Saturnino Milego Inglada, una de las personalidades más destacadas de Toledo en el ámbito cultural durante la segunda mitad del siglo XIX, nació en Alicante el 27 de julio de 1850. Su padre era un modesto calderero que, a base de esfuerzo, consiguió dar estudios a la mitad de sus diez hijos, varios de los cuales destacaron en puestos intermedios de la administración y participando en la vida pública en apoyo de Emilio Castelar, en cuyo Partido Republicano Posibilista militó Saturnino, aunque nunca asumiera responsabilidades políticas.
Probablemente por influencia de este último, de quien fue secretario antes de su acceso a la presidencia de la República, después de culminar un bachillerato brillante y mientras impartía docencia en academias particulares, cursó estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad Central. Allí se impregnó del krausismo a través de su maestro Tomás Tapia. A partir de entonces, su pensamiento político vendrá marcado por la influencia de Castelar y Salmerón y sus planteamientos pedagógicos se situarán en la órbita de Giner y de la Institución Libre de Enseñanza, para cuya fundación en 1876 iba a aportar su colaboración. Obtenida la licenciatura, a principios de 1873 se presentó, junto con Hermenegildo Giner de los Ríos y Ricardo Macías Picavea, a unas oposiciones para cubrir cátedras de Psicología y Ética en institutos locales de reciente fundación y, tras aprobarlas, fue destinado a Las Palmas de Gran Canaria en noviembre de 1874.
Desafortunadamente, las autoridades locales conservadoras se negaron, por presión eclesiástica, a presupuestar las cantidades necesarias para el pago de los profesores. Esto provocó la protesta de Saturnino Milego y de su amigo Anselmo Arenas (1844-1928), con quien más tarde colaboró en la revista El Magisterio Extremeño. Ambos solicitaron al Ministerio de Fomento que obligase a las corporaciones locales a abonarles sus haberes o, en caso negativo, que cancelara el centro educativo y les concediera un nuevo destino. El ministerio acabó por adoptar esta solución y en septiembre de 1876 ordenó la supresión del instituto. Por esta razón, Milego quedó en excedencia con dos terceras partes de su sueldo hasta que, en agosto de 1877, obtuvo traslado a la cátedra de Retórica y Poética del Instituto de Toledo, del que fue nombrado secretario al año siguiente.
Adquirió, por otro lado, notoriedad cuando se presentó en 1878 a la cátedra de Historia Crítica de la Literatura española en la Universidad Central, vacante por el fallecimiento de José Amador de los Ríos. Sus tres oponentes fueron José Canalejas, Antonio Sánchez Moguel y Marcelino Menéndez Pelayo, quien disfrutó de un tribunal designado a su favor y de una rebaja del mínimo de edad para poder presentarse. Milego tuvo la mala suerte de ser el contrincante del favorito y, a pesar de no lograr la plaza, sus discusiones con el erudito santanderino tuvieron cobertura nacional por la expectación que generaron.
En su nuevo centro de destino, Milego hubo de redactar las memorias de los cursos comprendidos entre 1882 y 1897 y desarrolló una intensa labor pedagógica en línea con las ideas regeneracionistas de Francisco Giner de los Ríos y en defensa de una educación racionalista y laica. Tuvo, asimismo, una notoria vida pública como abogado, articulista y difusor del ideario republicano democrático, aunque su talante conciliador le permitió evitar conflictos con los sectores católicos. A poco de llegar a la ciudad, formó parte de la junta promotora de las conferencias científico-literarias impartidas en el Centro de Artistas e Industriales, para cuya difusión fue creada la revista El Ateneo (1878-1879), dirigida por el republicano Enrique Solás. Cerrada por decisión gubernativa, el pintor Federico Latorre, también republicano, asumió la dirección del periódico que dio continuidad al clausurado, El nuevo Ateneo (1879-1890), hasta 1881, cuando quedó a cargo de Milego, quien mantuvo el puesto hasta el final. Bajo su responsabilidad, la publicación pasó a atender la actualidad social y política y acometió, sobre todo después de promulgada en 1883 una nueva Ley de Imprenta, una discreta labor crítica respecto a cuanto pudiera interesar al funcionamiento municipal o al equipamiento cultural y urbano de la localidad con el propósito de contribuir a que Toledo saliera de “la postración y el marasmo” en que se encontraba. Abrió asimismo sus páginas a un amplio elenco de colaboradores masculinos y femeninos y, merced a los buenos contactos del equipo de redacción con la capital, a figuras intelectuales bien conservadoras, bien moderada o francamente progresistas, como los expresidentes republicanos Emilio Castelar, mentor intelectual de Milego, y Nicolás Salmerón o el periodista José Ortega Munilla, futuro director de El Imparcial, uno de los periódicos más destacados de la Restauración. Por otra parte, se incorporó a la Sociedad Económica de Amigos del País y, durante sus largos años de estancia en Toledo, publicó diversas obras de ensayo y de preceptiva literaria, como Estudios, disertaciones y ensayos filosófico-literarios (1880), Cuadros sinópticos de literatura preceptiva (1884) y Tratado de literatura preceptiva (1887).
En 1896, permutó su cátedra con Antonio de Aquino para ocupar de nuevo la de Psicología, Lógica y Ética y optar en concurso, sin éxito, a dicha cátedra en el Instituto Provincial de Barcelona. Obtendría, a su vez, traslado al Instituto Provincial de Alicante en 1890, si bien renunció poco después al puesto conseguido, permaneciendo en Toledo, para dejar paso a Luis de Hoyos, hasta 1898, año en que opositó, sin éxito, a la cátedra de Psicología del Instituto madrileño de San Isidro y en el que obtuvo traslado, para ocupar la cátedra de Retórica y Poética, al Instituto Provincial de Valencia, donde fue nombrado vicesecretario y bibliotecario nada más presentarse. Allí compartió de nuevo docencia con Anselmo Arenas, nombrado catedrático de Historia y Geografía en diciembre de 1900, así como con su hermano y colaborador en Toledo José Mariano, profesor de Comercio, y permaneció hasta su jubilación en 1920, al cumplir 70 años de edad.
Durante su estancia en Valencia, su defensa del laicismo le creó conflictos de bastante importancia en el seno del claustro de profesores del Instituto. En medio de tales conflictos, sería denunciado como afiliado a la francmasonería, aunque él mismo se confesase simplemente librepensador. Hubo de participar, por otra parte, en buen número de tribunales de oposición, como en 1901, por ejemplo, en la de Preceptiva e Historia Literaria para los Institutos de Ciudad Real, Cuenca, San Sebastián y Tapia de Casariego (Asturias), junto a su antiguo alumno Francisco Navarro Ledesma, ya catedrático en Madrid, o en otras que tuvieron como concursante a alguno de sus hijos. Fundó y dirigió, asimismo, la revista pedagógica La Enseñanza Nacional e intervino en las asambleas de enseñanza de Valencia, Barcelona y Madrid, así como en el Congreso social y económico hispano-americano de 1900, en la Asamblea pedagógica regional de 1903 y, de modo especial, en la Extensión Universitaria Valenciana y en la Universidad Popular de Blasco Ibáñez. Con este rompería, sin embargo, de manera ruidosa en 1903. Afiliado a Fusión Republicana, se alineó por amistad con las posturas de Rodrigo Soriano, con quien fundó el periódico El Radical, enfrentado al que dirigía Blasco, El Pueblo.
Estaba casado con Obdulia Díaz Carrasco, de quien tuvo siete hijos. Falleció el 9 de mayo de 1929 a consecuencia de una miocarditis, enfermedad que padecía desde tiempo atrás, en Godella (Valencia), donde residía tras su jubilación y en cuyo cementerio recibió sepultura.
Bibliografía:
- CASTILLO, José Luis del. “Un periódico para la regeneración de Toledo”. En ABC Castilla-La Mancha. Toledo: 23 de agosto de 2021.
- HERRERO CORTÉS, Rafael. Ideario y acción de un krauso-institucionista. Saturnino Milego e Inglada. Tesis doctoral. Universidad de Valencia. Facultad de Filosofía y Letras. Sección de Pedagogía, 1983.
- MONZÓ SEVA, Rosa María. “Saturnino Milego e Inglada”. En Real Academia de la Historia. Diccionario biográfico [https://dbe.rah.es/biografias/62306/saturnino-milego-e-inglada. En línea].
- PASTOR NAVARRO, José. Diccionario biográfico de personajes alicantinos (Fichero provincial). Tomo VII. Alicante: Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2017. Págs. 203-205.
- SIRERA MILLARES, Carles. Un título para las clases medias: el Instituto de Bachillerato Lluis Vives de Valencia (1859-1902). Valencia: Publicacions Universitat de Valencia, 2011. Págs. 231-253.