Nació Venancio González el 18 de mayo de 1831 en Lillo (Toledo) donde sus padres, oriundos del mismo pueblo, mantenían una posición acomodada gracias al acierto en la explotación de sus propiedades. Pudo, así, realizar estudios de enseñanza secundaria en el colegio de los padres escolapios de Getafe y cursar la carrera de Derecho en la Universidad Central de Madrid, donde se licenció como abogado en 1854.
Ese mismo año fue elegido representante del partido judicial de Lillo en la Junta provisional de gobierno provincial constituida tras el triunfo del alzamiento que dio origen al período conocido como bienio progresista. Meses después, ingresaba en la Función pública al ser nombrado promotor fiscal en el juzgado de primera instancia de su pueblo natal y algo más tarde, en junio de 1855, contraía matrimonio con Josefa Lozano Mora, también natural de Lillo.
Su intervención en política estuvo, desde el principio, ligada a su comarca, sobre la que mantuvo permanente control caciquil, y al partido progresista dirigido por Sagasta, con quien le unió estrecha amistad y cuyas posiciones secundó sin interrupción toda su vida. Apoyado a su vez por Rodrigo González-Alegre, líder provincial del partido, en 1858 se convirtió en representante de Lillo en la Diputación, desde donde impulsó el desarrollo económico de su distrito y donde permaneció hasta ser elegido diputado en Cortes por la misma circunscripción en 1863 y abrir bufete en Madrid. Fue uno de los cuatro únicos progresistas que obtuvieron acta en esa legislatura, controlada por el gobierno conservador.
No volvió, sin embargo, a presentarse como candidato, fiel a las consignas de retraimiento electoral de los partidos que promovían el destronamiento de Isabel II, hasta después de que triunfase la revolución de 1868. En ella participó activamente, primero en su gestación, mediante artículos publicados en el periódico La Iberia, y en auxilio de su organización en las provincias de Toledo, Ciudad Real y Albacete y luego, actuando como enlace entre los militares protagonistas de la batalla de Alcolea. De Andalucía viajó directamente a Toledo para incorporarse a la Junta revolucionaria provincial y de allí se dirigió a Madrid, donde entró acompañando a Sagasta y a un victorioso general Serrano y donde se instaló de manera definitiva, ya como miembro del directorio del partido progresista.
En octubre fue nombrado oficial primero del Ministerio de la Gobernación y en los meses siguientes, sucesivamente, director general de Correos y Telégrafos, de Comunicaciones y de Propiedades y Derechos del Estado. Se ocupó asimismo de elaborar en 1868, por encargo de Sagasta, los proyectos de la nueva legislación municipal y provincial, así como el de la ley electoral y el decreto de organización de la milicia nacional ciudadana. Algo después, en 1871, era designado consejero de Estado, puesto del que dimitió al año siguiente por motivos políticos y para el que de nuevo fue nombrado en 1874, renunciando a él al inicio de la Restauración. Asumió también la dirección del periódico portavoz del partido, La Iberia, entre 1873 y 1874 y su defensa jurídica en las múltiples ocasiones en que la publicación fue después sancionada, y contribuyó a organizar el Partido Constitucional, que desde 1871 compartió el poder con el Radical y, al ser reinstaurada la dinastía borbónica, el Liberal Fusionista, en los cuales se integró la mayoría de los antes denominados progresistas.
Por otra parte, en 1869 recuperaba su escaño en el Congreso por el distrito de Ocaña, convertido en feudo familiar. Lo conservó de manera interrumpida hasta ser elegido senador vitalicio y presidente del Consejo de Estado en 1887, dejándolo entonces en manos de su hijo Alfonso González Lozano, quien anteriormente, en 1881 y 1886, había conseguido acta en el cercano distrito de Quintanar de la Orden. Fue elegido cuarto vicepresidente de las Cortes en 1879 y, en cuanto parlamentario, se distinguió por sus intervenciones en torno a los problemas económicos, fiscales y presupuestarios.
Fue igualmente notable su presencia en los gobiernos del Partido Liberal desde que este comenzó a turnarse en el poder con los conservadores. Tres veces fue nombrado ministro de la Gobernación: entre febrero de 1881 y enero de 1883, en el primer ejecutivo fusionista; de noviembre de 1885 y octubre de 1886; y desde diciembre de 1892 a octubre de 1893. Se interesó entonces por la profesionalización de la función pública, proyectando el Cuerpo de Empleados de Establecimientos Penales, el de Empleados de Correos y el de Administración Local, y elaboró la Ley Provincial que estuvo vigente hasta 1923. En todas las ocasiones, actuó además como muñidor electoral, logrando el triunfo de su partido en las elecciones tanto de 1881, como de 1886 y de 1893. También tuvo a su cargo el Ministerio de Hacienda entre diciembre de 1888 y enero de 1890. Tras salir del gobierno, ocupó la presidencia de Tabacalera Española.
En su ejercicio del poder, fiel a sus raíces toledanas, no dejó de ejercer influencia para proteger los intereses tanto de la capital como de su comarca natal y de la provincia ni de atenderlos desde el gobierno. Gracias a su apoyo, por el que fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad, el Estado, además de dar continuidad allí a las academias militares, asumió la reconstrucción del Alcázar tras el pavoroso incendio de 1887. Propició asimismo la reinstalación en Toledo del Colegio de Huérfanos del Ejército y, por lo que respecta a la provincia, contribuyó a la mejora de caminos y carreteras comarcales y provinciales.
Falleció en Madrid el 5 de enero de 1897. A juicio de la prensa toledana, dejaba “recuerdos imperecederos así en la capital como en toda la provincia”. Meses después, el Ayuntamiento aprobaba por unanimidad dar su nombre a la calle hasta entonces llamada de las Armas, cuyo primer tramo recuperó el antiguo en 1916. Pese a ser el personaje natural de la provincia de Toledo más relevante en el devenir nacional del siglo XIX, pronto se le había arrumbado en “el montón de los anónimos”, como lamentó el periódico La Justicia en 1910 al fracasar la iniciativa ciudadana de levantar una estatua en homenaje a su figura, y apenas ha quedado memoria de su fama, según subrayó Julio Porres en época reciente.
Bibliografía:
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- FERNÁNDEZ-CARNICERO GONZÁLEZ, Claro. “Venancio González, un liberal toledano”. ABC, 5 de enero de 1997. En Boletín informativo municipal. Año VI, núm. 14, mayo ‘97. Ayuntamiento de Lillo. Págs. 16-17.
- GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo. “Venancio González Fernández”. [En línea: https://dbe.rah.es/biografias/10995/venancio-gonzalez-fernandez]
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