Vicente Quismondo en primer plano.

Galería

Vicente Quismondo Briones
Layos (Toledo).
1903 -
Toledo.
1980.
Ceramista.

No creo que sea ninguna exageración decir que su cerámica es la más extendida de todos los ceramistas toledanos con nombre y apellido, tanto por la vía pública como por los edificios y las casas privadas, en el casco. Y no hay ninguna calle en toda la ciudad que alberga tanta obra de un solo ceramista como la Avenida de la Reconquista, precisamente en los atrios de los edificios llamados «Los Bloques» (aunque allí se hallan también unos paneles de la Fábrica talaverana de Ruiz de Luna).

Sin embargo, esta proliferación de su obra es inversamente proporcional a lo se encuentra documentado y escrito sobre él; si no fuera por don Mariano Guerrero Corrales, que encontró una foto de él entre un grupo de peregrinos a Guadalupe (fig.1), el Archivo Municipal no tendría ni una. Todavía le suele sonar el nombre a alguna gente mayor, pero la gran mayoría de los toledanos ya ni se da cuenta de que los azulejos que indican el número de las casas del casco con la impronta 1955 salían de su taller.

Vicente Quismondo nació en Layos al sur de Toledo y, según le contó la hija de Vicente a Pradillo, la familia de su padre se trasladó con él a la capital cuando tenía siete años y «[…] pronto empieza a trabajar con Sebastián Aguado Portillo, al que considera fue el verdadero maestro de su padre.» (*pp.611-612)

Esto y lo que en su libro (**p.87) sobre Sebastián Aguado escribieron José y Rosalina Aguado acerca de Quismondo es todo lo que hay documentado hasta bien entrada la década de los cuarenta: «… fue uno de sus principales decoradores; comenzó con él [i.e. Sebastián] desde muy joven …, pasados unos años se marchó a la fábrica de Ruiz de Luna …, pero después volvió a trabajar con Aguado, y luego con su viuda, hasta que se estableció por su cuenta.»

Me parece interesante añadir que, según me comentó un conocido ceramista, José Aguado aprendió dibujar y pintar con él, lo que no es tan extraño considerando que tenía 14 años al morir su padre en 1933 y que su madre tenía suficiente que hacer siguiendo dando clases en la Escuela y manteniendo el taller a flote.

No se sabe a ciencia cierta cuándo Quismondo puso su propio taller en el barrio toledano de San Miguel el Alto. Lo más seguro es que lo hizo alrededor de mediados de los cuarenta porque entonces fabricó los azulejos (fig.2) de los ya mencionados «Bloques», que se construyeron durante aquellos años para las familias de los militares. A pesar de estar en mal estado a causa de actos vandálicos son un valioso reflejo de Toledo en la posguerra y deberían ser mejor protegidos.

Es de suponer que el dinero recibido por este encargo le posibilitó pagar las deudas contraídas en la compra de su casa-taller en la calle San Miguel, 8, en cuyas cuevas a partir de 1948 empezó a reunirse la pandilla «Los Candiles», un grupo de artistas e intelectuales entre los que se encontraba el gran pintor Cecilio Guerrero Malagón, amigo de Vicente.

A finales de los cuarenta le llega el encargo para la azulejería (fig.3) de un colegio recién construido en la calle Trinidad, 8, donde antes estaba el palacio de los Condes de Oñate.

Sin embargo, Vicente Quismondo dejó su huella sobre todo en la numeración de las casas del casco, en muchos rótulos de diversos negocios y en algunos paneles conmemorativas (fig.4). Todavía a principios del siglo XXI sus azulejos de números de la serie 1955 han sido tan apreciados que se encargan copias particulares para nuevas construcciones y se venden ejemplares procedentes de casas abandonadas como «antigüedades».

Su taller, en el cual trabajaban, entre otros, su mujer Alejandra Martín Dueñas y su hija María, también fabricó gran cantidad de vistosos azulejos de arista para la decoración de fachadas, paredes de locales o zócalos de zaguanes. Dentro de los patios y de habitaciones he descubierto muchos platos en cuerda seca al estilo «Aguado» con la marca de su taller (fig.5). ¡Pero ojo!, un Q., un V.Q. o un Quismondo a secas significan que son obra del taller, según me confió Salvador Márquez cuando lo visité en la antigua casa-taller de Quismondo, la cual les había comprado a los herederos en 1987; solo las piezas hechas por él llevan la firma completa: ‘V. Quismondo Toledo’ o, si faltaba espacio, ‘V.Q.TO’.

Creo que donde más destaca Vicente Quismondo es en la técnica pintada sobre estannífera,’ sea cual sea el motivo. Dominaba, según los temas, una gran variedad de estilos: desde retratos sobrios hasta ilustraciones divertidas de refranes, que parecen tebeos (fig.6).

A pesar de coincidir con Mauricio Sanguino Otero, otro gran ceramista que se hizo notar en Toledo a partir de 1955 y que tenía mucho éxito, los dos talleres coexistían sin problemas porque la especialidad de Sanguino era toda clase de vasijas decoradas con diseños vanguardistas, mientras que el taller de Quismondo prioritariamente producía azulejería.

Según me comentó Pablo Sanguino, incluso había buena relación entre los dos patrones.

En aquellos años el taller de Quismondo debe de haber ido viento en popa al juzgar por la adquisición de otra casa en la calle de la Soledad más el edificio del Paseo San Cristóbal, 1, ambos decorados con vistosa azulejería de su producción.

En las cuevas de su antigua casa-taller en la calle San Miguel todavía quedaban muchos paquetes de azulejos por pintar y piezas sueltas sin acabar, cuando las visité en 2019.

Más tarde me enteré por una lejana pariente que a sus 77 años Vicente Quismondo falleció repentinamente de un derrame cerebral mientras estaba decorando una pieza de cerámica.

Su taller siguió operando poco tiempo más antes de cerrar para siempre.

Fuentes:

  • Pradillo, Juan Manuel, Alfareros Toledanos, Toledo, Junta de Castilla-La Mancha, 1997, Tomo II
  • Aguado Gómez, Rosalina, José Aguado Villalba, Sebastián Aguado: El Tesón de un Artista, Toledo, Artes Gráficas, 1995.

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