez de la Serna, natural de Mora. Quedó huérfano de padre apenas 28 días después de su nacimiento. Manuel Blas Garoz de Soto, Bujier de Cámara que era del Rey Fernando VI falleció repentinamente, a los 31 años de edad, en 23 de octubre de 1758. No había cumplido todavía los cinco años cuando también murió su madre, enterrada el 11 de septiembre de 1763 en la iglesia de Santa María de Altagracia de Mora.

Su infancia transcurrió en Mora, donde en 21 de mayo de 1773 se hizo cargo de su tutela don Hilario Peñalver, quien se obligaba a cuidar de su educación y asistencia y del beneficio y administración de todos sus bienes, que entonces se valoraban en casi 60.000 reales y posesiones en los términos de Yébenes, Consuegra y Turleque.

Garoz debió de comenzar sus estudios universitarios muy poco después de 1773, en Toledo, donde estudió tres años de filosofía antes de pasar a la Universidad de Alcalá. Allí estudió tres años de Leyes en Alcalá, donde completó su formación con dos años de estudios de cánones, presentando ejercicios en la Academia de Jurisprudencia del Patio Principal también denominada de los Santos Justo y Pastor. En 16 de junio de 1778, obtuvo el grado de Bachiller en Derecho Canónico.

Desde que quedó completamente huérfano, Garoz sentía haber tenido “la horrible desgracia, casi de las mayores del mundo, de estar en tutoría y curaduría”, primero de Francisco Blas Garoz, su abuelo paterno, luego de don Juan Alfonso Peñalver, su abuelo materno, y finalmente bajo la de Hilario Peñalver, su tío, hasta la edad de 22 años. Su sentimiento de soledad aumentó a medida que fueron falleciendo sus parientes más cercanos.

En 1780, siendo ya bachiller en leyes por la universidad de Alcalá de Henares, Garoz pidió y obtuvo licencia y venia para administrar por sí mismo su persona y bienes aun cuando todavía no había alcanzado la mayoría de edad de 25 años. Para esa fecha, posiblemente, ya había ingresado como cadete en el Regimiento de Milicias Provinciales de Toledo. En su hoja de servicios consta su calidad de noble y la graduación de subteniente el 20 de noviembre de 1782. También consta su ascenso a teniente el último día del año 1786.

Todavía residía en Mora y lo siguió haciendo, al menos, hasta 1790. Para esa fecha, ya se había casado con doña Josefa de Zayas y Potao, hija del marqués de Zayas, Inspector General de infantería. También había nacido su hijo Francisco, bautizado posiblemente en Mora y, ya en Yébenes, había sido bautizada su hija Manuela María Isabel, nacida el primero de enero de 1789. La familia crecería con los nacimientos de Francisca de Paula Tomasa Anastasia, en abril de 1791, y Luisa Francisca Ana, en 1792. Lamentablemente, la primera de estas dos últimas fallecería en enero de 1793, cuando aún no había cumplido los dos años.

En marzo de 1793, Garoz se incorporó, junto con su regimiento, al ejército de Aragón, para prestar servicios durante la llamada guerra de la Convención, contra Francia, entre 1793 y 1795.  La misión de esta fuerza era defender los difíciles pasos centrales del Pirineo y ayudar, si la situación lo exigía, como así ocurrió, a los otros dos ejércitos pirenaicos, en los frentes catalán y vasco-navarro. Garoz sirvió en el ejército de Aragón 31 meses destinado en los puestos avanzados al frente del enemigo. Según él mismo relata, estuvo encargado de organizar la defensa del puerto de Tendeñera, desde Linás, una aldea situada en el valle de Broto, cercana a los núcleos más poblados de Torla y Broto. Más tarde, fue nombrado comandante del castillo y baterías de Santa Elena de Biescas de Subirón, en el valle de Tena.

El 28 de febrero de 1795, a los 36 años de edad y constando ya en su hoja de servicios que su salud estaba quebrantada, fue ascendido a capitán de la segunda compañía del Regimiento. Sirvió como capitán hasta el 30 de abril de 1799, habiendo seguido la carrera militar diez y seis años, “hasta ser víctima del favorito” Godoy, como él mismo afirmaba.

Para entonces, la familia había crecido con tres nuevos vástagos: en 1796, Alejandra María del Pilar, que moriría de viruelas en 1803; en 1797, Mariano Francisco Tomás Sinforiano y, en 1799, Jacoba Tomasa Francisca de Paula. Les seguirían, en 1801, Paula María del Pilar Francisca, que apenas viviría siete meses; en 1802, María del Pilar Francisca de Paula Manuela y, finalmente, en 1804, Romualda Tomasa María del Pilar.

Garoz residió preferentemente en Yébenes en los primeros años del siglo XIX. En el otoño de 1807, aporta datos y escribe sobre hechos en una forma que sugiere su presencia en la Corte, cerca del príncipe Fernando, en momentos próximos a la jornada del 27 de octubre de ese año, cuando se producen los sucesos que se conocen como “la conspiración de El Escorial”, y cuyo objeto era aupar al trono al príncipe Fernando, derrocando al rey Carlos IV.

Fue la antesala del motín de Aranjuez y de la rebelión contra la ocupación francesa que conocemos como “guerra de la independencia”. Garoz debió de vivir buena parte de estos acontecimientos en Madrid. Entre marzo y mayo de 1808 compuso uno de los monumentos jeroglíficos que se conservan en el Palacio Real, dedicado al ya rey Fernando VII, hacia quien demuestra una gran lealtad.

Tras la entrada de Napoleón en España, en noviembre de 1808, con lo más florido de sus generales, el 1 de diciembre, Garoz caminó hasta Tembleque, donde un amigo le facilitó un caballo y un criado en una burra para llevar mi carga, para ir a Yébenes, al que llegué molido a las 9 de la noche”. Tras ocultarse algunos días en los montes y constatar la ruina de su hacienda y la confiscación de sus bienes, Garoz tomó el camino de Sevilla, donde llegó el 18 de febrero de 1809. Allí solicitó una plaza de oficial de una de las Secretarías de Estado y del Despacho, que se le habían ofrecido anteriormente, y un puesto de comisario de guerra. Por su hoja de servicios sabemos que ocupó la plaza de oficial en la secretaría de Estado y del Despacho universal de la Guerra el 22 de marzo de 1810,  cuando ya se hallaba en Cádiz, donde llegó en abril de 1809.

Desde el 22 de marzo de 1810, hasta el 20 de octubre de 1819, en que fue jubilado, Garoz prestó servicios en la Secretaría de Guerra, pero tres de esos años, menos unos pocos días, se correspondieron con su participación como diputado en las Cortes de Cádiz, donde vivió primero en una celda del convento de los padres carmelitas y luego en el número 142 de la calle Ancha.

Por Real orden de 16 de agosto de 1810, la Regencia había hecho un llamamiento a los vecinos y naturales emigrados de las provincias que no hubieran podido nombrar diputados para las Cortes por estar en todo o en parte ocupadas por el enemigo, para formar listas circunstanciadas de todos sus individuos. Convocados los naturales de la Provincia de la Mancha presentes en Cádiz para elegir diputado suplente por su provincia, la tarde del día 25 de septiembre, Blas Garoz resultó designado por insaculación, tomando posesión el 9 de octubre de 1810.

Nada más tomar posesión, Garoz fue comisionado para la importante tarea de colaborar en la formación de la Biblioteca de las Cortes, que estaba llamada a cumplir un papel esencial como recurso a disposición de los miembros del Congreso. La participación de los comisionados Garoz y Escudero, junto a Bartolomé José Gallardo, el primer bibliotecario, fue decisiva en la formación inicial de la biblioteca, pues no se limitaron a localizar obras de interés en el Colegio de Guardias Marinas, como había sido su encargo original, sino que extendieron su labor, además, al Real Colegio de Medicina y Cirugía de Cádiz. A lo largo del año en que Garoz estuvo comisionado, la biblioteca de las Cortes fue creciendo en volúmenes hasta alcanzar una cifra que se calcula en torno a los cinco mil.

Fueron numerosas las intervenciones del diputado Garoz, como es denominado en el diario de sesiones, tanto en comisiones como en pleno. Entre ellas, en los debates sobre la libertad de imprenta pidiendo que el impresor no tuviera responsabilidad sobre lo publicado; también en relación con lo que hoy denominaríamos “transparencia”: la necesidad de que circulase la información que tenía el gobierno para que todo el mundo tuviera un conocimiento adecuado de la realidad a la que se estaba enfrentando el país. O sobre el secreto de la correspondencia, en el que se mostraba partidario de que sólo se abriesen cartas sobre las que hubiera fundadas sospechas de que pudiesen afectar a la seguridad de la nación, dada la situación de guerra. Fue partidario de que se declarasen nulos todos los actos de Fernando VII durante su cautiverio. Y, como miembro de la comisión de guerra, intervino a favor del reconocimiento del carácter militar de las partidas guerrilleras de Espoz y Mina en Navarra y Aragón.

Garoz tuvo una participación muy activa en el examen y discusión del proyecto de Constitución. Se mostró partidario del reconocimiento de la religión como derecho, de mejorar la organización de la administración para que los asuntos pudieran despacharse con diligencia, de establecer un régimen adecuado de incompatibilidades de los empleados públicos para ser diputados.

Si Garoz había tenido un importante papel al principio de su incorporación a las Cortes, con su participación en la organización de la biblioteca del Congreso, no fue menos importante su actuación en relación con la difusión del texto constitucional aprobado. Fue designado, junto a Juan Nicasio Gallego y Evaristo Pérez de Castro para la comisión especial que debía encargarse de todo lo relativo a la impresión de la Constitución, promulgada el 19 de marzo de 1812.

Culminado el trabajo de dar a luz una Constitución para España, Garoz sintió la necesidad de conectar con sus representados, mediante una Proclama instructiva que hace a los Manchegos su Diputado suplente en el augusto Congreso, fechada en Cádiz, a 30 de agosto de 1812. En ella, Garoz evocaba “las lágrimas de mi mujer e hijos, cuando casi desnudos volvimos de los montes de Toledo, y hallamos saqueada mi casa” para reafirmarse en sus convicciones religiosas. Apelaba al heroísmo que habían demostrado sus conciudadanos en su resistencia contra el invasor, aun a riesgo de perder vidas y haciendas. Manifestaba su lealtad al rey Fernando VII, al tiempo que hacía una encendida defensa de la Constitución y proclamaba su fe en la victoria final contra el opresor francés.

El 14 de septiembre de 1813 se dieron por concluidas las sesiones de las Cortes. Garoz se desempeñó como oficial en la Secretaría de Guerra, entre 1814 y 1819. Adquirió el grado de Teniente Coronel en 29 de agosto de 1815, y un año después fue nombrado Oficial segundo de la secretaria de Estado y del Despacho Universal de la Guerra de España e Indias.

En esos años, tenía fijada su residencia en Madrid, en una casa en la Corredera de San Pablo, número 7, con una salud cada vez más quebrantada. Durante la campaña de 1793-1795 había contraído lo que él llamaba una debilidad de nervios, que se concretaba, según un documento fechado en noviembre de 1820, en “los repetidos ataques de reuma y erupciones herpéticas que le han tenido postrado reiteradas veces desde que, sirviendo en clases de teniente y capitán en las guerras de los años de 93, 94 y 95, los contrajo”.

Ello le obligó a solicitar licencias, prácticamente cada año, para desplazarse a tomar baños sulfúricos en Pozuelo de Calatrava, Ciudad Real, en el manantial, el baño y la casa hospedería que había en los Hervideros de Fuensanta.

El 20 de octubre de 1819, “teniendo el rey en consideración el mérito, servicios y circunstancias de don Mariano Blas Garoz y Peñalver, oficial segundo primero de la secretaría de estado y del despacho universal de la guerra, se ha dignado jubilarle con todo su sueldo, concediéndole al mismo tiempo los honores de Ministro del consejo supremo de la guerra”.

En 1828, el estado de salud de Mariano Garoz debió empeorar considerablemente. Hizo testamento el 20 de diciembre de ese año ante el escribano de Yébenes José Gregorio de Castro. Quería ser enterrado en hábito de San Francisco en el campo santo cementerial de Yébenes y que a su entierro asistieran todos los sacerdotes de la villa. Todavía vivió Garoz hasta el 16 de abril de 1830, fecha en que murió en Yébenes, a los setenta y tres años de edad. Recibió sepultura eclesiástica el 17 de abril de 1830 a las once de la mañana en un acto presidido por todo el cabildo eclesiástico y rindiéndole honores la tropa que se hallaba en el pueblo.

La figura de Mariano Blas Garoz presenta algunos rasgos propios de la nobleza rural de La Mancha, un grupo social que no era señorial ni absentista y no sobresalía ni por su número ni por la calidad nobiliaria de sus antepasados. Garoz pasó su infancia al cuidado de sus abuelos, primero, y de sus tíos después. Desde luego, no fue un joven despreocupado por la educación; participó activamente en la Universidad, tratando de mejorar siempre su formación y tampoco hay motivos para dudar de una verdadera vocación militar, pues sólo la falta de salud le impidió continuar en activo en el ejército.

Antes de su llegada a las Cortes de Cádiz, Blas Garoz se muestra como un hombre de pensamiento conservador cuyo sentimiento contrario a las ideas innovadoras aportadas por la Ilustración franco-alemana primero, y por la revolución francesa, después, se va radicalizando a consecuencia de su propia experiencia vital. En ese ambiente se produjo su incorporación al frente de batalla en los Pirineos centrales. La guerra, sin duda, contribuyó a afirmarle en sus ideas conservadoras. La derrota y la evolución posterior de los acontecimientos le llevarían a reafirmarse en sus convicciones, que quedarían patentes en sus obras escritas antes de 1810: defensa de la religión, de los valores tradicionales de la cultura española, de la Nación y, sobre todo, del Rey, en la persona del futuro Fernando VII, en quien pretendía ver al hombre capaz de llevar a cabo el buen gobierno que España necesitaba.

Los sucesos de 1808 y la posterior guerra contra Francia ratificaron la división entre conservadores y reformadores y obligó incluso a los más moderados a tomar partido y definirse como afrancesados o patriotas. La participación de Blas Garoz en las sesiones de las Cortes de Cádiz no permite clasificarle claramente entre los diputados más estrictamente conservadores o “serviles”. Es claro que tanto sus jeroglíficos como los discursos cristiano-patrióticos responden a una ideología conservadora, pero ésta no se refleja de forma evidente en sus intervenciones. Al contrario, su participación en los debates sobre la libertad de imprenta, la organización municipal, la abolición de los señoríos o los derechos de los españoles de ultramar, incluidos mulatos y esclavos, son muestra de un cierto talante liberal. Es cierto que siempre fue un decidido defensor de la religión y del rey, pero en esto tampoco se diferenciaba de la gran mayoría de los diputados. Por otro lado, la proclama de agosto de 1812 a sus conciudadanos es el discurso de un constitucionalista y su defensa de la Constitución gaditana no puede ser puesta en duda.

Mariano Blas Garoz vio sus méritos reconocidos por liberales y conservadores. No consta que se tomara contra él medida represiva alguna durante el Trienio Liberal, como tampoco consta que se produjera antes o después de esa etapa. Esto avala de alguna manera su personalidad fiel y leal, desde el convencimiento y la buena fe, a la autoridad soberana de la nación, ya fuera ésta representada por el monarca en ejercicio, o por las Cortes, autoridad soberana mientras el rey permaneció cautivo.

Sin duda, tuvo ocasión de haber fijado su residencia en la corte, en cuanto oficial de la Secretaría de Guerra, pero no quiso administrar su hacienda a distancia y optó por residir preferentemente en su pequeña patria manchega, en Yébenes, lugar que también escogió deliberadamente para morir.

Obras:

  • Compendio de la venida en carne mortal de María Santísima del Pilar de Zaragoza, recopilado de los mejores escritores…, Madrid, por la viuda de Barco López, 1808.
  • Descripción histórico – poética de los valles, puertos y entradas a Francia por el reino de Aragón…, Madrid, por la viuda de Barco López, 1808.
  • Prospecto alegórico, histórico, poético literario, o monumento de amor y fe creado apresuradamente por don Mariano Blas Garoz Peñalver de Campo, monumento y símbolo de la heroicidad y virtudes de Fernando Séptimo, proclamado Rey de España por la gracia de Dios, obligado por la justicia y apoyado en su origen y hechos, 1808.
  • Prospecto de alegoría, historia, poesía y literatura, y monumento de lealtad, amor y fe…que simboliza este reino de España en masa, alianza y unión de Inglaterra y Portugal…y virtudes, y heroicidad del tan singular como amado Fernando VII, 1808.
  • Discursos cristiano políticos sobre algunos principales acaecimientos de España desde octubre de 1807 hasta 1810, reconocidos como efectos del amor y misericordia que ha usado y usa el Señor con ella como predilecta entre las demás naciones, Impreso en Valencia y Reimpreso en Madrid en 1815.
  • Cartilla de las cinco cosas, y opiniones o cálculos falibles Que si no debieron creerse, ni despreciarse cuando se escribieron, aunque estaban concebidos dentro de la esfera de la posibilidad, hoy deben admirarse viéndose realizados, Madrid, Imprenta de Repullés, 1814.

Referencias:

  • Ramón Sánchez González, “Mariano Vicente Blas Garoz y Peñalver (1758-1830)”, Revista de Estudios Monteños, Toledo, nº 139 (2012), pp. 15-18.
  • Urquijo Goitia, Diccionario biográfico de parlamentarios españoles. Cortes de Cádiz. 1810-1814, Madrid, Cortes Generales, 2010 (CD).

 

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