Natural del pueblo toledano de Urda, donde nació en 1882, hija de un herrero y miembro de una familia numerosa de seis hermanos, representa un prototipo poco habitual de mujer avanzada en su época. A diferencia de otras muchas compañeras de claustro que llegaron a Toledo procedentes de distintos lugares peninsulares, la vinculación de Blasa Ruiz con el centro toledano fue muy estrecha, primero alumna y pasados los años profesora.
Gracias al apoyo económico de unos tíos carnales, cursó estudios en la Escuela Normal de Maestras de Toledo y obtuvo en 1901 el título de Maestra de Primera Enseñanza Elemental; posteriormente completó su formación académica en la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid. Al obtener la plaza de profesora numeraria de la sección de Letras emprende un periplo por la geografía española, de tal suerte que con anterioridad a su llegada, en 1913, a la Escuela toledana estuvo destinada en la Normal Elemental de Maestras de Logroño (1908-1910), sección de Letras, Segovia dos meses entre febrero y abril de 1910 y Córdoba (1910-1913).
Debido a su brillante trayectoria académica y a sus inquietudes intelectuales fue pensionada en 1913-1914 por la JAE. En un primer momento, convocatoria de 1909, intentó, sin éxito a pesar de contar con conocimiento del idioma francés y con el aval elogioso –“reúne condiciones excepcionales para los estudios y tiene grandes aptitudes para la enseñanza y un celo, un entusiasmo y una vocación tan decidida”- de la Directora de Logroño, obtener una pensión con el fin de estudiar “La organización de los estudios históricos y métodos para la enseñanza de la Historia” en Bélgica. Volvió a intentarlo en 1913, desde Córdoba donde estaba destinada, solicitando poder estudiar durante un año en la universidad de La Sorbona con el profesor Charles Seignobos los “métodos de trabajo y crítica histórica” y para ello presentaba como garantía y méritos haber trabajado cinco años en la enseñanza de la Geografía e Historia como profesora, tener cursada la carrera de maestra superior en la Normal Central, haber realizado trabajos sobre metodología de la Historia con la profesora de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio Magdalena S. Fuentes, poseer idiomas y disponer de una preparación previa sobre el objeto de su investigación para lo cual aportaba un trabajo sobre la necesidad de cambiar los métodos de enseñanza de la Historia. Finalmente obtendría la pensión, pero no para estudiar sobre la Historia sino sobre la organización y funcionamiento de las Normales de Maestras de Francia, Bélgica, Suiza e Italia.
Comenzó su periplo formativo en Montpellier, donde además de concurrir a las aulas y escuchar conferencias, observó prácticas en escuelas Anejas y en párvulos. Conoció igualmente el Liceo femenino y asistió a diferentes asignaturas impartidas por la Dra. Bernard, en concreto Geografía, Historia, Lengua y Literatura y Economía doméstica. También frecuentó algunas clases de la universidad con el profesor Merimée y visitó el Gimnasio municipal donde asistían los niños de los colegios públicos de la ciudad. Pasó luego a Toulouse, concurriendo a la Escuela Normal de Maestras, a las Primarias y a la Superior de niñas. En París recibió docencia en la Escuela de Maestras del Sena, Escuela práctica aneja, cursos semanales organizados por la Dirección del Centro, Normales Superiores de Fontenay-aux-Roses, Sevres y Sant Cloud, Escuela Normal de Sena-Oise, en Saint Germain-en-Laye, escuelas comunales y profesionales de París. Al trasladarse a Bélgica entró rn contacto con la organización de los centros educativos de magisterio del Estado y Municipales de Bruselas –aquí también los Institutos Decroly y Josteiko-, Brujas y Wovre-Notre-Dame. Completó su estancia en tierras belgas con excursiones a Lieja, Amberes, Charleroi y otros lugares. En Italia conoció la Normal “Carlo Tenca”, Escuela Rinnovata, Escuelas elementales y profesionales de L’Humanitaria, Escuelas municipales y Asilo Modello de Milán, al igual que varias de Turín. De su paso por Suiza cabe reseñar la visita a las Normales de Maestras y Maestros de Berna y Laussane, al Instituto J.J. Rousseau y a las Escuelas Superiores “Menagères” al aire libre de Ginebra. Desde esta localidad, en septiembre de 1914, enviaba una carta al Presidente de la JAE en la que le solicitaba, por estar interesada en las cuestiones de Educación Física y desear completarlas, se le otorgase una prórroga de seis meses para continuar sus estudios en Suiza y en Alemania.
En la ciudad del Tajo, desde su regreso del viaje de estudios, permaneció hasta 1936 incorporándose durante la guerra civil a la Escuela de Magisterio de Ciudad Real, en la que llegó a ocupar el puesto de Directora entre los años 1937-1939. Sus inclinaciones republicanas la abocaron al doloroso trance de ser depurada en 1937, con la separación definitiva del servicio y dada de baja en el escalafón, idéntica suspensión que la acaecida a Félix Urabayen, compañero suyo de claustro en Toledo y republicano confeso –ambos aparecen publicados en el Boletín Oficial del Estado de 1 de noviembre de 1937-, si bien posteriormente conseguiría reincorporarse y cerrar su vida profesional en la Normal de Alicante en 1952.
Con ocasión de su jubilación compuso un hermoso poema donde enlazaba sus creencias religiosas con lo que constituyó su pasión, la Historia (Señor, Señor, la Historia era mi vida/¿Será también, Señor, mi muerte?).
En Toledo permaneció durante veintitrés años, impartiendo las disciplinas propias de su especialidad, Letras, sin que desempañara ningún cargo directivo, salvo alguna sustitución ocasional de Secretaria por falta de la titular. Por el contrario, durante su etapa en Ciudad Real, sí recayó en sus manos la dirección del Centro, probablemente influyera en la decisión su filiación republicana que a los ojos de quien la nombrara, garantizaría cierta fidelidad en esos tiempos tan convulsos. En la Normal toledana sí fue nombrada bibliotecaria en 1916 y desde esa responsabilidad se ocupó de organizar la biblioteca con múltiples gestiones, algunas tan peculiares como el propio ofrecimiento por parte del autor para que le compren ejemplares, tal como sucedió en 1929 con Francisco Machado –hermano del gran poeta Antonio- y sus Leyendas toledanas.
Aunque en el seno del claustro de Magisterio había profesoras de inclinaciones políticas muy dispares, desde militantes de Acción Católica hasta de Izquierda Republicana, si bien la mayoría vivía al margen de afiliaciones pero no de ideologías, no se detecta ningún signo de enfrentamiento; sin duda el sentido común de las docentes, unido al respeto mutuo y a la sana costumbre de dejar fuera de las aulas el debate político evitó tensiones estériles, a pesar de la politización tan candente en algunos periodos
Mujer muy activa y comprometida socialmente militó en el partido de Izquierda Republicana, un dato revelador de su personalidad de ideas progresistas y de sus convicciones pues no era usual el compromiso activo en organizaciones políticas, sí las simpatías, y mucho menos tratándose de mujeres. Colaboró ocasionalmente en la prensa local. En El Castellano de 18 de enero de 1930 firma un artículo titulado “Impresiones de la capital y de la provincia” que tiene que ver con una “Estampa” de Félix Urabayen publicada en El Sol tras una visita que, su compañero en la docencia –y a pesar de todo amigo- y escritor, efectuó en el verano al pueblo de Urda. En esas impresiones, escribe, “nos ofende, nos ultraja sin piedad y, a título de estampero, se mete a inquisidor de unos delitos que imaginó en mente acalorada…”.
Del amor a su patria chica y a sus gentes dio testimonio en múltiples oportunidades, no sólo con esta réplica, sino en otras circunstancias, siendo quizás una de las muestras más fehacientes el gran apoyo y protección, tanto material como artística, que brindó a su paisano el maestro Guerrero Malagón, cuando éste daba sus primeros balbuceos en el mundo del arte. Doña Blasa, en su domicilio, le enseñó a leer, y no fue con cartillas al uso, sino utilizando el libro del Quijote, razón que explica lo mucho que G. Malagón sabía de las peripecias del inmortal personaje cervantino y que ayuda a entender las frecuentes alusiones en sus pinturas de paisajes o figuras relacionadas con esa obra maestra de las letras españolas. También en El Castellano, aunque ahora ocultando su identidad, enmascarada bajo una X como firma, si bien el rotativo la presentaba como “una cultísima y delicada pluma femenina”, escribió en 1924 un emotivo artículo “Figuras de Navidad y hombres del Renacimiento” dedicado al pastor-pintor urdano que en su anhelo de labrarse un porvenir como artista, acababa de llegar a Toledo en compañía de su abuela, con el zurrón rebosante de ilusión pero con un doloroso desamparo por la carencia de recursos económicos. También realizó alguna colaboración en revistas profesionales, como “La vida y la personalidad de Magdalena S. Fuentes” (Revista de Escuelas Normales, año VI, núm. 55, 1928).
Una faceta desconocida, o cuando menos poco conocida, era su vena poética, quizás porque la reservaba para sí misma y para los más allegados y que sólo ocasionalmente la hizo público, como ocurrió con una composición, publicada en la prensa, que dedicó a las gentes de su pueblo, tan cargada de amor al terruño como de retórica heroica y gloriosa, o la larga Despedida opúsculo escrito al coincidir con su jubilación.
Murió en el año 1967 y en la actualidad, Urda, localidad natal de doña Blasa, ha honrado su memoria al bautizar con su nombre un Centro de Atención a la Infancia.