José Sánchez Covisa (1881-1944) es una de esas personalidades cuya vida profesional quedó truncada por la guerra y que, al marchar al exilio, dejó un hueco en la medicina española que, no obstante, agradecieron los venezolanos. Nacido en el seno de una familia acomodada del municipio conquense de Huete, vivió la mayor parte de su vida en Madrid. En su Universidad Central culminó su carrera de Medicina en 1903 y, un año después, se doctoró con una tesis sobre el Concepto Actual de la Clorosis. Especialista en Dermatología y Venereología, ejerció su trayectoria profesional en todos los ámbitos posibles: clínico, docente, académico y científico.
En el primero de ellos, fue médico (por oposición) de la Beneficencia Provincial de Madrid y de la Beneficencia Municipal y, más tarde, Jefe del Servicio de Dermatología y Sifiliografía del Hospital San Juan de Dios. En octubre de 1922 fue pensionado durante un año por la JAE para viajar a París (a la clínica de Jeanselme) y Berlín (clínica de Arndt). Su aprovechamiento debió de ser notable porque accedió a una cátedra de la Facultad de Medicina de la Universidad Central en abril de 1926, de la que llegó a ser decano en mayo de 1933. Esa brillante trayectoria profesional tuvo su recompensa en el mundo intelectual y científico como académico numerario de la Academia Nacional de Medicina, presidente de la Academia Médico-Quirúrgica y de la Academia Española de Dermatología, presidente del Colegio de Médicos de Madrid (y de honor del Colegio de Médicos de Cuenca), consejero del Consejo Nacional de Sanidad y miembro de honor o corresponsal en varias sociedades dermatológicas y venéreas europeas (Francia, Austria, Hungría, Italia) y americanas (Argentina y Cuba).
El contacto con la realidad social, en su condición de facultativo de los hospitales en los que ejerció, tendría un papel determinante para que diera el paso a la práctica política durante el esperanzador primer bienio republicano. Concurrió a las elecciones constituyentes de junio de 1931 por la provincia que era originario, Cuenca, en el seno del partido de Alcalá Zamora, la Derecha Liberal Republicana, obteniendo el escaño parlamentario de manera clara; fue el segundo candidato más votado, con el 49 por ciento de las papeletas (31.152 votos en total) en el cómputo provincial, siendo sus mejores resultados en la capital conquense así como en los pueblos de los partidos judiciales de Huete y Tarancón, en muchos de los cuales resultó el candidato más votado de la conjunción república-socialista, en la que concurría. Al desaparecer el partido en el que militaba, ingresó en la Acción Republicana de Azaña y a este partido atrajo a un buen número de concejales de la provincia. Pronto pudo comprobar, empero, los sinsabores de la vida política: un acto de AR en el teatro Cervantes de Cuenca, el 13 de marzo de 1932, fue reventado por un público que le pedía cuentas al diputado Covisa por su voto a favor de la deportación de unos anarquistas catalanes en el buque Buenos Aires.
Desde 1933 se refugió en su vida profesional. Ya no volvió a la arena política aunque, desde fines de agosto de 1936, en plena Guerra Civil, se tuvo que enfrentar a la sangrienta coyuntura desde un puesto tan relevante como la dirección del Hospital Clínico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid.
Cuando la contienda ya estaba decidida, se exilió para evitar la represión de los vencedores. Su fama de notable científico le fue reconocida en el país que lo acogió, Venezuela, donde ejerció en el Servicio de Dermatología del Hospital de Vargas, además de asesorar técnicamente en la División de Venerología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Allí formó a muchos discípulos y, en recompensa, fue nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad Central. El 23 de junio de 1944 encontró la muerte, mientras los aliados cantaban victoria en Normandía y el dictador español, al que poco le importaba la ciencia, se prestaba a cambiar de estrategia para no correr la misma suerte que esperaba a su fiel aliado en la guerra civil, Adolf Hitler.