Liberal exaltado, fue diputado suplente por La Mancha a las Cortes de 1822-23, alcanzó un alto grado en la masonería y padeció cárcel y exilio al Reino en 1823. Fundó en Londres el Ateneo español (1828) y publicó 5 tratados de matemáticas muy reimpresos incluso hasta el s XX; asimismo, introdujo en el ejército español la artillería de cohetes Congreve.
Hijo de José Núñez Cerdán (a su vez hijo del notario eclesiástico y de visita Juan Ángel Núñez de Arenas) y de Vicenta Palacios, también ciudarrealeños, tuvo antepasados paternos influyentes que pertenecían al clero y al patriciado urbano y terrateniente de Daimiel. Asimismo, su tío y padrino fue el escribano Fernando Camborda Espinosa, de Malagón, padre del periodista, poeta y abogado afrancesado Fernando Camborda Núñez (1769-1823), también nacido en el lugar y por tanto primo del futuro matemático. Tío suyo fue también el sacerdote y naturalista ilustrado Manuel Núñez de Arenas, párroco de Cardenete (Cuenca), periodista colaborador de El Memorial Literario y hombre de muy intensas y modernas preocupaciones sociales.
José Núñez de Arenas inició su carrera militar en 1804 con el grado de cadete en el cuerpo militar de Ingenieros Cosmógrafos del Estado, creado por el también ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado (vid.). Dicho cuerpo formaba a sus alumnos en “aritmética, análisis finita, geometría, cálculo infinitesimal, mecánica sublime, trigonometría plana y esférica, óptica en todas sus partes, astronomía sintética, práctica y física, meteorología y aplicación y formación de cartas geográficas y geométricas (generalmente de uso militar)” y entre sus profesores contaba a un matemático de justa fama, el valenciano Joseph Chaix Isniel (1766-1811).
En 1804, cuando Jiménez Coronado tuvo que reorganizar el cuerpo, contaba ya 20 años. El 2 de mayo de 1808 estaba en Madrid; en junio entró a servir en el ejército de Castilla la Vieja como cadete; pronto fue promovido a subteniente de infantería de línea en el regimiento de Ávila; en 1810 ya era teniente coronel. Participó en diversas acciones y como ingeniero construyó pontones en dos momentos para que el ejército y la artillería pudieran vadear los ríos Tajo y Júcar, en Talavera y Mahora (AB) respectivamente, sirviendo en esas ocasiones al Ejército del Centro. Fue hecho prisionero dos veces, pero logró evadirse de los dos cautiverios.
Nos interesa en especial la expedición que hizo a Navarra con el ejército de operaciones del Norte a las órdenes del general en jefe ministro de la Guerra, porque ensayó en sus días 21 y 22 un nuevo tipo de tecnología militar, la artillería de cohetes de guerra Congreve, en acciones contra las dos Amescuas (Alta y Baja), con acierto y buen efecto. Solo unos días antes se había aplicado por vez primera en España en la toma de Badajoz, a finales de marzo o principios de abril de 1812. Años después, como especialista en este armamento, será enviado a Londres para comprar cohetes con destino a la I Guerra Carlista.
Tras el fin de la Guerra de la Independencia, en 1814, se mostró como un activo miembro de algunas de las 14 conspiraciones liberales para volver al régimen constitucional, todas fracasadas salvo la última, en la que triunfó Rafael del Riego en 1820. En esto tuvo mucho que ver su alta graduación masónica: pertenecía a la Junta directiva formada en Granada y trasladada a Madrid. Entre estas conspiraciones sabemos, según Baroja, que participó en la del Triángulo o de Ramón Vicente Richart en 1816 para asesinar a Fernando VII en un burdel. Después, en 1818, estando destinado en Madrid como capitán de artillería, facilitó la rocambolesca fuga del herido y torturado Juan van Halen y Sartí de la cárcel de la Inquisición.
Liberado tras el triunfo de la revolución liberal en 1820, fue diputado suplente por La Mancha a las Cortes de 1822-23. Cuando el monarca dio el golpe de estado del 7 de julio de 1822 apoyándose en la Guardia Real, colaboró en especial al mandar en la Plaza Mayor junto al capitán Bañona las tres baterías a la vanguardia de las tres columnas de la Milicia Nacional liberal, en defensa de la Constitución (así lo cuenta El Clamor Público, núm. 133, 2-X-1844).
Sea como fuere, un oficial de la Guardia Real, Teodoro Goiffeu, francés de origen, que optó por huir tras el pronunciamiento absolutista, fue apresado y devuelto a Madrid y sometido a juicio con la acusación adicional de haber participado en la muerte de otro teniente de la Guardia Real, llamado Landáburu, pero este liberal y no proclive al alzamiento. Se eligió como fiscal a José Núñez Arenas y éste consiguió la pena de muerte y la ejecución del reo. En un periódico absolutista (El Restaurador, 16-VIII-1823) se relata el proceso y, desde luego, no se deja en buen lugar al fiscal, al que lanzan la calumnia de afrancesado. Robles no se la explica, pero teniendo en cuenta que su pariente era el conocido abogado y periodista afrancesado Fernando Camborda Núñez, no hace falta más aclaración.
Sin embargo, la derrota ante los Cien mil hijos de San Luis le obligó a pasar por La Coruña y Vigo, camino del exilio a Londres, según Gil Novales; pero antes pasó por Gibraltar y Tánger. José Núñez llevó en Inglaterra una vida intelectual muy rica e inquieta, pues fue suya la idea de fundar, junto al famoso botánico Mariano Lagasca y el escritor Pablo Mendíbil, el Ateneo Español de Londres en 1828. Pero subsistió escribiendo manuales de matemáticas en español para el editor Ackermann, ya que, a causa de la falsa acusación de afrancesado, no había podido recibir el subsidio que recibían los aliados contra Napoleón del gobierno de Su Majestad y tuvo que ganarse la vida más duramente.
Como las recién nacidas repúblicas hispanoamericanas habían quedado aisladas de la metrópoli colonizadora a causa de su Independencia, carecían de una industria editorial especializada que suministrase libros de texto sobre las materias técnicas de primera necesidad que habían de formar su primitivo sistema educativo. Para cubrir esta demanda, el espabilado editor alemán afincado en Gran Bretaña Rudolph Ackermann (1764-1834), famoso por haber introducido la litografía en el país, contrató a bastantes emigrados españoles para redactar en español estos libros de texto y exportarlos. Unas 500 familias de exiliados españoles se hallaban situadas sobre todo en el barrio de Somers Town, en Londres, subsistiendo a duras penas con el exiguo subsidio que les concedía el gobierno inglés como antiguos aliados contra Napoleón; tenían sus publicaciones y se reunían en diversas tertulias, fundamentalmente en dos, más o menos rivales: en torno a Mina y a Torrijos.
Ackerman contrató primero a José Mª Blanco White. Más éxito tuvo con sus manuales técnicos y científicos, que en la lengua de la época se denominaban catecismos por estar concebidos en forma de preguntas y respuestas. Eran estos unos impresos baratos de unas 200 páginas en formato pequeño, con grandes tiradas (cuatro mil ejemplares), que explicaban materias concretas, pensados para escuelas primarias o para un aprendizaje autónomo. Se publicaron 26 (José Joaquín de Mora -antiguo amigo y corredactor con el ciudarrealeño Félix Mejía de El Constitucional, Correo General de Madrid, de 1821-, José de Urcullu y nuestro José Núñez de Arenas hicieron cinco cada uno; dos Joaquín Lorenzo Villanueva, uno Esteban Pastor y ocho son anónimos). A esto hay que sumar libros didácticos, de juegos, y obras singulares sobre diversas materias. Pero fueron los Catecismos de Ackermann los que tuvieron una presencia muy destacable en la educación popular americana durante décadas, con decenas de reediciones que en algunos casos llegan hasta entrado el siglo XX.
Según escribe en 1829 José Núñez de Arenas, “las personas que ya instruidas en la Aritmética quieran dedicarse á la carrera de las Matematicas, á la de las Armas, á las Bellas Artes, y aun á las Mecánicas que deducen sus fundamentos de estas ciencias, hallarán en este tratado de Geometria, juntamente con el de Algebra, ambas Trigonometrias, Geometria Practica, y el de Geografia aplicada al uso de los Globos, que tambien he formado, todos los conocimientos reunidos, que por lo regular forman un Curso completo de Matematicas”. Y, en efecto, estos cinco volúmenes corresponden a los catecismos de Ackermann: el Catecismo de geometría elemental (1825), reimpreso en París fraudulentamente varias veces hasta 1877 y reseñado en Ocios de Españoles Emigrados, IV, núm. 21 (diciembre de 1825, p. 515 y 524); un Catecismo de álgebra (1828), reimpreso en París hasta 1884, que fue el segundo catecismo más reimpreso de Ackermann después del Catecismo de Aritmética Comercial de José de Urcullu (1825); otro Catecismo de ambas trigonometrías, 1828; un Catecismo de Geografía para el uso de los globos, (1829) y un Catecismo de Geometría práctica, 1832.
Según Elena Ausejo, su fuente principal son los dos primeros de los tres volúmenes de los Principios de Matemáticas (1776) de Benito Bails que resumían su obra más amplia, los Elementos en 10 volúmenes. No quiso traspasar el umbral de la matemática elemental: suprimió temas nuevos -como el cálculo diferencial e integral o la probabilidad- y además evitó entrar in extenso en determinadas partes del álgebra, como la teoría de ecuaciones. Sus esfuerzos estuvieron orientados hacia la claridad expositiva y la profusión de ejemplos, algo nada corriente en los libros de texto de la época: esa fue su aportación, fundamentalmente didáctica. Por otra parte, según observa Manuel Valera Candel, el apéndice del Catecismo de ambas trigonometrías (pp. 99-107), denominado “Consideraciones acerca de las Líneas Trigonométricas”, está tomado del Compendio de Matemáticas puras y mixtas de José Mariano Vallejo y Ortega (Valencia: Imprenta de Esteban, 1819). Valera señala, asimismo, que Núñez fue uno de los científicos más productivos en el área de física-matemáticas de su tiempo en cuanto a publicaciones en el extranjero, solo por debajo de Agustín Bethancourt, en su Proyección internacional de la ciencia ilustrada española (2006).
Se habló del capitán Núñez en los preparativos revolucionarios de 1831, y fue repuesto en el empleo de teniente coronel en un regimiento de artillería de Valencia. En 1835 fue nombrado gobernador de Cuenca. Se cita en la noticia de prensa que recoge su nombramiento que se había dedicado al estudio de las ciencias exactas durante su exilio de 11 años, habiendo traído además como nueva arma cohetes Congreve desde Inglaterra (El Eco del Comercio, 15-XI- 1835) que fueron usados en la 1ª Guerra Carlista en Villamediana (Navarra), para lo cual estuvo en Londres negociando su compra y transporte durante un año y dos meses (real orden de septiembre de 1834 para formar una comisión que viajara a Londres para comprar y conducir a la península 300 cohetes de guerra, llamados a la Congreve y varias otras máquinas pertenecientes a ellos). El encargo fue ampliado y la reina Isabel compró alrededor de 5.000 cohetes Congreve con sus respectivos armones a cambio de enviar además una «Legión Auxiliar» voluntaria inglesa como ayuda para los isabelinos en el campo de batalla. En 1835 los cohetes y la «Batería de Cohetes», propiedad de la Legión (en la que iban incluidos, al menos, dos artilleros que habían trabajado con el mismo Congreve) fueron transportados a Navarra. Fueron usados en Ojacastro (Logroño), Villamediana (Logroño), Vendejo (Santander) y otros puntos con resultados efectivos. El 18 de noviembre de 1835 se nombró a José Núñez Arenas gobernador civil de la provincia de Cuenca hasta su cese el 11 de junio de 1836. Allí descubrió una conspiración carlista en Tarancón.
Ese mismo año sufrió una peligrosa enfermedad de la que se repuso sin mayores problemas. Después se presentó como candidato a diputado junto con su nieto, el ya citado periodista Bernardino Núñez Arenas, por Ciudad Real. El 10 de septiembre de 1836 fue nombrado jefe político de la provincia de Valladolid, pero fue destituido en 1837 a causa de un rifirrafe contra los carlistas de Zariategui, que habían destrozado una lápida constitucional en esta ciudad en septiembre del mismo año, en un momento en que se hallaba ausente; para aclarar las cosas publicó Contestación a lo dicho y escrito contra el jefe político de Valladolid (Valladolid, 26 de octubre de 1837). Alcanzó el grado de coronel de artillería y se presentó en 1839 como candidato a Cortes por Ciudad Real (El Corresponsal, 27 de junio de 1839) y un mes después por Valladolid, de la que había sido jefe político (Eco del Comercio, 18 de julio de 1839).
En 1840 aparece en Santander, al parecer para establecer el orden en la plaza, revuelto por una limitada desafección carlista (El Correo Nacional, 23-IX- 1840 y 9-X-1840). En 1842 es destinado a Ciudad Rodrigo (El Correo Nacional, 15- III-1842); en 1844 aparece en el Estado Militar de España con el grado de brigadier. En Cartagena lleva la maestranza de artillería en 1853 (El Balear, núm. 1461, 7-II-1853). Fallece en 1861 en Murcia, a los 79 años de edad (La Correspondencia de España núm. 923, 24-III-1861).
Obras
- Catecismo de Geometría elemental, London: Rudolph Ackermann, 1825, reimpreso en París varias veces hasta 1877 y reseñado en Ocios de Españoles Emigrados, IV, núm. 21 (diciembre de 1825, p. 515 y 524). Paláu lo atribuye erróneamente Urcullu, pero él mismo dice que es de José Núñez de Arenas.
- Catecismo de Geometría práctica, London: Rudolph Ackermann, 1826.
- Catecismo de álgebra, London: Ackermann, 1828; hay dos emisiones más del mismo año; fue reimpreso muchas veces en París hasta 1884.
- Catecismo de ambas trigonometrías, London, Ackermann, [1825]; íd: íd: 1828, con dos emisiones más del mismo año.
- Catecismo de Geografia para el uso de los globos, Londres: R. Ackermann [s. a., pero 1825]. Otra edición: Londres: Carlos Wood e Hijo, [1829]; Madrid: Libr. de los señores viuda é hijos de don Antonio Calleja / Lima: Casa de los señores Calleja, Ojea y Compañía, 1845.
- Contestación a lo dicho y escrito contra el jefe político de Valladolid. Valladolid: Imprenta de Aparicio, 26 de octubre de 1837.
Bibliografía
- Ausejo, Elena, “Matemáticas para las nuevas repúblicas americanas: del exilio liberal español a la restauración”, en Revista Brasileira de História da Matemática, vol. VII, núm. 13 (2007), pp. 67-84.
- Baroja y Nessi, Pío, Juan van Halen, el oficial aventurero. Madrid: Espasa-Calpe, 1933.
- Castañeda y Alcover, Vicente, Bosquejo del estado de España desde fines de 1819 hasta 1823: Memorias de la emigración de Don Juan López Pinto. Madrid: Imprenta y Editorial Maestre, 1948.
- Durán López, Fernando. Versiones de un exilio. Los traductores de la casa Ackermann (Londres, 1823-1830). Madrid, Escolar y Mayo, 2015.
- Gil Novales, Alberto, “José Núñez de Arenas”, en su Diccionario biográfico de España (1808-1833). De los orígenes del liberalismo a la reacción absolutista. Madrid: Fundación Mapfre, 2010, t. II, p. 2183.
- Mendía, Agustín, Dos años en Rusia: obra redactada a la vista de las memorias y manuscritos originales del general D. Juan Van-Halen. Valencia: J. M. Garin, 1849.
- Robles Teigeiro, Luis, “José Nuñez Arenas Palacios”, en Robles Macharaviaya, (agosto de 2016).
- Romera Valero, Ángel, “Aventuras del matemático liberal ciudadrealeño José Núñez de Arenas”, en Miciudadreal (16 octubre 2016).
- Valera Candel, Manuel, “Actividad científica realizada por los liberales españoles exiliados en el Reino Unido (1823-1833)”, en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. LIX, núm. 1 (enero-junio de 2007), págs. 131-166.
- Valera Candel, Manuel, Proyección internacional de la ciencia ilustrada española. Catálogo de la producción científica española publicada en el extranjero 1751-1830. Universidad de Murcia, 2006.