Nacido en Toledo en 1877, profesor, miembro activo de escogidas tertulias de intelectuales, conferenciante de éxito, escritor y gestor cultural, quiso ser recordado como crítico de arte el día de su muerte en Madrid, el 2 de mayo de 1939.
Lector de español en la Universidad de Toulouse y doctor en Filosofía y Letras, fue nombrado, en 1911, profesor numerario de Teoría e Historia de las Bellas Artes de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid. Años después, se ocupó de la docencia de Lengua y Literatura española en dicha Escuela. Ya en 1935, al convertirse en profesor excedente por la supresión del Centro mencionado, sería incluido como excedente forzoso en el escalafón de catedráticos de universidades, entre Leopoldo López Gómez y Alberto del Castillo Yurrita.
Vegue y Goldoni, aunque domiciliado en Madrid, tomó parte activa en la vida cultural toledana. Alentó el grupo conocido en la ciudad como “los del Entierro del Conde de Orgaz”, junto a José Sancho Adellac y Ventura Reyes, profesores del Instituto, o el doctor Román Delgado, dedicados todos al estudio y difusión de la obra del Greco. Un jalón en esta trayectoria lo constituyó la celebración, en 1914, del tercer centenario de la muerte del pintor cretense. Ángel Vegue y Goldoni fue designado Secretario de la Junta Organizadora del Centenario, bajo la presidencia efectiva del conde de Cedillo. Asistió a las conferencias impartidas en el paraninfo del Instituto, entre las que destacó la dictada por Aureliano Beruete sobre El Greco como retratista y escribió un texto breve para la ocasión. Y años más tarde, en 1926, llevó a cabo una detallada investigación sobre el pintor, que dio a conocer con el título de “En torno a la figura del Greco”, que sería recogida en su libro de 1928, Temas de arte y literatura.
Calificado por Fernando Chueca Goitia de “erudito local y un poco poeta”, al que “le gustaba mucho escribir acrósticos y dedicar su ingenio a los más variados juguetes literarios”, Vegue y Goldoni creó sentidos poemas sobre el “Otoño” y compuso “Sonetos monacales” que embellecieron la cuidada revista regional ilustrada; revista que llevaba por nombre Castilla. Revista regional ilustrada. Colaboró también en la revista Prometeo, fundada en 1908 por Ramón Gómez de la Serna con el propósito de renovar el panorama de la creación española: con la literatura francesa e inglesa de fines de siglo como referencia. Y formó parte de los crepuscolari españoles, de la mano de Fernando Fortún, atentos a París pero “enamorados de la provincia y tentados en su verso por la prosa”. Además, fue miembro asiduo de la tertulia denominada la Cacharrería, que se celebraba en el Ateneo de Madrid, y en el que sería nombrado vicepresidente de la Sección de Artes Plásticas, bajo la presidencia de Aureliano Beruete.
Su relación con el Ateneo y su brillante labor como crítico de arte, de la que es buen ejemplo el texto que escribió para la revista Museum sobre la “Exposición de pintores españoles de la primera mitad del siglo XIX”, le acercó hasta la Residencia de Estudiantes, donde fue invitado como conferenciante, junto a críticos de la talla de Juan de la Encina y Ricardo Orueta o historiadores de la categoría de Elías Tormo, al que llegaría a considerar su maestro. Y gracias al apoyo de la JAE pudo trasladarse a París e impartir en el Museo del Louvre, los días 4, 11, 18 y 25 de abril de 1921, sendas conferencias sobre “La pintura española en el Museo del Louvre”, “Relaciones de la pintura española con las escuelas del Norte”, “Relaciones de la pintura española con la italiana” y “Relaciones de la pintura española con la francesa”.
Con la llegada de la década de 1920, su papel como embajador en Madrid de la cultura toledana no hizo sino crecer. Su casa de la capital del Tajo, la del número 13 del callejón del Vicario, que era conocida como “El Ventanillo”, acogió a personajes tan variados como Américo Castro, Alfonso Reyes, Marcel Bataillon o José Moreno Villa y se convirtió en refugio de artistas y lugar de tertulia. Allí se inspiraría Manuel de Falla para crear su magnífico El retablo de Maese Pedro. Aunque su promoción de Toledo le causase algunos sinsabores. Así ocurrió con motivo del homenaje a Barrès, en 1924, el primer gran difusor internacional de la pintura del Greco y el paisaje toledano. El homenaje fue celebrado en Toledo para pagar una deuda de gratitud con el escritor francés enamorado de Toledo y Vegue y Goldoni fue uno de sus impulsores más decididos: sería calificado de afrancesado y ateneísta y puesta en duda su condición de toledano.
Sin embargo, el reconocimiento a su trayectoria intelectual ofrecía cada vez menos dudas en Madrid. Formó parte de jurados, como el de Blanco y Negro de 1929, fue nombrado vocal del Patronato del Museo Nacional de Artes Decorativas en 1931, Vocal del Patronato del Museo del Traje dos años más tarde y Subdirector del Museo del Pueblo Español en 1934. Y enviado por la Junta del Tesoro Artístico de Madrid, acudió a Toledo para asesorar sobre la protección del patrimonio artístico de la ciudad con motivo del estallido de la Guerra Civil.