Galería

Gregorio Prieto Muñoz
Valdepeñas (Ciudad Real).
1897 -
Valdepeñas (Ciudad Real).
1992.
Pintor.
Prieto fue un artista activo y polifacético que supo hacer acopio de conocimientos a través de sus experiencias dejándolas plasmadas en sus diferentes épocas creativas. Sin duda, su gran predisposición para viajar y conocer mundo forjaron una personalidad abierta a influencias y referentes.

El pintor Gregorio Prieto Muñoz nació en Valdepeñas (Ciudad Real) el día 2 de mayo de 1897, en el número 7 de la céntrica calle de las Escuelas. Su amplia familia, pues contaba con siete hermanos, pronto se vio truncada por la muerte de su madre. Al poco tiempo entraría en su vida una figura importante, su madrastra Tadea, la cual se convirtió en un destacado apoyo no solo personal sino también profesional.

Gregorio manifestó desde muy joven una especial atracción por el mundo de las artes y la cultura, algo que inicialmente no fue bien recibido en el ámbito familiar. Su padre, conociendo las dotes de su hijo para el dibujo y la pintura, intentó, sin embargo, que estas fueran usadas en otra dirección. En 1905 la familia se trasladó a Madrid y seis años más tarde Gregorio ingresaba en la Escuela Industrial para ser Ingeniero, tal y como entonces deseaba su progenitor. Los intentos por alejarle de la senda artística comenzaban así aunque paralelamente y de manera paradójica, su padre se encargaba de darle a conocer los más destacados museos y círculos culturales de la capital de España. Su carrera como ingeniero no acabó de cuajar y tras varios intentos fallidos para encauzar su futuro, los deseos de Gregorio se hicieron realidad. En 1914 se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios para preparar su ingreso definitivo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que lograría finalmente en 1915.

A partir de entonces comenzó a codearse con las jóvenes promesas del arte español. Sus obras iniciales revelaban un llamativo gusto por el color y, muy especialmente, por la luz. Entre ellas abundaron los paisajes de Aranjuez y el Paular de Rascafria, trabajados a base de pinceladas que denotaban la influencia del impresionismo y el puntillismo. Ya en los años 20 entabló una estrecha relación con algunos de los referentes de la Generación del 27, entre los que destacaron Rafael Alberti y Federico García Lorca y cuyas obras influyeron notablemente en Prieto. En el plano estético, sus pinturas estaban evolucionando hacía una mayor presencia de los planos de color dejando atrás la fragmentación del mismo. 

Prieto fue un artista activo y polifacético que supo hacer acopio de conocimientos a través de sus experiencias dejándolas plasmadas en sus diferentes épocas creativas. Sin duda, su gran predisposición para viajar y conocer mundo forjaron una personalidad abierta a influencias y referentes. Fueron muchas las becas que recibió a lo largo de su carrera para viajar, comenzando por la primera otorgada en 1918 para ir de prácticas al Paular. Pero sin duda una de las experiencias definitivas fue su salida al extranjero. 

En 1925 lograba ser pensionado por la JAE para llevar a cabo una larga estancia, primero en Francia y más tarde en Inglaterra. Su objetivo era el de estudiar in situ a los grandes paisajistas de la historia, visitando para ello los museos más reconocidos de ambos países. El pintor tenía claro que quería incrementar sus conocimientos por lo que desde 1923 comenzó sus gestiones para lograr la tan ansiada pensión. Sus estudios realizados en la Real Academia así como en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado y los buenos resultados logrados en ambas refrendaron su petición. 

En enero de 1925 Prieto ya se encontraba en París, ciudad que le maravillaba por lo distinto de su luz y por la riqueza de sus artistas. Analizó con detenimiento los cuadros del Louvre y del Panteón, especialmente los de Corot y Poussin. Igualmente y como él mismo comunicara al Secretario de la JAE, Gonzalo de la Espada, aprendió a copiar del natural a través de la observación de las esculturas del Louvre. Gregorio se movió por algunos de las más destacadas ciudades francesas de donde obtuvo gran inspiración y referencias para sus cuadros. Después de Francia marchó a Inglaterra y tras pasar fugazmente por España recibió una nueva beca en 1928 para la Real Academia de España en Roma donde permaneció hasta 1936, algo que marcaría igualmente su futuro. 

Desde 1930 una nueva tendencia había hecho acto de presencia en el arte del pintor valdepeñero: el surrealismo. Su particular mundo onírico encontró el escenario ideal en las ruinas grecolatinas que estaba conociendo de cerca gracias a su estancia en Italia. Éstas sirvieron como telón de fondo a inquietantes escenas impregnadas de una sutil carga sensual y sexual. Fue también durante los inicios de la década de los años 30 cuando Gregorio Prieto se interesó por la fotografía y la experimentación formal con la misma dando lugar a fotomontajes muy particulares ayudado por Eduardo Chicharro, compañero en la Academia romana. De este modo, ambos inauguraron una nueva forma de expresión bautizada como Postismo que tuvo su propia revista y de la que sólo se publicó un único número en enero de 1945. 

En 1937 el pintor se trasladó a Inglaterra donde permanecería durante diez años. Allí comenzó a trabajar en profundidad el tema del bodegón o naturaleza muerta así como el dibujo, técnica que usó especialmente para representar a los estudiantes de Oxford y Cambridge. Su regreso a España supuso una vuelta a sus orígenes tanto temática como formal y estéticamente. Los paisajes de La Mancha, los retratos y el colorido retornaron a su repertorio y los motivos típicamente españoles comenzaron a abundar en su pintura. Durante los años cincuenta viajó incansablemente por nuestro país para retratar sus monumentos y fruto de aquellos trabajos publicó numerosos libros con sus dibujos. No olvidó los retratos así como los fotomontajes que siguió cultivando.

Además de la pintura Gregorio Prieto tuvo otras pasiones. Por un lado la literatura, participando en la ilustración de numerosas obras o inspirándose en alguna de ellas para dar lugar a dibujos. Buen ejemplo de ello fueron los dedicados a Los sonetos de William Shakespeare. Por otro lado, sentía auténtica debilidad por los molinos, de los que se erigió ferviente defensor y estudioso. 

Prieto se mantuvo activo hasta poco antes de fallecer. En 1988 sufrió un pequeño accidente en su taller lo que le llevó a estar permanentemente postrado en una silla de ruedas. En 1992 su situación se agravó y falleció el 14 de noviembre de ese mismo. Su cuerpo fue velado y homenajeado en la Fundación que lleva su nombre en su pueblo natal y donde a día de hoy se alberga la inmensa mayoría de su obra.

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