Teresa Sánchez Gall nació en Ciudad Real en 1952 en el seno de una familia tradicional, sin que nadie sepa con certeza qué fue lo que hizo saltar la chispa que incendió la pasión que sintió durante toda su vida por ese oficio tan antiguo y bello como el teatro. Quizá su inclinación artística le viniera de su abuelo materno, pianista y dibujante aficionado, que había llegado a La Mancha desde Cataluña para ejercer su profesión de maestro. Pero lo cierto es que, desde muy joven, sin tener ninguna vinculación previa, mostró un inquebrantable amor por todas las artes escénicas, a las que dedicó toda su vida.

Su formación teatral se inició en Toledo, donde se había desplazado para iniciar sus estudios de Filosofía y Letras en el año 1969. En el Centro Universitario contactó con el director José María Pou, quien le transmitió sus primeras nociones del teatro. Posteriormente, se trasladó a Madrid en el curso 1971-1972 para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, y allí se unió al aula de teatro creada en la universidad por otro director, Emilio Bugallo, quien le inició en el método Stanislavski, una técnica teatral centrada en la creación del personaje mediante la interiorización de su psicología y la creación de un contexto realista para la interpretación. En esta época, también recibió formación en expresión corporal y danza con Elvira Sanz, catedrática de la Escuela de Arte Dramático de Madrid, que le permitió desarrollar un enfoque integral de la escena que combinaba actuación, movimiento y expresión.

En los siguientes años, durante la segunda mitad de la década de 1970, Teresa se integró en el emergente movimiento del teatro independiente en España. En 1975, participó en la creación del Centro de Investigaciones Teatrales (CIT), junto a figuras como Luis Olmos, quien más tarde se convertiría en director del Teatro de la Zarzuela. En este novedoso Centro, ajeno al teatro convencional que se practicaba en aquella época, se dedicaron a explorar la relación entre el teatro y la danza, creando el espectáculo Salomé, un proyecto innovador que marcó el camino hacia la interdisciplinariedad en su carrera.

En esta misma época también participó en los espectáculos ¿Querrías Bailar? del Centro Nacional de Nuevas Tendencias (1973) y Danzas Urbanas de Arnold Taraborelli (1974), y formó parte del grupo de teatro “Chirulirurí” (1979), especializado en teatro de calle, una variante escénica que rompía con la rigidez del escenario tradicional y acercaba las artes escénicas a un público más amplio, y que, a la postre, se convertiría en uno de sus amores más queridos.

Poco tiempo después, entre los años 1979 y 1982, Teresa se unió al Gayo Vallecano, colectivo cultural fundado en 1978 por Juan Margallo, Fermín Cabal y Luis Matilla con la intención de descentralizar la cultura madrileña, participando en la creación colectiva de varios de sus montajes, como El Pasagayo, Ahora no es de Leil de Alfonso Sastre, El Preceptor de Jacob M.R. Lenz y Ligazón y La rosa de papel de Valle-Inclán.

Con la llegada de la democracia a España, Teresa Sánchez Gall, adaptando los conocimientos adquiridos, cambió de registro, escribiendo la crítica teatral en la Guía del ocio madrileña durante unos años, y comenzando su labor como gestora cultural, pasó a dirigir el Centro Cultural Alberto Sánchez en Vallecas durante los años 80, que compaginó con su vocación lectiva como directora artística del Aula de Teatro de la Universidad Autónoma de Madrid (86-88), y posteriormente, entre los años 1990 a 1992, asumió la dirección del Área de Espectáculos de Animación en la Expo 92 de Sevilla. En este inédito cometido, Teresa se encargó de la organización de los espectáculos de calle de todo el recinto, colaborando estrechamente con arquitectos e ingenieros para diseñar los escenarios y espacios de actuación, combinando lo artístico con lo técnico y lo urbano.

Posteriormente, en el año 1998, Teresa fue asesora para la Expo de Lisboa, extendiendo su concepto del teatro de calle más allá de las fronteras españolas, y del Plan Maestro de la Expo Zaragoza 2008, donde, una vez más, asumió el desafío de coordinar la programación y los espacios escénicos para un evento de alcance internacional.

Fruto de su ávido interés por las disciplinas escénicas menos convencionales y el teatro de calle, a finales de los años 90, Teresa, hipotecando su propia casa, pone en marcha la Casa de Oficios Circenses en Madrid, un proyecto pionero destinado a la formación y promoción de artistas circenses en España, rescatando su valor cultural y adaptándolo a los nuevos tiempos. Compatibilizando este trabajo en el circo, durante los primeros 2000, continuó colaborando con instituciones relevantes en el ámbito teatral, como ayudante de dirección en el Teatro de La Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en la producción del Teatro Nacional de la Zarzuela en Madrid, y en la puesta en marcha y actividad del coqueto Teatro de la Guindalera de Madrid, consolidando su reputación en el ámbito cultural español.

Sin embargo, su inagotable actividad teatrera se vio truncada por la enfermedad, y Teresa Sánchez Gall falleció en Madrid en 2008, dejando un legado duradero en la gestión cultural, en el teatro de calle y en el circo. Siempre se había significado como defensora activa de los derechos de los trabajadores del espectáculo, abogando siempre por unas mejores condiciones laborales para todos los gremios. También como feminista desde los primeros tiempos, luchando firmemente por la igualdad de las mujeres en todos los ámbitos. Su familia, amigos, colegas y discípulos la recuerdan como una mujer generosa, íntegra y entusiasta, cuyo amor por las artes escénicas fue la mayor constante de su apasionada vida.

Referencia:

• Rosana Torres, “Necrológica. Teresa Sánchez Gall, gestora cultural”, El País, Madrid (6-7-2008).