Tomás Gómez Martínez nació en la ciudad de Palencia en el año 1839, hijo de Manuel Gómez y Maximina Martínez, y falleció en Guadalajara el día 1 de diciembre de 1892, en su domicilio del número 7 de la calle de San Lázaro. Contrajo matrimonio con Cándida Vellisca González, que murió el día 8 de diciembre de 1917 a los 68 años de edad(1), y tuvieron tres hijos: Sara, que murió el 18 de febrero de 1874 a los cuatro días de su nacimiento; Federico, que permaneció soltero hasta su muerte, producida el 10 de marzo de 1901 cuando contaba 31 años (La Crónica, 14-3-1901 y Flores y Abejas, 17-3-1901); y María Gómez Vellisca que contrajo matrimonio con Jesús García Alocén, un madrileño que fue conserje del Ayuntamiento de Guadalajara, ciudad en la que murió el 19 de julio de 1931 a los 51 años de edad(2).
Desde el punto de vista laboral, Tomás Gómez fue, seguramente a partir de 1865(3), tipógrafo en la imprenta de la familia Ruiz, establecida desde 1814 en la calle de San Lázaro de Guadalajara. Cuando en 1882 esta familia de impresores cerró su taller tipográfico, su maquinaria y enseres fueron adquiridos por Antero Concha, que ya tenía un modesto establecimiento dedicado sobre todo a confeccionar modelos de impresos para el Estado y particulares. El nuevo propietario pronto trasladó la imprenta al número 2 de la Plaza de San Esteban, en el edificio que había sido palacio del vizconde de Palazuelos, pero mantuvo a Tomás Gómez como regente, puesto en el que le sustituyó su hijo Federico, que también fue tipógrafo y que también murió siendo regente de la citada imprenta de Antero Concha.
Su acción sindical.
Aunque su trabajo como tipógrafo marcó profundamente su vida, tanto pública como privada, aún fue más trascendente su actividad política y sindical derivada de su labor profesional en la imprenta de la familia Ruiz, que fue durante décadas la única digna de tal nombre en la provincia y cuyos propietarios tenían desde siempre una evidente simpatía por los republicanos, Junto a ellos, Tomás Gómez se implicó en la vanguardia política, y sobre todo sindical, de la Guadalajara de su época(4).
Federico Bru Mendiluce, diputado federal en las Cortes de la Primera República, recordaba a Tomás Gómez y a otros republicanos de Guadalajara con estas palabras: “aquella lúcida vanguardia del ejército de González [Hierro], en que figuraban bizarramente con todo el indómito valor de la opinión dentro de la legalidad y con toda la temeraria valentía de los ideales fuera (dentro o fuera, ¿qué les importaba a ellos, si ajustaban siempre su conducta a las exigencias de la patria?), republicanos de fuste, de la pujanza, de la bravura de los Agapito, de los Vázquez, de los Crispín, de los [Tomás] Gómez, de los Moratilla, que atentos al cultivo esmerado del honor, la honradez ante todo, el ideal en la frente, en entusiasmo en el pecho, la confianza en el jefe [Manuel González Hierro], ellos duros y fieros, como leones” (Flores y Abejas, 31-10-1897).
El 29 de septiembre de 1868, con motivo de la Revolución Gloriosa que derrocó a Isabel II, Tomás Gómez acudió a la Casa Consistorial arriacense como uno de los comisionados del Partido Demócrata. Y cuando se rompió este partido, él se alineó con los republicanos; si en junio de 1870 era vocal del Comité Local Republicano de Guadalajara, que presidía el catedrático de Instituto de segunda enseñanza Hilarión Guerra(5), dos años después ya era el secretario del citado comité local (La Discusión, 9-2-1872). A pesar de la caída del régimen republicano, y de la consiguiente restauración monárquica, hasta su muerte siguió siendo fiel a sus ideales y era frecuente encontrarle participando en los banquetes que todos los 11 de febrero celebraban los republicanos de Guadalajara en conmemoración de la proclamación de la Primera República (El Atalaya de Guadalajara, 11-2-1892), También continuó ocupando puestos directivos en el partido federal, de hecho en 1886 era su presidente en la capital alcarreña, y mostrando una absoluta fidelidad a Francisco Pi y Margall(6).
En el otoño de 1871 la clase obrera de la ciudad de Guadalajara comenzó a organizarse con autonomía y en defensa de sus propios intereses. Por un lado, algunos trabajadores jóvenes que militaban en el Partido Republicano Federal, como el zapatero Antero Baños o el pintor Bernardino Martín que pertenecía como Tomás Gómez al comité de este partido, impulsaron la constitución de la federación local de la Primera Internacional en la capital alcarreña (La Federación, 8-10-1871). Fruto de la actividad de este grupo promotor, de la que se hizo eco el semanario La Federación en su número correspondiente al 24 de diciembre de 1871, el día 10 de febrero de 1872 quedó constituida la Federación Local internacionalista de Guadalajara, que llevó una vida tan precaria que en junio el Consejo Federal reconocía que no había tenido ningún contacto reciente con ella y en octubre de 1872 la consideraba disuelta; aunque sabemos que seguía activa a finales de diciembre de ese mismo año (El Trabajo, 9-6-1872).
Pero ese mismo otoño de 1871 se fundó, seguramente por iniciativa del mismo grupo de trabajadores, una Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara que el día 28 de diciembre ya tenía su Reglamento aprobado por el gobernador civil y que en la sesión celebrada por el Ayuntamiento de Guadalajara dos días después mereció el respaldo de los concejales arriacenses, que consideraron “digno de todo elogio el noble pensamiento que emana de dicha asociación” (Archivo Municipal de Guadalajara, Libro de Actas, sesión del 30-12-1871), que presidía Tomás Gómez Martínez. Frente a la orientación revolucionaria de la Internacional, esta Asociación Cooperativa de Obreros de la capital alcarreña tenía una naturaleza mutual, llegando a disponer, por ejemplo, de su propia tahona para ofrecer el pan a precios más asequibles para los trabajadores y sus familias. Esta orientación prolongó su vida más allá del forzado paso a la clandestinidad de la Internacional en 1874 y de la represión monárquica a partir de 1875 y, siempre bajo la presidencia de Tomás Gómez, mantuvo abierta su sede social en la calle de Carbonerías hasta su disolución en el año 1883, desangrada por las luchas intestinas de una clase trabajadora que, tras la liberalización de Sagasta y los liberales en 1881, se asociaba en nuevas organizaciones.
Por un lado, los anarquistas con Antero Baños promovieron la constitución de alguna sociedad obrera, como la de zapateros, que se asociase a la recién nacida Federación de Trabajadores de la Región Española. Y por otra parte, los marxistas, que habían formado un pequeño núcleo a partir de los cajistas de la Imprenta Provincial, sostenían la Agrupación Local del Partido Socialista Obrero Español, aunque este pionero grupo marxista no pudo contar con el concurso de Tomás Gómez Martínez, que permaneció leal al Partido Republicano Federal.
Pero en 1882, y al calor de una huelga nacional de los trabajadores de artes gráficas, este pequeño núcleo de tipógrafos socialistas agrupó a todos los trabajadores de artes gráficas de la capital de la Alcarria, primero como una Subsección de la Asociación del Arte de Imprimir de Madrid y, a partir de la constitución de la Federación Tipográfica, formaron una Sección propia de la que Tomás Gómez fue su presidente, Ligorio Ruiz era su secretario y Julián Fernández Alonso ocupaba el cargo de tesorero.
Bajo su inspiración, estos tipógrafos fueron los pioneros del movimiento obrero consciente y organizado en la capital alcarreña; no por casualidad todavía en el año 1891 a la primera Junta Directiva del Ateneo Instructivo del Obrero, cuyo promotor había sido el cajista Alfonso Martín Manzano, pertenecían otros tres tipógrafos: Tomás Gómez, Juan Isidoro Ruiz y Tadeo Calomarde (Revista del Ateneo Caracense y del Centro Volapükista español, marzo de 1891).
Su actividad periodística.
Esa profesión de tipógrafo y su militancia federal confluyeron fácilmente en la prensa provincial. En el año 1870 apareció La Voz de la Alcarria, un semanario que fue el primer portavoz del republicanismo federal en la provincia de Guadalajara y en el que colaboraron activamente Tomás Gómez, que también lo confeccionaba, pues se imprimía en el taller tipográfico de la familia Ruiz, el farmacéutico molinés Federico Bru Mendiluce, el médico Manuel González Hierro y Manuel Mexía Sáez del Pedroso, entre otros.
El 9 de mayo de 1880, antes de que la llegada a la presidencia del gobierno de Práxedes Mateo Sagasta ampliase las libertades públicas, salió a la calle un nuevo periódico con la cabecera de La Verdad de orientación republicana federal, pero que para eludir la censura se subtitulaba “periódico semanal, científico, literario, de instrucción pública, intereses generales y materiales, noticias y anuncios”; tenía una periodicidad semanal, publicándose todos los domingos, y salió hasta el mes de julio de 1883. Lo fundó Tomás Gómez aunque, por exigencias legales del momento, figurasen como directores el abogado Tomás Sancho Cañas o José Ruiz, dueño del taller tipográfico en el que se imprimía y que además servía como sede de su redacción y administración. Colaboraban en sus páginas Manuel González Hierro y Manuel Mexía Sáez del Pedroso, a quienes ya vimos como redactores de La Voz de la Alcarria, junto a Miguel Mayoral Medina, Tomás Sancho, Calixto Rodríguez, Victoriano Fernández y Carlos Corrales. Se vendía a un precio muy asequible, dos reales al trimestre, y disfrutó de un amplio apoyo popular. Desde el 1 de enero de 1899 se publicó con esa misma cabecera, también en la capital arriacense, otro periódico que estaba animado por el abogado carlista Miguel Rodríguez de Juan.
Del mismo modo, su militancia obrerista le permitió poner sus conocimientos como tipógrafo al servicio de la prensa sindical de Guadalajara. El día 13 de junio de 1882 salió el primer número del Boletín Oficial de la Asociación Cooperativa de Obreros de Guadalajara, una publicación mensual que se distribuía gratuitamente entre sus socios. Solo tenía cuatro páginas de tamaño folio y se imprimía, por el propio Tomás Gómez, en la Imprenta de Ruiz. Su redacción estaba en el número 7 de la calle de Carbonerías, domicilio social de la propia asociación, y tuvo una vida corta, pues su último número vio la luz en el mismo año de su aparición, víctima de las divergencias surgidas entre los socios.
Ese mismo año, según Juan José Morato (Morato, pp. 236-237), la subsección de Guadalajara de la Asociación del Arte de Imprimir, que presidía Tomás Gómez, comenzó a publicar un Boletín del Arte de Imprimir que apenas tiraba medio centenar de ejemplares en la Imprenta Provincial alcarreña. No costaba nada, pues los tipógrafos del establecimiento lo confeccionaban gratuitamente y dos antiguos empleados, los hermanos Cordavias, que ya estaban empleados en el servicio de Correos lo distribuían libre de franqueo. Su vida debió de ser muy breve pues no hemos encontrado más noticia del Boletín que la información que ofrece Juan José Morato.
A su muerte, en El Atalaya de Guadalajara se publicó una sentida necrológica en la que se podía leer: “El compañero estimable, el amigo cariñoso y el republicano consecuente y entusiasta, ha abandonado para siempre este mundo lleno de tristezas, amarguras y desengaños para los que como él, solo vivía trabajando moral y materialmente; lo primero para condolerse de nuestra sociedad egoísta y lo segundo para que no faltase el pedazo de pan a su honrada familia”. Y añadía: “numeroso concurso acompañó a su última morada al cadáver del infortunado presidente del Comité local [del Partido Republicano] federal, disputándose sus amigos y correligionarios el consuelo de llevarlo en hombros durante el trayecto hasta el cementerio, con la asistencia de la música de la localidad” (El Atalaya de Guadalajara, 3-12-1892).
A Tomás Gómez se le había concedido la cruz pensionada de María Isabel Luisa, una distinción reservada para los individuos de la tropa que se hubiesen distinguido en acciones de guerra en el reinado de Isabel II, y durante el Sexenio Revolucionario fue miembro destacado de los Voluntarios por la Libertad.
Bibliografía:
- Juan Diges Antón, El periodismo en la provincia de Guadalajara, Guadalajara, Est. Tip. de Pérez Cerrada, 1902.
- Juan José Morato, Líderes del movimiento obrero español (1868-1921), Madrid, Edicusa, 1972.
Notas (…):
(1) Era hija de Manuel Vellisca y Paula González. Tras la muerte de su marido y de su hijo quedó en una situación económica tan lamentable que en 1913 mereció una de las ayudas que se concedían en Memoria de José Zurita y Guerra, socorro que ese año solo ascendió a 1 peseta y diez céntimos para cada beneficiario. Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara (7-3-1913).
(2) Era hijo de Pedro García y María Alocén. Vivían en el número 20 de la calle de San Roque.
(3) En el número del 20 de abril de 1865 de La Soberanía Nacional se incluye una lista de donativos recogida en Guadalajara en beneficio de los heridos en la Noche de San Daniel; entre la plana mayor del progresismo de la ciudad se encuentran José e Isidoro Ruiz, los dueños de la imprenta, y Antonio Ruiz, Ramón March y Victoriano Calderón, que añaden a su nombre su profesión de cajistas. Si Tomás Gómez ya estuviese residiendo en Guadalajara solo habría podido estar empleado en ese taller y habría colaborado con la cuestación.
(4) En La Discusión del 3 de febrero de 1859 hay una suscripción “para las huérfanas de Tomás Bau” en la que se apunta un donativo de 2 pesetas de Tomás Gómez, aunque no viene la procedencia del envío, por lo que no podemos afirmar que fuese de Tomás Gómez Martínez.
(5) La Discusión y La Igualdad, 1 de junio de 1870. Lo completaban Inocente Fernández Abas como vicepresidente, Emilio Carrasco y Eduardo Calamita, como secretarios, Juan Paniagua, como tesorero, y Antonio Ruiz, Bernardino Martin y Policarpo García, como vocales.
(6) Hay sendas cartas de Tomás Gómez, como presidente del Comité del Partido, publicadas en La Discusión, 5 de febrero de 1886 y en La República, 27 de marzo de 1886, reproducida en La Discusión dos días después.