Nació en Castuera (Badajoz) en el año 1863 y falleció en Madrid el 27 de noviembre de 1922, a los 59 años de edad. Hijo de un facultativo de minas, tuvo que hacer varios traslados. Estudió en el Instituto de Córdoba y después, Ciencias Naturales, en la Universidad Central de Madrid, desde 1879 hasta 1883. En ella hizo también el doctorado en 1885, con una tesis titulada Catalogo de las aves de España, Portugal e Islas Baleares, publicada en 1886 en los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural.
En 1887 realizó un provechoso viaje por Alemania, acompañado por su hermano Eduardo. Y también en ese año participó como naturalista en la Exposición de Filipinas, celebrada en Madrid. Concretamente en la sección 5ª, “Flora, fauna y productos forestales”, dirigida por el ingeniero de montes y naturalista señor Vidal, se ocupó de la instalación de las aves.
Hombre polifacético, era, en opinión de Echegaray (El Sol, 29-11-1922), el mejor matemático de España. También tenía profundos conocimientos de Arqueología, Folclore, Ciencias Naturales y era políglota. Fundador de la Sociedad Arqueológica de Toledo (1899) y del Ateneo Toledano (1914), fue miembro de número de las academias de Ciencias Exactas, Historia y Bellas Artes, además de correspondiente en diferentes instituciones científicas y literarias del extranjero.
En 1891 obtuvo la cátedra de Historia Natural en el Instituto de Teruel y al poco tiempo pasó por el de Albacete (cátedra de Matemáticas) y el de Jaén (Física y Química), para recalar después en el de Cuenca, en el que fue vicedirector, desde donde marchó, en 1898, a ocupar la cátedra de Física y Química en el Instituto de Toledo y después la de Matemáticas. En el mismo fue nombrado vicedirector en 1906 y director en 1907, cargo en el que se mantuvo hasta su muerte.
Colaboró en revistas científicas, de arte y en periódicos diversos. Algunas publicaciones periódicas en las que insertó sus colaboraciones son las siguientes: Archivo de Matemáticas Puras y Aplicadas (Valencia), Boletín de la Sociedad Arqueológica de Toledo (Toledo), Bulletin de la Societé Physico-Mathematique de Kasan (Rusia), Diario Toledano, El Eco Toledano, The Educational Times (Londres), Mathematische Annalen (Leipzig), Mathesis (París), La Naturaleza (Madrid), El Progreso Matemático (Zaragoza), Revista Matemática Hispano-Americana (Madrid), Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Madrid), Revista de la Sociedad Matemática Española (Madrid), El Siglo Futuro (Madrid) o Toledo (Toledo)
Conocía Toledo a la perfección y actuó frecuentemente como guía de lujo para visitantes ilustres. Su amigo Vegue y Goldoni, aunque domiciliado en Madrid, tomó parte activa en la vida cultural toledana y alentó el grupo conocido en la ciudad como “los del Entierro del Conde de Orgaz”, junto a José Sancho Adellac y al propio Ventura Reyes, profesores del Instituto, o el doctor Román Delgado, dedicados todos al estudio y difusión de la obra del Greco. Participó activamente en el III Centenario de la muerte del pintor e impartió una conferencia titulada “Lo que acerca del Greco piensa un matemático”.
Fue referente como sabio en general y matemático en particular en la sociedad y la prensa española de su época, con la imagen de bonachón, distraído y abandonado en su aspecto. Alberto de Segovia, con motivo de una vista a Toledo, escribía maravillas de don Ventura en La Correspondencia de España (17-10-1913). Recorrió la ciudad en compañía del “sabio director” del Instituto toledano, un hombre singular, escribía, “que tiene un corazón tan abierto como su cerebro, y su cerebro es uno de los más potentes y mejor cultivados de Europa”. Decía de él que era un verdadero polígrafo, más conocido en el extranjero que en España y que vivía modesto en Toledo, lejos del ruido madrileño, sin asistir a banquetes o reuniones, sin “esperar o pedir comisiones, cruces ni pensiones a la Junta de ampliación de estudios”. Le presentaba libre de vanidades, intrigas, farsas u ostentaciones, que tanto atacaban a los intelectuales y con más fuerza a los seudointelectuales, afirmaba. Además, indicaba, Ventura Reyes, era un hombre independiente, no pertenecía a la Institución Libre de Enseñanza, ni al carlismo, ni a la tertulia de Alejandro Pidal, ni conocía a Maura…
Una referencia más que podemos recordar es la de Antonio Castellanos en El Pueblo Manchego, de Ciudad Real (25-8-1917): “Don Ventura Reyes Posper, cerebro privilegiado, pasa á mi vera, rodando como un cerdo. ¡¡¡Parece mentira que cuerpo tan grosero, encierre alma tan superhumana!!!”. Y otra la de Manuel de Sandoval, por ejemplo, que le achacaba la frase siguiente: “Si enseñar al que no sabe es obra de caridad, enseñar al que no quiere es una barbaridad” (La Época, 14-11-1931).
El diario católico toledano El Castellano reseñaba así su muerte: “Con D. Ventura Reyes desaparece un obrero eminente de la ciencia, un prestigio del profesorado español, un gran matemático, un gran naturalista, un gran políglota” (30-11-1922). Y el autor de los apuntes biográficos, “un catedrático”, terminaba así su fotografía: “Frente al abandono y el desaseo exterior, hay en su alma una pulcritud, una elegancia, verdaderamente incomparables. Las ideas, hasta cuando son algo atrevidas, fluyen de su boca siempre envueltas en las más suaves y atildadas palabras. Nunca hay en ellas nada violento, nada hiriente, nada que pueda molestar a nadie. Su curiosidad insaciable por las cosas y por la vida, le ha hecho almacenar en su privilegiada memoria un caudal extraordinario de conocimientos, y su conversación amena, instructiva, ingeniosa, llena siempre de atracción y de encanto, se vierte mansamente de sus labios salpicada de cuentos, de sucedidos, de curiosos detalles, de observaciones profundas”.
Aunque independiente, según Alberto de Segovia no quiso pedir pensión a la JAE, la relación con la Institución llegó después de su muerte. Quizá por gestiones de su hermano Eduardo, catedrático en la Universidad Central de Fitografía y Geografía Botánica, que aparece en el archivo de la Institución como “personal de la JAE”, su viuda vendió parte de la biblioteca de Ventura Reyes. La adquisición se aprobó en sesión de 2 de junio de 1925: “A propuesta del Sr. Bolivar se acuerda comprar por 2.250 pts. los libros de Matemáticas pertenecientes a dicha Sra.”.