Nació en Toledo un 22 de julio, domingo, y en Toledo se hizo pintor, y como pintor excepcional del paisaje toledano, sobre todo, es conocido y admirado. Patios, calles, plazas y callejas; balcones a punto de derrumbarse, soportales, cobertizos, torres, iglesias y otros monumentos, fachadas descascarilladas, el laberíntico entramado callejero… La agradable incomodidad artística de Toledo… Todo ello lo he visto apilado en su taller de la puerta de Bab-al-Mardón, inmueble emblemático que antes había ocupado el escultor y pintor Tomás Gimena Herreros. Sus padres fueron Fermín Camarero Gutiérrez y Paula García Braojos.
Cursó los primeros estudios en varios colegios toledanos hasta que se matricula en la “Academia Imperial” regentada por D. Pablo Gamarra Ramírez, maestro de profesión, escritor y también pintor, y fue quien le introdujo “el gusanillo” de la pintura. No obstante, como él mismo confiesa en su discurso de ingreso como académico numerario en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, “Artesanos y artistas del siglo XX en Toledo”, publicado en Toletum, 2ª época, núm. 38 (1998), su introducción en el mundo del arte se inicia a mediados de los cuarenta, cuando su abuelo le lleva a “la Casa Grande” habitada por Ricardo Arredondo y sus sobrinas, muy próxima a la puerta del Cambrón y a la casa familiar: “Recuerdo un pasillo que desembocaba en una gran estancia, el estudio. De frente, un mueble y encima, ocupando toda la pared, un panel lleno de pequeños cuadritos, que eran para mí algo mágico y maravilloso de forma y color. ¡Cuántas noches soñaba con aquellos colores! A mano derecha, recuerdo un arpa y un biombo con cuatro “muchachas”, pintada una en cada hoja… Tengo plena seguridad (de) que fue (entonces), cuando por primera vez tomé contacto con la `pintura y, quizá, por estos cuadros soy paisajista”.
Comienza los estudios de bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media, y la profesora de dibujo, doña Mª Luisa García Pardo, descubre las cualidades del joven estudiante para la pintura y anima a su padre a matricularle (1946) en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Toledo, donde también ella impartía clases: “Todo lo que sé de dibujo se lo debo a esta gran mujer”. Y en la Escuela coincidió con sus grandes maestros –Enrique Vera, Guerrero Malagón y la profesora mencionada- y aprendió dibujo, pintura, dibujo lineal, modelado e Historia del Arte. De todos ellos habla con afecto y gratitud.
Durante estos años, completa su formación en el “Taller de Artístico” de la Fábrica Nacional de Armas con el aprendizaje de grabado, cincelado, repujado, esmalte y diseño y, también, de delineación con D. Luis Carrillo Rojas, del que también habla con admiración. Y antes de cumplir los quince años, inicia su participación en exposiciones provinciales de la O(bra) S(indical) E(ducación) y D(escanso), y a los dieciséis es seleccionado para participar en la Exposición Nacional de Zaragoza. A partir de estas fechas, su presencia en exposiciones y muestras -individuales y colectivas-, se suceden de manera vertiginosa y le reportan premios, menciones, diplomas y medallas en otros tantos certámenes y concursos por la geografía española: Madrid, Málaga, Valdepeñas, Jaén, Puertollano, Córdoba, etcétera.
Su periodo de aprendizaje artístico, se puede decir, culmina con su estancia en París, becado (1960) por la Diputación de Toledo. Desde entonces, Tomás Camarero acude con frecuencia a la capital francesa para completar su obra con numerosos escenarios parisinos, y de Burdeos y con otros de ciudades y campos franceses. Además, en 1983 pasa una temporada en Italia estudiando el arte clásico. Y designado (1985) por el Ayuntamiento de Toledo, participó en el I Plener Internacional de Pintura en Veliko Tarnovo, ciudad búlgara hermanada con Toledo, donde dejó tres “toledos”. Y en Belgrado participa (1992) con dos obras en la Exposición Internacional Itinerante “Sefarad 92”. Antes había participado (1987) en la Exposición Internacional de Évora, y en 1993 es elegido para integrarse con ocho obras en la Exposición de la Semana de Toledo en Washington. Tomás Camarero, pues, no es solo uno de los grandes paisajistas de Toledo; también, ha pintado paisajes de otras regiones españolas, y de Burdeos, de Florencia, Venecia y de Bulgaria.
En 1959 funda en Toledo el grupo artístico Paleta Pinar, del que ostentará el cargo de presidente durante varios años. Para presentarlo en público, se organiza en octubre de ese año la I Exposición de Otoño, en la que participa con ocho obras. Y ese mismo año, se inicia una de las constantes y entrañables dedicaciones pictóricas de Camarero: su afición a las felicitaciones y christmas navideños con motivos toledanos, pues en diciembre de 1959 presenta 46 christmas en la Exposición Navideña de la OSED y participa con varias muestras en la I Exposición de Felicitaciones de Navidad. Dedica los primeros años sesenta a recorrer pueblos y campos de la Jara de la mano del recordado maestro Jiménez de Gregorio, y realiza un conjunto de estampas sobre la arquitectural rural de esos pueblos jareños (Belvís, Azután, Aldeanueva de san Bartolomé, etcétera) y sus contornos, con las que inaugura una serie de rutas paisajísticas.
Por estas fechas, Camarero ya se relacionaba con los más relevantes pintores españoles del momento: Benjamín Palencia, Pancho Cossío, Gregorio Prieto, Daniel Vázquez Díaz, etc.; y con escultores (Pablo Serrano)… Y D. Antonio Benigno Celada, con motivo de la inauguración de la Exposición individual del pintor en la Cámara de Comercio (1984), estrena unas seguidillas tituladas “Al pintor Tomás Camarero”.
En 1986 es nombrado “Toledano del año” por la emisora Radio Toledo, y en 1988 académico correspondiente de la RABACH de Toledo y como numerario en 1997 y dona a los fondos de la Institución su cuadro titulado Toledo desde los Cigarrales, que había expuesto en Washington en 1993 durante la semana que en esa ciudad se dedicó a Toledo. También en 1997 es nombrado “Toledano del año” por la Asociación Cultural “Marqués de Villena” de Escalona. Y, al tiempo, visita pueblos próximos a Toledo, por ejemplo, Bargas, donde encontrará a la mujer de su vida, Paula, con la que se casa y tendrán tres hijas. Y de Bargas y su entorno dibuja monumentos, calles, fachadas, rincones y paisajes hasta conformar una gran colección. Y como, además, en Bargas tenía su casa y su estudio y ahí pasaba los veranos, el Ayuntamiento de esa localidad dio el nombre de “Pintor Tomás Camarero” a uno de sus colegios en 2009.
A mediados de esta década, Camarero goza de renombre y reconocimiento artísticos y de hombre que intenta dinamizar la vida cultural toledana. Y por ello y porque “representa las sensaciones de la luz y de la ciudad”, el Ayuntamiento toledano le distingue con el título de “Hijo Predilecto” de Toledo en 2009. Antes, por su independencia de carácter y voz propia, recibe ofertas políticas que siempre rechazó y, precisamente, por su independencia en el pensar y en el decir, recibió en 1967 un sincero homenaje de un grupo de reputados artistas toledanos.
Continúa recorriendo las tierras de España (Cuenca, Albarracín, y pueblos de La Mancha, y de La Vera, y del Jerte, y de las faldas de Gredos y de Salamanca… También de Portugal (Évora). Con estas escapadas completa esas rutas paisajísticas que se convertirán en parte muy importante de su obra, pues se afirma que si Tomás Camarero no hubiera logrado el reconocimiento y prestigio de que goza por ser uno de los más grandes paisajistas toledanos de todos los tiempos, lo hubiera alcanzado por esta otra obra dispersa en la que plasma cientos de detalles arquitectónicos y de luces y colores, y de lugares próximos y lejanos, muchos de ellos ya desaparecidos. Son, pues, estos cuadros, en muchos casos, testigos de lo que fue y ya no existe…
En 1981 inaugura su nuevo estudio en la puerta de Bab-al-Mardón que, al mismo tiempo, es sala de exposición permanente de su obra, donde conocí al pintor en noviembre de 1995, y quedé asombrado con y por la cantidad de cuadros que veía por todas partes: colgados, en varios caballetes, apoyados sobre las patas de unas mesas y en grandes rimeros apiñados aquí y allá. Había toledos de todos los tamaños y colores: rincones toledanos, jardines, patios llenos de hermosura y sencillez, y paneles con evocaciones religiosas que se desparramarían por el recorrido de la procesión del Corpus; puertas y portadas; cobertizos, plazas, calles habitadas y otras desiertas con intención vaticinadora o, quizá, deseos del propio autor; los puentes y motivos toledanos desde los puentes… El Alcázar emergiendo entre la niebla. Toledo y “toledos”, Camarero y “camareros” de varias épocas, tamaños y estilos distintos, pero el arte realista de luz y color era el mismo y único y personalísimo: Todo ello se veía desparramado por el estudio del pintor. En efecto, Toledo, la ciudad entera se había citado en su taller, sobre todo la ciudad silenciosa, deshabitada, ajada por la edad… “No me interesa el Toledo vivo, actual, lleno de gentes que van y vienen, sino el Toledo que día a día se va perdiendo, el Toledo que desde el siglo pasado nos van destruyendo para sustituirlo por otro Toledo de falso ladrillo. Me atrae el entramado laberíntico de la ciudad, las viejas tejas y los desmoronados muros de un Toledo en vías de extinción”.
Volví otras tardes y le pregunté sobre sus inicios en la pintura y subrayó la extraordinaria casualidad nacida de la mano de su abuelo Vicente, capataz de Obras Públicas, “que sin él saberlo ni yo tampoco me introdujo en el mundo del arte. Y fue que me llevó a la “Casa grande”, que era la del pintor Ricardo Arredondo…”. También recordaba con devoción de D. Pablo Gamarra. Hablaba de sus profesores y de artistas y famosos artesanos, a muchos de los cuales había conocido; “a otros no llegué a conocerlos, como al extraordinario ceramista D. Sebastián Aguado y Portillo”. Pero en la tienda de cerámica de la familia, enfrente de San Juan de los Reyes, “había entre dos escaparates un panel de azulejos con la torre de Santo Tomé, que se convirtió para mí en un imán que me retenía y me quitaba de mis juegos de niño…”.
Sí, Tomás Camarero es el gran pintor paisajista de Toledo del siglo XX, con obras repartidas en colecciones particulares y públicas nacionales e internacionales. Esta obra se puede considerar primera o mayor. Pero también es autor de otra obra más dispersa, con paisajes y horizontes múltiples de ciudades y pueblos de España que sería más que suficiente para granjearle pleno reconocimiento en la actualidad. Son también muchos y muy valorados sus trabajos de orfebrería.
Murió en Toledo, en 2004.