El recuerdo de Rafael Ramírez de Arellano (1854-1921), fundador y primer director de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (RABACHT) se mantiene vivo a través de trabajos tan importantes como Las parroquias de Toledo (1921), sistemático repaso por el patrimonio artístico de los templos de la ciudad, publicado el mismo año de su muerte y reeditado desde entonces en varias ocasiones.
Nació en la ciudad de Córdoba el 3 de noviembre de 1854, en el seno de una culta familia. Su abuelo, Antonio Ramírez de Arellano, abogado de los Reales Consejos, formó parte de la Real Asociación Laboriosa de Lucena. Su padre, Teodomiro Ramírez de Arellano, periodista y oficial de la Administración, fue académico correspondiente de la Historia y director de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.
Rafael Ramírez de Arellano cursó estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad y los completó en Madrid, bajo la tutela de Federico Madrazo. En 1872, al igual que su padre, ingresó en la Administración del Estado y tuvo destino en distintas ciudades, entre ellas Toledo, donde fue secretario del Gobierno Civil. Sus primeros trabajos estuvieron dedicados a su Córdoba natal y a Ciudad Real. En 1914, con motivo del tercer centenario de Domenikos Theotokopoulos, pronunció un discurso titulado Góngora y El Greco. Dos años después publicó el opúsculo Nuevas tradiciones toledanas. En 1921, cuando murió, apareció Las parroquias de Toledo, editado por la imprenta de Sebastián Ramírez.
La Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (RABACHT) conserva memoria de su actividad a través de diferentes sesiones académicas, en las que dio lectura a trabajos relacionados con la restauración de las iglesias de San Lucas y San Sebastián, y los inventarios de San Marcos y de Santa Eulalia. Por otra parte, Rafael Ramírez de Arellano pintó al óleo los retratos de todos los académicos fundadores, entre ellos el suyo propio, colección que preside el salón de plenos de la Real Academia en su actual sede de la calle de la Plata.
Delegado regio de Bellas Artes en Toledo, perteneció a numerosas instituciones académicas y culturales. Fue numerario de la Real Academia cordobesa y correspondiente de las reales academias de la Historia y de San Fernando, de la sevillana de Buenas Letras y de la de Declamación, Música y Buenas Letras de Málaga. Cronista de Córdoba, fue asimismo miembro de varias comisiones provinciales de monumentos y de las sociétés hispaniques de Burdeos, París y Marsella, así como de la Hispanic Society of America.
Una placa en la Plaza de Marrón, donde tuvo su residencia, testimonia su labor al frente de la institución durante sus cinco primeros años de andadura. El académico numerario Mario Arellano García le dedicó su discurso de ingreso a mediados de los años ochenta.