Su padre, Melchor García Sánchez fue profesor de Pedagogía en las universidades de Huelva, Salamanca y Granada. Colaboró en esta ciudad con Andrés Manjón en la creación y puesta en marcha de las Escuelas del Ave María en el Sacromonte de Granada y trabajó también en las Escuelas Salesianas de Turin.
Desde muy pequeño recibió la influencia de su padre, tanto en su educación como en sus aficiones: lectura de ensayos y poesía, creación de nuevos métodos pedagógicos como la rayuela histórica o la aplicación de los elementos geométricos al análisis gramatical. Tanto fue así que Melchor estudió Magisterio en la Universidad de Salamanca, donde terminó la carrera en 1910 y comenzó a trabajar como profesor auxiliar en la Escuela Normal de Magisterio. Sus primeros poemas datan de estos años, fueron publicados en los periódicos El Salmantino y La Voz de San Antonio.
En 1918 se encuentra trabajando en la provincia de Granada, donde conoce a Avelina Pérez Ruiz, también maestra, nacida en Campocámara y con la que comparte sus dos pasiones: la creación poética y la enseñanza. Avelina ejerció como maestra en pueblos de las provincias de Jaén, Almería y Murcia. Tenía dos hijas nacidas de su matrimonio con Arturo Herrero Mas y en 1926 deciden unir sus vidas y se trasladan a Águilas (Murcia) donde nace Melchor, su primer hijo en común. Tienen cuatro hijos e hijas más. En 1928 se trasladan a Almansa donde Melchor ejerce en la Escuela Unitaria de niños 3 hasta 1933 y en la Graduada hasta 1936.
En Almansa conoce a quien sería un referente en su vida personal y profesional, José Conde García. Conde había creado el periódico infantil Corazón, cuyo lema y divisa era “Escuela y despensa”, frase de Joaquín Costa que resumía para los maestros cuál debía ser el fin y propósito de una sociedad que se quisiera avanzada y progresista. Con Corazón hicieron suyas las palabras de Costa:
“La escuela y la despensa, la despensa y la escuela: no hay otras llaves capaces de abrir camino a la regeneración española”.
Melchor escribió en Corazón sus fábulas y poemas desde 1930 hasta 1936. Fue corresponsal del diario Ahora de Madrid. Escribió en la prensa local y participó en las tertulias literarias y políticas de entonces. Militaba en el partido de Acción Popular cuando fue asesinado el 23 de agosto de 1936 en la carretera de Ocaña a Alicante por una partida de milicianos.
Como presidente del Consejo Local de 1a Enseñanza de Almansa luchó para lograr mejoras constantes y duraderas para los niños y adultos. Impulsó la creación de un ropero y de un comedor escolar; organizaron entre los maestros voluntarios unas clases nocturnas para adultos trabajadores de las fábricas de calzado; participaron en la creación de la Biblioteca Escolar patrocinada por el Patronato de Misiones Pedagógicas, creado en 1931con el fin de “llevar a las gentes, con preferencias a las que habitan en las localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él”, según se refleja en el preámbulo de sus estatutos.
Sobre esta acción educativa importantísima para la renovación educativa estructural que propuso la República ha sido fundamental la investigación realizada por Iván Díaz García y que expone en su libro Carretera y cuadros: los marineros del entusiasmo en la Almansa de preguerra- 1935 (2022), en el cual describe el paso de las Misiones Pedagógicas por la localidad de Almansa y su influencia en la vida cultural de la comarca. Las investigaciones de Díaz demostraron de que García Lopera escribió la letra del Himno de La Barraca, el grupo teatral de Federico García Lorca, que representó varios entremeses de Cervantes en el pueblo el 2 de julio de 1933.
Se desconocía quién era el autor de los versos:
“La farándula pasa, bulliciosa y triunfante.
Es la misma de antaño, la de Lope burlón,
trasplantada a este siglo de locura tonante…
¡Es el carro de Tespis con motor de explosión!”
Los versos fueron publicados en Corazón en abril de 1932 y firmados por Melchor García Lopera.
El hallazgo documental de Díaz ha sido recreado en el podcast El abrazo, escrito y producido por Joaquín Sánchez, periodista almanseño. En el podcast, Sánchez establece una conexión imaginaria entre ambos poetas, García Lorca y García Lopera, ambos granadinos, en aquella cena de despedida en la cual sellaron su amistad con un abrazo, sin suponer que ambos serían asesinados con pocos días de diferencia en agosto de 1936: Lorca a manos fascistas, Lopera a tiros de manos milicianas.
Melchor escribió un libro de poemas titulado Auras y tempestades, en el que reunió poemas líricos de gran parecido formal con la poesía de Rubén Darío. Cuida la forma y la estructura del poema, progresivamente su poesía va derivando a un tono más reflexivo en el que se cuestiona temas importantes para su evolución vital.
En las publicaciones infantiles de Corazón es donde se muestra más auténtico y más libre de cárceles formales. Las fábulas infantiles ofrecen al lector escolar temas muy variados sobre los que jugar, pensar, discutir, compartir con otros escolares. Con las fábulas Melchor complementaba otras actividades educativas que se ponían en práctica en las escuelas públicas, tales como la imprenta escolar, el diario de clase, las salidas al campo a observar la naturaleza, la gimnasia sueca y los hábitos básicos de higiene.
En uno de los poemas de Auras y tempestades, probablemente escrito en 1935, anticipa su despedida de la vida y cómo quisiera ser recordado. A modo de testamento poético, comparte sus creencias religiosas con la filosofía que caracterizó a toda una generación de maestros y educadores en la II República:
“Pensad que todo es nada, que la vida
es un alto misterio incomprendido
que a Dios place ocultar, y que los hombres
no son más que un espectro de sí mismos.
Pensad que todo es vano, todo sombras,
vacilaciones, insondable abismo,
donde el cuerpo sucumbe y donde el alma,
bordeando la aspereza del camino,
va en pos de un más allá que sea la ruta
que le lleve hasta el trono del Altísimo.
Si por acaso fuese esta la última rima
que brota de mis labios fríos;
si esta voz que resuena en mi garganta
se ha de perder, al fin, como un suspiro,
y estos vagos acordes de mi lira
no tornan a latir en vuestro oído,
creed que yo no fui más que la sombra
de algo que pudo ser y no ha sido.
¡Pensad que yo fui el átomo que brilla
un instante y se pierde en el vacío!”