Patiño Toledo, Pedro

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Pedro Patiño Toledo
La Puebla de Almoradiel (Toledo).
1937 -
Leganés (Madrid).
1971.
Albañil, sindicalista, político.

La vida de Pedro Patiño Toledo fue corta. Murió a la misma edad que dicen que lo hizo Cristo, con 33 años, asesinado por el disparo –por la espalda y a menos de treinta centímetros– de un guardia civil sin que mediara ningún tipo de acción violenta –ni siquiera de resistencia– por parte suya ni de ninguno de sus tres acompañantes, componentes los cuatro de un piquete informativo que visitaba los tajos y distribuía octavillas llamando a secundar la huelga de la construcción en reivindicación de 400 pesetas de salario y 40 horas de jornada laboral convocada por las entonces ilegales Comisiones Obreras. Una de las primeras movilizaciones obreras del cinturón rojo de Madrid que marcarían el inicio del fin de la dictadura de Franco.

Fue corta la vida de Pedro Patiño, pero fue vivida con la intensidad y la generosidad de un militante comunista, del PCE y de CC.OO. en la España de la represión y la negación de los derechos y las libertades democráticas básicas que su muerte, primero, y la actuación posterior de la jurisdicción militar pusieron dramáticamente de manifiesto.

Nació Pedro en plena guerra civil, el 10 de noviembre de 1937, en el pueblo toledano de La Puebla de Almoradiel. Su padre fue ejecutado extrajudicialmente, y su madre, condenada a muerte, dio a luz a su hermano en la cárcel. A los 16 años, como muchos hijos de los vencidos, tuvo que abandonar su pueblo natal: su destino fue Getafe, donde convivió con José Luis Nieto Cicuéndez, con el que compartió la profesión de albañil y la cárcel y su posterior exilio forzado.

El 17 de febrero de 1959 fue condenado a la pena de un año de prisión en sentencia dictada en Consejo de guerra por delito de rebelión militar junto a otros seis procesados, cuatro de ellos, como el propio Patiño, según recogía la sentencia, hijos de padres ejecutados durante la guerra o la posguerra. El crimen consistió en la impresión de propaganda clandestina (habían editado en “rudimentaria multicopista” doscientos ejemplares de una hoja de reivindicación de derechos laborales bajo la leyenda “Por una vida más digna, por un salario mínimo vital de 100 pesetas con escala móvil”). Según los antecedentes que obraban en la causa del Juzgado Militar Permanente, Patiño se refugió en Francia en el año 1962 para evitar la persecución por “actividades comunistas en el complejo industrial de Villaverde-Getafe”, sumario 1324/1962, en la que fue procesado por pertenencia al Partido Comunista y declarado en rebeldía.

“Conocí a Pedro algún tiempo después del 1º de mayo de 1966. Llegué a París porque quería ingresar en el Partido Comunista. Llevaba la dirección del PC francés donde dejaban a los españoles un cuchitril. Me pidieron que hiciera un escrito solicitando el ingreso, lo presenté y me dieron una cita, y cuando llegué allí estaba Pedro.

Tenía 9 años más que yo, nos enamoramos en seguida. Era el responsable de la juventud. Me dijo que por qué no había dicho en mi escrito quién era mi padre (era comunista), yo muy orgullosa quería que me valoraran por mi misma. Me contestó que era importante, ya que la policía mandaba gente para infiltrarse en el Partido.

Estaba allí clandestino. Había estado en Burgos, un año. El día que detuvieron a Julián Grimau él tenía una cita con él en la puerta del metro de Callao a las 6 de la tarde. A las 6 y 10 no llegó Julián, lo habían detenido. Él se marchó y el Partido decidió sacarlo de España clandestino.

Cuando lo conocí se llamaba José. Como responsable de la juventud viajaba por toda Francia. Había estado 9 meses en Rusia, allí le operaron del apéndice. Tenía una pierna más corta que otra porque de pequeño se cayó de una higuera y se lo curaron mal. Los rusos le dijeron que si quería que se lo arreglaran pero él no quiso.

Me quedé embarazada y él solo pensaba en volver a España. El Partido pensó que para legalizar la situación era mejor que nos fuéramos a Grenoble, en esos momentos se estaban construyendo los edificios para los juegos olímpicos de invierno. Efectivamente, en cuanto llegamos encontró trabajo en la construcción. Vivíamos en Saint-Martin-d’Hères.

Paz nació el 2 de junio de 1967. El solo pensaba en volver a España. Me mandó venir a Getafe para hablar con su tío Samuel. Vine, su tío me dijo que no viniéramos que estaba muy mal la situación, cuando llegué él dijo “nos vamos”

Quería poner a nuestra hija “Amanecer”, que era el nombre con el que firmaba sus poemas. Yo le dije que por encima de mi cadáver. Cuando nació Paz Israel había invadido los territorios árabes, así que llegamos al acuerdo de su nombre: Paz. Vinimos a España”.

Ya casado y con una hija, Patiño regresó a España en 1968 y fue detenido el 5 de marzo de 1969 –durante el estado de excepción- por asociación ilícita (era la misma causa que había conocido la justicia militar) y absuelto en sentencia del Tribunal de Orden Público de 12 de diciembre siguiente.

“Nos presentamos al Gobierno Militar porque él tenía pendiente un juicio donde le pedían cuatro años de cárcel por sedición.

Nos fuimos a vivir a El Escorial. Allí trabajaba en la construcción sin ningún contacto con el Partido. Llegó el estado de excepción y vinieron a detenerlo. Estuvo 21 días [detenido].

Cuando vino, lo primero que dijo fue: ‘si no haciendo nada me detienen, entonces nos vamos a Getafe, así al menos me detendrán con razón’. Cuando llegamos a Getafe los dos empezamos a militar. Cuando yo tenía reuniones él se quedaba con los niños y muchas veces también con los niños de las otras mujeres. Esto conllevaba que los camaradas se enfadaban con él ya que sus mujeres les reprochaban que ellos no lo hicieran.

Yo había empezado a trabajar en el despacho laboralista de la calle de La Cruz. Dejaba a los niños a una vecina a las tres de la tarde. Pedro los recogía a las seis, les daba de cenar y los acostaba. Muchas veces yo llegaba tarde ya que en el despacho se trabajaba por la tarde y hasta que no terminábamos no podía irme.

Me animaba a que yo escribiera y cuando lo hacía insistía en que lo madurara más: ‘eso a mí no me gusta’. Me comentaba que los obreros de la construcción no eran conscientes de los riesgos que tenían ya que no seguían las normas de seguridad.

Estuvo trabajando en un colegio de Getafe, y fue al alcalde, él le dijo al alcalde por qué no lo hacían con más plantas, ya que solo tenía el bajo y una planta.

Quería mucho a su abuela Nieves y a sus primos. Su hermano Tomás solo lleva el apellido de su madre ya que su padre estaba luchando en Madrid con la guerrilla y su madre murió en el parto y no dijo nada del padre para no denunciarle.

Así que cuando vinimos y hablaba con él intentaba convencerle que se pusiera el apellido del padre e incluso se ofreció a pagarle 30.000 pesetas que le había dejado en herencia su abuela. El hermano no quiso. Ese dinero fue el primer pago para la casa que compramos. Podía aburrir a las ovejas hablando, pero con su hermano no le valió de nada.

A los ocho años estaba trabajando en el campo con un trozo de pan y tocino. El año que pasó en Burgos estuvo estudiando. Le gustaba delinear y lo hacía muy bien, pero al no tener los estudios no le servía de nada.

Paz recuerda que cuando les daba de cenar les partía el pan en pedazos pequeños uno a cada uno. Era feminista, tiene un poema en el que le dice a la mujer que se libere”.

El asesinato de Pedro, la tergiversación de los hechos por las autoridades franquistas, la denegación a la familia de una autopsia imparcial (la oficial revelaría más tarde que la trayectoria del proyectil era incompatible con un forcejeo), el rechazo a la devolución y la destrucción de la ropa –camisa y jersey– que llevaba en el momento de su muerte y que testimoniaba que el disparo produjo un orificio de entrada de un centímetro en el hombro izquierdo y de salida de dos centímetros en el hombro derecho, con un trayecto de izquierda a derecha y de abajo a arriba, la no autorización para poder velar el cadáver en la sala del hospital militar donde quedó depositado y, por último, la inhumación en el cementerio de Getafe sin la entrega del cuerpo a Dolores, su viuda, y sin su presencia, con carga policial contra los congregados para asistir al entierro incluida, fueron un compendio de todas las arbitrariedades posibles de una dictadura que no ahorró para con los suyos ninguna muestra de inhumanidad. Y un compendio de lesa injusticia.

El azar permitió a Dolores Sancho y a Jaime Miralles, su abogado, acceder al atestado de la Guardia Civil donde se relataban los hechos verídicos de la muerte de Pedro. La publicación por el PCE, de forma clandestina, del atestado, y la divulgación de una ya famosa Nota que Miralles elevó en forma de queja ante los ministros de Justicia y del Ejército y ante el Fiscal del Tribunal Supremo le costaron al valiente abogado su detención y encarcelamiento, y su procesamiento acusado de injurias al Ejército y de propaganda ilegal. Manuela Carmena fue su abogada defensora.

Los tres acompañantes de Patiño fueron condenados por el Tribunal de Orden Público el 30 de junio de 1973 por delito de “propagandas ilegales” a las penas de dos años de prisión y multa de diez mil pesetas, con arresto sustitutorio de treinta días.

Hubo que esperar hasta junio de 2009 –treintaiocho años después del crimen, la mayor parte del tiempo vigente ya un Estado democrático de derecho, como recuerda Ramón Sáez–, y bajo la cobertura del art. 4 de la ley 52/2007, conocida como de la Memoria Histórica, para que el Gobierno expidiera un reconocimiento, solo personal, de que Pedro Patiño fue perseguido y encarcelado injustamente “sin las debidas garantías por el ilegítimo Juzgado Especial de Espionaje y Comunismo” y que murió “en defensa de su actividad política”.

Dolores, su viuda, y Paz y Sergio, sus hijos, han mantenido vivo el recuerdo de Pedro Patiño Toledo, albañil y comunista, y junto a sus compañeros de Comisiones Obreras han editado un poemario que, con el título de Amanecer -el nombre que quiso para su hija y con el que firmaba sus poemas-, constituye por ahora el último homenaje a su memoria.

** En cursiva, testimonio de Dolores Sancho, viuda de Pedro.

Bibliografía:

  • Ramón Sáez Valcárcel, “El homicidio del militante comunista Pedro Patiño y la actuación del abogado defensor Jaime Miralles. Un episodio de la represión y de la lucha por la justicia”, Jueces para la Democracia, nº 67 (2010), pp. 20-33.

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