cuevas-guitierrez
Tomasa Cuevas Gutiérrez
Brihuega (Guadalajara).
1917 -
Barcelona.
2007.
Militante comunista.

Referente del antifranquismo con orígenes alcarreños, Tomasa Cuevas Gutiérrez fue una figura clave para entender la memoria de la represión de la dictadura en esta provincia. Fue recluida en siete prisiones durante la dictadura (Guadalajara, Durango, Santander, Ventas, Amorebieta, Segovia y Barcelona) y sufrió los abusos y torturas de la policía de la época. Sin embargo, decidió no callarse. A partir de 1974, tuvo el valor suficiente de coger un magnetófono, esconderlo en su bolso y grabar, de viva voz, el testimonio de más de trescientas mujeres que dieron con sus huesos en las cárceles del franquismo.

Tomasa Cuevas nació en Brihuega (Guadalajara) el 7 de marzo de 1917. Hija de un obrero y nieta de un albañil y de un hornero, pronto tuvo que trasladarse a Guadalajara porque su padre sufrió un periodo largo de hospitalización. A pesar de que no pudo ir a la escuela hasta los seis años, organizó con apenas 14 años las juventudes del Partido Comunista en Guadalajara. Ella misma dio cuenta en sus escritos de las vicisitudes de su vida y dio muestras de su fuerte personalidad. “Yo sin estar afiliada al partido –declara- ya hacía trabajos de partido, porque camaradas de la Dirección me conocían y sabían de mi trayectoria de juventud en Brihuega”.

La sublevación del 18 de julio de 1936 le sorprende en la capital alcarreña formando parte de las Juventudes Socialistas Unificadas, agrupación desde la que defiende a la República durante la Guerra Civil. Al acabar la contienda, es detenida y encarcelada en la prisión de Guadalajara. Condenada a 30 años de prisión, permaneció cinco entre rejas. Después de cumplir su condena, es desterrada a Barcelona, donde se incorporará al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). En 1945 vuelve a ser detenida, salvajemente torturada y trasladada a la prisión de Les Corts, en la capital catalana. Tomasa relató: “El comisario de la dirección de la cárcel se llamaba Polo y había dos policías hermanos. Daban muchos palos, leña a base de bien hasta desnudarme para que los palos fueran no con tela sino a la sisa, a la piel”.

En 1951 se exilió en Francia, país en el que permaneció durante diez años. Luego pasó nuevamente a la clandestinidad. “Si te cogían, también te sacudían allí”, recordaba. Fue miembro de la Asociación Catalana de Expresos Políticos. “Estuve un tiempo en que, trabajando con la guerrilla del partido, fui a un pueblecito de Francia y llevaba una bolsa vacía pero con papeles para que abultara, allí metíamos las armas, la cerrábamos y la llave la tirábamos por si nos registraban, los policías me dijeron siéntese y cállese, me senté y a callar y llegamos a Guadalajara, tocaron el bolso para ayudarme y me dicen ‘¡uy, cuanto pesa esto!’, pues es papel lo que lleva y me dejaron marchar”.

El trabajo de Tomasa Cuevas centrado en el cultivo de la memoria histórica arranca en 1974, cuando pone en práctica una idea que a nadie se le había ocurrido: recorrer España e ir grabando los testimonios de mujeres que estuvieron con ella en diversas cárceles. Lo hizo por su cuenta, sin apenas medios económicos y con un magnetófono. 

Logró completar una trilogía de libros. El primero, Mujeres en las Cárceles Franquistas, fue editado por la editorial Casa de Campo en Madrid en 1982. Los otros dos volúmenes aparecieron en la editorial barcelonesa Siroco, con el apoyo de Manuel Vázquez Montalbán y Teresa Pàmies. En 2006 pudo reeditarse gracias al servicio de Publicaciones de la UNED, el Instituto de Estudios Altoaragoneses y el escritor Jorge Montes Salguero, subdirector de la Biblioteca Nacional. La obra sobresalía por el número elevado de testimonios que recogía.

El libro de Tomasa Cuevas está escrito desde un espíritu de solidaridad coherente con su trayectoria vital y con su compromiso político. Los primeros testimonios que recogió Tomasa Cuevas fueron en Brihuega. “Todavía existía aún el franquismo –evoca- pero de los primeros que cogí fue a la gente mía que yo conocía y ellos me conocían de Brihuega” [en la transcripción de las palabras de Tomasa en el documental aparece equivocado el nombre del pueblo ‘Brihuela’]. Aprovechó las vacaciones de una Semana Santa, posiblemente en 1974, para acercarse hasta La Alcarria y comenzar de esta forma su ingente trabajo testimonial. “Algunas cintas fueron a Francia y otras en Guadalajara, bien guardadas con gente que no había estado en la cárcel, que no tenía relación con el partido”.

El carácter luchador de Tomasa se observa en sus palabras y gestos, en su rotundidad a la hora de hablar. “Para nosotras –cuenta- la cárcel de Ventas fue como un colegio político, entrabas y te encontrabas con políticas que militaban en la juventud, en el partido [Comunista]. Ahora las cosas han cambiado políticamente, ha muerto pero existen muchos cabrones”. Tomasa explica en el documental el origen de su compromiso: “nadie me dijo tienes que luchar por esto, yo fui allá porque lo sentía dentro de mí, porque había vivido miserablemente, entre miseria no por piojos, por hambre, y eso ya jovencita me indignaba, y yo diría seguid luchando si queréis que cambie esto pero tenéis que luchar, tenéis que hacer algo”.

En opinión de Tomasa, existen muchas mujeres todavía con vida que merecen un homenaje, “sobre todo de Castilla y Andalucía”, por el sufrimiento que tuvieron que soportar tanto en su vida diaria como el tiempo que permanecieron recluidas en las prisiones. Algunos de los testimonios reunidos por la propia Tomasa son la base del documental ‘Del olvido a la memoria’. “Cuando se oía decir: te llevamos a diligencias, suponía comenzar la tortura de nuevo”, asegura en el documental Maria Salvo, una catalana, nacida en Sabadell, militante en las Juventudes Socialista Unificadas, que pasó 16 años en prisión, donde fue torturada y, como consecuencia de las palizas, no ha podido tener hijos. Otra de las participantes es Carmen Rodríguez, viuda del histórico dirigente comunista Simón Sánchez Montero, detenida en múltiples ocasiones: “recuerdo que, en Alcalá de Henares, a Simón lo pusieron en una celda solo y le pegaron. Tanto lo pegaron que, cuando salió destinado de Madrid a Burgos, llevaba las gafas atadas”.

Julia Manzanal pasó cinco años en prisión, donde murió su hija de pocos meses. Ahora, a los 91 años, recuerda con profunda emoción la despedida, en la cárcel de Ventas, de 13 mujeres menores de edad, que fueron fusiladas la madrugada del 5 de agosto del 39, en las tapias del cementerio del Este de Madrid. “Me tocó vivirlo; yo besé a las niñas, las niñas me besaron a mi, besaron a la niña y yo no pude dormir en toda la noche porque quería oír los tiros”. Concha Carretero, una de las condenadas a muerte que escapó del fusilamiento de las 13 rosas, como se denominó ese expediente de la cárcel de Ventas, una prisión con capacidad para 500 mujeres y que en esos años llegó a tener 12.000 reclusas, sentencia: “Yo hubiera preferido que me siguieran dando palos antes que ver a una compañera salir para no volver. Eso lo digo con el corazón y no encuentro palabras para describir eso porque es muy duro”.

En 2004, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pascual Maragall, otorgó a Tomasa Cuevas la Creu [Cruz] de Sant Jordi, una de las máximas distinciones que designa esta institución. Y en diciembre de 2006, el Consejo de Ministros le concedió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

La reedición del libro de Tomasa Cuevas Testimonio de mujeres en las cárceles franquistas, propició en 2006 la grabación del documental Del olvido a la memoria. Presas de Franco, dirigido por Jorge Montes, subdirector de la Biblioteca Nacional y vicerrector de la UNED. Esta cinta recoge los testimonios de diez mujeres republicanas que sufrieron las cárceles de Franco: Tomasa Cuevas, Trinidad Gallego, María Salvo, Concha Carretero, Nieves Torres, Soledad Díaz, Angustias Martínez, Julia Manzanal, Carmen Rodríguez y María Cuesta, ancianas que actualmente rondan los 90 años y otras los superan. 

“Algunas le pusieron cuñas en las uñas; a mi cuñada corrientes en los dedos y en los pezones; a algunas las han violado”; “como primero pegan y después preguntan, me pegaron”. “Peque, nos han puesto pena de muerte. Yo le dije: pero, Virtudes, ¡te conmutarán!”. Así empieza el documental, en el que participa también la escritora Teresa Pàmies quien, en el exilio, ayudó a Tomasa Cuevas a recopilar y editar, en la trilogía Testimonio de mujeres en las cárceles franquistas, las experiencias de mujeres que padecieron en sus carnes la represión franquista. La escritora catalana destaca, en el documental, la importancia de la labor de Tomasa, quien pagó durante la vejez -con lesiones medulares- las consecuencias de las torturas padecidas.

La productora Lua Multimedia trasladó a imágenes esos testimonios en un documental en el que estas diez mujeres, que dejaron en las galerías su juventud, reflejan su lucha contra el olvido por aquellas otras mujeres que nunca volverán a ver porque fueron fusiladas y piden que se escuche su voz para que no vuelva a suceder lo que ellas padecieron. El documental recrea, en la cárcel de Segovia, imágenes de aquellos años posteriores a la Guerra Civil, cuando muchas mujeres eran llevadas por la Policía Político-Social de Franco a la Dirección General de Seguridad. En los sótanos eran sometidas a brutales interrogatorios que les han dejado secuelas para toda la vida. Durante su estancia en prisión eran continuas las visitas a estos calabozos. El documental está disponible en la Biblioteca Nacional.

Obra publicada

  • Cárcel de mujeres (1939-1945) Tomo 1 (1985) 
  • Cárcel de mujeres Tomo 2 (1985)
  • Mujeres en la resistencia Tomo 3 (1986)
  • Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas (2004)

Referencias

Foto: Enciclopedia de Mujeres «Oliva Sabuco» (https://institutomujer.castillalamancha.es)

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