La figura de Rodrigo González-Alegre Álvarez descuella de manera singular entre los alcaldes de Toledo del siglo XIX. No era, sin embargo, originario de la ciudad. Nació en Oviedo el 12 de mayo de 1822 en el seno de una familia perteneciente a la burguesía comercial e industrial, cuyos miembros se comprometerían de manera activa con la revolución liberal a lo largo del siglo XIX. Su padre, José González Alegre, había fundado una entidad bancaria de crédito y destacado en los inicios de la minería y siderurgia del principado. En cuanto a sus hermanos, prosiguieron los negocios paternos y constituyeron uno de los principales núcleos del republicanismo asturiano junto con la familia Álvarez-Buylla, uno de cuyos hijos, Adolfo Álvarez-Buylla González-Alegre (1850-1927), promovió algunas de las más significadas iniciativas de reforma social de la Restauración.
También en Oviedo emprendió Rodrigo González-Alegre estudios universitarios, completados después en Francia, donde permaneció algún tiempo. A Toledo debió de llegar, acaso con el fin de atender negocios familiares, en 1846 o 1847. Le indujo, además, a permanecer en la ciudad su matrimonio con Mamerta Fanjul Coello, hija de Diego Nicolás Fanjul, uno de sus mayores contribuyentes y alcalde en 1836 y 1848, igualmente originario de Asturias, y cuñada del propietario agrícola Manuel Adoración García Ochoa, también alcalde entre 1856 y 1858. Enlazaba así por parentesco con la más recia burguesía toledana.
Sus ocupaciones comerciales obtendrían un éxito aceptable, aunque discreto, en Toledo, donde no tardó en incorporarse a los círculos progresistas de la burguesía urbana, lo que le llevó a ser elegido concejal a finales de 1853. Muy pronto destacó por sus repetidas iniciativas, bien individuales, bien desde una u otra comisión, para impulsar reformas urbanas, preludio de su futura actuación como alcalde. Afectaban tanto al alumbrado y limpieza de calles y paseos como a necesidades sociales de los barrios desfavorecidos. La relevancia de tal actividad quedó reconocida al ser elegido por unanimidad síndico municipal y acabó por situarle a la cabeza de los regidores de unas y otras tendencias, como conscientes de que anteponía a sus propias convicciones políticas la defensa de los intereses municipales. Ahora bien, su trayectoria personal iba a verse condicionada por las circunstancias que caracterizaron, en un plano tanto nacional como local o provincial, el final del Régimen establecido por la Constitución de 1845.
Decretado el estado de sitio en todo el territorio nacional tras el levantamiento militar protagonizado a finales de junio de 1854 por los generales Leopoldo O’Donnell (1809-1867) y Domingo Dulce (1808-1869), la decisión del gobernador militar, Pascual de Real y Reyna (1796-1868), de contratar y armar a un grupo de esbirros para sostener el orden público, fue contestada por González-Alegre, quien propuso encomendar la tranquilidad de la ciudad a los vecinos honrados que se presentasen al efecto. Destituido por ello como concejal, pronto le devolvió a la esfera institucional el éxito de las protestas antigubernamentales. La insurrección triunfó en Toledo sin altercado alguno y el 18 de julio se constituyó una Junta provisional de Gobierno provincial presidida por el brigadier Antonio Ramírez Arcas (1809-1865), comandante general de la provincia. De ella asumió la vicepresidencia González-Alegre, que fue asimismo designado comandante de la Milicia Nacional.
Elegido meses después diputado en el Congreso, se singularizó por iniciativas tendentes a consolidar los logros del levantamiento, a democratizar las instituciones burguesas y a obtener medios para hacer frente a la asonada carlista que estaba organizándose en la provincia. Sus principales intervenciones tuvieron que ver, en cualquier caso, con los intereses generales de la provincia, como la necesaria mejora de la carretera de Toledo a Madrid y, sobre todo, la concesión de una línea de ferrocarril que conectase con Madrid. Junto con los también diputados por Toledo Ambrosio González y Félix Martín, consiguió aprobar el proyecto de conexión con Madrid mediante un ramal que partiera de Castillejos, finalmente inaugurado en 1858, cuando él ya había cesado como diputado.
La vuelta al poder de los conservadores frustraría en 1857 y 1858 sus intentos de acceder nuevamente al Congreso. En julio de 1858, sin embargo, la Unión Liberal recuperaba el Consejo de Ministros, circunstancia que le permitió reemprender la actividad pública, ahora en el terreno municipal. Elegido regidor al frente de una coalición de progresistas y liberales, el 1 de enero de 1859 era designado alcalde de la ciudad. El nombramiento le fue renovado dos años después, pero la camarilla neocatólica que controlaba la Diputación, encabezada por Manuel María Herreros, anteriormente gobernador, consiguió su destitución en marzo de 1862. Permaneció, aun así, como teniente alcalde hasta enero de 1863. Durante sus dos mandatos, emprendió una labor de reforma urbana que sentaría las bases de la transformación de la ciudad operada a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, si bien la realización de sus proyectos más ambiciosos, como el de abastecimiento de agua potable a la ciudad, el arreglo de sus principales plazas y jardines o la construcción de un nuevo cementerio, hubo de ser culminada por otros equipos municipales.
Pese a su destitución, quedó como referente, junto con Venancio González, de la burguesía liberal toledana encuadrada en el partido progresista. Lo representó en la Junta Central del grupo, como presidente de su Comité Provincial, desde 1865 y lideró el retraimiento electoral de progresistas, demócratas y republicanos orientado a poner fin a la dinastía borbónica, siendo encarcelado, bajo acusación de rebelión y sedición, por sospechas de estar implicado en la intentona insurreccional dirigida por Juan Prim en agosto de 1867.
El triunfo de la revolución de 1868 le devolvió al primer plano de la vida política. Presidió entonces la Junta de Gobierno provincial constituida a la caída de Isabel II antes de ser elegido nuevamente diputado en Cortes en 1869 y senador en 1871. Alineado, en octubre de ese año, con la postura constitucionalista de Práxedes Mateo Sagasta y de Venancio González frente a los partidarios de Ruiz Zorrilla y de Cristino Martos y alejado del republicanismo, fue nombrado gobernador civil de Madrid y distinguido con la Real Orden de Carlos III. Ocupó un último empleo público en julio de 1874 al ser nombrado comisario provincial de Agricultura.
Falleció pocos años después, el 3 de octubre de 1879, en su Oviedo natal, con la que se había mantenido relacionado. Su viuda y sus cinco hijos, en particular Rafael e Isabel, continuarían en Toledo su actividad comercial y su entrega a la labor de reformas urbanas.
Bibliografía:
- CASTILLO, José Luis del. “Agentes de progreso olvidados: Rodrigo González-Alegre”. En ABC Castilla-La Mancha. Toledo: (1) 12 de octubre de 2020; (2) 7 de diciembre de 2020; y (3) 18 de enero de 2021.
- Los diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869. Recopilados por distinguidos literatos, tomo segundo, Madrid, R. Labajos y compañía, editores, 1869, pp. 433-434.
- GARCÍA RUIPÉREZ, Mariano. “Rodrigo González-Alegre y Álvarez”. En Mariano García Ruipérez y Enrique Sánchez Lubián, El alcalde de Toledo hace saber, Toledo, Consorcio de Toledo / Ayuntamiento, 2009, p. 64.
Imágenes:
- Retrato de Rodrigo González-Alegre Álvarez en 1854. José Vallejo.
- Rodrigo González-Alegre Álvarez. Galería de los representantes de la Nación 1869. Congreso de Diputados.