Máximo Revenga Salamanca.

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Máximo Revenga Salamanca
Nambroca (Toledo),.
1921 -
Toledo.
1995.
Moldeador, Vaciador, Restaurador .

Nada más me consta de su niñez que el lugar y la fecha de su nacimiento y que sus padres se llamaban Germán y Juana. Los datos de la hoja de servicio de la Escuela de Artes indican que su primer domicilio toledano estaba en el callejón de los Dos Codos nº 9.

Varios testimonios coinciden en que, después de terminar la escuela primaria, entró en el taller de fundición de la Fábrica de Armas como aprendiz. Unos dos años más tarde lo cambió por la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Toledo, y se matriculó en las asignaturas de Dibujo Artístico y Talla en el curso 1937-1938 de dicha Escuela.

Seguía con Dibujo Artístico, curso tras curso hasta 1943, pero, a partir del segundo año, cambió Talla por Modelado y en todas estas materias siempre consiguió la calificación de “sobresaliente”.

En 1953 se casó con Aurora Díaz Sánchez, natural de Cobisa, fallecida en 1979, y de este matrimonio nacieron dos hijas y un hijo. Hasta 1955 cursó Composición Decorativa, Escultura, Cerámica, Talla y Carpintería y entre sus profesores aparecen nombres como Enrique Vera, María Luisa Villalba, Ángel Pedraza y Cecilio Béjar. Entre 1937 y 1955 cosechó dos accésit, cuatro Premios Ordinarios y cuatro Premios Extraordinarios, según su hoja de servicio.

Su carrera profesional ya señala una profunda formación: por concurso-oposición entró en la Escuela de Artes de Jaén como ayudante del Taller de Vaciado; ingresó en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Toledo en el curso 1960-1961 figurando en la memoria de la Escuela como profesor de Cerámica y Vidriería Artística al lado de D. José Aguado Villalba. Posteriormente, tras diferentes prórrogas que duraron hasta 1963, pasó al Taller de Vaciado.

Para la gran exposición en el Hospital-Museo de Santa Cruz de Toledo en 1958, por el  centenario de la muerte de Carlos V, Revenga hizo, por encargo del director del mismo, una reproducción en barro cocido de un Carlos V adolescente, que estaba en del Museo de Brujas, como me comentó Pepe Revenga; me dio la foto (imagen 3) de una copia, que encontró en la casa de su padre.

No he hallado fechas fehacientes, pero debe de ser a partir de la segunda mitad de los años cincuenta cuando el gran escultor Victorio Macho, que había vuelto a España en 1952 y que en 1954 se afincó en la toledana Roca Tarpeya, eligió a Máximo Revenga como ayudante de su máxima confianza, papel que Revenga desempeñaría hasta la muerte de su maestro en 1966. Desgraciadamente, no he hallado ninguna foto de los dos juntos, pero hay un testimonio precioso de su relación en las palabras que Félix del Valle pronunció en una sesión extraordinaria de la RABACHT. el 5 de junio de 2016 con motivo del 50 aniversario de la muerte de Victorio Macho.

Cuenta que un día llevó un ángel modelado en plastilina al taller de Revenga, “especialista en vaciados y fundición”, y el entonces “ayudante del escultor Victorio Macho”, para que su amigo lo fundiera y que Revenga luego se lo mostró al maestro, que le invitó a enseñarle la obra de damasquinado una vez que estuviera terminada (p.30).

Mucho más tarde, el día 13 de julio de 1966, Revenga sorprendió a su amigo mostrándole el vaciado en escayola, que acababa de hacer, de la mano derecha de Victorio Macho recién muerto, con el yeso calcinado aún caliente, lo que Félix del Valle comentó en aquella sesión extraordinaria así: “Ahora me pesa que yo, largo en amistad, pero corto en palabras, no agradeciera suficientemente en vida a mi amigo Revenga el honor que me hizo siendo el primero al que mostrara aquella mano que tanto arte había creado” (p.40).

La próxima fecha que aparece en la hoja de servicio ya es el año 1978 en la que constaba con una titulación de “graduado en Artes Aplicadas…”. Las notas a partir de 1963 no parecen ni completas, ni fidedignas, porque figuran sus dos hijas, pero no hay mención alguna de su hijo Pepe, que también fue alumno de dicha Escuela, aunque por poco tiempo; además Pepe me aseguró que es falso que “tras una grave enfermedad” su padre pasara “a la situación de jubilación forzosa”, como se lee en la hoja de servicio.

Lo cierto es que entre los sesenta y los ochenta fue llamado a hacer diversas restauraciones en edificios emblemáticos del casco toledano (Palacio de Fuensalida (imágenes 4 a 7), Sinagoga del Tránsito, Santa María la Blanca (imagen 8), etcétera, donde restauró las yeserías, compaginándolo con sus clases en la Escuela. Entonces vivían en la c./San Miguel de los Ángeles, 2, cerca del Taller del Moro.

Como mucho más tarde, refiriéndose a sus tinajas y ánforas, Revenga dijo en una entrevista, dada a El Alcázar: “Lo tengo un poco como afición y ’hobby’. En los ratos libres me entretengo haciéndolo”. Y luego, “… más que nada es querer trabajar, querer investigar y tener, como ya he dicho, una gran afición y amor a este arte” (imagen 9).

En muchos encargos trabajaba con Gabriel Sánchez (imagen 9, con los dos trabajando en la sinagoga del Tránsito). Por medio de un pequeño trozo de la yesería original reproducían el portal de la Casa de Mesa por completo (imagen 10).

Aunque parezca increíble, algún año Revenga trabajaba en la catedral, a solas durante las noches y en los años setenta hizo una reproducción de la Virgen Blanca en su taller, que vemos en la foto de su hijo, una foto de las pocas que no se perdieron (imagen 11).

El Colegio de Arquitectos dispone de dos tinajas y dos ánforas hechas por él (imágenes 12 y 13), y estoy muy agradecido a don Manuel que me las enseñó y me permitió fotografiarlas. Además, son obra de Revenga las yeserías del portal y de los capiteles del patio de este Colegio, reproducidas a base de unos pocos restos de las originales que había (imágenes 15 y 16).

Todos estos ejemplos son solo una pequeña parte de sus trabajos en edificios públicos. Por tanto, no sorprende que en 1979 le fue concedido el título de académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (imagen 17).

La ceramista Grego López-Aguado, que a principios de los ochenta lo conoció recién enviudado como alumna, me dijo que el hacerse ella ceramista se lo debe a él porque le infundió el amor por el barro y le enseñó cómo tratarlo adecuadamente. Contó que él llevó a sus alumnos a paseos por la ciudad para enseñarles los tipos de barro empleados en edificios o muros de las diferentes épocas, y cómo se han conservado, dependiendo de una cocción más o menos adecuada. Recordó también que solía invitar a Lola García de la Torre, profesora de cerámica y colega suya en la Escuela, y a ella, Grego, a acompañarle en las restauraciones que le habían encargado, por ejemplo las de los capiteles y las olambrías de la sinagoga Santa María la Blanca; sin embargo, en otra restauración posterior se estropearon bastantes trabajos suyos.

En 1984 se celebró la exposición de una colección de ánforas y tinajas, hechas por él, en la Agrupación Social del Canal Isabel II de Madrid (imagen 18). El folleto correspondiente, con comentario de su segunda esposa, María Luisa Fernández, le presenta como “… artista inquieto por las formas y sin prisas por terminar una obra en la que recrea los elementos mudéjares o góticos y su ilusión se entrelaza en esta rica ornamentación arabesca, a la que aporta también esa sensibilidad suya tan especial que traspasa los gruesos muros de su estudio y sabe comunicarse con todos y con una eficaz y peculiar manera de enseñar a sus alumnos y que hace de ellos constantes amigos, como solo sabe hacerlo un hombre cuya calidad humana, calidad de trabajo e ilusión son auténtica”.

Luego vino la jubilación “por edad”; dejó muchos de sus moldes y piezas de barro en la Escuela de Artes y no pocos, como me dijeron, terminaron en la basura; muchas copias suyas de yeserías antiguas, por ejemplo, las repartió entre sus alumnos y amigos.

También se llevó algunos de sus trabajos a Cobisa, donde él y su amigo Gabriel Sánchez se estaban construyendo dos casas gemelas; luego él siguió con lo suyo. Entonces le gustaba visitar a su antigua colega de la Escuela, Lola García y a su marido Pedro, que, inspirados por él, también se habían construido una casa en Cobisa.

A principios de los noventa la gran fotógrafa alemana, Renate Takkenberg-Krohn, le retrató en una foto significativa entre su colección de personajes toledanos (imagen 2).

En 1994 se le concedió el Premio de la Real Fundación de Toledo “por su labor de salvaguardia del patrimonio toledano, a través de su dedicación a la restauración de las yeserías”, pero ya no podía recogerlo en persona porque a principios de 1995 murió de un derrame cerebral en un hospital de Toledo, diez meses antes de la entrega del premio.

Desgraciadamente, de toda la obra antes reunida en su casa de Cobisa ha quedado muy poco, igual que se perdieron las muchas fotos de él y sus trabajos allí depositadas. Pero lo más triste e inexplicable me parece que una persona de tal relevancia estuviera casi completamente olvidada en una ciudad que le debe tanto.

Fuentes:

  • Hoja de servicios de la Escuela de Artes de Toledo. Mis más sinceros agradecimientos a doña Rosalina Aguado, que lo buscó y me lo suministró.
  • Félix del Valle y Díaz, “Mis encuentros fortuitos con Victorio Macho” en Recuerdo del escultor Victorio Macho – conmemoración del 50 aniversario de su muerte, Toledo, Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, Edición digital.
  • “Máximo Revenga: la afición por el arte”, en El Alcázar (17-4-1984), p.4. Incluida la foto, desgraciadamente sin nombre de autor.
  • Alejandro Vega, foto y pie en su instructivo blog https://toledoescondido.com/. Con mis más sinceros agradecimientos.
  • Imagen 18 y texto de María Luisa Fernández en el folleto para la exposición en Madrid (1984).
  • Imagen 2, fotografía de Máximo Revenga Salamanca realizada por Renate Takkenberg-Krohn. Generosamente me permitió usar mi amiga para esta biografía.
  • Conversaciones con Grego López-Aguado, Lola García de la Torre, Gabriel Sánchez y Juan José Revenga Díaz (ʺPepeʺ), en este orden cronológico; a todos ellos estoy infinitamente agradecido (Karl Lach) por el tiempo y la ayuda que me han prestado.

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