Ramón Parra Quevedo nació el 1 de junio de 1919 en Tomelloso, Ciudad Real, en el seno de una familia humilde, trabajadores del campo y del transporte. Es el segundo de trece hijos. Sus padres, Longinos Parra del Olmo (1891-1974) y Segunda Quevedo García (1894/1969) se trasladaron desde Tomelloso a Socuéllamos cuando él tenía tan solo seis meses de edad. Sería Socuéllamos el municipio que marcaría profundamente su trayectoria personal y política.
Padre de tres hijas, Pilar, María José y Gloria, falleció en Alcázar de san Juan el 27 de diciembre de 2008 a la edad de 89 años.
Desde joven mostró un gran interés por los problemas sociales, lo que le llevó a un temprano activismo en la izquierda política. Su formación fue mayoritariamente autodidacta, lo que le permitió combinar sus inquietudes intelectuales con su vocación por el servicio público.
A los 17 años, Ramón se unió a las filas del Ejército de la República, involucrándose activamente en la defensa de los ideales republicanos durante la Guerra Civil. Fue miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas (J.S.U.), lo que lo situó en el centro de los conflictos políticos de la época. Durante la guerra sirvió en la 69ª Brigada Mixta y participó en batallas tan señaladas como las del Jarama, la Casa de Campo y Brunete. En 1937 alcanzó el rango de sargento y más tarde, en el mismo año, fue promovido a teniente tras ingresar en la Escuela de Oficiales del 2º Cuerpo de Ejército.
Al término de la Guerra Civil, el 29 de marzo de 1939, fue capturado mientras comandaba una compañía en Villanueva de la Cañada. Posteriormente, fue enviado a un campo de concentración y pasó por el calvario del proceso de reclusión y ‘reeducación’ que muchos republicanos experimentaron bajo el régimen franquista. Su encarcelamiento en un campo de concentración en Guadarrama fue el preludio de un largo proceso de persecución política, siendo liberado el 4 de abril de ese mismo año.
Declarado “desafecto” al régimen franquista, Ramón fue obligado a cumplir el servicio militar en el ejército de Franco en un campo de trabajo. Sin embargo, aprovechó la oportunidad para continuar su formación. Después de una convocatoria abierta, ingresó en la Escuela de Automovilismo del Ejército, donde se licenció tras un curso intensivo de preparación. Este logro no solo fue un testimonio de su resiliencia, sino también de su continua superación a pesar de la adversidad.
A finales de 1944, Ramón fue detenido nuevamente, esta vez por su implicación en actividades vinculadas a la resistencia antifranquista -en concreto, a la reconstrucción del PCE- declaradas ilegales. Trabajaba como chófer para el Dr. Alejandro Sirvent, marido de Carmen Arias, cuando fue arrestado y procesado por el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo. Fue condenado a siete años de prisión, que cumplió en varias prisiones, entre ellas el Penal del Dueso en Santoña y el de Carabanchel en Madrid.
Tras su liberación en 1950, Ramón retomó su vida profesional trabajando como conductor, pero también comenzó a dedicarse a la enseñanza, desempeñándose como profesor de autoescuela. Trabajó para Aníbal Arenas, alcalde en los años 60 y procurador en las Cortes franquistas, al que tuvo que llevar en ocasiones al edificio que es hoy el Congreso de los Diputados. ‘Ya veis -contaba como anécdota Ramón-, un comunista en las Cortes’. Chófer y pasajero, a pesar de sus ideas tan opuestas, mantuvieron el respeto mutuo hasta el final.
Con la llegada de la Transición Democrática en España, Ramón Parra Quevedo retomó su papel de líder político en Socuéllamos. Encabezó la candidatura para la alcaldía del municipio, y tras las primeras elecciones democráticas de 1979 fue elegido alcalde y miembro de la Diputación. Durante su mandato destacó por su compromiso con los ideales progresistas y democráticos, liderando la transformación del municipio en un periodo crucial para la consolidación de la democracia local.
Fue elegido alcalde en tres ocasiones, en dos de ellas como candidato del Partido Comunista de España (PCE) y en la tercera bajo la bandera de Izquierda Unida (IU), convirtiéndose en figura central de la política municipal.
Ramón Parra Quevedo fue un hombre sencillo y, a la vez, extraordinario, cuyas acciones hablaron más alto que sus palabras. Su vida estuvo marcada por una incansable búsqueda de justicia social y libertad en unos tiempos en que esos valores eran continuamente reprimidos. Durante la dictadura soportó prisión y represión, pero nunca renunció a sus ideales. Su carácter honrado, luchador y generoso hizo de él un referente para las generaciones que lo conocieron. Tras la Transición, Ramón continuó su trabajo en favor de la democracia dejando una huella imborrable en Socuéllamos y en Castilla-La Mancha.
El legado de Ramón Parra Quevedo en Socuéllamos es recordado por su compromiso inquebrantable con la justicia social y la democracia, con la reconciliación y la convivencia. Su participación en la resistencia antifranquista y su posterior contribución a la política local lo consolidan como una figura destacada en la historia contemporánea de Castilla-La Mancha.
Ramón vivió en primera línea los eventos más complejos de la Guerra Civil española, la dictadura y la posterior transición hacia la democracia. Su experiencia directa le sitúa como testigo de una vida de tensiones, luchas y sacrificios de muchos republicanos que, como él, fueron marginados por el régimen franquista.
Sus características y valores personales son clave para entender su vida y la de quienes con él se relacionaron, así como el devenir de todo un pueblo que le recuerda y le añora. Ramón fue un hombre profundamente honrado y coherente con sus ideas. Unas ideas que, llevadas a su actitud y acción, lo convirtieron en una figura respetada tanto en su ámbito personal como político. Fue un gran trabajador y luchador en defensa de la igualdad.
A lo largo de su vida, mostró una voluntad férrea para enfrentarse a los desafíos. Su lucha por los principios de igualdad y justicia social lo definió, no solo durante la Guerra Civil y la dictadura, sino también en la reconstrucción democrática.
Su generosidad de espíritu hizo que destacara en unos tiempos difíciles. Era alguien que se comprometía con los suyos y con la causa que defendía, siempre aportando soluciones en lugar de generar problemas. Hombre solidario, siempre dispuesto a escuchar y ayudar a los demás, y ejemplo de tolerancia, lo que le permitió trabajar con personas de distintas creencias, ideologías y orígenes sin que su firmeza ideológica y la defensa de sus principios fuera nunca un obstáculo para ello.
En las relaciones humanas más próximas fue un amigo leal y cercano. Su círculo lo respetaba y valoraba. Incluso aquellos que alguna vez fueron sus adversarios políticos lo llegaron a admirar, con el paso del tiempo, por su autenticidad y bondad.
Ramón fue discreto, sensato, humilde… y reacio siempre al protagonismo. Encarnó así los valores de los muchos héroes anónimos de la transición democrática. Su vida fue una suma de pequeñas batallas y grandes sacrificios por la libertad, la justicia y la verdad. Gran defensor de los derechos inherentes a todos los ciudadanos, creía profundamente en la libertad, la fraternidad y la necesidad de que cada ser humano pudiera disfrutar de los mismos derechos para poder vivir con dignidad. De sus experiencias nos dejó constancia con la publicación, en 2003, de su libro Memorias de ayer. Primeros 12 años de la transición democrática.
Bibliografía:
- Ramón Parra Quevedo, Memorias de ayer. Primeros 12 años de la transición democrática, Ciudad Real, Imprenta Provincial, 2003.