Nacido en Almansa el 19 de febrero de 1913, Pedro Lamata Mejías era hijo de un carpintero almanseño, Pedro Lamata Forte, y de María Mejías Martínez. Su infancia y primera juventud del que sería el político más notorio de Almansa durante el franquismo transcurriría en su pueblo natal y muy pronto comenzó a interesarse por la vida política y social tras comenzar a trabajar como mancebo de farmacia tras la prematura muerte de su padre, cuando Pedro tan solo contaba con trece años de edad.
El propietario de la farmacia era Indalecio Sánchez Gandía, quien fuera hasta en tres ocasiones alcalde de Almansa en los años veinte y treinta, y una de las más importantes personalidades de la vida política almanseña de las primeras décadas del siglo XX y destacado líder de la derecha conservadora de la localidad. Bajo su influencia, el joven Lamata comenzó a desarrollar su activismo político y sindical en plena época de la II República española entre los colectivos juveniles conservadores, destacando su actividad periodística en publicaciones de esa ideología y muy especialmente en la titulada La Hoja Sindical, órgano del Movimiento Sindical Cristiano en Almansa. En 1932 sería el fundador en Almansa del Sindicato Profesional que afrontaría la oposición a los sindicatos de la izquierda almanseña con UGT y CNT como máximos exponentes hasta la Guerra Civil.
Terminada la guerra –en cuyo transcurso Lamata estuvo preso por el Frente Popular de Almansa- y con apenas 26 años de edad fue nombrado delegado provincial de Sindicatos en Albacete, cargo que abandonaría en 1942 para marchar como voluntario de la División Azul. A su vuelta hizo ofrecimiento de la medalla militar alemana, la Cruz de Hierro con la que había sido distinguido en el frente a la patrona de Almansa, la Virgen de Belén.
Sería a su regreso de Rusia cuando ostentó la alcaldía de Albacete en la que permaneció dos años (1943 y 1944) para enlazar después sucesivamente diversos cargos como el de vicesecretario nacional de Ordenación Económica de la Organización Sindical Española (1949-1953). En 1954 fue nombrado presidente nacional del Sindicato de la Piel, sector relacionado con la fabricación de calzado, insignia industrial de su pueblo natal, Almansa, presidencia que ocuparía hasta 1958. Además de ser secretario provincial del Movimiento en Albacete y procurador en Cortes en nueve de las diez legislaturas de la etapa franquista.
En los años finales de los cincuenta e inicio de la década de los sesenta Pedro Lamata ocuparía la Delegación Provincial de Sindicatos en Valencia y un puesto más diplomático que político como agregado laboral de la embajada española en Roma. Para entonces ya era hombre de confianza del ministro José Solís, que le reclamó para ocupar el puesto de secretario general de Sindicatos, lo que equivalía a ser el número dos del Ministerio y precisamente en un momento, 1962, en que la clase obrera comenzaba a levantar cabeza tras los años más duros y oscuros de la dictadura, el panorama laboral y sindical del país estaba cambiando. Como respuesta a ese nuevo marco que se vislumbraba el Ministerio se volcó en presentar una reforma del organigrama sindical español que intentaba modernizarlo y adecuarlo a los nuevos tiempos, pero que soliviantó a los bloques más conservadores y duros del régimen muy nerviosos ante la vuelta de huelgas y revueltas de sindicatos en embrión. Lamata, que había sido el gran ideólogo de la reforma fue objeto de las críticas de esos sectores más reaccionarios y aunque Solís salvó la cabeza no pudo evitar la caída del más leal miembro de su equipo en 1965.
De nuevo la diplomacia le reclamó para seguir sumando experiencias y así, tras su salida del Ministerio fue nombrado consejero laboral de la Embajada Española en Buenos Aires, Argentina, donde estaría hasta 1974, año en el que sería nombrado director del Gabinete Técnico del Ministerio de Relaciones Sindicales, cargo que apenas si pudo desarrollar durante unos meses, dado que había tomado posesión del mismo en el verano de 1974 y fallecía el 20 de noviembre de ese mismo año. Curiosamente en la misma fecha que sus dos grandes referentes políticos José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco.
Pese a su intensa carrera política siempre mantuvo viva su vertiente literaria y periodística que había cultivado desde su juventud. Sus colaboraciones en prensa y columnas de opinión fueron muy habituales en los principales periódicos españoles de la época, además de publicar varios libros tanto en España como en Argentina, en su mayor parte ensayos de temáticas laborales y sociales que no en vano habían sido temáticas que acapararon su interés y estudio desde su juventud hasta su madurez, tanto política como personal. Entre los títulos que publicó se pueden destacar El Asalariado y su Problema Social (1948), El Capitalismo y el Orden Social (1952), Hacia un Mundo Socialista (1958), Ensayo sobre Cooperativismo (1965), Sindicalismo de Participación (1967), Clases Sociales y Posmarxismo (1969, reeditado en 2019), El Cambio Social (1971).