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Enrique Martí Jara
Alpera (Albacete).
1890 -
Madrid.
1930.
Catedrático de Derecho, Escritor y Político.

Nació en 1890 en Alpera (Albacete). Su vida fue corta, pero intensa. Combinó la actividad académica con la política desde su juventud. Sus facetas de luchador contra la Dictadura de Primo de Rivera, impulsor del movimiento republicano y hombre de Azaña han ocultado a la historia su relevancia académica y méritos intelectuales, cuando fueron estos aspectos los que marcaron su devenir político. 

Como especialista en Derecho Público tuvo entre sus preocupaciones el régimen de libertades. Por ello presenció con pesadumbre la llegada de la Dictadura y entregó su entusiasmo y energía a la causa republicana. Murió en Madrid el 18 de agosto de 1930, cerca de la tierra de promisión (Segunda República), pero como Josué no logró pisarla. Fue un catedrático fugaz en una vida fugaz.

Giner de los Ríos y, sobre todo, Adolfo Posada, fueron sus maestros y mentores durante su vida de estudiante universitario. Su influencia llevó a Martí Jara a adoptar el ideario de la Institución Libre de Enseñanza y, concluida la Licenciatura en Derecho, a solicitar y obtener en 1912 una pensión de la JAE para estudiar “La organización y gobierno de los grandes municipios en Francia e Inglaterra, especialmente el desarrollo de la municipalización de servicios”. En su petición alegaba como méritos ser “Premio extraordinario de la Licenciatura” de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid y alumno de doctorado de la Cátedra de Derecho Municipal; estar inscrito en los estudios preparatorios del Centro de Estudios Históricos para alumnos que han de ampliar estudios en el extranjero y afiliado a los trabajos de la Sección de Derecho Civil; tener una recopilación bibliográfica sobre “municipalización”; y conocer los idiomas francés e inglés. Inicialmente su pensión era para seis meses pero diversas circunstancias (interrupciones por fallecimiento de su padre, vacaciones estivales, prórroga…) la alargaron a quince. Partió hacia París el 20 de octubre de 1912 y retornó de Londres el 24 de enero de 1914 al verse obligado a suspender sus labores por la I Guerra Mundial, siendo su estancia real fuera de España de 10 meses y 16 días.

Según consta en su frecuente correspondencia con el secretario de la JAE, D. José Castillejo, y con su maestro, Adolfo Posada, en París asistió al Congreso de Alcaldes de Francia; realizó, en la Facultad de Derecho y en la Escuela Práctica de Altos Estudios, los cursos de “Derecho Administrativo” y “Gobierno Local” de Berthelemy, Lapradell, Jeze… y el seminario sobre “Historia del municipio francés” impartido por Bemot; y visitó los servicios municipales parisinos de limpieza, alumbrado, aguas…

A finales de marzo de 1913 se traslada a Londres y se matricula en la London School of Económics and Political Science. Sigue los cursos sobre “Gobierno Local” de Smith y Wallas e “Industrialismo” de Webb, a la vez que investiga en la Biblioteca del Museo Británico y aprovecha la experiencia acumulada en París para entrevistarse con los directores de los servicios londinenses (tranvías, construcción de casas baratas y para obreros, refugio para los parados, incendios, policía, parques, alumbrado, aguas…) y visitar los establecimientos para conocer su funcionamiento. Durante un mes residió en Worthing, donde completó sus conocimientos sobre los municipios ingleses estudiando el Condado de Sussex, en particular el burgo donde residía y varias parroquias vecinas. También analizó los servicios peculiares de las submunicipalidades (parroquias y burgos) del Condado de Londres, principalmente de la City, Westminster y Holborn.

Tras regresar a España concluye los meses que le quedan como pensionado de la JAE investigando las copias de las Ordenanzas Municipales de los pueblos de España, de la Sección 1ª del Instituto de Reformas Sociales (IRS). Ante el ingente trabajo que implicaba analizar dichas ordenanzas para toda España, y siguiendo las orientaciones de su maestro Adolfo Posada, centró su investigación en las ordenanzas del Consejo Abierto de la región de León. A mediados de 1914, concluida su actividad como pensionado, envía a la JAE tres memorias justificativas de su trabajo en Francia (Contribución al estudio del Derecho Municipal: Indicación sobre los servicios municipales de París), Inglaterra (El gobierno de la ciudad inglesa) y España (Municipalización de los servicios públicos), ésta como resultado de su investigación en el IRS, que le ocupo sus últimos meses como pensionado y ocho meses más como becario del Centro de Estudios Históricos en el curso 1914-1915. La más “rentable” de dichas Memorias para él, en términos académicos, fue El gobierno de la ciudad inglesa. Constaba de tres partes: “Unidades rurales de Gobierno Local” (parroquia y condado); “problemas de la ciudad moderna”; y “la ciudad inglesa” (el burgo en la evolución política inglesa). La presentó para obtener el certificado de suficiencia investigadora (26-septiembre-1915) y para lograr el premio extraordinario en el grado de Doctor. Posteriormente, revisada y ampliada, fue publicada manteniendo la tesis inicial de que “la historia demuestra reiteradamente como las ciudades fueron el campo abierto de la democracia y el refugio de las libertades”.

El 13 de abril de 1918 gana por oposición la cátedra de Derecho Administrativo de Santiago de Compostela. Meses después (28-enero-1919) es nombrado catedrático de dicha disciplina en la Universidad de Salamanca. Al año siguiente (14-abril-1920) logra la cátedra de Derecho Político español en la Universidad de Sevilla sustituyendo al fallecido D. José Alberto Jardón y Santa Eulalia. 

El éxito de su carrera académica no enfrió su afán renovador en docencia e investigación como buen institucionista incardinado en la disciplina iuspolítica encargada de suministrar las claves para comprender científicamente el orden social y estatal en la historia. Su colaboración con D. Ramón Carande en Sevilla; su implicación junto a José Giral y Antonio Marsá en la Escuela Nueva -movimiento pedagógico muy extendido en las postrimerías del siglo XIX y primer tercio del XX dirigido, como extensión universitaria, a la formación de los obreros-, de la que sería su último director; y las solicitudes en 1919 y 1920 a la JAE para realizar nuevas estancias en el extranjero así lo confirman. Tales peticiones se le denegaron aún cuando aceptaba la concesión de media pensión únicamente, sin que por ello se desvinculara de la JAE. En septiembre de 1922, hallándose en Berlín estudiando la nueva organización política de Alemania surgida tras la I Guerra Mundial con el pertinente permiso de la Facultad de Derecho de Sevilla, solicita y obtiene de nuevo la condición de pensionado, pero sin retribución alguna, desde octubre a diciembre de dicho año. Así pudo soslayar la situación ilegal en la que había quedado al suspenderse el régimen de autonomía universitaria que permitía a los claustros de las facultades la concesión de licencias por estudios en el extranjero como la suya. Su carta de agradecimiento a D. José Castillejo por el apoyo prestado revela su entusiasmo, dedicación, espíritu de sacrificio por la investigación y desapego materialista. En ella le comunica sus lentos avances en el aprendizaje del alemán y el pago por la traducción de apuntes que hace para poder seguir las clases en la Facultad de Derecho de Berlín y en la Deutche Hotch Chule für Política y, así, avanzar en su trabajo.

Tras regresar de Alemania, su dedicación a la actividad política arrinconó su vida académica e investigadora. No obstante, aún publicaría en 1929 el libro jurídico-político El rey y el pueblo. El constitucionalismo de la posguerra y la propuesta de constitución española donde explica, a su modo, la historia constitucional reciente resaltando como mientras en Europa los efectos de la Gran Guerra suponen la victoria del pueblo contra el rey, en España se acentúa la exaltación de la Corona y se exterminan los valores del pueblo. Como recogía el diario ABC de la época, la obra mira a través de una corriente universal el peregrino intento de absolutismo que implica la propuesta de nueva constitución.

La actividad política formó parte de sus quehaceres desde joven. De una primera etapa destaca: elección como diputado provincial por el distrito de Almansa en 1917; campañas electorales de 1918 y 1923 acompañando a Azaña como candidato reformista por el partido judicial del Puente del Arzobispo (Toledo); afiliación en 1919 a la Agrupación Republicana Gubernamental, fundada por José Giral, que, tras abandonar Azaña el Partido Reformista donde estaba encuadrada, se rehizo y cambio su nombre por el de Unión Republicana Salmantina; su habitual colaboración desde 1920 en El Socialista junto a otras personalidades políticas e intelectuales de la talla de Marcelino Domingo, Luís Araquistain, Manuel Pedroso, Manuel Cardenal, Leopoldo Alas… 

A raíz del Golpe de Estado de 1923 comienza una nueva etapa política para Enrique Martí que se caracteriza, en la línea de Azaña, por intensificar su actividad y radicalizar su pensamiento político, alejándose del reformismo de Melquíades Álvarez al que critica por su tibia reacción ante el golpe. Su descontento con la situación política le lleva a integrarse en la logia masónica del Grande Oriente Español junto a otros catedráticos universitarios como Giner de los Ríos, José Giral, Gabriel Bonilla, Luís Jiménez… y a conspirar contra la Dictadura desde los pasillos del Ateneo de Madrid, refugio tradicional en España del libre pensamiento y de la libertad de cátedra que se erige en centro generador de opinión y canalizador del movimiento opositor al régimen. Prueba de ello es la organización creada de las “novenas”, pequeños grupos de oposición denominados así en referencia a las nueve personas que constituyeron el primero (Martí, Azaña, Jiménez, Giral, Ramón Pérez de Ayala, Araquistain, Honorato de Castro, Teófilo Hernando…). En poco tiempo la cifra de “novenas” era 250 y su ideario quedó recogido en un manifiesto elaborado por Azaña y no publicado donde se denomina a la agrupación Acción Republicana. En verano de 1925, encarcelada la junta directiva y dispersadas las “novenas”, desaparece la oposición gestada en el Ateneo. En otoño se rehace el movimiento con reuniones preparatorias para la llegada de la República en la rebotica de José Giral (Atocha, 35). Los más asiduos a ellas fueron el anfitrión, Azaña, Martí, Jiménez, Pérez de Ayala, de Castro, M. Domingo, Hernando y Roberto Castrovido. El grupo se denominó Acción Política y después Acción Republicana, germen del futuro partido Alianza Republicana que acabará liderando Azaña y de cuya Junta Nacional fue secretario Martí Jara antes de su creación formal el 17 de agosto de 1930 con la celebración del denominado Pacto de San Sebastián que culminaba la coalición de fuerzas republicanas y al que, paradójicamente, no pudo asistir Enrique Martí (fallece al día siguiente). El liderazgo de Azaña no hubiera existido sin Martí Jara. Su apoyo moral y anímico, así como su impulso para que se embarcara en aventuras políticas en 1925, un año crítico y de catarsis en la vida de Azaña, fueron claves para ayudarle a superar su actitud indolente y depresiva, poniéndole en camino del quinquenio más productivo de su trayectoria personal y política que le conducirá a la Jefatura del Gobierno tras proclamarse la Segunda República. 

En cuanto a la vinculación de Enrique Martí con Albacete, desde su marcha a Madrid hasta su fallecimiento, fue ocasional y centrada, sobre todo, en la actividad política, aparte de las frecuentes estancias en su finca familiar de Alpera. Al margen de su elección como Diputado Provincial por Almansa en 1917, Martí Jara ha pasado a la historia albaceteña como uno de los artífices del resurgir republicano en la provincia. Él y Arturo Cortés lideraron el grupo de románticos opositores a la Dictadura (Orovitg, Ferrús, García Farga, Coloma, Navarro Esparcia, Mateos, Puerto, Pedro José Cortés…). Con él desarrolló una incansable actividad conspiradora que le llevó a prisión en una ocasión y a esconderse en otras para no ser detenido. La función de Martí Jara en el grupo era, además de líder, de nexo de unión con la cúpula republicana madrileña. Prueba de ello fue su papel como enlace entre Madrid-Valencia en el fallido Golpe de Estado de Sánchez Guerra. El 29 de enero de 1929 se reunió en su finca de Alpera con otros conspiradores para planificar la llegada a Valencia, pasando por Murcia, del general Gonzalo Queipo de Llano que lideraría la sublevación en dicha plaza. Ello no es óbice para reconocer su disposición a colaborar en actividades no políticas planteadas en la provincia como, por ejemplo, su participación en 1926, junto con otros pensionados de la JAE, en el “Primer Cursillo de Perfeccionamiento para Maestros” que organizó en Albacete José María Lozano, director de la Escuela Normal albaceteña.

Las alusiones a Enrique Martí Jara en los escritos y memorias de algunos amigos ayudan a redondear su figura. Manuel Azaña, en sus Memorias políticas y de guerra le dedica dos páginas. En ellas se puede leer: “Era muy buena persona, tenaz hasta la terquedad, bastante propenso a ‘sulfurarse’ y muy entusiasta por la ‘causa’ (…) es el que me llevó, casi tirando de mí a la fuerza, a los primeros trabajos para organizar Alianza republicana (…) de mi apartamiento huraño me sacaba Martí Jara llevándome a empellones a los comités y consejos políticos preparatorios de la revolución. Cuando había que destacar a alguien en algún puesto, me destacaba a mí, con la extrañeza de unos y el desdén de otros…”. Por su parte, su paisano Arturo Cortés dice de él: “Ocupaba puestos envidiables como catedrático, como escritor y como político, y poseía más de un millón de pesetas. Y, en esas condiciones, él nunca vaciló a jugarlo todo a la carta de la República. Era una gran inteligencia al servicio de un gran corazón”. Finalmente, para su amigo del Ateneo Nicolás Pérez Serrano representaba “la inteligencia clara, la palabra precisa, la cultura selecta, era el jefe de la conversación”, lamentándose, en referencia a Martí Jara, de que “los españoles, pobres latinos, morimos a los cuarenta años sin dejar más que un par de libros pero habiendo pensado y hablado lo que podría constituir material aprovechable para copiosos volúmenes”.

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