Pablo Manzano nació el 17 de agosto de 1855 en el pueblo toledano de Mascaraque. Era hijo de Vicente Manzano, labrador, y de Elena Arellano Maestre, viuda de un primer enlace del que había tenido ya una hija, Bernarda Meneses Arellano. Del matrimonio nacería una segunda hija, Amalia Manzano. La defunción del padre del futuro pintor cuando este acababa de cumplir ocho años conduciría a Elena Arellano, viuda de nuevo y carente de medios de subsistencia, a marchar a Toledo con sus tres hijos para ponerse bajo la protección de su hermana Vicenta, casada con Lino Pérez, adinerado propietario y empresario afincado en la ciudad, que regentaba varios molinos en los márgenes del Tajo. En uno de ellos, situado en el paraje de la Solanilla, trabajó Pablo a poco de marchar del pueblo.

Desde muy pequeño destacaría su afición al dibujo, lo que le motivó para seguir, como su coetáneo Ricardo Arredondo entre otros, las clases organizadas en el Instituto Provincial por Matías Moreno, futuro primer director de la Escuela de Artes de Toledo. Sería este quien impulsara su ingreso en la madrileña Escuela de Pintura, Escultura y Grabado de San Fernando, donde fue alumno de Federico de Madrazo, quien le consiguió distintos trabajos en los talleres adscritos a la escuela. Gracias a ello, sería contratado en 1881 como profesor de dibujo en las Escuelas Pías de Villacarriedo (Santander), donde realizó pinturas para el retablo del oratorio de los colegiales y para las pechinas de la cúpula de la iglesia. Residiendo allí, recibió el encargo de ilustrar una edición especial de obras de José María Pereda, quien le consideró “el mejor intérprete de sus obras”. Entre los cuadros pintados durante su estancia en Santander, destacan algunos óleos de motivos montañeses, como los titulados “Los hombres de pro” y “La Robla”.

En 1883 solicitó una plaza de pensionado de pintura en la Academia de España en Roma, pero se retiró de la convocatoria para marchar a Buenos Aires, donde residió por primera vez entre 1885 y 1891. Allí ganó un concurso para realizar pinturas murales en la iglesia de la Santa Cruz, construida entonces. Se encargó también de pintar varios frescos con motivos alegóricos para la sede del periódico El Correo Español y para el salón principal del “Club español”. En 1893, dos años después de volver a España, regresó a la Argentina, contratado como profesor de Dibujo en el acreditado Colegio Nacional de Buenos Aires. Durante su nueva estancia en la capital porteña, alternó la docencia con la atención a encargos de retratos, en los que alternó el pastel y el óleo, y la pintura de cuadros con temas costumbristas, como el titulado “Indios del Chaco”.

En 1895 volvió a España, a instancias de su hermanastra Bernarda, con la intención de pleitear por la herencia de sus tíos Lino Pérez y Vicenta Arellano. Pese a no ganar el pleito, decidió no regresar a Argentina, dejando allí parte importante de su obra, y establecerse en Madrid. A partir de entonces y hasta el final de la guerra civil, residió en la calle Augusto Figueroa de la capital, donde asimismo tuvo su taller. Además de centrar su interés personal en cuadros de estilo realista y temática costumbrista, trabajó en encargos personales e institucionales. A requerimiento de los fundadores del orfelinato para niñas de San Ramón y San Antonio (actual colegio de San Ramón y San Antonio), Ramón Pallarés y Antonia González Pérez, pintó sus retratos, así como el enorme fresco del salón de actos de la institución con alegorías de las ciencias y de las virtudes teologales. A petición, a su vez, del Ayuntamiento madrileño, pintó los retratos del conde de Heredia Spínola, alcalde entre 1875 y 1877, y del cronista de Madrid Ramón Mesonero Romanos (erróneamente atribuido a otro pintor), ahora en el Museo de Historia de la capital. Asimismo, por encargo de la sociedad benéfico-cultural Centro de Hijos de Madrid, propietaria entre 1918 y 1927 del Teatro Odeón (luego denominado del Centro y hoy Teatro Calderón), hizo los de Saturnino Esteban Collantes y Ángel Sainz de Baranda, presidentes que fueron de la institución.

En 1911 pasó a ocupar un puesto en el Museo de Arte Moderno de Madrid como restaurador, cargo que mantuvo hasta época indeterminada. El mismo museo, años después, le adquirió los óleos titulados “Vista de Toledo” y “En la calle de Toledo, Madrid. (Por ser para usted)”, actualmente en poder del Museo del Prado.

A partir de 1940 pasó a residir en Toledo, donde continuó pintando, pese a padecer de cataratas, hasta su muerte. La Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de la ciudad lo eligió en 1943 para ocupar la plaza vacante por fallecimiento del investigador y dibujante Bienvenido Villaverde. Su recepción como académico numerario corrió a cargo del pintor Enrique Vera Sales, quien rindió homenaje a la variedad y valía de su fecunda obra. El pintor, por su parte, en lugar de pronunciar un discurso de ingreso, donó a la institución el cuadro al óleo “Plaza de Santo Domingo el Real de Toledo”. Falleció el 10 de junio de 1949 en Toledo.

Bibliografía

• DÍEZ, José Luis. (dir.). Pintura del Siglo XIX en el Museo del Prado. Catálogo general, Museo Nacional del Prado, Madrid, 2015, pp. 381.
• ORIHUELA, Mercedes y PÉREZ, Luz. “El Prado Disperso. Obras depositadas en las embajadas de Atenas, Bruselas, Roma y Santa Sede”. Boletín del Museo del Prado, XXXI, nº 49. Madrid, 2013. Págs. 176-181.
• PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso y DÍEZ GARCÍA, José Luis. Museo Municipal. Catálogo de las pinturas. Madrid: Museo Municipal, 1990. Pág. 195.
• VERA SALES, Enrique. “Recepción del académico electo don Pablo Manzano Arellano (28 marzo 1943). Presentación”. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Año XXII, nº 59. Enero de 1943 a diciembre de 1944. Págs. 78-80.
• https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/manzano-y-arellano-pablo [En línea]

Imagen: Pablo Manzano Arellano, Retrato (1940).