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Galería

Ricardo Arredondo y Calmache
Cella (Teruel).
1850 -
Toledo.
1911.
Dibujante y pintor.

Nacido en Cella, provincia de Teruel, llegó a Toledo con 12 años de edad en 1862, convocado por su tío, canónigo de la catedral. Es en esta ciudad, donde recibe su primera formación artística al ser discípulo en el taller del pintor Matías Moreno. Años más tarde pasó a la Escuela Especial de Pintura, dependiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. A las primeras  enseñanzas de Matías Moreno se añaden las de Carlos de Haes (1826-1898) y Pablo Gonzalvo (1828-1896).

Su amistad con el arquitecto municipal de Toledo, Amador de los Ríos, le inclinará hacia el dibujo arquitectónico. De tal forma que pasaría a integrarse como dibujante al servicio de la Comisión encargada de la publicación de los ‘Monumentos arquitectónicos de España’, desde 1870 hasta 1875. Colabora con Amador de los Ríos, en diferentes aspectos del Teatro de Rojas, obra de De los Ríos.  Sus viajes por Francia y España y las nuevas corrientes impresionistas, redefinen el enfoque que adoptará sobre la representación de la ciudad, acercándose a la fotografía y buscando científicamente un mayor protagonismo de la luz en sus cuadros.

Al volver a Toledo, el pintor posee un gran conocimiento arqueológico y arquitectónico de los monumentos, que mezclará con una gran sensibilidad a la hora de reflejar en el paisaje naturalista, especialmente las arboledas, y el entorno naturalista de los Cigarrales toledanos. En el Ayuntamiento de Toledo llega a ser concejal y promotor del entorno urbano de la Puerta de Cambrón.

De él ha escrito Julián Marías:

“Arredondo pertenece a lo que se llama la Restauración: los últimos decenios del siglo XIX, el primero del XX. Fue amigo del gran pintor Beruete, más amplio que él por sus temas; pintaron a veces con sus caballetes juntos, y en su visión de Toledo no era inferior Arredondo. Fue también amigo de Galdós, otro entusiasta de Toledo, que pasaba temporadas en el Hotel del Lino. En ese contexto hay que situar a Arredondo, tan representativo como los escritores de su generación. Era ‘realista’, si se entiende por ello fiel a la realidad, en este caso visible; pero era una visión libre, interpretativa, creadora. Sería quimérico reducirla a una fotografía -que por lo demás puede también ser creadora-. La gran variedad de la obra pictórica de Arredondo, que apenas dejó rincón toledano por explorar, aparece unida por lo que se llama un estilo: una unidad de perspectiva, una recreación personal de una realidad vivida vista en cien escorzos diferentes. Pocas veces se ha dado una interpretación global y coherente de un trozo de realidad española, urbana y paisajística, que representa ya de por sí una larguísima tradición histórica… Toledo es una viejísima ciudad, que ha cruzado largos siglos, que ha recibido el influjo de diversas culturas que han ido dejando su sello en las piedras, en las diferentes formas de vivir el paisaje. Por el Tajo ha pasado casi toda la historia de España, dejando su huella, su depósito, sus proyectos de cada momento. Fue un centro capital de la España visigótica, pasó a forma parte de la España musulmana, desde 1085 volvió a la Cristiandad, fue la Ciudad Imperial de Carlos V; luego, siglos de cierto decaimiento, momentos de decadencia, todo ello con una interminable serie de vidas humanas que se fueron sucediendo hasta hoy. Lo que se encuentra en tantas obras de arte, sin olvidar por supuesto al Greco, lo que se revive en forma inolvidable en Galdós, baste recordar ‘Ángel Guerra’, todo ello da a esta ciudad un espesor histórico asombroso, una densidad incomparable, sostenida por su emplazamiento, por ese espacio reducido entre el Tajo y las montañas, que ha concentrado a Toledo, en algún sentido lo ha inmovilizado, lo ha conservado hasta hoy en una admirable riqueza que los grandes creadores han ayudado a conservar, a alumbrar, que nos permiten poseerlo…Una versión visual de todo esto representa la obra casi desconocida, poco menos que olvidada, de Ricardo Arredondo. Su conocimiento, que ahora empieza a ser posible, permitirá incorporar a lo que poseemos una perspectiva que va más allá de lo que hasta ahora teníamos. Los monumentos de Toledo entre el Alcázar y la Catedral, la obra entera del Greco, tan íntimamente ligada a esta ciudad, el paso de un tiempo larguísimo, que se ha remansado en la limitación de esas edificaciones comprimidas por el terreno, limitadas, intensificadas, permite tener una visión particularmente fuerte de lo que ha sido la historia entera de España. Toledo significa una de las mayores condensaciones de la visión de una España tantas veces desatendida, a la cual con demasiada frecuencia se ha intentado volver la espalda”.

Bibliografía

  • Luis Peñalver Alhambra, Toledo en la pintura. De El Greco a Canogar, Ciudad Real Almud Ediciones de Castilla-La Mancha, 2011.
  • José Pedro Muñoz Herrera y Félix del Valle y Díaz: Arredondo, pintor de Toledo; Toledo, CCM y Junta de Castilla-La Mancha, 2002

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