rios-garcia
Sixto Ríos García
Pelahustán (Toledo).
1913 -
Madrid.
2008.
Matemático especialista en Estadística.

A veces, el azar de la historia nos sorprende con peregrinas determinaciones. Este es el caso de la curiosa relación que parece haber vinculado a Toledo con la matemática española. Además de ofrecer ilustres ejemplos medievales (Alfonso X o Azarquiel), esa relación ha venido operando con una cierta persistencia. Desde haber tenido Toledo un arzobispo matemático, Siliceo, hasta haberse impreso en una imprenta toledana, la de Medina, la Revista matemática hispano-americana. Han sido catedráticos del Instituto de Toledo matemáticos de la talla de Zoel García de Galdeano y Ventura Reyes Prósper; en Toledo vivió y profesó José María de las Alas, y editó en ella una revista matemática pionera, El aspirante; estuvo muy vinculado a la ciudad, por motivos familiares, Julio Rey Pastor; nacieron allí Ricardo San Juan y Juan Sancho. Toledano, de Ocaña, fue el profesor Jesús Esquinas; y toledanos son los actuales catedráticos de la Universidad Complutense Sixto Álvarez Contreras y Gregorio e Ildefonso Díaz… Y en un pueblo de la provincia de Toledo, Pelahustán, aledaño a la Sierra de San Vicente, nació el 4 de enero de 1913 uno de los más grandes matemáticos españoles del siglo XX: Sixto Ríos García.

Sus padres, maestros de escuela, deseaban seguramente mejorar las condiciones generales de la familia cuando, pocos años después del nacimiento de don Sixto, obtuvieron el traslado a Los Navalmorales, un rico pueblo aceitero de los Montes de Toledo. En 1919, un nuevo traslado sitúa a la familia Ríos García en Madrid, donde Sixto realizó el bachillerato y los estudios de la licenciatura en Ciencias Exactas, que concluyó en 1932 con premio extraordinario, según Ana I. Busto y M. Carmen Escribano. La misma distinción obtuvo al concluir, en 1935, los estudios de doctorado.

En varias ocasiones se ha referido Sixto Ríos a lo que supuso un acontecimiento crucial en su vida matemática: su primer encuentro con Julio Rey Pastor, al que conoció en Madrid, durante una conferencia del maestro en el Seminario Matemático que la JAE tenía en funcionamiento en la calle de Santa Teresa: “Volví a casa emocionado. […], me había inoculado el virus de la investigación y ya me consideraba como un discípulo suyo”. Inmediatamente posterior a este encuentro debió de ser la incorporación de don Sixto, en 1931, al Laboratorio-Seminario de la JAE: una oportunidad excelente para iniciar el camino de la investigación.

La elevada capacidad de trabajo de Sixto Ríos tenía su base en dos cualidades excelentes: empeño y entusiasmo; ellas explican en gran medida sus numerosos éxitos y sus notables realizaciones. A los 28 años obtuvo por oposición la cátedra de Análisis Matemático de la Universidad de Valencia, que ocupó pocos meses. En 1948, mediante nueva oposición, consiguió la cátedra de Estadística Matemática de la Universidad de Madrid. Dos años más tarde, impulsó la creación del Instituto de Estadística e Investigación Operativa del CSIC, del que fue nombrado director. En 1952, organizó la Escuela de Estadística de la Universidad de Madrid, primera que funcionó en España. Fue profesor visitante en diversas universidades extranjeras (París, Roma, Washington y Lisboa), Fellow del Institute of Mathematical Statistics y miembro numerario del International Statistical Institute de La Haya. En 1959, fue elegido numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, leyendo su discurso de ingreso, que trató sobre Procesos de decisión, el 21 de junio de 1961, en un acto solemne en el que fue cariñosamente contestado por su maestro Rey Pastor.

Precisamente en ese discurso, Julio Rey Pastor caracterizaba la obra matemática de su discípulo, distinguiendo dos épocas en ella: una primera, “con contribuciones importantes en los campos del análisis en que yo lo inicié: series divergentes, series de Dirichlet, Hiperconvergencia o Ultraconvergencia, Integrales de Laplace-Stieltjes y reordenación de series (nombre que introdujo desde 1943, muy preferible al de series desordenadas que yo usaba). Fue en este capítulo donde cosechó su máximo triunfo epónimo, demostrando el teorema fundamental […] que […] ha recibido desde 1944 la denominación de Teorema de reordenación de Ríos”, y la posterior y definitiva, iniciada hacia 1945: “Desde esa fecha viró hacia la estadística matemática, como consecuencia de su cambio de cátedra, y a esta disciplina están consagrados sus trabajos de estos tres lustros”.

La obra escrita de don Sixto se ha desarrollado en una doble vertiente: puramente investigadora y didáctica. De su primera época merece ser recordado el libro Teoría de la integral (publicado en 1942 y reelaborado, bajo el título Conceptos de integral, en 1946), que fue muy citado en su tiempo en la bibliografía analítica española e hispanoamericana, y sigue constituyendo todavía una agradable lectura matemática. De sus inicios estadísticos es la memoria Revisión de los fundamentos matemáticos de la teoría de errores y mínimos cuadrados, editada en 1948 por el Instituto Geográfico y Catastral, en la que ofrecía una nueva demostración de la ley fundamental de Gauss, “de una gran sencillez y con hipótesis mucho más generales e intuitivas que las clásicas.” Pero el libro donde Sixto Ríos alcanzó la cima de su labor didáctica fue Métodos estadísticos, editado por primera vez en 1952 y cuya 5ª edición, en 1967, fue patrocinada por la prestigiosa editorial internacional McGraw-Hill. Métodos estadísticos es una verdadera enciclopedia de los saberes estadísticos de su tiempo, escrita con un rigor y una economía formal admirables. Favorecido por una larga y lúcida longevidad, don Sixto murió en Madrid, a los 95 años de edad, el 8 de julio de 2008.

Guardo de Sixto Ríos un recuerdo lejano pero imborrable: el del curso 1963-64, en que fue profesor mío en un completísimo curso de matemáticas en el primer año (Selectivo) de la entonces Facultad de Ciencias. Impartía su clase a hora temprana de la tarde, ante numerosísimo auditorio, en el aula magna (hoy de Julio Palacios) de la actual Facultad de Físicas. Recuerdo a un profesor sobrio en las explicaciones, serio y recto en el trato, comprensivo en los exámenes. Escribió como apoyo y guía para ese curso un tratado de Matemáticas generales, en tres volúmenes, cuya parte final, dedicada al Análisis numérico, constituía una excelente introducción a un tema tan sugestivo como novedoso.

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