Uno de los más grandes cuentistas españoles del siglo XX, ejerció como profesor de Lengua y Literatura y maestro nacional, tras superar el trauma de la guerra civil, que dio con él en una de las cárceles de la represión franquista. Autor de docenas de relatos que comenzaron publicándose en periódicos y revistas (La cometa, un relato en prosa, editado en ciclostil; La función, novela corta, publicada como un folletón diario en Arriba), la narración breve su ámbito natural de escritura (aunque sin desdeñar algunas incursiones en la poesía y la novela).
Como él mismo dice, «mi primer libro fue tardío: salió cuando ya había publicado casi cincuenta relatos. Una equivocación que me costó bastante reparar». Desde entonces, publicó cientos de cuentos; formó parte de la tertulia y los recitales «Versos a Media Noche» que en los años 50 alcanzaron notable éxito popular y de la reunión literaria del «Café Varela» (ya desaparecido), con Manuel Alcántara, Rafael Azcona, Antonio Mingote, Juan Pérez Creus, José Asenjo, etcétera. Además, publicó ocho trabajos teóricos sobre lengua española y otros más sobre la novela y el cuento español contemporáneo. Su obra aparece recogida en Antología de cuentistas españoles contemporáneos, Antología universal de cuentistas de hoy, Veintidós narradores españoles, Manifiesto español, Antología de cuentistas españoles (de Blanco y Negro), etc. Ejerció también la poesía, género que parece haber quedado en un segundo lugar entre sus preferencias.
Republicano de convicción y no solo por la casualidad de haber quedado en zona adicta al gobierno legítimo, se alistó voluntariamente en el ejército con solo 14 años de edad y llegó a la categoría de capitán al término de la guerra civil. Fue encarcelado en Cuenca (era emotivo oírle contar su estancia en la prisión de la Casilla de San José) y finalmente liberado, para iniciar una discreta actividad docente como profesor de literatura. Luego, muy pronto, comenzó a escribir y publicar, actividad que desarrolló de manera incansable toda su vida. Sus primeros pasos los dio a través de la poesía, con obras como Romances de la mala yerba, Cada día que pasa y Las agonías.
Con cierta gracia, Peraile, que era realmente ingenioso en su relación verbal, decía que “un cuento es una novela en la que se ahorra mucho papel” idea reiterada en otras ocasiones con una dirigida en el mismo sentido: “A la mayoría de las novelas les sobra una gran cantidad de páginas, pues muchos autores olvidan que la concisión es esencial en el trabajo literario” frase que se ha repetido en ocasiones sacada de contexto pues lo que realmente Meliano quiso decir con ella es que el cuento resultaba muy práctico, en relación a la novela, en épocas de penuria de papel como la sufrida durante la posguerra española, cuando él empezaba a escribir.
Peraile se sitúa, por edad y formación, entre dos generaciones de literatos, los de la inmediata posguerra (Delibes, Cela, Laforet) y los del medio siglo, encabezados por Umbral. Comparte con todos ellos un irrefrenable afecto por el realismo narrativo, con una fuerte base social, pero no exento en ocasiones de incursiones en ciertos aspectos esotéricos. Es la suya una literatura que fija la atención en lo cotidiano, escrutando sus vertientes más íntimas y reveladoras, en la que se producen incursiones de momentos mágicos, ensoñadores. Aplica a sus relatos un estilo de pura ortodoxia lingüística, con una enorme aportación de vocablos extraídos tanto del lenguaje clásico como del habla popular, lo que le convirtió en un auténtico maestro del léxico.
Comentando la edición de Cuentos, cuentos (en que colaboró con Jorge Ferrer-Vidal y Alfonso Martínez Mena), el crítico Florencio Martínez Ruiz indica que Meliano Peraile «habla del hombre porque es el que tiene más a mano, pues diría que la vida experimentó sobre su alma y su corazón todas las dimensiones del furor y de la violencia. Y gira en torno a él como si fuera un niño grande con su peonza. Su testimonio es tan vital y apabullante que a veces no tiene más remedio que -mediante una ironía tremenda- tirar por elevación para que nos aleccione, pero no nos haga daño».
Por sobre todas las cosas, géneros y posibilidades, Meliano Peraile es un cuentista, uno de los autores que mejor ha sabido en el límite de los cuatro o seis folios, contar una historia e insuflarle emoción. Es, desde luego, un autor realista, un escritor que extrae de la vida misma las experiencias cotidianas que cuenta, narra y expone, en principio aparente de una forma distante y objetivada, hasta que la emoción que nutre sus palabras estalla y sale a flor de relato. Hay en la obra de Peraile muchos seres desarraigados y tristes, muchos niños en busca de cariño, mucho ambiente de suburbio, de injusticia social, de aspiración a un mundo feliz. Pero es también una forma de narrar que está inmersa en el humanismo profundo que siente y vive el autor y que tiene fuerza contagiosa hacia sus lectores.
A finales del año 2000 publicó un nuevo libro de versos, Apartado que no ausente, recibido calurosamente por sus lectores, tras un larguísimo periodo en que la poesía estuvo ausente de su bibliografía, aunque siguió escribiendo poemas de manera silenciosa. En su reaparición, Peraile retoma algo de lo que ya formaba parte de su personalidad más acusada, el sentido del realismo social que se encuentra latente en toda su narrativa, pero atemperado por un profundo sentimiento de melancolía, sin que falte tampoco, desde luego, el profundo conocimiento del idioma, la riqueza un vocabulario ancestral, que enriquecen el trabajo del autor. Véase, si no, este ejemplo actualizado del canto a la aldea sobre la ciudad:
Por aquí no hay purpúreos ocasos venecianos
ni ociosos petimetres barbilindo
que exhiban latinismos y hagan versos
con basalto elevado a capitel
y efebos decadentes desmayados.
No hay perversos estetas señoritos
servidos por bautistas de librea.
lo de aquí es el majano y el tractor,
que llama ruralismo
el metropolitano: voces como
cigarra, pino, alheña, pechiclaro,
lagar, abejaruco, alcuza;
y la voz minuciosa del arroyo
/ o cuenta claramente.
Sobre este libro, Martínez Ruiz comentó que “nada se ha reblandecido en el poeta y mucho menos en el hombre Peraile. Es ahora cuando su voz se muestra nítida, inefable, mágica y sencilla, no obstante su expresionismo asomado por alguna esquina”.
Durante los últimos años de su vida fue el principal animador junto a José Esteban de la tertulia “Contra aquello y esto”, todos los viernes, en el café Gijón de Madrid. En cuanto al repertorio de premios obtenidos, la lista sería casi interminable: La Hora (1958), Familia Española (1962), García Pavón (1973), Ignacio Aldecoa (1975), SEREM (1977), Hucha de Oro (1979 y 1980), Sara Navarro (1983), Casino de Mieres (1987), etcétera. También formó parte de la directiva de la Asociación Colegial de Escritores.
El 23 de junio de 2001 fue objeto de un cálido homenaje en su villa natal.
Varios años después de su muerte, su amigo y compañero de generación Enrique Domínguez Millán ofrecía una amplia y emotiva semblanza del gran escritor: “En la adversidad se templó un carácter de acero y se destapó un escritor de altos vuelos, un escritor que partiendo de cero pudo proyectarse al infinito. De la lucha por lo más elemental de la vida extrajo el impulso preciso para escalar cotas cada vez más ambiciosas. Lo fue consiguiendo día a día, hora tras hora, sin tregua, sin desmayo, compaginando sus clases como profesor de Literatura en centros privados con quehacer de la más diversa índole y sus exigencias familiares con unos requerimientos literarios cada vez más exigentes. Muchos días de ortigas y de hiel dieron paso a unos pocos de vino y rosas”.
Por su parte, el crítico literario (y escritor él mismo) Manuel Rico, escribió en su blog personal un emocionado a la vez que lúcido comentario sobre Meliano Peraile: «Recuerdo, sobre todo, a un narrador casi olvidado, muñidor de unos cuentos ambientados en la posguerra y en los años 50, que, además, estuvo, con la tenacidad de los luchadores imprescindibles en todas las causas por la libertad, el progreso, la búsqueda de una sociedad distinta, más igual y más justa. Me refiero a Meliano Peraile, al entrañable Meliano Peraile, autor de maravillosos relatos protagonizados por seres humildes y derrotados e incluidos en libros como Tiempo probable (1965), Cuentos clandestinos (1970), Un alma sola no canta ni llora (1984) o Fuentes fugitivas (1987). No lo conocí al principio como escritor, sino como practicante, es decir, curador de heridas y experto en inyecciones en el barrio de la Concepción primero y, después, en el consultorio de la Seguridad Social de Santa Virgilia, en el madrileño barrio de Hortaleza, en la calle de mis primeros años en pareja, entre 1976 y 1982. Meliano Peraile, sí, ponía inyecciones: yo lo veía, algunas tardes, caminar hacia el consultorio, donde se embutía en su bata blanca (a juego con su cabellera, que siempre recuerdo blanca o casi) y recibía a enfermos de toda condición. No sabía entonces que aquel ATS, o enfermero (entonces, lo he dicho, se llamaban practicantes) era el autor de los cuentos incluidos en el libro Tiempo probable que me había regalado, un día olvidado, el poeta y amigo Diego Jesús Jiménez. Murió el 28 de octubre de 2005. Y con sus relatos, sólo encontrables hoy, lamentablemente, en librerías de viejo o en la Cuesta de Moyano y espacios similares, Meliano nos dejó una definición del cuento que suscribo plenamente: «las características básicas del cuento», escribió, «son la concisión y la intensidad, propiedades irrenunciables también de la poesía, lo cual hace que el relato y la poesía sean géneros muy próximos».
Obra publicada
- La cometa (Madrid, 1955, en ciclostil)
- La función (Madrid, 1958, folletón)
- Tiempo probable (Madrid, 1965)
- Las agonías (Carboneras de Guadazaón, 1970)
- Cuentos clandestinos (Madrid, 1970)
- Insula Ibérica (Madrid, 1972)
- Matrícula libre (Madrid, 1976)
- Los cuentos de Contrebia (Carboneras de Guadazaón, 1978, en colab.)
- Episodios Nazionales I (Madrid, 1978)
- Molino de tiempo (Cuenca, 1981)
- Episodios Nazionales II (Madrid, 1983)
- Una alma sola ni canta ni llora (Madrid, 1985)
- Fuentes fugitivas (Mieres, 1987)
- El Chuchos y el payaso volador (Madrid, 1988)
- Lo que fuera mejor nunca haber visto. Memorias (Madrid, 1991)
- Materia viva (Madrid, 1993)
- Sólo la soledad (Madrid, 1996)
- Cuentos, cuentos (Madrid, 1996, con otros autores)
- Andanzas y malandanzas de don Fidencio (Cuenca, 1995)
Bibliografía
- Florencio Martínez Ruiz, El Día de Cuenca, 9-11-1997,
- Florencio Martínez Ruiz, “Meliano Peraile: Siete poemas inéditos de“Apartado que no ausente”. El Día de Cuenca, 13-12-2000,
- Florencio Martínez Ruiz, “La Asociación de escritores de Castilla-La Mancha prepara un gran homenaje a Meliano Peraile”. El Día de Cuenca, 17-01-2001,
- Enrique Domínguez Millán, “El poeta de la Jara”. La Tribuna de Cuenca, 9-10-2016,